Miami
Otro día comenzaba en la vida de Camila Cabello. Se preparaba para una nueva exhibición en la librería. Era la encargada y todo el peso de que ésta saliera bien yacía sobre su espalda. Debía tener a la escritora feliz y cómoda para la firma de su nuevo libro. La tienda era famosa por lograr que cada libro presentado ahí, se convertía en un éxito seguro, vendiendo millones de copias y que únicamente se encontraban en ésta.
—¡Mila!
Escuchó su nombre desde el pasillo, aunque vivía cerca de la casa de sus padres, había ido a cuidar a su hermana menor ya que ellos estaban fuera de la ciudad. La niña de siete años se asomó por la puerta frotándose los ojos con las manitas. Camila sonrió de lo tierna que se veía.
—¿Qué pasa, bonita?
—Tengo hambre.
—Pues entonces vamos hacerte de comer.—dijo Camila tomándola en brazos y llenándole la cara de besos.
Entre cosquillas cayeron a la cama y la niña se retorcía de la risa.
—¡No, no. Para, Mila, para!—decía a duras penas.
—Primero, aumenta mi ego.
—Eres genial.—Camila negó—Em's, ¿hermosa?—volvío a negar aumentando la tortura—¡Esta bien. Esta bien! Eres la más hermosa, increíble y buena hermana en el mundo.
—Gracias, ya lo sé.—presumió la castaña llevando su larga cabellera hacía atrás.
Aunque tenía veinticuatro años, a veces se permitía ser un poco infantil con su hermana pequeña.
—Ahora, ¿me puedes dar de comer?
—Claro cariño, vamos.—La tomó de la mano y llevó a la cocina.
Mientras preparaba el desayuno, Sofi se le escapó a ver las caricaturas a la sala. Después de terminar, sirvió la mesa y llamó:
—¡Sofi, a desayunar!
Cuando Camila se volvió a la mesa ya tenía a su hermanita escalando en la silla para tomar el desayuno.
—¡Dios, Sofi! Con cuidado, si te pasa algo mamá me mata.
—Perdón, pero soy muy pequeña, es molestó.—se quejó e hizo un puchero que derritió el corazón de Camila.
—Eso es porque eres pequeña, solo tienes siete años. Pero prometo que pronto serás tan grande como yo.
Casi río por decir eso. Camila no era del todo alta y su rostro no parecía al de una mujer de su edad. Sin embargo, Sofía pudo notar el sarcasmo.
—¿Y esa es mi esperanza?
Camila sólo una carcajada y le dio un leve golpe en la cabeza.
—¿Por qué no dejas de hacerte la chistosa y tomas el desayuno?
—También te amo.—dijo la pequeña con gesto inocente.
La mayor negó con la cabeza y prosiguieron a tomar el desayuno. Cuando acabaron, Camila mandó a su hermana a prepararse, pero como casi siempre pasaba, la niña ocupaba más tiempo del debido. Camila cogió las llaves y su cartera, luego gritó:
—!Sofía, date prisa!
—¡Un segundo!—respondió desde arriba.
—Si no estas aquí en tres segundos, subiré y te sacare de la habitación cargada y así te llevaré hasta tu salón.—amenazó Camila.—Uno..
Con solo pronunciarlo, Sofía ya estaba frente a ella.
—¿Por qué el maltrato? No es justo.—reprochó la niña cruzando los brazos a la altura del pecho.
—No seas exagerada. ¡Dios, me recuerdas tanto a...
—¿A quién?
Camila sonrió y expresó en tono melancólico.
—A mí.
—Te quiero mucho, Mila.
Declaró la pequeña abrazando a su hermana por las piernas. Camila se inclinó a su altura y la abrazó fuerte, transmitiendole todo su amor.
—Yo también te quiero, cariño.—le susurró antes de incorporarse.—Ahora, vamos o las dos llegaremos tarde.
***
Después de haber dejado a su hermana en el cole, Camila llegaba a la tienda. Dinah Hansen, su mejor amiga y compañera del trabajo le recibía con un montón de quejas y papeleo.
—Gracias a Dios llegas, Mila. La entrada está abarrotada de fans de Rosa Peñasco. Están ansiosos por su llegada.
—Primero calmate, Dinah.—la tranquilizó.—¿Cómo así que Rosa no ha llegado?
—Que te digo no está aquí, y no sé dónde demonios se metió Ally, ¿qué vamos hacer, Camila?—dijo apresurada.
Camila escuchó atenta mientras veía su teléfono.
—No te preocupes por eso. Precisamente le encargué a Ally la fuese a buscar al aeropuerto. Quizás las agarró el tráfico.—comentó sin alzar la vista.
—Ojalá y llegue pronto. Esos son como lobos hambrientos. Iguales o peores que Ally en un descuento de juguetes sexuales—dijo Dinah mientras apuntaba a la multitud.
—¿Donde está la escritora? ¿No debería estar aquí ya?—preguntó una voz femenina a sus espaldas, una que Dinah reconoció.
—Camila te envío a buscarla. Ally.
Al darse cuenta, las dos amigas se miraron y dijeron al unísono:
—¿Ally?
Se volvieron para encontrarse con una mujer de estatura media y cabello rubio.
—¿Donde está Rosa?—exigió saber Camila.
—Yo qué sé. Creí tu la buscarías, Dinah.—expresó sin inflexiones.
—Ey, detente ahí, rubia—empezó la otra rubia. Ally sonrió, le encantaba molestar a su colega—, a mí déjame fuera de esto. Yo solo me encargo del dinero que entra en éste lugar.
—Eso no te hace menos irresponsable.—desafío ella.
Dinah achicó los ojo a la vez que se le acercaba apuntandola con un dedo.
—¿Irresponsable yo? ¡¿Yo? Dem...!
—¡Suficiente. Dios, me alteran más!—interrumpió Camila ganando el silencio de sus compañeras. Suspiró.—Ally ¿no te dije ayer tenías que buscar a Rosa hoy al aeropuerto?
—¿A que hora?—le pregunto confundida.
—Cuando estabas en la segunda planta, en aquella zona de libros.—le recordó, refiriéndose a los pasillos donde se encontraban los libros de literatura erótica.
—Mm, déjame y hago memoria...
Dinah rodó los ojos mientras que Ally fingía estar pensando. Ella puso un dedo en sus labio y le dio un par de golpecitos.
—Oh, si. Estaba leyendo la sumisa insumisa y además tenía los auriculares puestos.—se defendió ésta.
—¿Quien lee y escucha música al mismo tiempo? Claro, solo Allyson Brooke.— comentó Dinah con un desdén de manos.
Ally entre cerró los ojos.
—Cállate.
—Ninfomana.
—Intento de Beyoncé.
—Hobbit.
—Virgen.—reveló Ally .
La indignación se reflejó en el rosto de la rubia que en un movimiento rápido, se colocó detrás de Camila y se aferró a su cuerpo con todas las intenciones de patear el rubio trasero de su amiga.
—Agarrame, Mila; agarrame que la mato.
—¡Ya basta! parecen crías.—gritó Camila safandose del agarre.—Debemos resolver esto y tiene que ser ahora.
Expresó molesta, había perdido la conversación que sostenía por teléfono lo cual hizo la situación aún más irritante.
—Si ya han terminado con su pelea ¿podrían ayudarme a buscar a Rose?
Las dos amigas se miraron con desafío, pero dándole a Ally el título ganadora de esa contienda.
—¿Quien llamó a una escritora?
Austin Mahone aparecía por la puerta y traía del brazo a nada más y nada menos que a Rosa Peñasco. Las tres compañeras miraron atrás y suspiraron con alivio.
Rápidamente, Ally ubicó a la mujer en su escritorio y fue a abrir las puertas de la librería. Minutos después, los fans entraron ordenadamente. Al fin comenzaría la firma de libros.
—Austin ¿como diste con ella? pensábamos que estaría pérdida ya que la cabeza hueca de Ally no fue a recogerla.—comentó Dinah.
—Te escuché.—informó Ally dirigiéndose a la caja registradora para comenzar un largo día de trabajo.
El castaño de ojos grises negó y puso una sonrisa de comercial antes de hablar.
—Ella no tiene toda la culpa. Llamó a primera hora de la mañana para decirme si podría recogerla en su lugar. Dijo tenía algo urgente que hacer. Me envió las instrucciones y todo estaba en orden, yo simplemente conduje el auto.
—Adoro a esa mujer.—musitó Dinah moviendo la vista hacia Ally que ya tenía una larga fila de compradores del libro.
Camila hizo caso omiso al comentario de su amiga, estaba un poco preocupada por lo que había retrasado a Ally, ella casi nunca llegaba tarde o fallaba una orden. Tiempo atrás ella había conocido a la madre de Ally. Para aquel entonces, ella ya tenía cáncer y recientemente no se encontraba en su mejor estado de salud.
—Hablaré con ella más tarde. Ve a ayudarle en la caja, Austin, por favor. Y gracias por traer a Rosa.
—Oki Doki, jefa.—Y se marchó.
Después de que hubo pasado la tormenta, las dos amigas se quedaron a observar la firma, entonces Camila recordó el comentario de Ally (quizás no tan broma, pensó) y decidió burlarse un poco.
—¿Dinah?
—¿Sí?
—Ems, ¿virgen, enserio?—preguntó reprimiendo una carcajada.
—No lo puedo creer...—Rodó los ojos y comenzó a alegrarse.—, callate ¿si?
Camila la siguió.
—Sabes puedes contarme lo que quieras ¿cierto?
—Ajá...—dijo antes de cruzar miradas con la rubia que le guiñó un ojo, a cambio ella rodó los ojos.—Como sea, vamos a trabajar. El papeleo no se firmará solo.—concluyó liberándose así del incómodo tema de conversación.
Camila río bajo y resignada acompañó a su amiga a la oficina. No sin antes echar un último vistazo a su teléfono solo para darse cuenta que, aquella persona ya no estaba en línea. Suspiró, sería un largo y pesado día.
***