Cómo ganarte a tus suegros si...

By EKurae

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O: Manual de supervivencia de Lan XiChen para una boda exitosa. El anuncio de la boda del ilustre primer jade... More

Preludio: Entre tú y yo
Paso 1: Responde al desafío
Paso 2: Haz gala de tu lado más Lan
Paso 4: Muestra tus respetos más sinceros
Paso 5: Aprende a cocinar. ¡Será divertido!
Paso 6: Y ten en cuenta que hay que estar siempre alerta
Paso 7: A veces solo debes aceptar la gratitud que se te ofrece
Paso 8: Por supuesto, es esencial llevarte bien con tus cuñados
Paso 9: La pareja la formáis vosotros dos, nunca olvides lo que importa
Paso final: Ya solo queda casarse, ¡a por ello!
Paso extra: Eh, ni se te ocurra desaprovechar los regalos de la noche de bodas

Paso 3: Recuerda que tu suegro también está implicado

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By EKurae

Cuarto mes antes de la boda, día 27.

Jiang FengMian, un poco como su yerno por parte de hijo menor, siempre había pensado que los Recesos de la Nube eran un lugar maravilloso para meditar, pasear y hallar esa codiciada paz interior que a veces nos falta tantísimo. En un matrimonio como el suyo, escasea bastante. Tanto vivo como muerto, solía echarla mucho de menos. Mucho. Por desgracia para él, ni aunque su fantasmal persona se recorriese Gusu Lan de arriba a abajo cinco veces (y mira que lo había intentado) se toparía con esa clama que necesitaba con desesperación. Encontrarse a sí mismo aquella tarde no parecía ser una opción. Menos todavía con su esposa mirándole expectante cada dos por tres.

En vaya lío estaba metido... 

Por ir resumiendo. Yu ZiYuan había retado al futuro marido de su hijo de la forma más literal posible. Lan XiChen la había superado con éxito gracias a una victoria reñida que ella seguía considerando empate. Después había ido el turno de su hija. Jiang YanLi puso a prueba su fidelidad y sus valores tentándole con su propio marido —un movimiento un tanto sucio por su parte y un fracaso estrepitoso—. Y ahora al parecer le tocaba a él dar un paso al frente y enfrentarse al primer jade. "Enfrentarse" como si fueran a ir a la batalla o a declararse la guerra entre ellos. La verdad es que le parecía una tontería, hablando mal y pronto, pero sabía que estaba enterrado en ese berenjenal por bocazas. El hombre era casi un milagro viviente, lo que cualquiera querría tener en su vida. Dulce, considerado, atento, caballeroso y encima un cultivador de prestigio. Honestamente, estaba muy sorprendido de que su A-Cheng hubiera logrado acabar con alguien así. Que se alegraba por él, sí, bueno, pero todavía le parecía irreal. El tema de que ambos fuesen de pronto mangas cortada ya lo dejaba para darle de comer a parte, porque podía considerarlo el colmo de la falta de realismo, así que prefería no pensarlo. Se quedaba con que Jiang Cheng (su hijo pequeño y que era básicamente de su madre en versión masculina y con más ansiedad) había acabado con una especie de dios descendido desde el Noveno Cielo. No quería arriesgar esa relación con pruebas estúpidas solo por el capricho y la desconfianza de Yu ZiYuan.

Quién sabe si era culpa de su desinterés habitual o de cierta preocupación por su hijo nacida de la falta de consideración. En ambos casos, resultaba un tanto ofensivo. Menos mal que Jiang Cheng jamás se enteraría.

Menos mal.

Lan XiChen, a todo esto, no sabía lo que ocurría a sus espaldas. Nunca lo sabía y, a ser posible, nunca lo sabría. Caminaba solo a un par de pasos por delante de su familia política fantasma. Esta vez no sentía escalofríos en la nuca, porque para su suerte las miradas asesinas se las estaba llevando Jiang FengMian. La tercera dama Yu le dijo, palabras textuales, que tenía hasta el final del cuarto mes para poner a prueba al primer jade. Quedaban tres días hasta esa fecha límite señalada, sí, pero no pretendía extender más aquel asunto ridículo. Quizá por eso intentaba caminar más cerca de su yerno que de su esposa e hija. Jiang YanLi solo le contemplaba en silencio, esperando, pero en su mirada había un deje de expectativas inquietante. Sabía que, si dejaba de lado a Jiang Cheng una vez más, ella estaría decepcionada. Por amor a los Cielos, hasta Wei Ying estaría decepcionado si llegase a enterarse. El único que no sentiría decepción sería él mismo si acaso, porque se excusaba diciéndose que el mayor favor que le podía hacer a su hijo era dejarle en paz de una bendita vez. Por desgracia, nadie pensaba como él.

Los padres ausentes son todos unos incomprendidos, ¿no?

Cuando ya habían caminado un par de metros —porque venían del Pabellón de la Biblioteca, ZeWu-Jun había estado consultando algunos documentos que no llegaron a ver— Yu ZiYuan le fulminó con la mirada por lo que debió ser la decimoquinta vez en todo el día. No era demasiado para lo que acostumbraban, en realidad. El antiguo maestro del Muelle del Loto confrontó la mirada de su esposa, un interrogante tan falso como innecesario dibujado en los ojos. Escuchó a YanLi suspirar, un par de pasos por detrás de sus padres. Lan XiChen ignoraba todo lo que pasaba a sus espaldas y a su derecha, y solo esbozó una sonrisa amable cuando una suave brisa estival hizo revolotear sus cabellos.

-¿Y bien? 

La voz afilada y vigilante de la Araña Violeta le hizo tensarse. Era por ese odioso retintín que estaba a medio camino entre esperar algo de él y no esperar nada. Si alguna vez creyó que la muerte le iba a librar de aguantar ese tonito, ya se daba cuenta de lo equivocado que estaba.

¿Sería ese su karma por ser un mal padre y un mal marido?

-¿Y bien qué, mi señora?

-Sabes a qué me refiero, FengMian. No intentes escaquearte.

Jiang FengMian suspiró. No es que intentase escaquearse. Es que no se le ocurría nada para probar los sentimientos del primer jade por su hijo más allá del innegable hecho de que estuviese dispuesto a casarse con él. 

Menos mal que, de vez en cuando, Jiang YanLi decidía interceder en favor de su progenitor. Qué valiente era. Hablaban de las hazañas de los dos jades de Gusu Lan, de ChiFeng-Zun, de Sandu ShengShou o del Patriarca YiLing, pero nadie tenía en cuenta que la antigua doncella Jiang era la única capaz de plantarle cara a su madre sin titubear. Eso valía más que todas las muertes de la Campaña para Derribar al Sol juntas. 

-¿Has pensado ya en una prueba para ZeWu-Jun, padre?

Ah, sí. Aquel no era el día en el que su hija le echaría un cable. Quizá hizo mal en soltar aquel "¿qué importa?" delante de ellas. 

-Sí... -No-. Solo estoy aguardando por el momento adecuado.

Claro, si por momento adecuando entendemos esperar a la inspiración divina. O a la llegada de A-Cheng. Por alguna razón que desconocían, su hijo parecía tener un radar. Cada vez que intentaban poner a prueba a su prometido, acababa apareciendo al poco rato para salvarlo. Y, desde hace menos de un mes, luciendo cierta horquilla de plata que realzaba sus ojos. Ni Yu ZiYuan podía negar que Lan XiChen tenía muy buen gusto ni que conocía a la perfección los del actual líder Jiang. 

Por suerte o por desgracia, aquel iba a ser justo el día en el que Jiang WanYin nunca llegase a aparecerse por allí para sacar a su pareja de cultivo y a su padre del apuro. Estaba demasiado ocupado en Yunmeng, entre arreglos nupciales, entrenamientos de los discípulos, las redadas de ghouls acuáticos típicas de la temporada de verano, las cuentas que no cuadraban de Lanling Jin y la insurrección de los partidarios del anterior líder Jin. La economía de esa secta cada día era más turbia y cada día le traía más de cabeza. Bueno, y toda la situación en general. Gracias, Jin GuangYao, por dejarles un problemilla de lo más inconveniente de malversación de fondos y una facción de psicópatas cabreados. Jiang Cheng (allá en Yunmeng enterrado en papeleo tras su escritorio y con un dolor de cabeza horroroso) juraría que si no se arriesgase a morir y a colapsar la salud mental de Lan XiChen abriría ese maldito ataúd solo para apuñalarle cinco veces.

Vamos, que tal y como estaba la cosa, pocas salidas le quedaban a Jiang FengMian además de la de plantear una prueba en condiciones. Pero ¿cuál, cuál, cuál? Como mucho se le ocurría darle a probar la comida de Yunmeng en su máximo esplendor picante, pero de eso ya se había encargado Wei WuXian. Tuvo que correr a lo largo y ancho del Muelle del Loto para escapar del látigo de su shidi  que se enfureció al ver a su prometido rojo y llorando de dolor por lo mucho que picaba el congee que le obligó a comer. Así que no, el picante no era una opción a no ser que pensase un plan de asesinato más que un plan de prueba. Yu ZiYuan lo aprobaría, pero él no. 

Pero... es que o escogía eso o le ponía a hacer tareas del hogar. Por lo demás, ZeWu-Jun era perfecto. Y encima de forma genuina. ¡¿Cómo podía su señora no estar satisfecha con él?!

Jiang FengMian se las arregló para no acabar negando con la cabeza ni suspirando otra vez, porque ahí ya se ganaría la decepción de su esposa y su hija... de nuevo. Si pudiera, su reto consistiría en mantener una conversación sincera de tú a tú con Lan XiChen. Ni siquiera tenía que ser muy larga. Con que le mirase a los ojos a la hora de decir "quiero a Jiang Cheng" le bastaba. Se daría por satisfecho mil veces, tendría su bendición y todas las que quisiera. Y ya está. Así, simple, rápido y para toda la familia. Bueno, quizá lo alargaría un rato solo por el placer de ponerle incómodo al comentar que a veces cultivaban un poquito de más, pero ese sería su extremo.

Una pena que como fantasma eso fuese a ser un pelín complicadillo. Aunque, si le ponía el ahínco suficiente, podría lograrlo. Llegaría a esa conclusión en algunos minutos, cuando se acercasen al Hanshi.

A medio camino entre el Pabellón de la Biblioteca y la vivienda del primer jade, la comitiva invisible se encontró con el segundo jade. Lan WangJi se aparecía digno y serio, como si hubiera estado esperando a su hermano para pasear un rato con él. Con todo el tema de la inminente boda, Lan XiChen había delegado algunas tareas de mando en su hermano pequeño para poder organizar las cosas él mismo y así reducir la carga de trabajo infernal que su prometido se echaba todos los días a la espalda. Como tal, casi cada día Lan Zhan buscaba o se reunía con su líder para darle el parte de las últimas noticias e informarle de sus gestiones. Si tenía suerte, sería antes de su famoso todos los días (la razón de que Lan XiChen le hubiese regalado una caja repleta de talismanes silenciadores). Si no, se encontraría con el cuello de su hermanito lleno de manchurrones rojos y sería incapaz de sostenerle la mirada. Tras unos cuantos incidentes de esa índole en ambas direcciones, ya no sabían quién se estaba vengando de quién. Al fin y al cabo, al bueno del segundo jade también le había costado el orgullo mirar al rostro de su hermano mayor después de alguna de las visitas de Jiang WanYin. Ya sabéis, esas visitas que le dejaban con todo el cuerpo lleno de marcas de besos y arañazos. Esas.

Al encontrarse ambos jades gemelos, el uno sonrió y el otro se limitó a asentir. Por detrás, Yu ZiYuan resopló. Lan WangJi le caía mejor que Lan XiChen por dos motivos muy sencillos: le recordaba menos a la complacencia de su propio esposo y además le había librado de Wei WuXian. De ser por ella, ese muchacho tendría un asiento de honor en los Cielos. De ser por Jiang YanLi o por Jiang FengMian también, aunque por motivos un tanto distintos. Pero, hey, eso tampoco quería decir que le llegase a caer bien del todo. Los Lan en general es que le chirriaban. De este lo que le ponía muy nerviosa venía a ser todo el temilla verbal. Lo de mantener una conversación de más de tres palabras por frase y eso.

-Hermano. 

-WangJi, hola. -Saludó con suavidad-. ¿Todo bien?

-Mn. 

Eso debía significar que sí, aunque los fantasmas lo supieron gracias a la sonrisa de ZeWu-Jun, que se amplió solo un par de milímetros. El rostro de Lan Zhan les parecía inescrutable, así que hasta la tercera dama Yu debía admirar las habilidades de traducción de su yerno. Normal, después de todo, que así siempre supiese cuándo Jiang Cheng quería hablar, cuándo no y cuándo necesitaba un abrazo muy fuerte. Esa última ocurría quizá un poco más a menudo de lo que a su familia fallecida le habría gustado.

Jiang FengMian todavía se sentía culpable por haber escuchado la conversación en la que su hijo le habló de él a su prometido. No por oír a escondidas como tal, si no por la percepción que Jiang Cheng se había forjado de él. Y lo peor era que, hasta cierto punto, en su día fue correcta. 

-Me alegro. Gracias por tu trabajo.

-No hay problema.

Las conversaciones entre los dos hermanos de Gusu Lan a la familia Jiang siempre le resultaban... bueno, desconcertantes como poco. Las palabras solían ser escuetas, pero porque se comunicaban con la mirada, formando un dialogo que ellos no eran capaces de discernir. Los espíritus se mantuvieron a distancia prudencial mientras los dos jades paseaban. El antiguo maestro del Muelle del Loto todavía le daba vueltas a su prueba. Podría enfocar esa conversación a través del propio Lan WangJi, pero era un cultivador demasiado poderoso como para poseer su cuerpo así como así. No, descartado. Además Lan XiChen se daría cuenta al instante de que algo iba mal, lo convertiría todo en un absoluto desastre. 

Una pena, era una buena idea.

No tanto por escuchar u observar la conversación de los dos hermanos como por escapar de la mirada de su esposa, Jiang FengMian le puso especial atención a las figuras de blanco que caminaban a la par. Esa charla suya, llamativa por la falta de intercambio oral, continuaba discurriendo con la lentitud de un riachuelo en una llanura.

-Y dime, WangJi, ¿qué tal está el joven maestro Wei?

-Bien. Hoy entrena con SiZhui y JingYi. Da clases a los discípulos.

-Oh, entonces seguro que aprovecha para enseñarles algunos de sus trucos. -Comentó casi dicharachero, los ojos curvados como dos bonitas medias lunas. A su lado, su hermano asintió-. Parece que cada vez somos más los miembros de Gusu que nos vemos influenciados por las técnicas de Yunmeng. Espero que a WanYin no le importe.

-Mn. 

Eso era un "probablemente le parezca bien." Al que no le parecía tan bien era a él mismo o a Lan QiRen, pero poco podían hacer cuando el propio líder de secta estaba aprendiendo a fintar como un Jiang.

Curiosamente, eso a Yu ZiYuan le enorgullecía, por mucho que su derrota (empate) viniese de la mano de esa nueva habilidad. 

-¿Hermano?

-¿Sí, WangJi?

Lan Zhan se tomó su tiempo para pensar las palabras, aunque al final solo fuese a usar una o dos. Para gente como Jiang Cheng o la tercera dama Yu, que lo que menos tenían era paciencia, podía llegar a ser exasperante. Sin embargo, para los otros allí presentes no había el más mínimo inconveniente. Por suerte no todos eran de mecha corta.

-¿Eres feliz?

La repentina pregunta no solo dejó de piedra al primer jade, que no se la esperaba. También a la familia fantasmal al completo. De esa respuesta dependían muchas cosas, entre ellas su vida o su futuro matrimonio, así que más que una respuesta honesta, más le valía a Lan XiChen dar una respuesta satisfactoria para su suegra. Por si acaso, Jiang YanLi ya sujetaba el brazo de su madre. Aunque no pudiese apuñalarle como le gustaría, sus almas no eran más que energía espiritual pura, y esa energía espiritual también puede llegar a hacer mucho daño si explota.

Se ahorraron la explosión (cosa que en realidad estaba más que cantada). Tras solo un par de segundos, Lan Huan esbozó una enorme sonrisa. Era absolutamente sincera, una respuesta en sí misma. 

-Muchísimo.

Y era verdad. Con Jiang WanYin, con esa persona a la que tanto amaba a su lado y a algo más de tres meses de su boda, ¿cómo podría no ser feliz?

(Solo por si las moscas, que nadie le haga en este momento la misma pregunta a Jiang Cheng. Teniendo en cuenta su criminal nivel de estrés, su respuesta no sería tan bonita ni de lejos.)

La verdad, a Jiang FengMian le sorprendió gratamente toda esa franqueza, lo cierto de una sola palabra y una sola expresión. No creía posible que alguien fuese feliz con su hijo, no viendo su carácter. Sonaba más cruel en su cabeza incluso, pero aunque intentase no pensarlo así le seguía siendo instintivo.

-Bien. -Lan WangJi asintió. Parecía conforme-. Jiang WanYin tendrá problemas si te hace sufrir.

-¡Tú sí que vas a tener problemas como te pille!

-¡Madre!

-Mi señora...

-¡¿Qué?! ¡¿Quién va a hacer sufrir a quién aquí?! ¡Qué no se atreva a insinuar nada fuera de lugar o se las verá conmigo este también!

La hija suspiró y el padre se masajeó las sienes. Cómo no... ¿No podían simplemente pasar por aquello sin que nadie hiciese sufrir a nadie?

-WangJi, tranquilo, nadie va a sufrir aquí.

Gracias.

Con una de sus clásicas onomatopeyas de significado múltiple e indescifrable, el segundo jade dio esa afirmación por válida y no pretendió llevarle la contraria a su hermano mayor, aunque le quedaban sus reservas. Por desgracia, sobre todo para Jiang FengMian, a Yu ZiYuan ya se le había calentado la lengua con la tontería. Así, cuando los gemelos de jade se despidieron y ellos siguieron caminando tras el mayor, uno de sus bufidos llamó la atención tanto de su marido como de su primogénita.

Apenas les faltaban unos minutos para llegar al Hanshi (y para la improvisada prueba de Jiang FengMian que todavía ni él sabía ni de qué iba a ir). Se hicieron eternos.

-¿Ocurre algo, madre?

-Nada. -Gruñó, la lengua tan afilada como siempre. Por supuesto, no se iba a quedar ahí y a cerrar la boca, y todos se lo veían venir-. Solo pensaba en esa tendencia maravillosa a poner a A-Cheng como el malo. ¿No te encanta, FengMian?

-Mi señora...

-No, ni "mi señora" ni nada. Contesta.

El antiguo maestro del Muelle del Loto se encontró a sí mismo suspirando con hastío... otra vez. Aquello iba a acabar mal, estaba cantado. Se lo olía hasta Jiang YanLi, que en aquellos momentos desearía haberse vuelto a la Torre Koi con su marido a vigilar a su hijo.

-El temperamento de A-Cheng es complicado. Es normal que...

-Ah, claro. Como tiene genio y no se deja pisotear, es normal que nadie lo defienda, ¿verdad?

-ZeWu-Jun lo ha defendido.

-No, claro que no lo ha hecho. ZeWu-Jun es como tú, derrochando siempre misericordia y pasividad. Y por eso jamás se digna a defender a su prometido, que, por si se te ha olvidado, es nuestro hijo.

-Precisamente porque es nuestro hijo, no necesita a nadie saliendo en su ayuda. ZeWu-Jun lo sabe.

-Cómo os justificáis entre cobardes. -Masculló Yu ZiYuan, claramente molesta. Jiang FengMian no sabía en qué momento se había enfadado tanto. Quizá es que nunca dejó de estar indignada-. Confiésalo, FengMian, todo esto ni siquiera te importa. Ni tu hijo ni su boda. No te interesa asegurarte de que se case con alguien digno que vaya a respetarlo como se merece.

-Solo creo que eso está más que comprobado. 

-Porque se parece a ti, ¿no? -Cuestionó acusadora.

-¿ZeWu-Jun? ZeWu-Jun no se parece a mí, mi señora. -Por toda respuesta solo recibió un bufido, un bufido lleno de desdén despreciativo-. No solo somos bastante distintos, si no que además respeta y quiere a A-Cheng más que a nadie. No sé por qué tenemos que montar un paripé para asegurarnos.

-Porque somos sus padres. Estas son las cosas que hace un padre por un hijo. Pero claro, como no es Wei WuXian, no vale la pena, ¿verdad?

Jiang FengMian frunció el ceño. Desde hacía un rato, Jiang YanLi no decía nada. Se había adelantado a sus padres para no volver a escuchar esa condenada discusión que había oído día sí y día también desde que tenía uso de razón. Ahora caminaba al lado de ZeWu-Jun casi como su acompañante, contemplando la exuberante flora de los Recesos. Viendo la espalda de su hija y evocando la de su hijo menor, el antiguo maestro del Muelle del Loto no pudo evitar preguntarse si su esposa tendría o no razón.  

¿Estaría participando de buena gana si se tratase de A-Xian en vez de A-Cheng? Cierto peso de la culpa en el pecho le hacía no querer conocer la respuesta. Ese mismo peso le obligó a tomar posiciones.

-Bien, mi señora. Veamos si los sentimientos de ZeWu-Jun son o no ciertos.

Expectante, ella enarcó una ceja, mas no dijo nada en respuesta. 

La discreta silueta del Hanshi, esa casita que casi parecía humilde escondida entre los árboles y guiada por un camino de piedra, se dibujó ante sus ojos, los de todos ellos. A la entrada, uno de los ancianos del clan Lan, Lan Mu, aguardaba a su líder. Quién sabe que asuntos tendría con él, pero remendar su orgullo y su conciencia era prioritario. Jiang FengMian se adelantó a pasos decididos. Sobrepasó a Yu ZiYuan, sobrepasó al primer jade y sobrepasó a los tres conejitos pardos que los miraban desde un extremo del camino con curiosidad. En esos ojos de mirada pasiva por regla general, ahora ardía una ínfima chispa de determinación.

Lan Mu frunció el ceño al notar la energía espiritual del ex líder de secta Jiang revolotear a su alrededor. Como cultivador experto podía notar que estaba tratando con algo extraño, algo que quizá no debería estar en los Recesos de la Nube, pero no poseía la capacidad suficiente como para oponerse a Jiang FengMian. Al fin y al cabo, nunca fue débil. Ni de vivo ni de muerto. Aunque muriese en batalla, no se puede subestimar a un guerrero que fue capaz de plantarle cara a la Mano que Derrite el Núcleo. El anciano intentó oponer resistencia, pero no valió de nada. Antes de que el primer jade se diese cuenta, su cuerpo ya no le pertenecía.

-Maestro Mu. -Saludó Lan XiChen nada más llegar a su altura. No sabía que estaba hablando con Jiang FengMian, su suegro, y no con uno de sus familiares lejanos-. ¿Qué os trae por aquí?

-XiChen. -Asintió el antiguo maestro del Muelle del Loto. Tuvo que morderse la lengua para no llamarlo ZeWu-Jun, porque eso habría sido raro. Menos mal que en esos mesecillos que llevaban espiando al primer jade habían tenido la suerte de verlo hablar con su Consejo de Ancianos con asiduidad. Sabría adaptarse-. ¿Puedo hablar contigo? Tengo algo que comentarte.

-Por supuesto, maestro Mu. Pasad.

Educado, con la deferencia que se le debe a los ancianos, Lan XiChen invitó a su suegro a entrar al interior de su morada. Desde la entrada, pasando a través de la puerta sin inmutarse porque esta se hubiese cerrado ante ellas, Jiang YanLi y Yu ZiYuan intercambiaron una mirada.

-¿Qué demonios pretende tu padre? -Farfulló molesta la Araña Violeta. Habló alto para que su marido pudiera oírla.

-Lo ignoro, madre. Tendremos que esperar para verlo.

Como antaño, Yu ZiYuan pellizcó la mejilla de su hija. La joven dama Jiang esbozó una especie de sonrisilla. Confiaba en que eso fuese una señal de la mejoría leve del humor de su madre. Jiang FengMian también.

Por alguna razón que ninguno de ellos terminaba de explicarse del todo, las cornisas parecían los sitios predilectos de los fantasmas a la hora de sentarse y escuchar las conversaciones ajenas. O quizá solo era una costumbre de la familia Jiang y, por extensión, de Wei WuXian. El caso fue que, preparadas para lo que quiera que Jiang FengMian tuviese en mente, madre e hija se apoyaron en el alféizar de la ventana del primer jade, observando a los dos que charlaban frente a humeantes tazas de té. 

-No tendrás por ahí un tablero de weiqi*, ¿no, XiChen? -Cuestionó el ex líder Jiang, una sonrisa tan amable como engañosa pintada en ese rostro arrugado una vez el té medicinal se hubo servido. El primer jade parpadeó un par de veces, curioso-. Me siento con ganas de jugar una partida.

-Juraría que sí, maestro Mu. Esperad. 

El falso anciano asintió mientras el líder de Gusu Lan se levantaba de su asiento y se dirigía a uno de los armarios en el que guardaba algunos juegos de mesa, un placer secreto suyo. Lan Mu había sido uno de los principales maestros de Lan XiChen de joven. Aquello tampoco era tan extraño, no cuando fue él quien le enseñó a jugar al weiqi cuando era un niño. De vez en cuando se aparecía por allí echar jugar con él un par de partidas cuando tenían las tardes libres, incluso cuando estuvo en reclusión. Durante aquellas nunca sonrió ni habló, pero al menos le abría la puerta y movía las fichas. Era un buen hombre, casi como un abuelo para él y un padre para Lan QiRen. Solo que ahora era su suegro. Si lo hubiese sabido, Lan XiChen se habría echado a temblar mientras colocaba el tablero.

Porque, por supuesto, la familia política asusta. Sobre todo cuando está muerta.

Con el tablero ante ellos, cada uno comandaba un color. Lan Huan llevaba el blanco, siempre llevaba el blanco. Se lo concedían como una especie de honor hacia el primer jade de Gusu Lan, y Jiang FengMian no pensaba oponerse a esa tradición. En realidad, para él aquella partida no era más que una estrategia dentro de la estrategia del propio juego. Desde fuera, desde la ventana, Yu ZiYuan contemplaba cada movimiento de su marido, tanto con las fichas como al respecto de la conversación banal maestro-alumno que se empeñaba por mantener pero que no llevaba a ninguna parte. De vez en cuando rebufaba, para desgracia de la pobre Jiang YanLi, que se mantenía ahí a su lado. Jiang FengMian nunca sabía si lo hacía porque no aprobaba sus jugadas en el tablero o porque no aprobaba su reto en general. Seguro que le parecía demasiado simple. Una tontería. Una bobada descuidada que no valía para probar las intenciones de Lan XiChen para con su hijo. Algo improvisado para salir del paso y "cumplir", como todo el resto de su matrimonio al fin y al cabo. Pues no, esta vez no. 

Vale, sí, había improvisado bastante. Pero tenía un plan mejor que solo jugar al weiqi. No era ninguna genialidad, pero con suerte le serviría para obtener de ZeWu-Jun lo único que quería. Deseaba ver lo que él y su esposa nunca tuvieron, pero que sus tres hijos merecían más que nada en el mundo.

-Y dime, XiChen -comenzó Jiang FengMian mientras colocaba al aparente azar una ficha negra a su izquierda-, ¿cómo van los preparativos de la boda?

-Hasta el momento, todo es satisfactorio. -Contestó el primer jade. La cara se le iluminaba cada vez que se hablaba del tema del matrimonio. O de Jiang Cheng. En general la cara se le iluminaba solo con pensar en su prometido y escuchar su nombre-. En unas semanas viajaré al Muelle del Loto para ayudar a WanYin a concretar los arreglos de la decoración. 

-¿Al Muelle del Loto? Tenía entendido que la ceremonia se celebraría aquí.

Aunque luego se las arreglarían para vivir a caballo y espada entre sus sectas, ¿cómo no? Llevaban así desde antes de hacer pública su relación. Y desde antes de que Wei WuXian reviviera también. Quizá por eso, por tener a Jiang WanYin a su lado, su reclusión y depresión por culpa de los crímenes de Jin GuangYao apenas duró medio año. Luego su adorado líder de secta le hizo reencontrarse a sí mismo... casi a patadas.

-Y lo hará, maestro Mu, pero WanYin insistió. -Explicó Lan XiChen mientras colocaba una nueva pieza, esta vez peligrosamente cerca de una de las de su suegro-. Quería enseñarme algunos adornos que se usaron en la boda de sus padres y que sobrevivieron a la Campaña para Derribar al Sol. Le emociona poder usarlos, y a mí también me haría mucha ilusión.

-Ya veo. 

Aquel anciano tenía barba, pero Jiang FengMian nunca había llegado a dejársela crecer. Picaba. De no haber estado demasiado frustrada recordando su matrimonio, Yu ZiYuan habría dejado escapar una carcajada cuando se la mesó con torpeza. En su lugar, solo bufó.

-Tu padre ahora se cree que es Lan QiRen, A-Li.

-Mucho me temo que la barba le sienta mejor al maestro QiRen que a padre.

-Sin duda.

Por la conversación irónica entre madre e hija, el antiguo maestro del Muelle del Loto las miró de refilón. Aprovechó que Lan Huan estaba ocupado meditando su próxima jugada para alzar una ceja. 

-Veo que pareces bastante conforme con las decisiones que toma el líder de secta Jiang.

-¿Es así? 

-Sin duda. Pero dime, también es tu boda. ¿Qué quieres, XiChen?

El primer jade fijó la mirada en los ojos de su maestro. Conocía muy bien a aquel hombre, por eso estaba seguro de que nunca antes los había visto brillar con ese tono gris. Jiang FengMian sabía que su careta se caía a pedazos, así que agradecía que Lan XiChen fuese lo suficientemente hábil como para no comentar nada y lo suficientemente inteligente como para leer el camino por el que ya discurrían sus sospechas. Por supuesto, no hacía falta preguntar para saber que algo no era lo que debería ser, pero el ambiente estaba libre por completo de cualquier amenaza. Sin energía resentida, sin intenciones asesinas. Solo una pregunta clara, sencilla.

¿Qué quieres?

Los hombros del más joven se destensaron cuando una sonrisa amable y comedida se abrió por su rostro.

-Yo, antes que nada, quiero que WanYin sea feliz, maestro. -Y ya no incluía el nombre al hablarle, quizá porque algo se había olido-. Las tradiciones de Gusu Lan serán respetadas y las de Yunmeng Jiang honradas, ambas en la medida de nuestras posibilidades. A partir de ahí, lo único que deseo es verle sonreír y arrodillarme a su lado para que los Cielos, la Tierra y nuestras familias nos reconozcan.

-Entiendo. -Jiang FengMian asintió con gravedad, los ojos clavados en los del primer jade-. ¿Quieres a Jiang WanYin?

-Con toda mi alma.

Entonces, al poner la última pieza en el tablero, el antiguo líder de Yunmeng Jiang se permitió una sonrisa de regocijo por la felicidad que (al menos creía y deseaba) le esperaba a su hijo en aquel matrimonio. Luego buscó la mirada de su esposa. Sin hablar, solo dos espíritus tratando de descifrar sus expresiones.

¿Satisfecha?

Ni por un instante.

***

Y allá en el Muelle del Loto, atrapado una eterna jornada más en su despacho y contando los días hasta casarse de una puñetera vez (y hasta la mayoría de edad de Jin Ling, sobre todo hasta eso) Jiang Cheng estornudó. Lo hizo una, dos y hasta cinco veces, y con fuerza. Tanto que llamó la atención de Liu PingYang, su discípula principal, que pasaba por allí para entregarle una serie de informes. Disgustos recientitos provenientes de Lanling Jin. Justo lo que el pobre Jiang Cheng necesitaba para terminar de alegrarse la condenada tarde. Por si no estaba teniendo ya bastante con leer el reporte de un grupo de sus juniors en el que relataban cómo unos yao de poca monta les habían acabado dando una paliza. Fantástico.

Tendría que encrudecer los entrenamientos.

-Shizun, ¿va todo bien? -Cuestionó la discípula mientras entraba sin llamar. Jiang WanYin frunció el ceño, frotándose la nariz. Aquella niña nunca aprendería modales, la tenía por un caso perdido. Luego estornudó otra vez.

-Algo debe estar dándome alergia. -Masculló-. ¿Qué es eso?

-O quizá te has resfriado por no cuidar tu salud como se debe, shizun.  

La mirada asesina fue instantánea, clavadita a la de su madre. Sin embargo, una de las mejores facetas de Liu PingYang era que no le temía a nada. Por no temer, no le temía ni a su líder de secta ni a la muerte.

-Mi salud no es asunto tuyo, niña. -Le ladró. Luego desechó el papel que tenía en las manos, porque ya estaba harto de leer estupideces. Más tarde esos criajos se enterarían de lo que es tener las piernas rotas-. Contesta a la pregunta. ¿Qué me traes ahí?

La discípula principal de Yunmeng Jiang enarcó una ceja con un deje un tanto desafiante, pero no dijo nada. No quería probar a Zidian. Sus shixiong decían que dolía mucho.

-Lo acaba de traer un mensajero de Lanling. Al parecer son informes de sus últimas cazas nocturnas.

Oh, estupendo. Justo lo que quería, seguir leyendo estupideces. Gruñó molesto.

-¿No tienen instructores que los revisen o qué?

-El joven maes... El líder de secta Jin les ha puesto su sello. Es una marca de confidencialidad.

-¿Sabotajes de sus detractores?

-Probablemente.

-Déjamelos ahí. Los leeré en un momento.

Liu PingYang obedeció. La verdad es que Jiang Cheng no pensaba decírselo a nadie, pero iba a tomarse un descanso. Después de todo, lo necesitaba. Y más aún, necesitaba toda la energía que pudiera recabar para lidiar con los problemas de Lanling Jin.

Estornudó otra vez. 

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Glosario

Weiqi: Más conocido seguramente como el go (en japonés). Es un juego de mesa y estrategia asiático para dos jugadores. El objetivo del juego, cuya traducción aproximada es juego de rodear, es controlar una cantidad de territorio mayor a la del oponente. Para controlar un área, debe rodearse con las piedras.​ Gana el jugador que controla la mayor cantidad de territorio al finalizar la partida. 

Desconozco las reglas y el cómo se juega, pero me pareció interesante que la batalla suegro vs yerno fuese intelectual en vez de a espadazo limpio. Esas mejor se las dejamos a Madam Yu.

Hasta la semana que viene~

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