Cómo ganarte a tus suegros si...

بواسطة EKurae

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O: Manual de supervivencia de Lan XiChen para una boda exitosa. El anuncio de la boda del ilustre primer jade... المزيد

Preludio: Entre tú y yo
Paso 1: Responde al desafío
Paso 2: Haz gala de tu lado más Lan
Paso 3: Recuerda que tu suegro también está implicado
Paso 4: Muestra tus respetos más sinceros
Paso 5: Aprende a cocinar. ¡Será divertido!
Paso 6: Y ten en cuenta que hay que estar siempre alerta
Paso 7: A veces solo debes aceptar la gratitud que se te ofrece
Paso 8: Por supuesto, es esencial llevarte bien con tus cuñados
Paso final: Ya solo queda casarse, ¡a por ello!
Paso extra: Eh, ni se te ocurra desaprovechar los regalos de la noche de bodas

Paso 9: La pareja la formáis vosotros dos, nunca olvides lo que importa

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بواسطة EKurae

Tres días antes de la boda.

Jiang Cheng llegó a Gusu tres días antes de la ceremonia, siempre desechando convencionalismos y siempre obsesionado por controlar cada detalle por ínfimo que fuera. Bastante habían tenido su hermano y su cuñado con lograr que no se presentase con una semana de antelación para ponerse a decorar y cocinar él mismo. Menos mal que Lan XiChen se propuso no permitírselo, y Lan XiChen podía ser muy persuasivo cuando quería. Gracias a esas habilidades diplomáticas suyas, Wei WuXian seguía vivo y Lan WangJi no había iniciado una guerra sin cuartel contra Yunmeng Jiang. Gracias también a eso mismo el condenado regalo no había acabado en el fondo de los lagos del Muelle del Loto. Lo negaría todo si se lo preguntaban, claro está, pero en su equipaje, en el fondo más hondo de su bolsa qiankun, llevaba cierta bolsa de terciopelo traída desde Dongjing. Suspiró mientras enfundaba a Sandu, intentando olvidar por todos los medios posibles ese hecho. Cada vez que lo recordaba se ponía rojo sin justificación aparente. Por el rabillo del ojo, en lo que se desvanecían los destellos morados que hacían las veces de su séquito, captó el revoloteo de las túnicas blancas. Aunque no lo supo, a recibirle no solo acudió su prometido, también su familia en el sentido más espiritual de la palabra. Los tres fantasmas que no abandonaban a ZeWu-Jun ni a sol ni a sombra tampoco podían dejar de ir a buscar al líder más joven, menos aún si ambas acciones iban implicadas la una en la otra. 

El líder de Yunmeng Jiang aterrizó a las puertas mismas de los Recesos de la Nube con su expresión severa de siempre pintada en el rostro, la que había heredado de su madre pero que cierta sombra azul en sus ojos matizaba. En cuanto vio a su prometido frente a él, sonriéndole con esa dulzura de siempre aderezada con la emoción que envolvía la proximidad de la ceremonia, se suavizó. Aunque en Yunmeng podían permitirse evitar ciertas formalidades, los Recesos de la Nube eran una cuestión un tanto distinta. Que él se hubiese librado de tener que tratar con los horrores de un Consejo de Ancianos respirándole en la nuca no quería decir que Lan Huan pudiera imitarle. El uno frente al otro, se dedicaron una ligera y educada reverencia solo por tener cerca a los centinelas de Gusu, por mostrar y recalcar que seguían siendo dignos líderes de su respectivas sectas. No dejarían de serlo bajo ningún concepto, ni comprometidos ni casados. Aunque eso tampoco evitaría que se demostrasen cariño con la sutileza que les caracterizaba. Nada más alzar la cabeza, Lan XiChen tomó la diestra ajena entre sus manos y se la acercó a los labios, saludándole con un beso en los nudillos.

A pesar de no ser unos sinvergüenzas redomados como cierta otra pareja, tal gesto obligó a los centinelas a apartar la vista, sonrojados. Allá a lo lejos, Madam Yu bufó, Jiang FengMian sonrió y Jiang YanLi le imitó.

-WanYin, bienvenido. -Musitó con infinito cariño, labios contra piel, solo para que sus oídos escucharan. Jiang Cheng acabó por ceder y esbozar una media sonrisa, incapaz de esconder lo emocionado que también él se sentía-. ¿Cómo ha ido el viaje?

-Dejando a un lado que la humedad de Gusu me hiela al volar, todo bien. 

Al contestar, como para reforzar su afirmación, sacudió ligeramente sus cabellos. En la punta de los mechones negros que escapaban de su moño e incluso delicadas sobre sus densas pestañas se habían condensado pequeñas gotitas escarchadas. La cálida capa que cubría sus hombros se había humedecido un poco al sortear las nubes, pero ni siquiera resultaba un peso extra gracias a los talismanes tejidos en ella. Gran punto para Lan XiChen, que fue quien se la regaló. Lo hizo justo con ese propósito, el de permitirle volar a Gusu con mayor comodidad durante los gélidos inviernos y el de protegerle durante las cazas nocturnas, donde a veces esgrimía la espada y el látigo sin preocuparse por su integridad física. Aun así, el líder Jiang sin duda agradecería un té caliente para liberarse de aquel frío húmedo que le llegaba hasta los huesos. Por momentos como aquellos, inviernos como aquellos, los fantasmas casi se alegraban de haber dejado de sentir.

-¿Has vuelto a meterte de cabeza en una nube? -Cuestionó el primer jade, secando con cuidado un par de gotitas que poblaban su frente. 

Estaba bastante claro que esa imagen que ya había presenciado en más de una ocasión le divertía enormemente. Jiang WanYin debería aprender a tener algo más de cuidado al volar, pero como iba siempre con prisas, ocurría cada dos por tres. A veces las esquivaba, aunque por regla general acababa envuelto por las bajas nubosidades de Gusu antes siquiera de darse cuenta, y lo odiaba. 

-No tientes a la suerte, XiChen. Todavía no estamos casados.

-Pero es tarde para echarse atrás. -Rio Lan Huan-. Además, solo he preguntado.

-Algo que ya sabes. No lo hagas. -Le gruñó el líder Jiang, apartándose con una media sonrisa que viraba entre la molestia y la ligerísima diversión-. ¿Y Wei WuXian?

-Dando algunas clases. Has llegado antes de lo previsto.

-Ya. No era capaz de quedarme quieto. 

-Lo sé. 

-Y por eso a veces te odio.

-Todos sabemos que eso es mentira, WanYin. -Le picó con cariño Lan XiChen para segundos después dejar un tierno beso de mariposa en su sien-. ¿Tus discípulos no vendrán?

-No todos. He dejado a algunos a cargo del Muelle. Los invitados llegarán con PingYang en dos días. Aunque ella quería venir ya.

-Se la nota emocionada.

-Demasiado. -Bufó el líder de Yunmeng Jiang-. Ni que fuera ella la que se casase. Niña tonta...

-Vamos, WanYin, solo se alegra por su querido shizun.

-Ya, ya, por eso se despidió de mi diciendo que pensaba que me quedaría soltero de por vida.

-Incluso tú lo pensaste en su día.

-No es excusa. Yo puedo auto insultarme, ella no.

-Y tú tampoco. No delante de mí por lo menos. -Como lo dijo casi serio, su brusco prometido puso los ojos en blanco-. ¿Me acompañas al Hanshi? Necesitamos secarte y deshacer tu equipaje.

Jiang Cheng se limitó a asentir, todavía amparado por la capa mojada y empezando a acusar la humedad. Aunque al principio de su curiosa relación —muy, muy al principio— las atenciones desinteresadas del primer jade le descolocaban tanto que se quedaba en blanco al recibirlas, con el tiempo se había ido acostumbrando. Poco a poco, porque incluso a día de hoy no sabía muy bien cómo enfrentarse a ellas, no sabía cómo aceptarlas sin sentirse frágil o demasiado vulnerable. Expuesto. La sensación le sacaba de sus casillas. Sin embargo, en algún momento entre medias del antes y el ahora, se fue dando cuenta de que estaba bien sentirse así. Era válido. El tener a alguien en quien confiar, en quien apoyarse, no le hacía peor cultivador ni peor líder. No le hacía débil. Solo le hacía humano, y eso estaba bien. Lan XiChen confiaba en él al mismo nivel, le permitía ver las mismas complicadas facetas que le sacaba a la luz con sus dulces caricias. Y descubrió que incluso le gustaba. Gracias a eso ahora, años más tarde, era capaz de disfrutarlas sin esa estúpida culpa haciéndole tambalearse.

La pareja echó a andar, adentrándose en los frondosos jardines de los Recesos de la Nube. La familia de tres espíritus flotaba a sus espaldas, vigilantes. Para su desgracia, Yu ZiYuan ya había perdido la cuenta de cuántas veces habían hecho esa misma ruta detrás de su hijo, a veces a horas intempestivas entre broncas que nadie más que los condenados a una eternidad a su lado escucharían. A su derecha, Jiang YanLi sonreía emocionada. Nunca dejó de mirar a la espalda de su hermano y de su prometido. Se les veía muy felices, y nada le podría resultar más satisfactorio.

-A-Cheng parece tan feliz. -Les dijo a sus padres, ilusionada. Jiang FengMian estuvo muy tentado a dudarlo, porque él solo veía a su hijo ser un poco menos borde de lo habitual. Se contuvo, porque si A-Li lo decía, tendría razón-. Estoy deseando ver la boda.

-Espero que todo salga bien.

-Lo hará. -Declaró la Araña Violeta con su siempre apabullante seguridad-. A-Cheng lo ha planeado todo al milímetro. Lo peor que puede ocurrir, y ocurrirá, es que Wei WuXian se las arregle para emborrachar a medio Gusu.

-Te veo muy convencida, mi señora.

-Conozco a nuestro hijo. Si pudo resucitar Yunmeng Jiang de las cenizas a los diecisiete años, organizar su boda debería ser pan comido para él.

-Eso no lo dudo. -Y ahí Jiang FengMian tuvo que ceder, porque en determinadas ocasiones los astros se alineaban y acababa reconociendo que su esposa tenía toda la razón del mundo-. ¿Significa esto que has aceptado a ZeWu-Jun como un partido digno para A-Cheng?

-Ni por un segundo. -Si pudieran, padre e hija se habrían caído al suelo del impacto-. Pero estaría ciega si no viese que se quieren. 

Había un meta-mensaje muy claro en sus palabras. "Se quieren, y eso es todo lo que deseo para mi hijo, que sea feliz, que disfrute de lo que yo no tuve." Pero, por supuesto, una dama tan soberbia y fiera como Yu ZiYuan jamás, bajo ninguna circunstancia, pronunciaría esas palabras. Como tampoco manifestaría en voz alta el ferviente deseo de abrazar a su hijo, el anhelo de poder estar ahí para acariciar su rostro y decirle lo orgullosa que estaba de él y de todo lo que había conseguido. Esa era su filosofía: si no puedes hacerlo, no merece la pena pensarlo. Sin idealismos, sin intentar lo imposible. Su hijo había heredado esa mirada pragmática, pero también había llegado a representar su lema en el mayor de los exponentes posibles. Por eso honraba a cada instante la memoria de sus padres.

Bueno, menos mientras cultivaban. Yu ZiYuan seguía creyendo que lo hacían con demasiada asiduidad y demasiado entusiasmo.

Por mucho que el Hanshi se conociese como la habitación fría, Lan XiChen se había ocupado de que para recibir a su prometido no encajase en tal descripción. Cuatro talismanes, uno por pared, se aseguraban de mantener el recinto a una temperatura cálida y agradable. Nada más entrar, Jiang Cheng dejó escapar un suspiro de gusto. Con suma delicadeza, el primer jade retiró la capa de sus hombros, colgándola de un discreto perchero para dejarla secarse. Se dio entonces, justo cuando los tres fantasmas atravesaban la puerta recién cerrada, el momento en el que sus labios se encontraron. Lan XiChen acunaba el rostro de su prometido entre las manos, besándole con una ternura que entonaba una canción sobre nervios y ansias calmados por encontrarse el uno al otro, por saberse juntos y "a solas". La boca de Jiang WanYin complementaba a la perfección aquel bonito dueto como el barítono que lleva la voz cantante, el que remarca las intenciones del compositor. Su parte del beso hablaba del mismo estrés, de la necesidad de perderse en su prometido y no pensar en nada más. Y al separarse solo se quedaron así, abrazados en mitad del Hanshi. 

Frente contra frente. En silencio.

-¿No creéis que deberíamos dejarles a solas, padre, madre?

-Estoy de acuerdo, A-Li...

-Ni de broma. Si nadie los para, empezarán a cultivar de nuevo.

Pero tampoco es que ellos pudieran pararles, ¿no? Como padre e hija lo sabían, se limitaron a intercambiar una mirada un tanto dudosa.

Ajenos a esa conversación, los dos amantes se miraron a los ojos un par de segundos después, tras mantenerlos cerrados. Jiang Cheng acarició con cuidado una de las mejillas de jade de su prometido con el dorso de los dedos. Le dedicó una sonrisa llena de cariño, de amor, la que solo Lan XiChen podría obtener de él.

-Estás nervioso. -Susurró.

-Mucho. -La expresión del primer jade se tornó torcida, preocupada. Tanto que al líder Jiang le dio pena. Se propuso cambiársela a besos-. Casi no me puedo creer que esto vaya a ocurrir.

-¿Que nos casemos? -Lan XiChen asintió. Temblaba-. Pues imagínate a mí, que nunca pensé que me podrían gustar los hombres.

-Y aquí estás.

-Y aquí estoy. -Concedió. Luego su voz bajó hasta convertirse en el más trémulo de los susurros-. Enamorado de ti.

Si alguna vez había sentido alguna necesidad, no se pudo comparar a la de abrazarle. Durante el efímero instante que tardó en estrecharle entre sus brazos, Lan XiChen creyó que moriría de no hacerlo. Que le explotaría el corazón en el pecho, henchido de sentimientos mutuos. Apoyó la frente en su hombro a sabiendas de que Jiang Cheng no se movería, no le abandonaría. No cedería ante la presión, no mientras ambos pudiesen hacerse de soporte cuando se necesitasen. No se apartarían... en el sentido figurado de la palabra. 

Para desgracia de sus románticas ideaciones, tuvieron que hacerlo en el sentido literal al escuchar unos golpes en la puerta, cortos y concisos. El primer jade dejó ir a su prometido, alejándose sus cuerpos antes de contestar.

-¿Sí?

-XiChen, soy yo.

-Tío, pasa, por favor.

Lan QiRen desplazó con serenidad la puerta corrediza de los aposentos de su sobrino. Reveló a los dos amantes en una posición mucho menos comprometida de la que la familia fantasma había tenido la desdicha de contemplar, separados por una cuidadosa y calculada distancia que sabía de sobra que era falsa. Por lo menos les reconoció el intentarlo, no como Wei WuXian y su falta absoluta de decencia. De pie en el umbral, se inclinó a modo de saludo en dirección a ambos líderes, recibiendo sendas respetuosas reverencias en respuesta.

-Líder de secta Jiang.

-Maestro Lan. 

 -Sabía que no os encontraría en los aposentos que os asignamos. -Murmuró Lan QiRen, que teniendo que aguantar día a día a Wei WuXian ya solo parecía resignado. Por el rabillo del ojo, Jiang Cheng fulminó a su prometido, porque ni siquiera sabía que le habían reservado una alcoba propia en el ala de invitados de los Recesos de la Nube-. XiChen, ¿me prestas a tu prometido durante un par de horas?

-¿Me necesitáis, maestro Lan?

-Sí. Hay algo que quiero enseñarte.

Tanto Jiang Cheng como Lan Huan asintieron, ambos curiosos pero respetuosos. No necesitaron ni hablar antes de que el líder de Yunmeng Jiang se encontrase avanzando en dirección a la puerta. Habría preferido quedarse junto a su pareja, por supuesto, pero tenía la prudencia suficiente como para saber cuándo ceder. De todas formas, confiaba que la brevedad del asunto, porque ni él ni el anciano cultivador eran amigos de los rodeos innecesarios. Si Lan QiRen le reclamaba, sería por algo. Así, se dispuso a volver a tomar su capa, todavía empapada. Solo ahí Lan XiChen le detuvo.

-Espera, WanYin. -Habló, tomando otra de las prendas del perchero. Era una capa blanca, un poco más grande que la del cultivador de la secta del Loto, bordada con nubes de un peculiar color añil que recordaba a los ojos de cierto alguien-. Tu capa sigue mojada. Usa la mía.

***

La relación de Jiang Cheng y Lan QiRen era... complicada. No mala, complicada.

Cuando fue un estudiante, un joven adolescente más niño que hombre bajo su tutela en los Recesos de la Nube, Jiang Cheng temió a aquel cultivador casi tanto como a su madre. Sin embargo y como a ella, también lo respetó y lo admiró profundamente. Le parecía increíble, agradecía la sabiduría de sus enseñanzas y le asustaban su severidad, sus castigos y sus exámenes. Con el tiempo (y la graduación) dejó el miedo a un lado y solo quedó el respeto por su trayectoria como cultivador. Aunque al final el miedo volvió cuando su relación con Lan XiChen dejó de ser un mero intercambio de besos a escondidas y un par de palabras bonitas de tarde en tarde para convertirse en algo serio, algo que cambiaría sus vidas para mejor y que les uniría sin remedio alguno. Ahí Lan QiRen ya no era un maestro en el sentido más literal de la palabra, ya no le pondría un examen escrito ni le haría recitar la lección frente a sus compañeros. Pero, ay, a partir de ahí a efectos prácticos se convirtió en su suegro, y eso era bastante peor. Desde entonces, desde que le confesaron su relación mucho antes de hacerla pública, la tensión fue creciendo. Al anciano... bueno, la verdad es que al principio no le hizo demasiada gracia. Se lo tomó peor que Yu ZiYuan al escuchar el anuncio de la boda (o el anuncio público, ahí el fantasma de la tercera dama Yu montó en cólera porque no se creía que hubieran sido capaces). Durante algunos años, Lan XiChen y Jiang Cheng habían preferido encontrarse o en Yunmeng o a medio camino (¡incluso en la Torre Koi!) con el único objetivo de evitar a Lan QiRen y sus miradas de desaprobación. Por suerte, desde que se las arregló para sacar al primer jade de su reclusión causada por todo el asunto de Jin GuangYao, la opinión que tenía del prometido de su sobrino había comenzado a mejorar de nuevo.

También hay que admitir que el regreso de Wei WuXian, sus desastres y sus locuras constantes hicieron mucho en favor de Jiang Cheng.

Los tres fantasmas por una vez habían abandonado a Lan XiChen en pos de la curiosidad, muy intrigados por saber qué asuntos tenía el anciano maestro Lan con su benjamín. Flotaban al lado de los dos cultivadores, los cinco en absoluto silencio, caminando por los empedrados caminos en dirección a quién sabe dónde. Lan QiRen avanzaba un paso por delante del líder de Yunmeng Jiang, que humildemente le permitía guiarle a un destino desconocido. No hablaría hasta que el anciano no lo hiciese, por respeto y porque no sabía lo que el hombre tenía en mente. Prefería no arriesgarse, menos aún estando tan cerca de la fecha límite. Por dentro en realidad era un manojo de nervios. Su cabeza se esforzaba en acallar las inevitables preguntas que le atenazaban la garganta, pero eso solo servía para dificultarle hasta el respirar. Intentó no pensar en nada y se cubrió solo un poco más con el abrigo de Lan XiChen. Envuelto en aquella capa, todo blanco gracias a la escarcha que traían consigo las heladas noches de invierno, los detalles violetas destacaban como valientes flores en la nieve.

-Así que... la boda es en tres días, ¿no? -Comenzó el anciano, mesándose la barba-. Confío en que lo tendréis todo preparado.

-Así es, maestro QiRen. 

Lan QiRen contempló al líder del Muelle del Loto por el rabillo del ojo, casi como si fuese un alumno al que evaluar.

-¿Nervioso, líder de secta Jiang?

La pregunta, por supuesto, le pilló por sorpresa. Jiang Cheng parpadeó durante un par de segundos, casi como si quisiera encontrarle un segundo significado. No lo tenía, no al menos en apariencia. 

-No debería. -Contestó, intentando mantenerse firme-. Este matrimonio no es más que la formalización de algo que ya lleva años normalizado entre nosotros. No va a cambiar nada. 

No va a cambiar lo que somos. Trataba de consolarse diciéndose eso las noches que el estrés y el miedo le impedían conciliar el sueño.

-¿Acaso eso le resta importancia?

-Nunca he dicho eso. En realidad, es una forma de mostrar nuestro apoyo a Wei WuXian y a HanGuang-Jun... a todas esas parejas como nosotros que no tienen la potestad y los privilegios de los líderes de secta.

Con deliberada lentitud, Lan QiRen asintió. Tratando con gente como él, la lógica que Jiang Cheng empleaba para tomar sus decisiones (cuando estaba de buen humor...) era de suma utilidad. Aunque nada quería más el anciano que ver a sus sobrinos siendo felices, las justificaciones idealistas que vienen de la mano del amor pasional e irracional no le servirían. La palabrería barata no aseguraría el bienestar de su sobrino, pero sí los razonamientos bien pensados. Quizá por eso el líder de Yunmeng Jiang le caía considerablemente más en gracia que Wei WuXian a pesar de todo.

Tras él, Yu ZiYuan también asintió satisfecha. Hasta el momento, no había llegado a oír a su hijo defender nunca su matrimonio. Le había visto estar de acuerdo, desvivirse por preparar una ceremonia perfecta para su prometido, amar y ser amado. Pero no argumentar a favor; aunque sí alguna vez en contra, cuando se encontraba gestionando a la vez dos sectas y una fiesta con medio mundo del cultivo invitado.

-Desde luego, hay una cosa que me sorprende. -Seguían caminando, sin detenerse en ningún momento. Lan QiRen hablaba durante su paseo con algún objetivo fijado en sus pensamientos-. XiChen y tú lleváis tiempo juntos, mucho tiempo. ¿Por qué ahora, líder de secta Jiang?

Porque XiChen se me propuso. El corte quemaba en su lengua, pero sabía que no era una respuesta válida ni por completo cierta, no cuando fue él quién quiso sacarlo todo a la luz, harto de ver como se consumían poco a poco tras una cortina de apariencias. 

-Supongo que el regreso de Wei WuXian desencadenó demasiadas cosas. -Masculló Jiang WanYin, conteniendo el impulso de encogerse de hombros que, sin duda alguna, el anciano desaprobaría-. El darnos cuenta de que no queríamos seguir escondiéndonos y escondiendo nuestros sentimientos entre otras. Aunque expuso algunas verdades desagradables, trajo cosas buenas. 

-No dejó indiferente a nadie.

-¿Con Wei WuXian? Nunca.

Lan QiRen emitió un bufido, quién sabe si de desaprobación o no, que Jiang Cheng y Yu ZiYuan casi se encontraron en la obligación de secundar. Como los abogados del diablo, Jiang FengMian y Jiang YanLi se limitaron a negar con la cabeza, siempre amables aliados de Wei Ying. 

Los dos cultivadores y los tres fantasmas siguieron avanzando hasta llegar a uno de los rincones más apartados de los Recesos de la Nube. El líder de Yunmeng Jiang frunció el ceño. Reconoció el lugar gracias a las historias de amargo amor que XiChen había compartido con él durante sus noches de mayor fragilidad. Nunca le había llevado. Sabía que odiaba ir, odiaba acercarse. Demasiados recuerdos dolorosos pesando en su conciencia, recuerdos que ni podía ni quería soportar. La visión de su hermano pequeño arrodillado ante aquella puerta durante meses, desamparado, esperando a una madre a la que no volvería a ver era una imagen que nunca había llegado a superar. Jiang Cheng tampoco le pidió jamás que se lo mostrase, por respeto a su luto y por la dificultad de dar consuelo. Era más fácil para ambos solo hablar, no mostrar, por eso él había sentido tanta reticencia años atrás, cuando Lan Huan le pidió por primera vez que le llevase a su Salón Ancestral. Identificó las flores que prácticamente enterraban entre pétalos azulados, pétalos del color de sus ojos, los vestigios de una pequeña casita ajena en su totalidad al resto de Gusu Lan. Gencianas. Delicados capullos azules que, al igual que sus lotos, deberían haberse marchitado ya gracias al invierno. Quién sabe por qué, entre la niebla de Gusu todavía despuntaban algunas flores vivas, entre hojas perennes de inmortal verdor. Jiang Cheng contempló a Lan QiRen. Esperaba una respuesta que nunca llegó, así que la impaciencia le obligó a formular la pregunta.   

-¿Este lugar...?

-Aquí vivió y murió la madre de XiChen y WangJi. -Habló Lan QiRen-. ¿Conoces la historia?

-¿De sus padres? -Lan QiRen asintió. A sus espaldas, los tres fantasmas contemplaban la casa como meros observadores, detectando el rastro de una presencia que la envolvía, que deseaba marcharse pero que estaba condenada a quedarse... para siempre-. Sí. Me la contó... hace tiempo.

Hacía tiempo, sí. Hacía mucho tiempo. Por suerte o por desgracia, Jiang Cheng tenía buena memoria, tanto para los detalles tontos como para las cosas importantes.

-Entonces supongo que sabes cómo acabó todo. -Esta vez fue el turno del líder Jiang para asentir-. Mi hermano se aisló durante años... justo como hubiera hecho XiChen después de lo del templo GuanYin de no ser por ti. Sabes que te estoy enormemente agradecido por eso. 

-Maestro...

-Pero -le cortó Lan QiRen, quizá rompiendo una de sus preciadas reglas. Menos mal que ni Jiang Cheng ni sus otros tres testigos involuntarios se lo dirían a nadie- eso no implica que no pueda volver a hacerlo. XiChen es más frágil de lo que parece.

-También más fuerte. -Decidido en sus palabras, Jiang WanYin miró directamente a los ojos del anciano. Feroz como solo él y su madre podían ser. Firme, sin permitir ni un tambaleo. Ardiente y directo como un rayo-. Conozco bien a XiChen, sé lo que es y lo que puede ser. Y sé que los dos lo único que queremos es su bienestar y su felicidad. Por eso me ha traído aquí, ¿verdad, maestro Lan?

El cultivador más anciano se mesó la barba. En sus labios cuarteados por el frío quería aparecer la sombra de una sonrisa. 

-Siempre fuiste un alumno perspicaz. Uno de los mejores de tu promoción, ya se lo dije a FengMian. Estabas a la sombra de Wei WuXian, pero siempre me di cuenta de que no se te escapaba una. Tampoco ahora. 

-No duraría un día como líder de secta de lo contrario.

-Ciertamente. -Lan QiRen avanzó un poco más hacia la casita, hasta uno de los arbustos. Tomó una de las gencianas vivas entre los dedos, acariciando los pétalos pero sin llegar nunca a arrancarla-. En realidad no necesito preguntar pero... ¿amas a mi sobrino?

-Sí.

Ni un atisbo de duda. Ni un deje apocado. Solo el líder de secta Jiang con toda su firmeza.

-Entonces lo único que puedo pedirte es que te asegures de que no acabe como su padre.

-No lo hará.

Tenían a las flores como testigos, a las gencianas, al fantasma de aquel lugar sagrado y a la fallecida familia Jiang. Y, aunque dos de tres contemplaban la solemne conversación con orgullo, siempre tiene que haber un tercero en discordia, ¿no es así?

-¡¿Pero vamos a ver?! ¡¿Cómo se atreve ese vejestorio a venir aquí con exigencias?! ¡¿Acaso no sabe con quién está hablando?!

-Mi señora...

-Madre...

Sí... demasiado formalita había estado Yu ZiYuan aquel rato. Menos mal que Lan QiRen no podía oírla.

***

Para lo nervioso que debía de estar, Jiang Cheng había caído rendido al poco de tocar la cama. La del Hanshi, por supuesto. Los días de mantenerse en vela haciendo informes y adelantando trabajo para poder despejar unos cuantos días libres tras la boda por fin le habían pasado factura, y qué mejor momento que en brazos de su prometido. Bien podría haber hecho Lan QiRen todo el hincapié del mundo en asignarle sus propios aposentos, pero era muy difícil mantener a los dos separados. Más aún cuando, casualmente, el toque de queda cayó atrapando a uno en el cuarto del otro. 

Vaya. Qué pena.

Al pensarlo, Lan XiChen esbozó una divertida sonrisilla. A diferencia de su amado líder Jiang no podía dormir. A no demasiada distancia, entre suaves sábanas y cálidas mantas, Jiang WanYin respiraba a un ritmo calmado, con las túnicas interiores abiertas y medio deshechas. Le tapó justo después de levantarse, porque lo que menos quería era que cogiese frío. Por suerte el primer jade había tenido la deferencia imaginaria de arreglarse las suyas propias antes de dejar su lecho. Apoyado sobre el alféizar de su ventana, miraba la luna, las infinitas estrellas y los bosques de Gusu, el frondoso follaje que le había amparado desde niño. De vez en cuando volvía la vista atrás, para contemplar a su durmiente prometido bajo el delicado foco de la luz nocturna. Los cabellos le caían sueltos por la espalda como una cascada de alquitrán. Su cinta de la frente, perdida mucho antes de la medianoche, descansaba enredada entre los elegantes dedos de Jiang Cheng. La había sujetado con anhelo y se había dormido con ella en la mano, sonriéndole tras un beso en la frente. Aunque intentó sonsacarle la conversación que tuvo con su tío, el éxito se le escapó con cada hábil evasiva del líder del Loto. Y así habían acabado. Siempre juntos, unidos por ese lazo blanco que significaba tanto, pero que cada vez que caía pasaba a ser tan poco.

Aunque no era lo que pretendía, Lan XiChen no podía evitar darle vueltas a la boda en su cabeza. Estaba lleno de nervios, de ganas, sí, pero también de miedo. Miedo a que algo saliese mal, miedo a decepcionar a WanYin o a su familia, miedo a deshonrarle... Miedos estúpidos que se borraban cada vez que veía la esquiva sonrisa de su prometido, sí, pero que se le aparecían al cerrar los ojos. Suspiró. Se habían esforzado para que todo saliese bien, para que nada fallase. Ahora solo les quedaba un reto: confiar. Y bien podrían hacerlo el uno en el otro con sus vidas, pero les seguiría faltando confianza en su propio ser. Ese defecto ambos lo compartían.

Incluso sumido en el pozo más hondo de sus pensamientos, la perturbación en la energía espiritual del Hanshi fue tan clara como notable para un cultivador tan habilidoso como el primer jade de Gusu Lan. Alerta —pues aunque no sentía nada maligno a su alrededor siempre sería mejor prevenir que curar, y porque además WanYin seguía dormido y no permitiría que nada turbase su necesario descanso— buscó con la mirada el origen de ese cambio. Lo encontró antes de lo que creía, en el extremo contrario de su ventana. Cuán grande fue su sorpresa al ver dibujarse frente a sus anonadados ojos tres translúcidas siluetas envueltas en un qi violeta que conocía demasiado bien. A una de ellas, a la de la joven que le sonreía como si fuese un miembro más de su familia, ya la había visto antes. Jiang Cheng juraba que habrían podido llegar a ser muy buenos amigos las pocas veces que encontraba el valor para hablarle de ella sin que le temblase la voz. A las otras dos las recordaba de los eventos oficiales en el Muelle del Loto, cuando era un niño inocente huérfano de madre y ellos dos un matrimonio desestructurado que no le prestaba a su hijo la debida atención.

-Pero qué...

-Buenas noches, ZeWu-Jun. -Le saludó el hombre. Tenía la misma sonrisa amable que la muchacha. Los ojos de Jiang Cheng, el color azul tormenta, eran indudablemente suyos-. Es un placer poder hablar por fin con vos.

-Vosotros... vosotros sois...

-Tus suegros, niño, somos tus suegros. -Declaró imponente la mujer más adulta con una actitud que Lan XiChen conocía demasiado bien-. Oh, vamos, no te sorprendas tanto. Te lo esperabas.

Lan XiChen contempló de hito en hito a la familia fantasma. Tres nombres se le vinieron a la cabeza, tres nombres que cada vez que eran pronunciados causaban en su amado una expresión tan dolorosa como nostálgica. Yu ZiYuan, Jiang FengMian y Jiang YanLi. Consciente de quiénes tenía delante, les dedicó una honda y respetuosa reverencia. A tal ángulo solía recibirlas, no darlas, pero en aquella ocasión procedía.

Eran su familia política, después de todo.

-Madam Yu, Madam Jiang, Lí... em...

-Maestro Jiang estará bien, ZeWu-Jun. -Concedió el hombre con una sonrisa que solo vio al notar aquellas manos fantasmales indicarle que se levantase. Se parecían a las de Jiang WanYin, elegantes, de largos dedos y uñas redondeadas-. Tampoco hay por qué emplear tantas formalidades. Somos familia, después de todo. 

-Sea, maestro Jiang. 

-Y tan familia. -Bufó la Araña Violeta, poniendo los ojos en blanco-. Con la cantidad de veces que han yacido juntos, lo que me sorprende es que no haya más miembros en esta familia.

Casi al instante, Lan XiChen se puso rojo. Su vergüenza fue satisfactoria para Yu ZiYuan, aunque tuvo la delicadeza de no mofarse... demasiado. Los otros dos fantasmas decidieron que hacer oídos sordos a su sardónica risotada era una gran idea. A su lado, Jiang YanLi suspiró.

-Me alegra volver a veros, ZeWu-Jun. -Habló la primogénita Jiang, dedicándole una de sus amables sonrisas.

-A mí también. Gracias por la receta de la sopa, y por enseñarme a hacerla correctamente. A WanYin le encanta.

La sonrisa se Jiang YanLi se curvó solo un poco más, a todas luces complacida. 

-Me alegra saberlo. Me preocupa que mi hermanito no coma como debería.

-Gracias a vos, ahora un poco más. -Lan XiChen también le sonrió a la fantasma, ambos compartiendo ese espíritu cómplice de querer lo mejor para Jiang Cheng. Luego, cambió de interlocutor-. Maestro Jiang, fue muy estimulante desafiaros al weiqi. Sois un gran jugador.

-Lo mismo digo, ZeWu-Jun.

-Madam Yu... debo suponer que fuisteis vos la que me retó a un duelo a las afueras de Caiyi, ¿cierto?

-No se te escapa una. Eso me gusta, pero no te acostumbres. -Debió admitir la imponente Araña Violeta-. Sí, fui yo. Curiosas tus técnicas de espada.

-Supongo que a veces se me contagia el entusiasmo de WanYin. -Admitió el primer jade con una media sonrisa comedida. Al mirar a su prometido durmiente, a quien sus susurros nunca habían llegado a importunar, se le borró del rostro-. ¿Debería despertarle? Él...

-No. -Jiang FengMian negó decidido con la cabeza-. No podría vernos, de todas formas. Y hacerlo solo le causaría dolor.

-¿Por qué?

-Ni nosotros lo sabemos. -Esta vez fue Jiang YanLi la que habló-. Como tampoco sabemos por qué hemos permanecido aquí. Llevamos todo este tiempo a su lado pero... nunca nos ha visto. Sois el primero que lo hace, ZeWu-Jun.

-Entiendo. -Resignado, Lan XiChen se limitó a asentir. En un acto puramente maternal, Yu ZiYuan había avanzado hasta el borde de la cama. Se sentó sobre las mantas, acariciando el rostro de su hijo con un toque que nunca podría llegar a sentir. Le miraba como solo puede hacerlo una madre-. Todo este tiempo... ¿me habéis estado probando?

Los tres fantasmas asintieron, aunque solo había arrepentimiento en los ojos del fallecido maestro del Muelle del Loto.

-Me disculpo por ello, ZeWu-Jun.

-Yo no. -Clamó la tercera dama Yu, orgullosa-. No espero que lo entiendas, pero necesitábamos comprobar que eras digno de nuestro hijo.

-¿He aprobado?

-Por los pelos. -Bufó la Araña Violeta.

-En realidad, ZeWu-Jun, con honores. -Jiang YanLi le ofreció una expresión amable y amiga, una mano en el hombro llena de calidez espiritual-. No se me ocurre nadie que pudiera hacer a A-Cheng tan feliz.

-Bueno, eso de con honores... -Masculló por lo bajo Yu ZiYuan. O no tan por lo bajo, porque ese no era su estilo-. Pierdes puntos por promiscuo. De verdad, A-Cheng no puede darte un heredero. Ni tú a él. ¡Dejad de intentarlo con tantas ganas!

-¡Madre!

-¡Sabes que tengo razón, A-Li!

Y, aunque Lan XiChen podría haberle salido con que querían intentar lo imposible, prefirió callar y enrojecer... otra vez. Ahora se daba cuenta de que todas las historias que le había contado Jiang Cheng sobre su familia eran ciertas. Su suegra era una mujer (una fantasma) de armas tomar, sin duda alguna. Así que mejor no decir nada, que no le apetecía dejar viudo a WanYin a dos días de la boda.

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