Cómo ganarte a tus suegros si...

By EKurae

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O: Manual de supervivencia de Lan XiChen para una boda exitosa. El anuncio de la boda del ilustre primer jade... More

Preludio: Entre tú y yo
Paso 1: Responde al desafío
Paso 2: Haz gala de tu lado más Lan
Paso 3: Recuerda que tu suegro también está implicado
Paso 4: Muestra tus respetos más sinceros
Paso 5: Aprende a cocinar. ¡Será divertido!
Paso 6: Y ten en cuenta que hay que estar siempre alerta
Paso 8: Por supuesto, es esencial llevarte bien con tus cuñados
Paso 9: La pareja la formáis vosotros dos, nunca olvides lo que importa
Paso final: Ya solo queda casarse, ¡a por ello!
Paso extra: Eh, ni se te ocurra desaprovechar los regalos de la noche de bodas

Paso 7: A veces solo debes aceptar la gratitud que se te ofrece

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By EKurae

Penúltimo mes antes de la boda, día 25.

-¡XiChen!

-¡ZeWu-Jun!

Sandu refulgió sobre el firmamento estrellado. Descendió como la centella violeta que sucede al rayo, el trueno que parte por la mitad el estruendo de voces discordantes. Zidian había mandado por los aires a más de la mitad de los atacantes del Xue Mudan, tan veloz que ni víctimas ni verdugos lo vieron venir. Cuando Jiang WanYin aterrizó y bajó de su espada con un elegante salto, su rostro oscurecido era mil veces más aterrador que cualquier posible amenaza que pudieran emitir aquellos desgraciados seguidores de Jin GuangYao. Estaba furioso, y los que se habían atrevido a intentar dañar a su familia pagarían con creces las consecuencias de su rabia. Jiang FengMian, arrodillado al lado del caído primer jade, contempló a su feroz hijo con una mezcla de sentimientos a caballo entre la inquietud y el orgullo. Era un calco de su madre, de esa cólera pasional pero calculadora capaz de destripar a cualquiera. No quería ni imaginar el miedo que debían de estar pasando los receptores de esa mirada.

Una no tan diminuta parte tanto de él como de la dulce Jiang YanLi creía que se lo merecían.

Debido al efecto sorpresa de Zidian, al golpe recibido y al dolor lacerante que paralizaba su brazo, Lan XiChen había caído al suelo de rodillas. Ahogó un quejido al morderse los labios cuando una mano apretó la sangrante herida. Los ojos que se fijaron en la silueta de Jiang Cheng jamás la abandonaron. Su familia política fantasmal —en agradecimiento quizá por haber protegido a Jin Ling o por mera preocupación por su persona— había tomado posiciones a su lado. Yu ZiYuan y Jin ZiXuan se les unieron nada más llegar. La Araña Violeta se quedó en pie al lado de su propio hijo, aportándole a Zidian el poder incorrupto de su alma, mientras que el fallecido Jin hizo lo propio con el suyo. Jin Ling ahora contemplaba los acontecimientos confuso después de haber acabado de culo en el suelo, sin saber que estaba entre las almas de sus padres, que los tenía a su lado protegiéndole. Él solo era capaz de contemplar con preocupada admiración la recta y firme espalda de su tío, de asombrarse ante los amenazantes rayos que despedía su látigo. Aunque en ningún momento había llegado a librarse del temor que atenazaba su corazón y sus extremidades (porque recibir un atentado contra tu vida en nombre de tu tío el loco psicópata muerto nunca es agradable) sintió cierta tranquilidad instintiva al ver dibujado el contorno de las inconfundible túnicas violetas y captar el efímero resplandor de la campana de claridad, ese que siempre parecía dispuesto a decir "todo irá bien". Lan XiChen compartió ese sentimiento. Una sonrisa agotada se abrió paso en sus labios ante la llegada de su prometido.

Estaban a salvo.

Por supuesto, Jiang Cheng no llegó solo. Lan JingYi, Lan SiZhui y Jin Chan se apresuraron a formar a modo de barrera en torno a sus líderes. Las bengalas que habían ardido en el cielo trajeron a varios escuadrones de discípulos Jiang, Lan y Jin, todos dispuestos a atacar bajo las órdenes de Sandu ShengShou y a acatar cada uno de sus comandos. Si antes la facción terrorista de Lanling se había creído superior o había optado por contar con la ventaja de los números, ahora se daban de bruces contra un muro tricolor, contra las más de cincuenta espadas apuntadas en dirección a sus gargantas. Desde el suelo, el portavoz del Xue Mudan había recibido de lleno el letal ataque de Zidian. Emitió un gemido entrecortado de dolor y se revolvió, pero no fue capaz de levantarse. El oro quedó manchado de barro y sangre, de la sangre de Lan XiChen. La mirada de Jiang WanYin se afiló hasta acabar convertida en una peligrosa línea amatista que solo prometía muerte. Estaba furioso, y tenía justo delante al culpable de esa furia con la que camuflaba el miedo que sentía, el que como líder de secta no podía permitirse manifestar... de momento. A su lado, Yu ZiYuan apoyó una mano en su hombro. Quién sabe si Jiang Cheng pudo llegar a sentir esa efímera muestra de cariño maternal. (Porque así serían siempre las muestras de cariño maternal de la Araña Violeta: cortas, rápidas y secas.)

Rápidamente, ante un gesto de la cabeza de su líder, uno de los discípulos del Loto se adelantó para examinar al caído portavoz. Así, sin palabras pero sumidos en la eficacia más absoluta. Uno de sus subordinados quiso impedírselo, pero antes siquiera de dar un paso al frente tuvo una espada Lan en su cuello. Los ojos de cada discípulo de la Nube allí presente se mostraban serios, impertérritos, tan similares a los de su segundo jade que daban miedo. Sus motivos tenían. Alguien había osado herir a su ilustre ZeWu-Jun, tal crimen no podía quedar impune. 

-Yo de vosotros no me movería. -Siseó Jiang Cheng como podría hacer una víbora, venenoso y con cierta sádica burla en sus palabras. Solo Lan XiChen sabía que ese tono era una máscara, que por dentro estaba tan aterrado como enfadado-. A nadie le sobra la paciencia esta noche. A mí el que menos. ¿Y bien?

-Ha sobrevivido, líder de secta. -Confirmó el discípulo Jiang arrodillado al lado del portavoz del Xue Mudan, que había estado comprobando su respiración y sus signos vitales-. Aguantará.

-Bien. Escoltadlo a él y a todos sus amigos a los calabozos de la Torre Koi.

-¿Sin ejecuciones?

-No de momento. Serán públicas y vendrán en unos días, cuando nuestros invitados hayan experimentado la crudeza de los interrogatorios de Yunmeng Jiang. 

-¡Entendido, líder de secta!

Por supuesto, los discípulos que se movieron como si supieran qué hacer de antemano habían recibido las órdenes pertinentes de Sandu ShengShou. Los miembros de la secta del Loto, bajo la guía de algunos Jin, se ocuparon de hacer prisioneros. Si alguno pretendiese escapar, ahí si tenían el mandato de disparar a matar. Jiang YanLi se estremeció y retiró la mirada cuando un pobre idiota trató de intentarlo. En cuestión de segundos cayó al suelo con una certera flecha perforándole el cuello. Mientras tanto, los discípulos de Gusu Lan se quedaron para auxiliar a los dos líderes contra los que se había dirigido el atentado. Sin embargo, solo cuando el resto de miembros vivos de Xue Mudan desapareció bajo la custodia de las otras dos sectas, se permitieron que las tensiones y la preocupación los invadieran. Se extendieron mil veces más rápido que la niebla.

A Lan XiChen el hombro y el brazo le dolían a horrores. Trató de ignorarlo, de centrarse en que había pasado por cosas peores y que aquello había sido por una buena causa. Su mirada parda viajó un segundo a la silueta de Jin Ling, ahora asediado por las preocupadas preguntas de JingYi, SiZhui e incluso del propio Jin Chan, que lo revisaba para comprobar que su líder no estuviera herido. Estaba bien, A-Ling estaba bien. Un suspiro lleno de alivio le abandonó y una sonrisa marcada por el molesto dolor cruzó su rostro. Al girar la cara, vio como la tensión que había mantenido firmes los hombros de Jiang Cheng caía con la velocidad de una flecha disparada en línea recta. A su lado, Jiang FengMian hizo amago de levantarse para reunirse con su esposa y su hijo. El más joven de la familia apenas le dejó tiempo, girándose sobre sus talones a la velocidad del rayo con una mueca de absoluta ira histérica.

Se dirigía, por supuesto, a las dos personas más importantes de su vida, a quiénes no podía dejar de mirar como si hubiese visto un fantasma. En realidad a los fantasmas por supuesto que no los veía, pero ahí estaban, tan preocupados como él.

-¡Vosotros dos! -Exclamó en su dirección, avanzando hacia ellos como un tifón oscuro que pretende arrasarlo todo con su desasosiego-. ¡¿En qué demonios estabais pensando?!

-T-Tío...

-¡Ni tío ni nada! -Le gritó a su sobrino, obviando por completo cualquier posible formalidad entre líderes de secta en pos de su particular forma de demostrar amor-. ¡¿Qué se supone que ha pasado aquí?!

Jin Ling tragó saliva, casi aterrorizado. Parecía dispuesto a encogerse sobre sí mismo, pero en su lugar optó por luchar. Si en algún lugar debía demostrar que se había convertido en un líder de secta digno, que había crecido, era allí y ahora. Se puso en pie, rechazando la ayuda de Jin Chan y la de SiZhui, y buscó los ojos de ese hombre que era como su padre, su madre y su vida entera. Si no hubiese sido por completo imposible, juraría que estaba temblando.

De haber mirado sus puños apretados durante dos segundos más, se habría dado cuenta de que sí, así era. Jiang WanYin temblaba de arriba a abajo.

-Tío, tranquilo. Estoy bien...

-¡Más te vale estarlo o te enterarás de lo que es bueno!

Aunque no quiso retroceder ante ese grito, esa amenaza sesgada con pánico puro, el joven líder Jin no pudo evitar fruncir el ceño. Iba a abrir la boca para, por supuesto, embarcarse en una pelea verbal con su tío, una de esas que se daban dos o tres veces a la semana. Jiang YanLi suspiró y Jin ZiXuan negó con la cabeza, porque no sabía si quería darle la razón a Jiang Cheng o gritarle por gritar a su hijo. Le ocurría demasiado a menudo. Cada vez que el par tío-sobrino discutían siempre estaba indeciso sobre de qué lado ponerse. Por suerte para casi todo el mundo, menos para el propio culpable, Lan XiChen emitió sin quererlo un quejido de dolor al intentar ponerse en pie. Había un discípulo de la Nube a su lado, auxiliándolo. Inmediatamente la atención de todos los allí presentes se dirigió hacia él.

Su brazo seguía sangrando, malherido, manchando de negro y rojo sus prístinas túnicas. Se sentía mareado y débil, y empezaba a sospechar que la hoja culpable traía consigo algo más que acero. Se tambaleó. Su discípulo quiso sostenerle pero, a pesar de la distancia, Jiang WanYin llegó antes.

-Y tú...

Por supuesto, para ZeWu-Jun y su reputación, la peor idea del mundo sería desplomarse sobre el líder de secta Jiang, su prometido. De no haber apreciado hasta ella el estado del primer jade, Yu ZiYuan habría bufado algo del estilo "¿ves cómo es un desvergonzado que solo pretende acercarse y meterle mano a nuestro hijo?" en dirección a su marido. Se contuvo. Al fin y al cabo, el miedo patente en los ojos de Jiang Cheng era evidente para ella, e incluso contagioso. En cuanto se dio cuenta de que Lan XiChen parecía estar luchando contra sí mismo para mantenerse consciente y en pie contuvo su lengua viperina.

-Estoy bien... WanYin...

Claro, que toser una bocanada de sangre justo después de decirlo le restó bastante credibilidad.

Poco le importó a Jiang WanYin que su túnica se manchase con la sangre de su compañero de cultivo. Con cuidado, presionó uno de los puntos de acupuntura cercanos a su cuello para ralentizar el sangrado del brazo. Lan XiChen le ofreció una sonrisa rojiza contra la que estuvo a punto de gruñir enfadado. Jin Ling, sus padres fantasmales y sus tres amigos se acercaron preocupados al primer jade.

-ZeWu-Jun...

-¿Qué demonios vas a estar bien? -Le reprendió, conteniendo con maestría el temblor en su voz.

-Bueno, sobreviviré...

-¡Por supuesto! ¡Me aseguraré personalmente de ello!

Jin RuLan no sabía si quería disculparse o agradecerle a ZeWu-Jun por haberle salvado la vida. Supo ver que no era el momento y que su tío no pensaba darle tiempo. Compartieron una de esas miradas comunicativas, que solían ser tan escasas como valiosas. Se entendieron al instante, pero Jiang WanYin deseaba que su sobrino tomase las riendas de la situación. Por muy regente que fuera, no iba a quedarse en aquel puesto toda la vida. Aun así, Jin Ling debía ganárselo. Así, el joven líder asintió. Evaluó con la mirada lo que le rodeaba, viendo que algunos de sus discípulos se habían quedado rezagados para esperar sus órdenes. Volvió a asentir por segunda vez, en esta ocasión solo para darse fuerzas a sí mismo.

-Yo me haré cargo del resto aquí, tío. -Declaró-. Por favor, ZeWu-Jun, deja que en la Torre Koi nos encarguemos de tus heridas.  

-Gracias, joven maestro Jin... -Musitó con el tono de voz un poco atragantada. 

A su lado, Jiang Cheng hizo un gesto afirmativo para darle su consentimiento. Jin ZiXuan apoyó las palmas de las manos fantasmales sobre los hombros de su niño, como siempre hacía cuando quería darle fuerzas, como hizo en su día para complacer a su esposa con cariñosos masajes. 

-En cuanto terminéis aquí, ve tú también al pabellón médico a que te revisen, A-Ling.

Y, aunque el chico solo tenía un par de moratones y arañazos y algo de polvo ensuciando sus túnicas, afirmó con efusividad. En los ojos de Jiang Cheng vio todo lo que necesitaba ver.

-Sí, tío.

***

Un gemido al azar de una ristra de tres o cuatro hizo que Jiang Cheng alzase la vista en su dirección. Lan XiChen se esforzó por mostrarle una sonrisa tranquilizadora, pero le salió quebradiza. Molesto, el líder Jiang bufó y negó violentamente con la cabeza. Los mechones rebeldes que se le habían salido del moño se balancearon con el mismo ímpetu de un lado a otro. 

-Al final ni siquiera era tan grave. -Se atrevió a comentar el primer jade. El paño húmedo que su prometido pasaba por la larga herida de su brazo para limpiarla y desinfectarla y que le causó un ramalazo de escozor le hizo morderse la lengua-. No parece que me vaya a morir por esto...

-Gracias a que tratamos el veneno de la espada a tiempo. -Gruñó Jiang Cheng-. Y encima el bastardo del médico me deja aquí curándote la herida. Capullo incompetente... La Torre Koi va a sufrir una renovación del personal, lo juro. Esto no puede seguir así.

-A-Cheng...

-Ni A-Cheng ni nada. 

Con un poco más de brusquedad de la que debería haber empleado, el líder Jiang se llevó por delante los últimos resquicios de sangre. Lan XiChen se mordió los labios al contorsionarse su rostro en una mueca de dolor. Ardía. Escocía. Aunque el veneno hubiese sido extirpado de su cuerpo, su energía espiritual seguía debilitada y notaba la piel alrededor de su corte hipersensibilizada. Jadeó y apretó la mano que Jiang WanYin sostenía. Mientras con una mano le curaba, con la otra le transmitía la energía espiritual necesaria para aguantar hasta que necesitase hacer uso de ambas. La unión entre sus dedos brillaba en un cálido azul celeste. Con el brazo ileso se llevó la diestra de Jiang Cheng a los labios para rozar sus nudillos a modo de agradecimiento. Su puño se apretó.

-Estoy bien, de verdad.

-Lo sé. 

Cortante. Seco y tajante. El primer jade suspiró. Era la muestra más radical de su preocupación. Cuando por fin hizo el paño a un lado y se puso en pie, vio que estaba tiritando.

Jiang Cheng le dio la espalda para buscar algunas vendas en los armarios de aquella pequeña estancia del ala médica de la Torre Koi. Se había quitado la mayor parte de capas de túnicas exteriores hasta quedar cómodo. Lan Huan había debido desprenderse hasta de su túnica interior, porque incluso esa se había manchado de sangre. Uno de sus discípulos le trajo un conjunto de túnicas nuevo que reposaba impecablemente doblado sobre la cama de la enfermería. Sentado en uno de los taburetes, había quedado solo en pantalones para permitir que tanto su prometido como el médico lo trataran. Mientras el líder Jiang desenrollaba las vendas, sonrió casi con picardía. Su rostro seguía perlado de sudor y su respiración continuaba un tanto irregular, pero aun así era incapaz de no recordar cómo todos sus conocimientos médicos nacían de la guerra. Por alguna razón, eso le divertía. Gran parte de la culpa debía tenerla la falta de sangre. 

Desde su posición, Jiang Cheng volvió a sacudir la cabeza por lo que debía ser ya la decimoquinta ocasión mientras trataba de calmar sus nervios acelerados. Aunque no se puede negar que estaba poniendo todo el empeño del mundo, no le iba del todo bien. Tuvo que revisar varias veces el ungüento para las heridas que había seleccionado para asegurarse de que fuese el correcto. Si se equivocaba, haría más daño que bien, y no había nada que desease menos. Solo cuando se sintió convencido tras leer la etiqueta —ya sabéis lo que dicen: a la séptima va la vencida— atinó a darse la vuelta. Llevaba las vendas y el frasco en una mano. Con la libre se deshizo por completo el moño y dejó que sus cabellos cayesen sueltos, harto ya de sentir como se deshilachaba a su espalda cada vez que se movía. Justo en ese momento, Jiang FengMian y Yu ZiYuan traspasaban la puerta como las dos apariciones espectrales que eran. Como por la tarde, el difunto matrimonio Jiang-Jin había optado por quedarse al lado de su hijo, esta vez guiados por la preocupación para asegurarse de que todo estuviese bien. Y, al fin y al cabo, ¿no estaba esta pareja haciendo exactamente lo mismo?

-Cuando se suelta el pelo, se parece a ti, mi señora.

-Siempre se parece a mí. -Bufó Yu ZiYuan, la mirada fija en su hijo desde que salió volando en Sandu con Lan XiChen a cuestas-. Por eso no te gusta.

-Eso no...

-No te molestes en negarlo. Los tres lo sabemos.

Seguramente, si Jiang FengMian se atreviese a dar un paso al frente con la voz firme de vez en cuando en lugar de huir, su matrimonio fantasmal iría mejor. Pero estamos hablando de Jiang FengMian, nunca se le conoció por ser lo que se dice proactivo. Por eso se limitó a hacer un ademán, como siempre. Miró en dirección a la pareja sin contestar. Después de todo lo que había visto, la pasividad le quemó hasta a él. Así que habló.

-También es mi hijo, ZiYuan. -Declaró con más firmeza de la que nunca tuvo en vida. A su lado, la Araña Violeta enarcó una ceja-. Lo hice mal en su día, sí. Pero le quiero tanto como tú. Y estoy tan orgulloso de él como tú.

-De poco sirve que lo digas ahora.

-Lo sé.

Jiang Cheng había dejado las vendas y el frasco de ungüento en el suelo para recogerse el pelo en una coleta alta al estilo de Wei WuXian y que así no le molestase. Antes de tomar el botecito, alzó el rostro en dirección a su prometido. Preocupado por el aspecto de Lan Huan, por sus mejillas resplandecientes gracias al sudor, le tomó la temperatura por encima de la cinta de la frente. Por supuesto, él era el único en el mundo que jamás podría hacer algo como eso. Suspiró exasperado al separarse, con un rictus molesto pintado en el rostro.

-Tienes fiebre. -Diagnosticó, limpiando saladas gotas que perlaban sus pómulos y su frente.

-Debe ser... por el veneno.

El poco que llegó a su torrente sanguíneo y que la energía espiritual no pudo eliminar. Por suerte, en esas dosis no era letal. Molesto y doloroso, puede, pero su núcleo lo procesaría tras algunas horas de sueño. Los discípulos de las tres sectas lo descubrieron no solo en el arma del portavoz del Xue Mudan, también en todas sus flechas y espadas. No querían que Jin Ling saliese vivo de ahí de ninguna de las maneras y, aunque hubiesen proclamado lo contrario, tampoco debía Lan XiChen. Solo con pensarlo, Jiang Cheng sintió que le hervía la sangre.

Esos bastardos... en cuanto le diesen toda la información que necesitaba para acabar con su facción de raíz no verían un nuevo amanecer.

-Claro que es por el veneno. -Gruñó-. No sabes la suerte que has tenido. Si te hubiera pasado algo... Si os hubiera pasado algo...

Iracundo, el líder Jiang apretó los puños. Entre ellos sostenía el frasco de ungüento. Antes de que la temblorosa presión pudiera quebrarlo, Lan XiChen rodeó su diestra con la mano que de momento le funcionaba. Solo entonces Jiang WanYin le miró a los ojos, atreviéndose a manifestar sus sentires sin máscaras de por medio. Toda la ira quedó envuelta en el temor por perderle, por perderles. Porque, aunque el atentado hubiese sido menos de lo que parecía en un primer momento, su familia fue la amenazada. Otra vez. Si volviese a perder a alguien, no sería capaz de recomponerse. Lan Huan lo sabía, por eso se esforzó para besar su frente en un intento de tranquilizarle.

-No ha pasado nada, no nada grave. -Murmuró casi contra su rostro-. Estoy un poco magullado, pero saldré de esta. Y A... el joven maestro Jin está bien.

-Puedes llamarle A-Ling. Lo sabes, ¿no? -Masculló Jiang Cheng, aceptando esas palabras como consuelo-. A efectos prácticos, va a ser tu sobrino también. Siempre lo ha sido.

-No me gustaría hacerle sentir incómodo...

-Que se aguante. Me da igual que tenga quince, que veinte que cincuenta años, para mí va a ser siempre un niño.

-Si te soy sincero, nunca lo he dudado. -Rio el primer jade, poniendo todo su esfuerzo en esbozar una sonrisa consistente.

-Nunca lo haces, ¿eh? 

Aunque parecía haberse dado por vencido, cierta furia indeleble seguía borboteando en su interior. Sin embargo, bien sabía Jiang Cheng que ni su sobrino ni su prometido debían ser los receptores de esta. No las víctimas, los atacantes. Y, para ellos, para los culpables vivos, tenía preparada una noche encantadora.

Que no se dijese que la fama de Sandu ShengShou era infundada.

-Intento no. Con un prometido como tú, dudar está absolutamente prohibido.

-¿Se supone que eso es un halago?

-¿Sí?

-Idiota.

El líder de Yunmeng Jiang bufó, más por costumbre que por auténtica molestia. Luego procedió en su labor para tratar las heridas del primer jade. Tras ellos, los dos fantasmas evaluaban la situación.

-Tu prueba queda cancelada, ¿verdad, FengMian?

-Mucho me temo, mi señora. -Afirmó el hombre-. ZeWu-Jun no está en condiciones. Además, ha demostrado bastante por hoy.

-Bueno. -Casi parecía que Yu ZiYuan quería hacer una increíble concesión-. Por lo que alcancé a ver, ha protegido a A-Ling, el mayor tesoro de nuestro hijo.

-Y con gran valentía además.

-Con gran estupidez querrás decir. Había formas mejores de hacerlo. -Y, por supuesto, Jiang Cheng pensaba como su madre, pero ya había reñido lo suficiente a su prometido por ello-. Pero lo ha logrado. A-Cheng nunca le hubiera perdonado si a Jin Ling le hubiera pasado algo.

-Creo que nadie en esta familia lo hubiera hecho.

Así que menos mal que nuestro querido ZeWu-Jun era de reflejos rápidos.

-De todas formas, déjame confirmar una cosa. -Habló la Araña Violeta-. No se te había ocurrido ninguna prueba, ¿verdad?

Y ahí Jiang FengMian solo pudo esbozar una sonrisa nerviosa, porque ahí su esposa tenía toda la razón del mundo.

***

-Jin Ling, espera. 

-Vamos, joven amante, que no creo que se vayan a evaporar por no estar tú ahí.

-JingYi...

-¡Cállate, JingYi!

-¡Cállate tú!

Por insólito que resulte (que al principio les parecía lo más raro del mundo) Jin Chan y Lan SiZhui compartieron una mirada entre frustrada y cómplice. Estaban acostumbrados. Cuando Ouyang ZiZhen completaba su particular quinteto, solía abogar por poner algo de paz entre los dos niños gritones del grupo. Mientras tanto, ellos tratarían de poner orden dos o tres veces, pero a la cuarta empezarían a charlar resignados de cualquier cosa, incluso del tiempo. Aquella, pese al derramamiento de sangre nocturno, no dejaba de ser otra noche más en las que JingYi y Jin Ling empezaban a discutir por todo y nada a la vez.

Los veloces pasos del heredero Jin resonaban por los pasillos de la Torre Koi. Prácticamente corría en dirección al ala médica, no tan necesitado de tratamiento como torturado por el impulso de comprobar cómo estaba ZeWu-Jun y por ver a su tío. JingYi lo seguía a la carrera y, en la retaguardia, los otros dos caminaban con solo un poco más de calma. En realidad, Lan SiZhui también quería correr. Se obligaba a contenerse por  su cinta de la frente, por su identidad como miembro del digno clan de la Nube y por su orgullo como discípulo principal e hijo de HanGuang-Jun. Por supuesto que estaba preocupado por su líder, preocupadísimo, pero sabía que a Lan XiChen no le gustaría que lo exteriorizase correteando por todas partes como un pollo sin cabeza. A Jiang Cheng tampoco le haría gracia el comportamiento de su sobrino, pero en aquel momento nada le importaba menos a Jin Ling que el humor de su tío.

Tras el joven futuro líder, sus padres flotaban dejando una estela de energía espiritual. Seguían su velocidad, eran los únicos capaces. El matrimonio Jiang-Jin intercambió una mirada a medio camino entre la preocupación y la complicidad, un poco a la manera de los dos discípulos. 

-¿Crees que estarán bien?

-No me cabe la menor duda, A-Li. -Contestó con suavidad Jin ZiXuan, enviándole a su esposa una especie de latido tranquilizador-. ZeWu-Jun es fuerte. 

Un tanto dudosa, ella asintió. Sus nervios se calmaron y se intensificaron al mismo tiempo al ver aparecerse ante ellos la puerta que daba al ala médica. Uno de los sirvientes vestidos de dorado les indicó la habitación en la que se estaba tratando al primer jade. Jin Ling no se olvidó de agradecerle con un asentimiento de cabeza —porque si algo le había enseñado Wei WuXian era a ser más humilde y dar las gracias a quiénes le ayudasen— que enorgulleció a su madre. En cuestión de minutos, los dos fantasmas habían entrado al cuarto para reencontrarse con el resto de la familia. Justo en ese instante, Jin RuLan llamaba a la puerta, acompañado de sus tres amigos.

-Adelante.

-Tío, hola...

-A-Ling. -Jiang Cheng se encontraba terminando de vendar la herida de Lan XiChen. Tenía los dedos manchados de sangre y de la crema verdosa que habían empleado. A su lado, el primer jade le dedicó a sus discípulos una sonrisa agotada. El líder Jiang simplemente los evaluó con una mirada en apariencia fría mientras se ponía en pie-. Pasa solo.

-Sí.

Después de inclinarse en muestra de respeto a ambos líderes de secta, los otros tres chicos se retiraron. No fueron muy lejos, los esperarían tras las puertas del ala médica. Mientras tanto, sin saber que su fallecida madre le frotaba el brazo con cariño, Jin Ling pasó a la estancia. Avanzó hasta quedar casi en el centro, sosteniendo el penetrante escrutinio de Jiang WanYin. Respiró hondo y, antes de que su tío pudiera decir nada, hizo una honda reverencia en dirección a Lan XiChen.

-ZeWu-Jun, gracias por salvarme la vida. 

-Niño tonto... -Masculló Jiang Cheng por lo bajo. Solo su madre le escuchó, y asintió de acuerdo.

Todavía sentado en el taburete, el primer jade le ofreció al chico una sonrisa dulce, amable. Casi paternal. 

-No hay necesidad de agradecerme. No podría haber dejado que te ocurriese nada, A-Ling.

-ZeWu-Jun... 

Jin Ling sentía los ojos húmedos. La relación entre su tío y Lan Huan nunca había sido un secreto para él. Desde niño los vio convivir, ya fuese en el Muelle del Loto o en alguna visita en la que, por casualidad pura, habían coincidido en la Torre Koi. Fue a jugar a los Recesos de la Nube con SiZhui y JingYi más veces de las que podía recordar, eran su tercer hogar. Lan XiChen era el único capaz de hacer desaparecer esa amargura constante en la mirada de Jiang Cheng, era el único que lograba que se olvidase de su duelo. Había contemplado durante una vida entera esos abrazos que compartían cuando se creían a solas, las miradas cómplices que intercambiaban de cuando en cuando y los toques despistados que se intercambiaban sus dedos. Cuando su tío le confesó a sus diez años más o menos que ZeWu-Jun era su compañero de cultivo, no estuvo sorprendido. Solo sonrió y preguntó si podía llamarle tío ZeWu-Jun. Luego llegó a la conclusión de que era muy infantil y él ya era todo un niño grande, un hombrecito en palabras del propio primer jade, así que siguió dirigiéndose a él como siempre. Pero eso no cambiaba nada. Como Jin GuangYao, como Jiang Cheng... Lan XiChen era otra de las piezas fundamentales de su vida, de su infancia, tanto que le dolió cuando, de cara al público, dejó de ser A-Ling y pasó al joven maestro Jin. 

Entre ambos, Jiang Cheng los miró alternativamente sin saber a cuál de los dos tenía más ganas de estrangular y/o abrazar. Luego bufó y puso los ojos en blanco, aparentando una molestia que quién sabe si sentía o no. Giró sobre sus talones para quedar por completo frente a su sobrino.

-¿Has ido a que te revise un médico? -Cuestionó con dureza.

-No, pero... no estoy herido. De verdad, tío.

-¿Es eso cierto? 

Esta vez habló en dirección a Lan XiChen, los brazos cruzados sobre el pecho y uno de sus pies dando rítmicos golpecitos contra las baldosas de mármol. Jiang FengMian se encontró conteniendo una especie de media sonrisa, porque hasta en esos ademanes era igual que su madre.

-Hasta donde yo sé, sí. Estamos bien, A-Cheng.

-Seréis... -Masculló. Luego volvió a clavar esa vista severa en su adorado sobrino. La coleta alta se movió de un lado a otro al negar con la cabeza-. Ven aquí, mocoso.

Jin RuLan nunca se encontró a demasiada distancia de su tío para empezar, menos de dos metros. Tras dar un par de pasos titubeantes se encontró atrapado en un fuerte abrazo. Aunque al principio fue casi como darse un golpe contra el pecho de Jiang Cheng, no le llevó más de dos segundos corresponderlo. Sus manos temblorosas arrugaron las túnicas de su tío a su espalda, permitiéndose sentir miedo sin ser juzgado por nadie. En otras circunstancias lo habría creído ilusorio, pero al bajar la cabeza y apoyar la frente en su hombro sintió con perfecta claridad los labios de Jiang Cheng en su coronilla, el como estiraba la nuca para llegar a aquel lugar en el que tantas veces le había reconfortado con una palmada cariñosa. Se apretaban el uno al otro, quizá demasiado fuerte, quizá demasiado bruscos. Al fin y al cabo, así era como se querían en aquella familia. 

Desde su taburete, Lan XiChen sonrió. Los fantasmas que le rodeaban lo imitaron. Yu ZiYuan lo negaría todo, pero estrechó la mano espiritual que su marido le tendía. Jin ZiXuan se acercó a su hijo y Jiang YanLi a su hermanito y a su pequeño, y solo se retiraron cuando el primer jade se puso en pie con cuidado. Estaba agotado, pero al menos eso podría hacerlo. Con el brazo bueno estrechó la cintura de Jiang Cheng, depositando un suave beso en su sien y sonriéndole al joven heredero. Jin Ling se separó un poco para poder mirarles, pero nunca llegó a apartarse. Tenía los ojos enrojecidos. También el feroz líder Jiang, sí, pero pobre del que se atreviese a puntualizarlo.

Los tres compartieron una mirada. Esta suave, cálida. Fue la mirada de una familia.

-Madre -llamó Jiang YanLi, contemplando el rictus ligeramente suavizado de la Araña Violeta-, he tomado una decisión.

-¿Sobre ZeWu-Jun? 

-Sí. -Asintió la joven dama Jiang justo después de intercambiar un vistazo cómplice con su marido-. Le acepto. Le acepto como pareja de A-Cheng y miembro de nuestra familia. Ha salvado a mi hijo, creo que no necesito probarle más.

Yu ZiYuan contempló a su hija y suspiró. Luego volvió a mirar a la pareja y a su nieto. No quería dar su brazo a torcer tan fácilmente (fácilmente) pero hasta a ella le era difícil negar lo mucho que le importaba Jiang Cheng a ZeWu-Jun, incluso a pesar de lo... promiscuo.

Esa parte no le convencería nunca, pero en aquel momento era lo de menos.

-Mientras estés segura de tu veredicto, no tengo nada que objetar.

Y, aunque esas palabras fuesen un tanto prometedoras y no tuvieran nada de amenazante, Jiang FengMian no pudo evitar sentir un escalofrío recorrerle la espalda. De su esposa nunca sabría qué esperarse.

A estas alturas, por lo menos esperaba que ya no quisiese batirse en duelo con ZeWu-Jun otra vez.

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