Cómo ganarte a tus suegros si...

By EKurae

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O: Manual de supervivencia de Lan XiChen para una boda exitosa. El anuncio de la boda del ilustre primer jade... More

Preludio: Entre tú y yo
Paso 1: Responde al desafío
Paso 2: Haz gala de tu lado más Lan
Paso 3: Recuerda que tu suegro también está implicado
Paso 4: Muestra tus respetos más sinceros
Paso 5: Aprende a cocinar. ¡Será divertido!
Paso 6: Y ten en cuenta que hay que estar siempre alerta
Paso 7: A veces solo debes aceptar la gratitud que se te ofrece
Paso 8: Por supuesto, es esencial llevarte bien con tus cuñados
Paso 9: La pareja la formáis vosotros dos, nunca olvides lo que importa
Paso extra: Eh, ni se te ocurra desaprovechar los regalos de la noche de bodas

Paso final: Ya solo queda casarse, ¡a por ello!

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By EKurae

Dos horas antes de la boda. 

-¡No lo aprietes tanto!

-Pero se supone que tiene que quedar ceñido, A-Cheng.

-¡Me importa un cuerno! ¡No puedo respirar así! 

Como no podía ser de otra forma, Wei WuXian hizo oídos sordos a las quejas, improperios y amenazas de su shidi y apretó todavía un poco más el gran cinturón rojo de tela que ceñía a su cintura las elegantes túnicas nupciales. Jiang Cheng le gritó por ello, por supuesto, o por lo menos lo intentó hasta que le faltó el aliento. Si vomitaba los pulmones en mitad de la ceremonia sería culpa del idiota de su hermano, pero seguro que el muy bastardo se justificaría en lo bonito de la prenda. Imitaba a un obi con delicados bordados dorados en forma de mariposa que ascendían hacia unas nubes de hilo de oro estampadas en sus hombros, al más puro estilo de Dongjing. Por completo alejado de los convencionalismos, porque para esa boda no podía quedar costumbre por revolucionar ni regla por infringir. Al fin y al cabo, ya iban sin novia, sin velo y sin sedán nupcial que transportase a la susodicha novia, por una más no se acabaría el mundo. O sí, quién sabe. 

Por supuesto, había sido idea del cultivador demoníaco vestirle así, porque los planes locos no podían provenir de ninguna otra cabecita destartalada. Aun así Jiang Cheng debía admitir que le placían aquellos diseños, o de lo contrario jamás habría accedido a llevarlos en su boda. Muy a su pesar, a Yu ZiYuan tampoco le disgustaban. Era la primera o la segunda cosa que le reconocía a Wei WuXian en... ¿cuánto? ¿Toda la vida? Sí, como mínimo. A Jiang YanLi por otra parte le encantaban hasta el punto de sentirse emocionada, e incluso el propio Jiang FengMian había concedido que favorecían bastante a su hijo más joven, que ahora estaba deslumbrante ante sus ojos. Aunque no supieran los veredictos de su familia fantasma, de alguna forma Jiang Cheng y Wei Ying los intuían. Por desgracia para el desdichado líder de secta ese hermano suyo debía ser un visionario y estarse adelantando a las modas que poblarían Occidente en cientos de años. Casi parecía que el condenado quería imitar la estructura de un corsé sin saber siquiera lo que es un corsé, todo bajo la desastrosa excusa de "oh, vamos, A-Cheng, si tienes un cuerpo precioso. ¡Esas curvas hay que marcarlas!".

Para mayor desdicha suya, y juraba que no se lo perdonaría nunca, Lan XiChen estuvo de acuerdo cuando se propuso la idea, así que perdió en aquella especie de votación que nunca debió ser una votación. Por eso ahora estaba sufriendo agarrado al borde de madera de un escritorio mientras se le rompían las costillas. Se suponía que el cuerpo de Mo XuanYu era el de un debilucho sin fuerza así que... ¡¿por qué tiraba tanto?! Y mejor aún...

¡¿En qué momento creyó que casarse sería buena idea?!

Solo cuando Wei WuXian estuvo satisfecho con la forma que le hacía a la cintura, terminó de atar el obi, dejándolo lo más ajustado posible. A Jiang WanYin le habría gustado dejar salir todo el aire que contenían sus pulmones, pero —quizá porque ya no tenía aire o quizá porque ya no tenía pulmones— fue imposible. Tanto eso como respirar, así que mientras tosía se dio cuenta de que tenía un problema serio. Si la cosa seguía así, se desmayaría antes de poder hacer las tres reverencias. Y eso que siempre creyó que enfrentarse a los Wen sería el hito más grande y difícil de su vida... ¡Ja! Iluso de él, que en aquellos días de guerra ni siquiera se planteó el matrimonio como una opción posible, ya no digamos probable. Entre tos y tos, Jiang Cheng se las arregló para aflojar un poco ese condenado instrumento de tortura hecho de la más fina seda. No cedió demasiado, porque su shixiong era hábil con las manos y lo había anudado bien, pero al menos pudo obtener algo de aire al cabo de un rato. 

El líder del Loto se dio la vuelta, buscando por instinto el espejo de cuerpo entero que Wei Ying había mandado colocar en su habitación. Estaban en los aposentos que Lan QiRen le asignó, preparándose para la inminente ceremonia. Para desgracia del anciano y de su madre, era la primera vez que los pisaba. De ser por él, se habría vestido con Lan XiChen en el Hanshi, pero hasta su hermano estuvo en desacuerdo con esa decisión. Incluso su prometido —esposo en cuestión de dos horas, se recordó a sí mismo, sintiendo un pesado nudo en el estómago— se había posicionado en contra. Odiosas formalidades y odioso decoro. Había arrastrado la vergüenza durante la mayor parte de su vida, así que en algún punto del camino, cuando decidió perderla, se desinhibió por completo. Jamás agradecería tanto una decisión tomada. Al fin y al cabo, era una forma mucho más sencilla de vivir.

Jiang WanYin se contempló en la superficie de cristal resplandeciente. Todo era rojo y dorado, colores auspiciosos que teñirían de buena fortuna sus días venideros. Los Recesos de la Nube se habían engalanado de escarlata por él y por su prometido, para honrarlos y bendecirlos. Nervioso, tragó saliva. Su silueta se dibujaba tan distinta a todos aquellos reflejos de sí mismo que había visto antes. Envuelta en carmesí e hilo de oro, las largas mangas de su hanfu podrían llegar a rozar el suelo. Sus cabellos caían sueltos por su espalda, Wei Ying se había pasado una hora entera peinándolos. Los había recogido en sus dos clásicas trenzas, y ahora la horquilla de plata que Lan XiChen le regaló las sostenía sobre la brillante cascada de alquitrán que era su pelo. Bajo las túnicas nupciales, lo único que agradecía era poder llevar unos benditos pantalones que le permitieran moverse con un poco de libertad. El atuendo era incómodo, sí, pero también indudablemente hermoso. Como él, como su propia persona, a pesar de todos los matices que nunca antes había escudriñado reflejados en su rostro. Seguía siendo el imponente Sandu ShengShou, sí, por supuesto. Sin embargo, ahora la expresión en su mirada era diferente. La chispa ilusionada en sus ojos no se podía borrar, no lo haría ni aunque quisiera. Era innegable y, hasta cierto punto, también bella. Se combinaba con la ansiedad que atenazaba su entrañas. Daba gracias por no haber desayunado ese día, porque lo habría echado todo antes incluso de tener que soportar la tortura del maldito obi. 

A los pocos segundos, Wei WuXian se apareció a su lado, a su izquierda, pasando un brazo amigo alrededor de sus tensos hombros. Vestía de blanco, cinta de la frente con patrón de nubes incluida, como todo un miembro de pleno derecho de Gusu Lan, pero una campana de claridad colgaba de su cadera. Fue un regalo que recibió de sus manos tiempo atrás, cuando se reconciliaron de forma oficial. No lo sabían, pero Jiang YanLi permanecía a su derecha, contemplándolos con eterno cariño y orgullo.

-¿Estás bien, A-Cheng?

-Creo que voy a vomitar. -Confesó el líder de secta Jiang, mucho más abierto con su hermano adoptivo de lo que podría mostrarse en ningún otro concepto-. ¿Tú también te sentiste así cuando te casaste con la estatua esa?

El cultivador demoníaco se permitió una estruendosa carcajada. Solo porque le veía a puntito de echarse a temblar (y porque tenía un poco de gracia, seamos sinceros) hizo oídos sordos a la manera tan particular de su hermanito para mentar a su marido.

-¡Por favor, yo estaba incluso peor que tú! No sé por qué, pero casi me desmayo. Tres veces, de hecho. En comparación, ahora mismo lo estás haciendo de maravilla.

-No me tranquiliza. -Admitió Jiang Cheng-. Pensar en todo lo que puede salir mal...

-Nada va a salir mal, A-Cheng. -Le aseguró con vehemencia. Como si quisieran confirmar sus palabras, las campanas de plata que los dos llevaban tintinearon al unísono-. Lo habéis preparado todo para que sea perfecto, y te prometo que lo será. Podéis con esto y con mucho más. Además, consuélate pensando que los ancianos del clan Lan me tienen a mí como punto de referencia, ¡te van a adorar!

En un triste intento de aparentar no estar ni conmovido ni emocionado por las palabras de apoyo de su shixiong, el líder del Loto se limitó a desviar la mirada y gruñir entre dientes.

-Cierra la boca. ¿Qué queda?

-No demasiado. Te maquillo y estarás listo para casarte.

-Perfec... ¡¿Qué?! -Aunque, de nuevo, solo se escuchó una de las dos, las exclamaciones de madre e hijo sonaron a la vez-. ¡¿Cómo que maquillaje?! ¡No soy una novia!

-¿Y? 

-¡No me voy a maquillar!

-¡No te atrevas a ponerle la mano encima a mi hijo, Wei WuXian!

De tres, dos fantasmas suspiraron. La dinámica de siempre no podía faltar ni el mismo día de la boda.

-Oh, vamos, ChengCheng, no me seas anticuado. Maquillarte no te va a restar masculinidad, ¿sabes?

-¡Me da igual! No me gusta el maquillaje, es pegajoso y molesto.

-Este no, te lo prometo. -Jiang Cheng, para asombro de su madre, alzó una ceja ante esa afirmación, más con expectación que con desagrado. De una bolsa qiankun que descansaba sobre una de las mesas del cuarto, Wei WuXian sacó una caja y un par de botes de pintura-. Son cosméticos de Dongjing, y son muchísimo menos aceitosos que los que he probado hasta ahora, lo juro.

-No sé...

-Venga, por favor. Te prometo que no será demasiado, y quedarás radiante. Y así taparemos esas ojeras que me traes, que no te favorecen.

Aunque tenía el ceño fruncido en forma de perenne duda, Jiang Cheng acabó por suspirar y ceder. Estaba demasiado nervioso como para oponerse a nada, así que cuando su shixiong golpeó con la palma de la mano en el cojín que había colocado frente al espejo, se limitó a ponerse de rodillas delante de la superficie reflectante y dejarse hacer.

-No me puedo creer que A-Cheng esté accediendo a esto. -Bufó Yu ZiYuan mientras ponía los ojos en blanco. 

-En este momento, creo que A-Cheng aceptaría cualquier cosa con tal de terminar con la boda. 

Justo en el blanco, Jiang FengMian, justo en el blanco.

-Incluso ser parte de las locuras de Wei WuXian. -Suspiró la Araña Violeta-. Más vale que lo deje decente, o se enterará de lo que es bueno.

Aunque, por suerte para todos los allí presentes (incluido él mismo), por una vez Wei Ying no tenía ninguna jugarreta en mente. Solo quería hacerle un favor a su shidi, así que cumplió con lo prometido. Cuando tuvo a su hermano con los ojos cerrados frente a él, se dedicó en cuerpo y alma a la tarea de terminar de complementar su vestimenta con el mismo cariño que había puesto a la hora de peinarle. Bajo sus manos, el líder de Yunmeng Jiang trataba de respirar hondo y calmar sus nervios acelerados. Con sumo cuidado abrió la caja de maquillaje, revelando hileras de sombras de colores. La que consideró que imitaba su piel la aplicó por debajo de sus ojos, camuflando las manchas amoratadas que el pasar la noche en vilo le habían provocado. Una delicada brocha se encargó de aplicar un tenue rubor sobre las mejillas de Jiang Cheng y un fino pincel perfiló sus ojos con kohl negro y rojo. Del mismo ungüento rojo manchó levemente su pulgar, pasándolo sobre los labios ajenos. Quedó natural, como si solo se los hubiese mordido. Discreto pero con el ímpetu suficiente como para realzar sus rasgos.

Ante la señal de fin, Jiang WanYin abrió los ojos y se miró al espejo. Frunció el ceño en un primer momento, más sorprendido que irritado, pero no puso pegas. Tampoco dijo nada en forma de agradecimiento más allá de un susurro que solo Wei WuXian intuyó. El cultivador demoníaco sonrió solo un poco enternecido mientras guardaba los cosméticos.

-De nada, didi.

-Vete al infierno.

Wei Ying rio con ligereza mientras su hermana y su padrastro fantasma sonreían encantados. Yu ZiYuan, como su hijo, puso los ojos en blanco y pretendió hacer oídos sordos al asunto. Una pena que Jiang FengMian no se lo permitiese.

-Parece que A-Xian no lo ha hecho nada mal, ¿no crees, mi señora?

-Para algo tenía que tener buen gusto en esta vida, dado que no acierta ni con los hombres ni con los métodos de cultivo.

-Madre...

-Sabéis que tengo razón.

-HanGuang-Jun es un gran partido. 

-Lo negaré todo -declaró la Araña Violeta-, pero al menos ZeWu-Jun sabe mantener una conversación medianamente interesante.

-¿No te parecía demasiado promiscuo, mi señora?

-Sí, pero ahí su hermano tampoco se libra. Empiezo a pensar que todos los Lan son unos pervertidos.

Y, por suerte o por desgracia, no había alma en el mundo capaz de confirmar o desmentir tal afirmación.

Poco rato después, mientras Jiang Cheng intentaba ajustar sus túnicas para estar lo más cómodo posible con ellas sin morir en el intento (ni engancharse las mangas en los dedos, algo bastante difícil dada la ingente cantidad de tela que manejaban), unos golpes en la puerta llamaron su atención. Wei WuXian le estaba dando los últimos retoques al dobladillo de su hanfu para que no lo arrastrara por la nieve al andar, así que fue el propio invitado quien, tras recibir la orden afirmativa de Jiang Cheng, abrió la puerta. Jin Ling vestía sus túnicas ceremoniales de líder de Lanling Jin, a pesar de estar todavía bajo la regencia de su tío. Despuntaba en dorado y blanco como una estrella. Orgulloso, lucía también en la cadera su campana de claridad de Yunmeng Jiang y el punto carmesí entre sus cejas destacaba más que nunca en contraposición con la blancura de los Recesos de la Nube. Igual que los novios durante la ceremonia, se liberaban como flores rojas en mitad de una colina nevada. Al ver a Jiang WanYin enfundado en el traje nupcial, cubierto de rojo y radiante al mismo tiempo gracias a la siempre negada euforia y al maquillaje, el joven heredero Jin no pudo evitar esbozar una enorme sonrisa ilusionada. Jamás pensó que viviría para ver llegar este día, así que ahora todo lo que quería hacer era abrazar a su tío y  desearles felicidad eterna. Lo habría hecho de no ser por el gran paquete que llevaba en brazos.

-Cierra la puerta, mocoso, que hace frío. -Masculló Jiang Cheng con un tono de voz en exceso afilado. Jin RuLan estuvo tentado a sacarle la lengua, pero se detuvo por sentido común. Ya que Wei WuXian había logrado llegar vivo a la boda, no podía ser él la primera víctima de la furia histérica de su tío-. ¿Qué traes ahí?

-Yo también me alegro de verte, tío. -Contestó el joven, solo un poco desafiante. No demasiado lejos, en otro plano de la existencia, su madre suspiró y su abuela le lanzó una mirada desaprobadora, porque aunque lo adoraba a veces ese niño colmaba su paciencia. Se parecía demasiado a su hijo y a su yerno y, por inercia, también a ella-. Estás... guau. Estás impresionante.

-Gracias. -Canturreó Wei WuXian.

-Hablaba con mi tío.

Entre medias, Jiang Cheng puso los ojos en blanco. No podía con ese par.

-Lo sé, pero todo el esfuerzo que hay para que esté así de guapo es mío. Ya veremos si mi querido cuñado puede contener las ganas de desnudarte cuando te vea.

-¡Wei WuXian!

-¡A diferencia de otros, ZeWu-Jun tiene decencia!

-Bueno, tampoco lo digas muy alto... -Masculló el líder Jiang por lo bajo, en un murmullo que por suerte para todos cayó en saco roto-. ¿No me has escuchado o no me has querido escuchar, mocoso? -Bufó esta vez para los oídos de los allí presentes, cruzando los brazos sobre el pecho como malamente pudo. Como apareciese una sola arruga entre sus túnicas, le daría algo-. ¿Qué haces aquí?

-Por supuesto, quería darte mi regalo de bodas. -Orgulloso, casi como un pequeño pavito real pensó su madre a traición, Jin Ling hinchó el pecho y le tendió a su tío en paquete que llevaba en brazos-. ¡Ábrelo, tío! Te será útil durante la ceremonia.

-Solo espero que tengas mejor gusto que Wei WuXian para estas cosas. -Suspiró mientras lo tomaba. Era ligero, cosa que le hizo fruncir el ceño-. O más vergüenza, por lo menos. De lo contrario, te partiré las piernas.

-Oh, vamos, ChengCheng, si sabes que te encantó mi regalo.

-No pienso hablar del tema.

-¿Qué regalo?  

Como Jiang YanLi se tensó como un resorte ante la inocente cuestión de Jin Ling, sus padres la contemplaron con una ceja alzada. Por suerte no sabían demasiado de ese pequeño intercambio, o Wei WuXian ya estaría muerto y enterrado... otra vez. Se enteraron de que algo enfureció a su hijo biológico y acabó con su hijo adoptivo nadando en pleno invierno, pero nadie les dio los detalles. Y mejor así. 

-Nada que te interese. Vamos a ver qué es esto.

Sin dar la más mínima opción a debate, Jiang Cheng hizo ceder el nudo que envolvía el paquete. Tras el papel de seda que lo contenía, se reveló una capa roja perfectamente doblada. En el mismo hilo de oro que el obi, para combinar a la perfección, se dibujaba un bordado de lotos en flor del que emanaban mariposas hacia un cuello de piel que lo mantendría abrigado durante la ceremonia. Sorprendido, el líder del Loto parpadeó un par de veces, admirando el tacto que se deslizaba con exquisita suavidad entre sus dedos. 

Por supuesto, por eso Jin Ling se emocionó tanto cuando el oráculo les dijo que la fecha auspiciosa para su boda sería en invierno, en diciembre. Había tenido aquel regalo ideado desde el principio el niñato... Casi conmovido, al final Jiang WanYin no pudo evitar que una bonita sonrisa decorase sus labios coloreados de rojo. 

-A-Ling, esto...

-Es mi regalo de bodas. Mandé hacer dos, una para ti y otra para ZeWu-Jun, para que las vistáis conjuntados. Hace un frío terrible ahí fuera, así creí que te gustaría. Siempre... siempre te han gustado los regalos útiles.

-Por los Cielos, A-Ling, es preciosa. Yo diría que has acertado de lleno. Por la cara que está poniendo, seguro que a nuestro ChengCheng le encanta.

-Tú cierra la boca y ayúdame a ponerla. -Gruñó molesto el líder Jiang, tendiéndole la capa a su hermano. El sonriente Wei WuXian aceptó el encargo sin problemas, solo con un pelín de dificultad por ser el de menor estatura en la sala. Ahora que Jin Ling había dado varios estirones en los últimos meses, había crecido para ser incluso un poco más alto de su tío. Lo mismo le pasaba a Lan SiZhui, mientras el pobre Lan JingYi lloraba porque se estaba quedando atrás en altura. Hasta Ouyang ZiZhen le sobrepasaba-. Y tú, niño... ven aquí.

En ese mismo instante, la capa quedó olvidada. Emocionado por la situación —porque el pobre ya se había resignado a que iba a llorar durante la boda. Y antes... y después— el joven Jin RuLan abrazó a sus dos tíos. Wei WuXian no se esperaba ser parte de aquel gesto de cariño, creyó que iba a estar reservado para esos dos, pero Jiang Cheng lo agarró por el brazo y lo obligó a unirse antes de que ninguno pudiera darse cuenta, casi atrapándolo entre los dos cuerpos más grandes. De los tres, no sabían quién temblaba y quién no. Solo sabían que estaban nerviosos, ansiosos y ablandados por toda la situación, Jiang WanYin probablemente el que más. Era al que más de cerca le tocaba, después de todo. 

A sus espaldas, tres fantasmas se sonrieron, tan contentos por la felicidad de los tres miembros vivos de la familia como deseosos por unirse a aquel abrazo. Incluso Madam Yu tuvo que ceder ante la evidente alegría de su hijo, ante el cómo relucían sus ojos, casi como  si volviera a ser ese niño sonriente que jugaba entre los lagos de lotos con sus tres cachorros, aprendiendo a nadar antes que a andar. No lo dijo en voz alta, pero al fin y al cabo estaba orgullosa de él, de su pequeño que tanto había crecido. Padre y hermana se sentían igual.

El abrazo fue efímero, pero los sentimientos que contuvo continuaban. Al separarse, fue Jin RuLan el que recogió la capa sobre la mesa, aunque ninguno de los tres recordaba haberla doblado antes de dejarla caer. 

-Déjame a mí. -Le pidió a Wei WuXian. En respuesta, solo recibió una afirmación.

Con cuidado de no despeinarle, el joven heredero de la Peonía retiró hacia un lado los cabellos de su tío, colocando la capa roja sobre sus hombros. Fue el propio Jiang Cheng quién ató el cordel dorado por delante, el agarre que la mantendría sujeta. El espejo volvió a revelarles el toque final del atuendo nupcial. Y una vez más Jiang WanYin se encontró sintiendo que no podía respirar, aunque esta vez el dichoso obi no tenía la culpa. Cuando Jin RuLan se marchó bajo la promesa de estar en las primeras filas durante la boda, la sensación se intensificó. Pálido como la nieve que había empezado a caer allá fuera, tras los cristales de la ventana, el único color en su rostro se lo confería el maquillaje. O al menos así fue hasta que Wei WuXian decidió poner en práctica uno de sus desastrosos planes maestros.

-A-Cheng, A-Cheng -llamó divertido el cultivador demoníaco, recibiendo solo una mirada y una ceja enarcada por su parte-, lo cierto es que yo también tengo un último regalo que hacerte.

-Como vuelva a ser algo erótico...

-Prometo que no, probablemente. -Ese "probablemente" no prometía nada bueno. A Jiang Cheng sin ir más lejos no le gustaba lo más mínimo, y a su madre todavía menos-. Necesito que me sigas.

-¿Así vestido? ¿Antes de la ceremonia?

-¿Sí? Venga, didi, confía en mí solo por una vez. ¡Te gustará!

-No sé cuándo fue la última vez que dijiste eso, pero estoy seguro de que casi acabamos muertos.

-¿Entonces no vas a venir? -Lloriqueó el cultivador demoníaco, poniéndole un puchero.

Aunque parecía que no (y aunque Yu ZiYuan rogaba a todos los dioses habidos y por haber que conservasen el buen criterio de su hijo) Jiang Cheng acabó por suspirar y aceptar.

-A estas alturas, ¿qué tengo que perder?

*** 

-¡No me lo puedo creer!

-En realidad, mi señora, se veía venir.

-Por desgracia, padre tiene razón esta vez.

-¿Cómo que por desgracia, A-Li?

-¿Eh? Si yo no he dicho nada.

-A-Li...

-¡¿Pero os dais cuenta de lo que significa esto?! ¡Se supone que no pueden verse antes de la ceremonia!

Bueno, cierto, sí, pero según Wei WuXian resulta que eso era muy debatible. 

Tanto Jiang FengMian como Jiang YanLi se limitaron a suspirar mientras Yu ZiYuan estallaba en gritos que solo ellos dos podían oír. Eso debía ser algún tipo de condena, no les cabía la más mínima duda. Algo habían hecho mal en la vida para no entrar en la Rueda de la Reencarnación y acabar así por el resto de la eternidad. Y, mientras tanto, a no demasiada distancia Jiang Cheng miraba en todas las direcciones deseando que ningún discípulo de Gusu los viese —porque su ropa no es que llamase poco la atención, la verdad, más todavía en aquella secta de atuendos funerarios—. Entre tanto, Wei WuXian golpeaba la puerta del Hanshi como si tuviera un tic nervioso en el puño. Sabía que su cuñado y su marido estaban dentro y, aunque Lan WangJi no aprobaría su idea, a estas alturas de la vida tampoco haría nada para evitarlo.

A los toques impacientes que indudablemente traían consigo la marca de cierto cultivador demoníaco les siguió un periodo de silencio, unos segundos. Pasados esos segundos, la puerta corrediza del Hanshi se abrió para revelar el impertérrito semblante del segundo jade de Gusu Lan y, por detrás, el destello rojo que era ZeWu-Jun enfundado él también en sus túnicas nupciales. Al contemplar a los dos hermanos de Yunmeng, el ceño de Lan WangJi se frunció con una arruguita solo perceptible para los ojos más entrenados.

-¿Wei Ying?

-Perdona, Lan Zhan, pero tenía una emergencia entre manos.  

-¿Emergencia?

-XiChen-ge y A-Cheng tienen que hablar. Ahora mismo.

-¿Joven maestro Wei? -Cuestionó por detrás Lan XiChen, haciendo el amago de acercarse a la puerta. El rictus de su hermano le detuvo-. ¿Va todo bien?

-De maravilla, pero es urgente que nos dejes pasar, Lan Zhan. Bueno, o que le dejes pasar. Hay dos horas hasta la boda, así que creo que tú y yo podríamos aprovecharlas. ¿Qué me dices, Lan Er-Gege?

-No está permitido que se vean.

-¡Por favor, Lan Zhan! ¡Solo un ratito!

Aunque estaba haciendo las veces de perro guardián, ni siquiera a él se le pasó por alto el evidente histerismo de Jiang Cheng. No le decía nada, ni un saludo, y a esas alturas de conversación ya se tendría que haber ganado uno o dos comentarios mordaces como mínimo. O una imposición tan suya, un "déjame pasar o te parto las piernas, Lan WangJi". Pero no. Le temblaban las manos, y no de frío. A un hombre tan orgulloso y soberbio como él era muy raro verle así. Y como a su espalda, a no demasiados metros, su propio hermano estaba igual y le entristecía verle tan afectado y preocupado cuando debería estar feliz, Lan WangJi acabó por ceder.

Aunque, seamos realistas, era una petición de Wei WuXian. Habría cedido sí o sí.

-Media hora como mucho. -Concedió, abandonando el umbral de la puerta y saliendo del Hanshi-. Después, tendrás que volver.

-¡Mil gracias, Lan Zhan! 

Y sin darle opción a Jiang Cheng a responder, su shixiong lo agarró del brazo y lo empujó dentro de la vivienda del líder de Gusu Lan. Cerró la puerta tras él, ignorante de si se daba de bruces contra el suelo o sobrevivía a la caída. Ni siquiera el propio Jiang WanYin apostaba por la segunda opción, pero por suerte su prometido tenía buenos reflejos. Muy buenos reflejos. De pasar a ver los tablones de madera precipitarse hacia él se encontró capas y capas de seda roja, bordados de flores y un pecho fuerte en el que le encantaba reposar la cabeza a la hora de dormir.

-Cuidado, WanYin.

Unos brazos fuertes lo abrazaron, tan cálidos y protectores como solo podían ser con él. Por inercia Jiang Cheng se aferró a su cuello con el mismo instinto y la misma predisposición a cuidar de su pareja. Enterró el rostro en el hueco de su cuello, la frente apoyada contra su hombro para no mancharle de maquillaje. El abrazo en el que Lan XiChen lo sostenía se apretó, al mismo tiempo firme y tembloroso. Solo al cabo de cinco minutos así encontraron las fuerzas para separarse un poco, un poco, y mirarse a los ojos.

-A-Cheng...

-Hola. -Susurró el líder de secta Jiang, demasiado consciente de la trémula sonrisa que no era capaz de borrar de sus labios-. Quizá no debería estar aquí.

-Quizá no. -Admitió el primer jade-. Pero me encanta que lo estés. Necesitaba verte.

-Yo también.

Los dos tenían exactamente la misma expresión a medio camino entre la duda y la euforia. Quizá por eso sus labios encajaron tan bien al juntarlos. Jiang Cheng suspiró mientras se besaban, encontrando en él toda la calidez que necesitaba para tranquilizarse, todo el amor que se profesaban y que bajo ningún concepto dejarían de sentir. Le encantaba. Les encantaba. 

-¿Estás preparado para esto? -Cuestionó Lan XiChen contra su boca al poco de separarse. Ahora ambas se habían teñido de carmín. Por suerte para él, intuía con razón que sus suegros se habían quedado fuera del Hanshi esta vez. No necesitaba más reproches embarazosos de Madam Yu. 

-No. Y tú tampoco.

-Ciertamente. -Al fin y al cabo, no era una pregunta-. Pero me muero de ganas.

-Yo no. Ayer me crucé con un par de tíos abuelos tuyos y creo que quieren destriparme.

-Seguro que no, A-Cheng.

-Me miraron fatal.

-Miran fatal a todo el mundo. -Bromeó Lan Huan, acariciando su rostro con las yemas de los dedos-. ¿Llevas maquillaje?

-¿Me queda mal?

-Todo lo contrario. Estás precioso.

-Tú... tú también lo estás. -Admitió Jiang Cheng con una media sonrisa decorando sus labios. Se separó solo un poco para poder contemplarle. Lan XiChen lucía las túnicas nupciales de su padre con orgullo, como si perteneciese al Muelle del Loto. Una cinta roja decoraba su frente, lista para ser entregada a su futuro marido en cuanto se arrodillasen-. Mejor de lo que esperaba incluso.

-¿Debo tomar eso como un cumplido?

-Serías idiota si no lo hicieras. Tenía las expectativas muy altas después de todo.

Lan XiChen rio, porque en aquella situación solo podía reír. A regañadientes, más llevado quizá por los nervios que por cualquier otra sensación, Jiang Cheng le imitó. Sus corazones desbordantes estaban justo donde deberían estar, el uno al lado del otro. Juntos. Unidos.

Dispuestos a postrarse tres veces ante los Cielos, la Tierra y la familia.

Y con la bendición de sus suegros. Qué suerte la suya.

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