𝐕𝐢𝐬 𝐚 𝐯𝐢𝐬: 𝐃𝐞 𝐥𝐚 �...

By ethanbcn

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La cárcel no podía ser el lugar dónde Zulema y Macarena pasasen el resto de sus vidas; personas como ellas me... More

Prólogo: Cruz del Norte
Capítulo 1: Nueva celda
Capítulo 2: Vía de escape
Capítulo 3: Adiós
Capítulo 4: Tú y yo
Capítulo 5: Susurros
Capítulo 6: Recuerdos
Capítulo 7: Descaradamente
Capítulo 8: Irracional
Capítulo 9: El juicio
Capítulo 10: Noche en vela
Capítulo 11: Vértigo
Capítulo 12: El punto intermedio
Capítulo 13: El mayor de los motores
Capítulo 14: Sin planes
Capítulo 15: Nuestro oasis
Capítulo 16: ¿Qué es ser normal?
Capítulo 18: Vínculos
Capítulo 19: Nuestro primer atraco
Capítulo 20: Perdón por la caquita
Capítulo 21: Éxtasis
Capítulo 22: Sobrevalorado
Capítulo 23: Iguales o nada
Capítulo 24: El sexo entre mujeres
Epílogo: La cama elástica

Capítulo 17: Una familia completa

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By ethanbcn

Me despierto y desayuno sola dentro de la caravana, como siempre, hasta que veo algo en el suelo que me resulta inusual; un tanga negro. No recuerdo haberlo dejado ahí, así que enseguida caigo en que ayer fui a buscar a Zulema a Cruz del Norte; por alguna extraña razón lo había olvidado por un momento. Termino de desayunar rápido y salgo de la caravana con una taza de café en la mano.
-Buenos días, bella durmiente-me vacila Zulema al verme salir al exterior.
Observo que ya está vestida de calle y que lleva también una taza en la mano. Lo que me sorprende es que está jugando a lanzarle un palo a un perro pequeño, creo que es un chihuahua.
-¿Qué hace ese perro aquí?-pregunto.
Va a buscar al perro y, después de dejar su taza en el suelo, lo coge en brazos. Se acerca hasta a mí y extiende sus brazos en señal de que yo coja al perro. Dejo también la taza en el suelo para poder cogerlo. Lo agarro y ella me dice:
-Se llama Sandoval, te encariñarás rápido con él.
-Me estás vacilando-digo con el perro en los brazos con una media sonrisa en la cara.
-No te estoy vacilando-me afirma.-Ya sabes que yo siempre cumplo con mi palabra; ahora sí que somos una familia completa-me dice con una sonrisa pícara.
Me río negando con la cabeza.
-¿Sandoval dices que se llama?-pregunto de nuevo.
-No se me podría haber ocurrido un nombre mejor-me dice levantando las cejas.
Me siento en el suelo, aún con el perro entre mis brazos, y lo acaricio sentada. Sandoval me mira con unos ojos grandes y brillantes. Miro hacia arriba, dónde está Zulema observándome de pie, y le digo:
-En el fondo te agradezco que me hayas traído al perro, le va a dar más ánimo a nuestra convivencia.
-Si es que no nos matamos antes-me dice levantando las cejas y encogiéndose de hombros a la vez.
-Si es que no nos matamos antes...-afirmo en un susurro.
-Maca-me dice Zulema.
-Dime, Zulema.
-Yo nunca he tenido una casa como tal, nunca me he sentido arropada y nunca he tenido nada a lo que llamar hogar; como mucho la cárcel-me dice en su tono característico.-Jamás he sentido lo que es que te quieran por lo que eres y que te esperen en casa por la noche con un plato de macarrones recalentados del mediodía-sigue diciendo con un tono un poco más humorístico, pero conservando su esencia.
-¿Qué me quieres decir, Zulema?
-Que si esto sale bien y en cinco años no nos hemos matado la una a la otra significará que tú eres mi única familia-me responde con los ojos brillantes.-Sé que nos hemos intentado matar en varias ocasiones y que en el fondo me odias por todo, al igual que yo a ti, pero tenemos una relación especial, ¿no crees?
Suelto al perro y me pongo de pie. Me acerco mucho a ella y, cuando tan solo nos separan unos centímetros, le respondo:
-Zulema, yo he perdido todo por tu culpa, y en cierto modo te lo agradezco. Gracias a ti ahora soy quién soy; soy valiente y no tengo miedo a nada, ni siquiera a la muerte. A pesar de todo, como ya dijimos en Cruz del Norte, nos necesitamos.
Me sonríe satisfecha y después me contesta:
-No vamos a follar.
Me aparto de ella riéndome y le pregunto:
-¿Creías que estaba intentando que...?
-Cállate-me interrumpe.
-Pero que yo no quiero nada contigo-le digo haciendo aspavientos.
-Ya...-me dice riéndose poco convencida.
Blanqueo los ojos y me vuelvo a la caravana. Justo cuando voy a entrar oigo que Zulema pronuncia mi nombre. Me vuelvo hacia ella y le pregunto:
-¿Qué quieres?
-Ya sé cual va a ser nuestro primer golpe juntas.

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