Y entonces lo vi.
Besándola a ella, demostrando a todo el mundo su amor.
Abrazándose al compás de la suave música que resonaba por el parque.
Lo vi.
Besando al verdadero amor de su vida.
A la que valía la pena.
A la que merecía ser presentada como su novia.
De la cual no había ningún defecto conocido.
A la que no estaba mal.
A la que no era yo.
No me quedó más remedio que dejar escurrir una solitaria y dolorida lágrima por mi mejilla.
-Sebastián