Prólogo: Aiden

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Bendito tequila

Aiden

—Tal vez fue una mala idea, tal vez... no debimos haberlo hecho.

Joshua me mira con angustia. Estamos en el bar de mi primo Harry bebiendo cerveza. El ambiente aquí siempre es muy reconfortante, hay buena música y chicas atractivas.

—Lo hecho, hecho está. Confía en el proyecto, podemos lograrlo.

—No sé cómo le tienes tanta fe a una idea que se nos ocurrió estando ebrios a las tres de la madrugada en una playa.

—¿Nunca has escuchado que las mejores ideas surgen en los momentos menos esperados?

—¿Significa que llamar a nuestro jefe a esas horas y decirle que era una persona horrible, que no hacía nada bien y que prácticamente era un vago fue una buena idea?

—Alguien debía decirle la verdad.

—Entonces supongo que ahora deberíamos estar felices porque nos despidieron, ¿no?

—Yo renuncié, a ti te despidieron, es diferente.

—No veo mucha diferencia, ambos estamos sin trabajo y sin la suficiente experiencia laboral como para conseguir otro buen empleo.

Le sonrío y juego con unos manís desinteresadamente.

—Tú solo confía en el proyecto.

—Sería más sencillo si al menos tuviésemos una noción real de lo que debemos hacer, pero no tenemos nada. Estamos solos, ni siquiera sabemos cómo comenzar a invertir, necesitamos a alguien que nos ayude con las financias y con la distribución, y la publicidad, y... —Joshua suelta un largo suspiro—. Creo que la hemos jodido.

—Yo no, prefiero estar en este punto en vez de seguir siendo el secretario de un imbécil.

—Pero ese imbécil nos pagaba bien.

—Por lo mismo tenemos un capital para poder invertir en nuestros nuevos y fantásticos productos ecológicos. Byron Bay necesita esto, el planeta tierra lo necesita.

—¿Sabes qué necesitamos realmente?

—¿Qué? —pregunto.

—Algo más fuerte, trae algo más fuerte porque la cerveza no me embriaga lo suficiente como para olvidar que no tenemos empleo.

—¿Whisky Stoic?

—Sí, Whisky Stoic.

Doy un golpe suave a la mesa.

—Voy.

Me incorporo y llego hasta la barra. Hay algunas personas esperando su turno para hacer su pedido, pero considerando que soy el primo del dueño, me creo en la libertad de tener privilegios.

—Harry, dame una botella de whisky —digo.

Y siento que alguien me toca el hombro.

—Disculpa, yo estoy antes.

Volteo y me encuentro con una chica muy pequeña, al menos comparada conmigo, que presumo de una buena altura.

—Y yo tengo privilegios.

—No me importan tus privilegios, debes respetar tu turno.

—La gracia de tener privilegios es que no debo respetar ningún turno.

—Pues, creo que tus privilegios te convierten en un idiota —espeta con un tono de voz firme, y me pregunto cómo puede ser tan bajita y tener tanto carácter. Harry llega hasta nosotros y nos observa—. Un cóctel margarita de frambuesa, por favor —le indica a mi primo.

El día que te despierten las estrellas (+18)Where stories live. Discover now