Cry Baby!

Da DarkRoom098

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Difícil es la vida para Izuku cuando descubren que su madre tiene cáncer y que cada quimio que necesita cuest... Altro

Prólogo:Trouble
Capítulo I:Colors
Capítulo II:Love Is A Bitch
Capítulo III:Entertainer
Capítulo IV:|Sacrifice| ¿Y cómo es que cuando me besas, me conviertes en esto?
Capítulo IV (II):|The Sinner|Mi debilidad es un hombre que me puso de rodillas.
Capítulo V: |Pillowtalk| Sí, comportamiento imprudente.
Capítulo VI:Something's Gotta Give
Capítulo VII: Lost In Japan
Capítulo VIII: River
Capítulo IX:|I Feel It Coming|Puedo verlo en tus ojos...
Capítulo X: |Halo|" Y ellos ni siquiera hicieron algún sonido"
Capítulo XI:|Robbers|
Capítulo XII:|Feel It Twice|
Capítulo XIII:|Black Lead|
Capítulo XIV:|The Dream Synopsis|
Capítulo XV:|50 ft.|
Capítulo XVII: Dolor y aquel sentimiento culpable que nos hace mentirosos
Capítulo XVIII: Justo detrás de todo lo que eres.
Capítulo XIX: All Too Well
Capítulo XX: Dios, sabes que lo estoy intentando
Capítulo XXI: Estaremos Bien
Capítulo XXII: Déjame ayudarte
Capítulo XXIII: Solo Una Mano
Epílogo: Que manera tan celestial de morir

Capítulo XVI:|No me olvides aunque este agonizando en tus brazos|

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Da DarkRoom098

Nunca te olvidaré, ni todo lo que he hecho contigo. Nunca me perdonaré, ni todo lo que hice cuando aún estabas a mi lado. No pararé hasta que toques mi puerta.

...

El traje estaba ajustado en las zonas correctas, su porte elegante y los años mermando sus rasgos suaves dejaron en claro su estirpe. Katsuki había nacido para tomar el control del legado del buffet de abogados de los Bakugō, muchos de los trabajadores del lugar veían en él la sombra exacta de Mitsuki cuando era joven, solo que el joven muchacho no albergaba en sus ojos la inocencia, los trabajadores más íntimos de Mitsuki sabían el verdadero pasado del muchacho y la oscura pesadilla de su realidad, muchas batallas y caos. Le tenían una fe ínfima, sólo dependía de lo mucho que anhelaba Katsuki pertenecer al legado Bakugō. Los ojos rojos nunca desearon ser parte del tóxico mundo de su madre, como las trampas y los errores enmarcaban un perfil en cada persona pero el veneno del poder ya estaba en sus venas y lo primero que su madre le encomendó como aprendiz de ella fue encargarse de algo. Conocía las capacidades de su madre, lo cruel que podía llegar a ser en ocasiones. Muchas veces contempló con sus propios ojos la verdadera faceta de un Bakugō, su padre no lo entendía porque él no era un verdadero integrante de la familia, no corría por sus venas el hambre de poder y la manifestación de dominio. Cada Bakugō sobre la tierra debía dominar, algo que se podría tratar con terapia pero que se canalizaba a través de acciones, muchas de ellas ilegales.

Cuando volvió a América, unos días después tuvo que despedirse de Izuku para encaminarse hasta la oficina de su madre, se sintió observado. Sus manos temblaron en más de una ocasión por el temor raudo del pasado en su cabeza pero recordó las palabras de Izuku, como sus labios se movían ante la afirmación: "Eres fuerte y puedes contra todos ellos."

Lentamente su temor se degradó hasta formar una gruesa capa de valentía, pero por mucho que esa capa fuera gruesa el temor era más fuerte. Con su ego cargando y pisando fuerte con su cuerpo llegó a la oficina, Mitsuki estaba en una reunión con unos empresarios coreanos. La fama de su madre llegaba hasta donde el idioma no alcanzaba a ser entendido pero ella misma aprendió la lengua asiática en menos de un mes, solo para sorprender a sus nuevos clientes. Ella ganó, se los echó al bolsillo como caramelos agrios. Con la marcha de los coreanos y el medio día presentándose con lluvia a las afueras del edificio, Mitsuki dejó entrar a su hijo hasta la misma boca del lobo. Los recuerdos de ese lugar no eran dulces pero no debían ser así, el poder conllevaba un gran sacrificio y ese era la confianza y comodidad. Su abuelo siempre lo decía.

"Katsuki, eres mejor que tu madre pero este mundo no se trata sólo de ganar un juicio. Se trata de acabar con las amenazas antes de llegar al estrado y para eso no sólo debes tener pruebas contundentes. Los Bakugō somos buenos en esto porque tenemos de nuestro lado muchas personas que tienen un precio en sus cabezas, personas capaces de manchar sus manos con rojo. Nuestros ojos son así por una razón, no somos criminales, no somos justicia, solo somos astucia y a veces nosotros mismos tendremos que manchar nuestras manos. Si algún día quieres ser parte de este lugar, debes entender que no somos los buenos, somos la sombra del diablo. Esbirros de lo que nos conviene aunque no sea lo correcto."

Katsuki siempre pensó que su abuelo estaba agonizando por las palabras pero ahora lo entendía al ver los papeles sobre la mesa de su madre y presenciar las fotografías, las facetas de su familia eran grises y todas poseían un tono muy oscuro. Un verdadero infierno, ahora tomaba lógica su falta de culpa ante la separación de Ochako e Izuku. Él era así.

—¿Quienes son esos mocosos?—las fotografías eran de cuatro hombres, estaban encerrados en una jaula que apenas poseía el espacio suficiente para que se movieran con libertad.

—Son un recuerdo de tu pasado, has aprendido rápido lo que debes entender de este mundo pero hay algo que no se puede dejar pasar. No somos como los demás abogados, no abogamos por el débil sino por el más fuerte. Esos mocosos son una mancha en tu vida y ahora te doy el poder para hacer algo por la vulnerabilidad de tu yo del pasado—la sonrisa de su madre se extendió por su rostro con elegancia, Katsuki se acercó y tomó con fuerza las fotografías. Sin duda eran ellos...

—¿¡QUÉ MIERDA!? ¿¡CREES QUE ES DIVERTIDO!?—su voz, poco a poco se fue haciendo más pequeña, recordando la sangre entre sus piernas, el dolor de la parte baja de su espalda, el terror de sus nuevos amantes al verlo convertirse en una bestia sin corazón. No, su madre estaba loca y lo peor es que la entendía.

—Katsuki, eres mi hijo y entiendo que las cosas no han sido nada fáciles para ti pero tienes que dejar ir esa parte de tu vida o mejor aún, enfrentarla de la mejor manera—ella se acercó acariciando su espalda, el pequeño niño que jugaba con sus soldados mientras poseía una enorme cantidad de libros a su izquierda había crecido, ahora veía a un hombre débil que debía luchar y eso es lo que quería para él, siempre creyó que lo mejor era que él mismo se encargará de sus enemigos y para entender el peso del apellido de la familia debía hacerlo. Katsuki estaba llorando pero ya no era por dolor. Algo en él estaba despertando y debía hacerlo bien.

—¿Cuál es la mejor manera?—la pregunta se formó como una pequeña tormenta, Mitsuki le sonrió con suavidad y se alejó hasta ir por detrás de su hermoso escritorio, abrió un cajón que solo aceptaba su huella digital y de ahí sacó una llave. Katsuki la vio dirigirse hasta la puerta de la oficina—. Si quieres saberlo, sígueme pero te aseguro que las cosas no serán de color rosa. Es hora de que te vuelvas un verdadero Bakugō.

Katsuki tragó duro, las pesadillas y los recuerdos poco a poco afloraron en su piel. Ese mismo temor lo hizo ponerse de pie e ir tras los pasos de su madre que lo llevaron hasta el automóvil que ella usaba para motivos personales, una vez adentro Aizawa ya estaba ahí para encender el motor y con el sonido de la máquina Katsuki jugó con sus dedos. Poco a poco la ciudad se fue haciendo menos densa en concreto hasta que llegaron a lo que sería un barrio exclusivo de los más ricos del país, no fue muy difícil para Katsuki identificar para donde se dirigían. Iban a casa. Llegaron y poco a poco la noche se estaba presentando en el horizonte, Mina no estaba en casa, su padre se hallaba al otro lado del país en una junta de negocios y los trabajadores de la enorme mansión ya conocían el verdadero precio de su enorme remuneración mensual. Mitsuki con elegancia y ayuda de Aizawa se bajó del automóvil, los tres se adentraron y con los pasos contados llegaron a la oficina. El lugar seguía igual que cuando su abuelo había fallecido, las mismas placas de Harvard y Yale, su bar elegante y más detalles tallados en madera. Aizawa tomó entre sus manos un libro y de pronto un par de bibliotecas se abrieron de par en par. El pasillo llegaba hasta el fondo de algo que parecía más una cárcel llena de calabozos. Katsuki sabía que la mansión de su familia era vieja por las remodelaciones que duraron años cuando él era pequeño pero nunca imaginó que habrían pasadizos secretos.

—Este es uno de los tantos secretos que alberga la familia, estos pasadizos se usaron durante la ley seca para vender alcohol durante los años veinte. Sin embargo, cuando tu abuelo comenzó a entrar de lleno en este mundo tuvo que hacer unas cuantas remodelaciones apresuradas—Mitsuki hizo un gesto y Aizawa la siguió con la cara más taciturna nunca antes hecha. Katsuki tragó duro y la siguió por lo que parecía una cárcel. Se pararon frente a una celda poco iluminada y Katsuki apretó su mandíbula. Los reconocía, sin embargo, ya no había nada de ellos que fuera humano.

—¿Por qué los tienes aquí? Yo dormía allá arriba mientras estos idiotas estaban aquí... Bajo mis pies como ratas—Mitsuki lo ignoró y abrió la puerta que había sacado de su escritorio. El ruido metálico de la chapa los despertó, el más grande de ellos que tenía las manos encadenadas vio a Katsuki y rió.

—La zorrita rubia... Muéstrame ese culo jugoso—Mitsuki iba a golpearlo cuando Aizawa lo detuvo. Katsuki estaba temblando pero no era de temor, sus ojos rojos bordeaban la ira pura.

—¿Me recuerdas hijo de perra?—Katsuki se acercó y tomó entre sus manos el cabello del hombre, era el más grande, sin duda el más fuerte de los cuatro porque los otros tres parecían completamente ausentes. Ni siquiera querían levantar la mirada del suelo porque ya conocían el resultado de sus palabras. Ellos no sabían cuántos años habían estado en esas cuatros paredes o si sus familias los extrañaba, nada porque Mitsuki se encargó de todo eso—. Tu fuiste... Tu me dejaste así, con este dolor.

—Y no me arrepiento, fue la mejor follada de mi puta vida, si no estuviera atado te estaría follando ahora mismo porque cuando lo hice contigo hace años, no pude ver esas lágrimas que mostrabas en el video de Shindo. Dios, sueño todas las noches con ese video—Katsuki quería vomitar todo lo que alguna vez había comido pero en cambio cerró los ojos y pudo ver los ojos verdes en sus párpados. Apretó sus puños y con la mano que no sostenía el mugriento cabello del hombre lo golpeó. Una ira recia se apoderó de sus puños, el hombre se rió mientras Katsuki lo único que podía hacer era mover sus puños en contra. Mitsuki observó con orgullo como la risa del hombre poco a poco se convertía en un eco de gimoteos y sangre salpicada. En algún momento los nudillos llegaron hasta el hueso y recién ahí se detuvo y sus ojos rojos llegaron hasta los demás.

Una hora y Katsuki estaba repleto de sangre y sus cuatro violadores se volvieron carne desprendida del hueso, estaban vivos pero no volverían nunca más a ser personas de verdad. Mitsuki sonrió y le pidió a Aizawa que ayudará a Katsuki. El abogado de cabellos negros lo levantó del suelo, el agotamiento estaba hasta en sus nervios y sus ojos parecían sombras de la misma muerte.

—Bienvenido al buffet de los Bakugō, hijo mío—poco después de eso Katsuki se desplomó en los brazos de Aizawa. Ya no tenía fuerzas ni para mantenerse despierto porque lo único en lo que podía pensar era en Shindo, él sería el siguiente en probar sus puños. Quizá su madre ya le había dado la bienvenida pero Katsuki no iba a cerrar su capítulo de esa herida hasta acabar con el único error existente de su pasado.

...

Los documentos estaban sobre la mesa, las palabras del profesional eran un eco en la habitación. Había tratado de hablar con su madre para escuchar aunque sea un poco del tono de su voz pero la mujer no le dejo de mandar al buzón de voz. Hubiera deseado decirle que los recuerdos de su hogar eran como un diario abierto que constantemente estaba cambiando bajo sus ojos pero ella no le dio la oportunidad. El hombre que se encargó de arreglar la mayoría de los documentos en la notaría y el banco lo miraba con cierta empatía, se sentía un poco miserable cuando la gente lo miraba así. Fue de esa manera cuando tuvo que volverse CryBaby para pagar el tratamiento de su madre, el Internet lo acogió como un nuevo miembro pero hasta ese lugar no poseía permanencia de bondad. Al acabar con todo, la puesta de sol estaba coloreando el invierno con un poco de tintes cálidos. El otoño se había ido para dar paso a lo que serían las festividades, navidad y año nuevo. Las quería pasar con su madre pero ya no podía volver a Berna sin sentir que ella estaría esperándola con palabras crueles. Tenía miedo, nunca había estado tan solo como en ese momento. Tomó su celular para llamar a Katsuki, el buzón de voz nuevamente resonó contra su oreja.

"Kacchan, jaja, soy yo. Iré a comprar un poco de comida para que comamos juntos en tu departamento, termine con todos los papeles. Una pareja de recién casados ocupará la casa, creo que estoy feliz. —Izuku comenzó a sentir que sus ojos se estaban llenando de lágrimas. No quería darle más problemas a Katsuki pero...—. Te necesito, por favor llámame pronto."

Pensó que yendo a comprar un poco de comida para cocinar con Katsuki y distraerse lo haría sentir mejor, pero mientras iba manejando su escarabajo calipso pensó en que la mayoría de las veces le cocinaba a su madre, pensó en las costumbres que adoptó cuando vieron la nueva dieta que debía seguir con su tratamiento, como cocinaba mientras ella le hablaba sobre sus amigas del club de costura, sobre los rumores de sus vecinos. Todo lo que hizo, lo hizo por ella. Su padre antes de ir a la guerra se lo pidió, que fuera buen hijo y ayudará a su madre. Que no le diera ningún tipo de problema para que cuando volviera ella estuviera feliz, era solo un niño pero sus palabras lo seguían como una sombra, ahora era un adulto de veintitrés años, la vida ya no le sonreía como antes porque la mayoría de los pasos que siguió, no era los suyos.

"Ochako sería la novia perfecta, ella sin duda sería también la mejor yerna. No puedo esperar a que algún día seas su novio."

Fueron amigos hasta que su madre le dijo lo contrario.

"Ingeniero civil, sin duda una carrera que podría darte mucho dinero. Imagina envejecer siendo alguien tan dotado como un ingeniero."

Y se postuló en la universidad de la ciudad para estudiar Ingeniería Civil sin realmente entender el porqué, ahora lo entendía mejor. Toda su vida fue por ella, todo a su alrededor ya no se sentía como suyo. ¿Quién era realmente sin esas decisiones? No lo sabía pero lo único que podía hacer para olvidar ese enorme dolor de cabeza fue bajarse del automóvil, una vez en el supermercado se fue hasta las verduras y con cada ingrediente que echaba al carro de compras, más ganas le dieron de echar una botella de alcohol. Sus pies lo llevaron hasta el pasillo de botellas de vidrio, el líquido carmesí le recordó vagamente los ojos rojos de Katsuki, con una sonrisa dibujando la mitad de su rostro con melancolía echó varías botellas al carro, dirigiéndose a las cajas tomó varias cajas de condones y botellas de lubricante, si algo realmente podía hacerlo olvidar todos dolores e inseguridades de su vida eran los toques de Katsuki y los necesitaba más que nunca en ese momento. Y caminando al estacionamiento fantaseo con ello, estaba tan sumergido en ello que no noto los pasos que le pisaban la sombra...

Los rumores corrieron como espuma en el hogar de los Uraraka, para el señor Uraraka era muy claro que las cosas se habían salido de control y que la perfección que costó mucho tiempo obtener ya no era la misma. Todas las noches dejaba descansar sus rodillas en el suelo y rezaba para que las cosas salieran bien, que los rumores no fueran más que una mentira del viento y los susurros de sus vecino siguieran siendo eso, solo palabras vacías pero el milagro que le imploro a dios nunca llegó a tocar su puerta. Su mujer lloró cuando el motivo de la separación y temor de su hija había llegado hasta sus ojos. Se sintió culpable de haberla golpeado, se sintió asqueroso por haberle enviado tantos mensajes amenazantes y más aún, de haber abierto la puerta de su hogar a Izuku. Un video fue enviado por un anónimo, el buzón de su hogar tenía un disco que de nombre poseía la siguiente leyenda. "No pudiste huir muy lejos del pecado."
Ver el video fue como un balde de agua fría que con cada milímetros se hacía más fría hasta que su cabeza ardió. Recordó con dolor como muchas veces llamó hijo al hombre que estaba gimiendo sobre una polla de plástico naranja, llamando a otro hombre entre enajenación. El pequeño Izuku ya no era así, ahora era un pecador que engañó a su hija. Ya no le extrañaba que Inko se hubiera ido a otro país, ya no le extrañaba que su hija no quisiera tener nada que ver con él, y le halló lógica en su deseo de dar en adopción a la niña. Una niña hija de un pecador, una niña sucia. De haberlo sabido, el mismo le habría pagado un aborto para liberar a su hija de las cadenas dolorosas del pecado.

Primero sintió dolor y le preguntó a dios que debería hacer. Las palabras resonaron en su cabeza mirando al agonizante Jesús en una cruz, pagando por todos los pecados de su gente. Trató de encontrar una solución diferente pero conocía el verdadero valor de las palabras, no pensaba perdonarse por ello pero si debía hacerlo, lo haría por su familia, su hija y la pequeña sucia que ya no tenía salvación que la muerte. Con lágrimas secas contrató a alguien para que averiguara por el paradero de Izuku.

"En la notaría de la ciudad, ve antes que se haga tarde."

Lo siguió y ahí estaba el chico que muchas veces quiso como familia y ahora solo podía considerar una mancha en ella, se enojó porque él no quería hacer algo así pero el muchacho tenía la culpa por no haber pedido ayuda, mancho su cuerpo con actos indecentes y engañó a su hija en mente y cuerpo, imperdonable, debía limpiar su alma. Como un hombre de fe y devoto del esfuerzo, siguió a Izuku hasta el supermercado. Espero al muchacho en el estacionamiento, con el cuchillo en mano recordó la mejilla roja de su hija y las lágrimas de su esposa. Ochako no tenía la culpa, ella se había ido del lado de su familia por culpa de alguien que no había tenido vergüenza a la hora de mentir. Apagó su celular y con una capucha que cubría bien su identidad se fijó en las cámaras del lugar, por suerte la noche le ayudaba. Y antes de salir de casa le había sacado las placas patentes a su automóvil, no habría nada más que la culpa en sus hombros y la mirada de dios aprobando su acto. Porque era la única forma de limpiar la pureza del muchacho, de su hija y familia.

Una pequeña llovizna acompañó sus pasos mientras iba de camino hasta el escarabajo calipso, tembló apretando fuerte el mango del cuchillo, estaba nervioso y no quería hacerlo pero dios se lo dijo; era lo correcto, personas como él no debían existir. Lo increpó por la espalda, Izuku aun no lo había notado porque estaba guardando las cosas en la cajuela delantera del auto. La primera puñalada tocó algo duro y no pudo enterrarse por completo en la carne, así que sacó el cuchillo al son de un quejido que le hizo derramar lágrimas y lo enterró por segunda vez en la espalda baja y lo sacó de nuevo para enterrarlo unas dos veces más. Cuando estuvo satisfecho lo guardo en el bolsillo de su chaqueta, Izuku trató de luchar al sacar el celular de su bolsillo pero no pudo porque cayó estrepitosamente al suelo, los ojos verdes vieron con dolor los castaños. Intento hablar pero las palabras estaban atascadas en su garganta.

—Esto es por mi familia muchacho—y con una patada corrió el teléfono que con tanto anhelo Izuku trataba de alcanzar. Lágrimas y sangre en el suelo, el señor Uraraka evitando las cámaras fue hasta su Mercedes-Benz.

Izuku observó entre las sombras de sus lágrimas como el Mercedes sin patente se iba pasando por su lado. Quiso pedir ayuda pero no pudo, se arrastró y el sonido de su celular le llamó la atención, era Katsuki. Esperando tener las fuerzas suficientes lo alcanzó y contestó pero... Justo en ese momento las fuerzas lo abandonaron por completo.

—Izuku... Izuku, ¿qué ocurre? Contesta maldita sea—Katsuki habló pero Izuku ya no podía hablar, la noche reinaba en lo alto y la llovizna cubría sus ropajes con la enorme mancha de sangre que poco a poco iba haciéndose cada vez más grande.

...

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