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A la mañana siguiente me desperté sola, sin Tyler. Me quedé unos minutos mirando el techo asimilando la confesión de anoche. Cuando le pregunté por qué me había besado, no me esperaba para nada aquella respuesta y menos de parte de Tyler. En ese momento me quedé sin palabras y aunque nunca pensé admitirlo, también me gustaba Tyler pero no me animé a decírselo por miedo a que estuviera jugando conmigo.
Necesitaba hablar con Tyler y aclarar las cosas de una vez por todas porque no podía seguir haciendo como si nada.
Veinte minutos después, ya me encontraba bajando la escalera. Al llegar a la planta baja, me topé con la recepcionista.
Le pregunté si había visto al chico que estaba conmigo pero me dijo que no.
Algo en sus ojos me hizo dudar.
Cuando me alejé de ella y me perdió de vista, me la quedé mirando un instante estudiando sus movimientos. Algo andaba mal con ella. Parecía nerviosa.
Me aclaré la garganta cuando, desde donde estaba yo parada, distinguí que tenía las muñecas inmovilizadas por una cuerda.
En ese preciso instante mi cuerpo se puso en alerta y me di cuenta que algo grave estaba pasando aquí dentro. Tenía que correr hacia la habitación para buscar el arma que había traído escondida en mi mochila.
Subiendo los pocos escalones que faltaban para llegar al tercer piso, oí ruidos.
Sigilosa completé los pasos que me quedaban y miré qué estaba pasando pero no vi nada extraño en el piso, lo cual me hizo dudar un instante pero continué.
Aceleré mis pasos y me apresuré a ingresar a la habitación. Estaba como antes, vacía, sin Tyler.
Busqué entre mis pertenencias, el arma que me dio Dimitri para que me trajera a Paris. Era mi arma. Aquella que papá tenía guardada para mí en caso de que estuviera en peligro. La he usado una vez en su momento, y ahora, debía tenerla conmigo por si acaso porque uno nunca sabe la gravedad del asunto.
Tenía que apurarme y encontrar a Tyler para salir de este lugar.
Al bajar un piso, me volví a detener en seco. Me mordí el labio al reconocer a los mismos hombres de trajes de antes.
Maldita sea. ¿Cómo diablos llegaron a este motel? Y rápidamente me sentí tonta al hacerme aquella pregunta. Era más que obvio que nos buscarían en este motel porque era el único de la zona.
Estaban golpeando puerta por puerta, seguro con la idea de encontrar a alguien. A nosotros.
Cuando uno de ellos giró, retrocedí lo suficiente para que no me vieran y a hurtadillas bajé nuevamente a planta baja. Pero esta vez, estaba desierta, sin la recepcionista.
Unas pequeñas gotas de sangre en el mostrador, me llamaron la atención.
Al pisar este maldito motel de dos estrellas creí que íbamos a estar a salvo pero pequé de ingenua porque definitivamente las cosas empeoraron.
Estaba cansada. Cansada de que pasen cosas malas. Cansada de tener que estar viendo para todos lados para evitar que alguien me secuestre o haga daño. Cansada de sentirme perseguida. Quería vivir tranquila como una adolescente de dieciocho años. Pero ese simple deseo, no se iba a hacer realidad si toda esta mierda no terminaba.
Me llevó unos cuantos minutos encontrar de dónde diablos venían esas gotas de sangre porque no solo estaban en el mostrador.
Habrán arrastrado a la recepcionista porque era un camino largo con pequeñas manchas de sangre.
Detuve mis pasos frente a una puerta oxidada. Apenas la abrí me encontré a la recepcionista tirada en un rincón. Estaba lastimada y con las manos atadas, como antes.
Me acerqué a ella cuando comenzó a moverse desesperada para tratar de hablarme, sin embargo no le entendí porque tenía la boca cubierta con una gran cinta. Al quitársela, empezó a decir tantas cosas que tampoco logré comprender que me estaba queriendo decir. Estaba agitada y desesperada.
-Respira hondo.-intenté tranquilizarla.
-Tienes que llamar a la policía, hay unos hombres que...
Le asentí.-Ya los vi antes, ¿a dónde fueron?
-No sé. También está el chico que estaba junto a ti.-dijo con voz entrecortada.
-¿Lo lastimaron?
-Estaba un poco herido. Se ha golpeado con uno de los hombres que ingresaron al motel.
-Lo iré a buscar. Mientras, llama a la policía ¿de acuerdo?
Con varios asentimientos de su parte, salimos de aquella habitación. La recepcionista fue a su puesto de trabajo y yo me fui en dirección a la escalera.
Al oír murmullos en una puerta en específico, la abrí sin temor. Allí se encontraba Tyler golpeándose con uno de los tres hombres que había dentro.
Mirando a mi derecha vi a los otros dos hombres.
Uno estaba herido y el otro, muerto.
El que estaba peleando con Tyler, me vio porque sonrió entre dientes.
-Mira quien llegó, la pequeña Freya.
Quizás habrá pensado que su tono de voz me iba estremecer pero no.
No tenía ni idea quienes eran estos sujetos pero lo que si estaba casi segura era que eran parte de la secta del padrastro de Madison.
Al escuchar un ruido detrás de mí, giré y apenas lo hice vi que el hombre herido me estaba apuntando con un arma.
Sonreí y ladeé la cabeza hacia él.- ¿Qué vas a hacer? ¿Apretarme el gatillo?
Si ellos quieren jugar, haré lo mismo porque lo que ellos no sabían, era que yo también sabía jugar.
Y muy bien.
De pequeña, maté para salvar a alguien y ahora, no me iba a temblar la mano por hacerlo de nuevo.
No estaba orgullosa de ello pero situaciones extremas requerían medidas extremas.
-Baja el arma.
La voz de Tyler hizo que mi mirada impactara en el pequeño espejo que reflejaba la imagen de Tyler y del otro hombre a unos cuantos pasos detrás de mí. El hombre, ahora me apuntaba a mí.
Estábamos todos en cadena porque Tyler le estaba apuntando al tipo que me estaba apuntando a mí, yo le estaba apuntando al otro y el otro cambió la dirección y en vez de apuntarme a mí como lo estaba haciendo anteriormente, le estaba apuntando a Tyler.
Ninguno de los cuatro bajamos el arma.
De la nada, se abrió la puerta.
No me giré, volví a ver a través del pequeño espejo.
Eran los otros dos hombres que faltaban para completar a los cinco que había visto en las camionetas. Uno de ellos tenía las manos manchadas de sangre pero ninguno de los dos tenía armas.
El hombre que yo estaba apuntando, me dio una sonrisa torcida.
-¿A quién vas a dispararle con esas manos de princesa?
Sonreí cuando volvió a apuntarme y amagó con apretar el gatillo.
-¿Quieres saber? A ti, idiota.-dije para luego dispararle en el pecho.
Velozmente volteé cuando los dos últimos hombres que aparecieron, se abalanzaron hacia mí.
Y ahora era cuando las clases de defensa personal que me hizo tomar mi padre de pequeña, me ayudaron porque con dos movimientos de mi parte noquee a los dos.
Me acerqué al que primero le había disparado con la intención de patear el arma que había quedado en el suelo porque si los otros dos despertaban, la tenían a escasos centímetros de ellos.
Mi intención fue interrumpida cuando caí al suelo. El hombre me había empujado sin importar tener a Tyler apuntándolo.
Aun sin levantarme y con dos hombres muertos y dos inconscientes tirados a mi lado, lo miré desde el suelo.
Retrocedió unos pasos para atrás dándome una distancia que no logré entender. Parecía como si quisiera observarme detenidamente antes de cometer su acción. Pude notar ira en él.
Quedé indefensa porque mi arma quedó a un lado cuando me empujó.
Cuando vi que levantó su arma nuevamente hacia mí, cerré los ojos con fuerza esperando lo peor.
Luego, no supe que sucedió porque se escucharon dos disparos pero ninguno de los dos impactó en mí.
Abriendo lentamente los ojos me encontré con una escena que me cortó la respiración.
Los dos estaban tirados en el suelo con sangre. Ambos recibieron un disparo. El hombre recibió el disparo de Tyler y Tyler se puso en el medio para recibir el disparo que iba dirigido para mí.
Oh Dios mío. Tyler me salvó.
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