Sonata espectral de un alma s...

By GenesisK20

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En el pasado, William Wilder era el violinista más temido de toda Inglaterra. Amado y odiado por su don tan s... More

NOTA
PERSONAJES.
Prólogo. El temible William.
Capítulo 1 - Vivir no es tan malo
Capítulo 2 - ¡Seré un espíritu sigiloso!
Capítulo 3 - Ya no seré un espíritu sigiloso
Capítulo 4 - Gato escurridizo
Capítulo 5- Este maestro, suele ser un estúpido a veces...
Capítulo 6- ¿Quién es este Darien?
Capítulo 7- No es posible...
Capítulo 8 - Maestro Wilder
Capítulo 9 - Demonios... parece que mi agonía empieza de nuevo
Capítulo 10 - El alumno es el reflejo de su maestro
Capítulo 11 - Dama de honor
Capítulo 12 - El niño que sigue volviendo a su mentor
Capítulo 13 - Este maestro... quizá ya no tenga que defenderse solo
Capítulo 14 - ¿Quién te gusta?
Capítulo 15 - ¡Maestro William para ti... jovencito!
Capítulo 16 - Lo enorgulleceré
Capítulo 18 - Este maestro es... por no decirlo todo el tiempo, un idiota
Capítulo 19 - ¿Me extrañaste?
Capítulo 20 - ¡Estaré a tus órdenes! Maestro Wilder
Capítulo 21 - Nunca olvidarás tú palabra..., ¿Verdad?
Capítulo 22 - Lysandro es... tan solo un gato curioso
Capítulo 23 - La señora Rose Mary
Capítulo 24 - Solo quien deja ir ama de verdad
Capítulo 25 - Aún cuando tienes la oportunidad de ser libre
Capítulo 26 - Nadie ama a las personas rotas
Capítulo 27 - Desolación
Capítulo 28 - Luz del horno, luz del corazón
Capítulo 29 - Kokia
Capítulo 30 - No volverá a ocurrir
Capítulo 31 - Ahí está... justo ahí
Capítulo 32 - Tú nombre es corto, pero tu estadía eterna
Capítulo 33 - Lo siento
Capítulo 34 - Levian
Capítulo 35 - Danza de buganvilias
Capítulo 36 - De alumno a maestro
Capítulo 37 - Agua... y luego está Lysandro
Capítulo 38 - ¿Quién no soy yo?
Capítulo 39 - Seré mejor que ese William Wilder
Capítulo 40 - Toca algo para mí
Capítulo 41 - La vida en tres notas musicales
Capítulo 42 - Silencio
Capítulo 43 - Naranja dulce
Capítulo 44 - ¿A qué punto?
Capítulo 45 - Sine Die
Capítulo 46 - Ambigüedad
Capítulo 47 - Es tú culpa
Capítulo 48 - Sin amor
Capítulo 49 - A tu salud
Capítulo 50 - ¿Me amas?
Capítulo 51 - No te merezco
Capítulo 52 - Yo siempre te cuidaré
Capítulo 53 - Por zorra
Capítulo 54 - El desprecio y la muerte
Capítulo 55 - No me falle
Capítulo 56 - Es el alma solitaria
Capítulo 57 - Mentiroso
Capítulo 58 - Como el retrato de Dorian Gray
Capítulo 59 - Darien Kudaibergen
Capítulo 60 - Yo fui quien lo mató
Capítulo 61 - El amor requiere sacrificios
Capítulo 62 - Zeus a Ganimedes
Capítulo 63 - El gusto es mío
Capítulo 64 - Presentimiento
Capítulo 65 - Susan
Capítulo 66 - Él lo hizo, yo no fui
Capítulo 67 - Mañana será ese gran día
Capítulo 68 - Confrontación
Capítulo 69 (1/2) - Yo soy William Wilder
Capítulo 69 (2/2) - Yo soy William Wilder
Capítulo 70 (1/2) - Confesiones
Capítulo 70 (2/2) - Confesiones
Capítulo 71 - Sonata Espectral
Epílogo
Extra 1 - Después del fin.
Extra 2 - Voto de silencio

Capítulo 17 - Los muertos quieren hablar

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By GenesisK20

A pesar de no querer reconocerlo, las palabras de Darien habían causado una serie de turbulencias en la mente de William. Estar solo en esa gran mansión no era cosa fácil. Quizá al principio sintió paz mental por no tener a un niño pequeño corriendo de aquí para allá o estando todo el tiempo tras él. Sin embargo, a medida que pasaron las semanas el entorno se volvió tan sombrío y solitario como él, incluso la chimenea había dejado de producir el calor que recordaba.

Se molestaba al creer que se había acostumbrado a la risa escandalosa de Darien o incluso a su "mentor, mentor, maestro, maestro... etc, etc, etc". Su apetito había disminuido, esa larga mesa se sentía extraña por alguna razón, por lo que terminaba por levantarse a mitad de la comida, suspirar con pesadez y tirar las sobras para dárselas a algún perro de por ahí.

No todo era malo, al menos podía ensayar con más profundidad sus melodías. El arco se deslizaba de manera sofisticada sobre las cuerdas del violín y causaban un ambiente sereno, demasiado armonioso. William siempre tenía un rostro afilado con mirada profunda, sin embargo, siempre que tocaba parecía que sus ojos almendrados por unos cuantos minutos bajaban la guardia y las paredes que siempre ponía alrededor también se venían abajo. Ese era el verdadero William, un ser noble y sentimental. Entregado completamente a sus pasiones, especialmente al violín. Sus labios se alzaban con elegancia, marcando las curvas atractivas de su rostro. Y sus pestañas como abanicos se mantenían unidas entre sí a medida que la melodía se deslizaba a través de sus oídos.

Lo que empezó como una práctica tranquila pronto se transformó en una sonata salvaje, una que sacudía los vientos de un lado a otro. Se levantó de su asiento y caminó por toda su sala. Podía sentir en las yemas de sus dedos el cosquilleo y la energía, él cómo esta se transportaba en cada fibra de su cuerpo, llegaba directo a su corazón y lo hacía sobresaltar. La piel entera se le erizaba, era más surreal de lo que aparentaba. Cuando alcanzó la nota más alta similar a un chirrido, las ventanas se abrieron de par en par. Las cortinas se ondearon con la ventisca y por muy extraño que pareciera, un pequeño susurro se deslizó con ella.

"William"

Él detuvo sus movimientos y miró hacia la ventana. Las ramas se golpeaban unas con otras. Se asomó mirando de izquierda a derecha y después suspiró.

—Es el viento... —masculló de mala gana cerrando las ventanas. —Qué mal funcionamiento... tendré que mandar a repararla. O al menos, que ajusten los tornillos... jum, mejor lo haré yo... mañana

Pero en cuanto dio la vuelta una sombra negra apareció y se desvaneció tan pronto le miró a los ojos. William era un chico escéptico, pero no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa y sentir cómo su piel se erizaba, ¿Habrá sido una ilusión? O quizá... solo la sombra de los árboles del exterior.

Carraspeó y caminó de regreso.

—Es absurdo...

"William"

Sus pupilas se dilataron, pero al mirar de nuevo hacia esa voz no encontró nada. Frunció el entrecejo con evidente disgusto. Decidió no tomarle importancia e irse a su habitación. Después de todo, ¿qué podía decir o hacer? si es que "era un fantasma" no servía preguntar "¿quién eres?" eso hacían todo el tiempo en las películas de terror y terminaban muertos. Era mejor ahorrarse la preocupación y decir "bienvenido, te puedes ir en la mañana pero no me jodas"

Además, incluso si preguntara "¿quién anda ahí? ¡revélate!" sería absurdo, si él fuera un fantasma probablemente diría algo como "Soy yo, ¿quieres un sándwich? No tienes nada de comer, te jalaré los pies" o una estupidez como esa. William esbozó una sonrisa y rio al pensar en su propio chiste.

"Sería hilarante, sin duda..."

Y en cuanto cerró los ojos para dormir, sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo entero. El sudor frío se deslizó sobre sus mejillas en cuanto se percató que no podía mover sus extremidades. Una carga pesada como toneladas de piedras le rompían las costillas, o al menos, así se sentía. Podía jurar que la cama se hundía lentamente y por mucho que quisiera gritar o abrir la boca para quejarse en voz alta, era imposible. Solo por una milésima de segundos decidió entreabrir los ojos y el aire casi se le va de golpe en cuanto se percató que la misma figura esbelta, larga y negra se había posado sobre él. Se inclinó lo suficiente, pegando su rostro muy cerca del de William.

"William..."

Murmuraba aquel ser espeluznante. Él solo tragó saliva con dificultad.

"William..."

Intentó cerrar los ojos a pesar de esa voz grave sobre sí, pero fue imposible. Aquella sombra deslizó sus dedos largos sobre los pómulos fríos de William. No tenía rostro, así que su expresión no podía ser certera para él. Sin embargo, era innegable la pesadez que le causaba en su corazón.

"Los muertos quieren hablar..."

Y tan pronto susurró eso, desapareció. Así como se fue, el aliento de William volvió en sí. Jadeó continuas veces, hiperventilado al sentir cómo sus pulmones se contraían entre sí. Él era muy escéptico, por lo que decidió no darle muchas vueltas al asunto, quizá la soledad estaba carcomiéndole la cabeza y se había transformado en un muy mal sueño. Carraspeó con fuerza, deseando que los seis meses se pasaran volando para no sentir esa mansión como una prisión, por mucho que le irritara admitirlo, si Darien estuviera ahí esas pesadillas no se manifestarían. Para su buena o mala suerte tenía más cosas de las que preocuparse, entre ellas sus presentaciones frente a unas cuantas personas, después asistir a la presentación de Gelida en Italia y un viaje de cuatro días en Bélgica para atender otros asuntos con Norman, su excuñado.

—Hay peores cosas de las que preocuparse —musitó para sí mismo y volvió a recostarse

Después inspiró profundo y finalmente se echó a dormir.

~*~

Los días transcurrieron de manera tan sutil, como una ventisca ligera llevando hojas de otoño en época calurosa. William salía a regar sus buganvilias con cuidado, hablándoles como niñas pequeñas, solía permanecer sentado junto a ellas mientras las veía moverse de un lado a otro. Cada vez que éstas extendían sus pétalos podía escuchar el susurro suave de Angie, recordaba la manera en la que ella cantaba en voz baja hacia ellas. Sus dedos largos y delgados sujetaban los tallos de manera delicada, ella siempre tenía la manía de acariciar el borde de sus hojas y reír.

William nunca comprendió el porqué de esa expresión triste en el rostro de ella, era una mezcla amarga entre el deleite y la melancolía. O quizá, quizá si lo entendía pero prefería no darle importancia. Su cabellera ondulada olía como el rocío de un perfecto amanecer, William solía tomar unos cuantos de sus cabellos y enredarlos entre sus dedos, jugaba travieso y los acercaba hasta sus labios. En épocas de verano ambos solían sentarse junto a los prados y mirar el horizonte como si esperaran algo más. Angie reía dulcemente mientras lo veía y plantaba besos castos en los pómulos de William, sostenía su rostro con delicadeza y después de mirarlo como si no hubiera nadie más en el mundo, besaba sus labios. Y en ese momento, en ese pequeño instante creado por fragmentos de tristeza y felicidad, no había nadie en el mundo más que ellos dos. No hacía falta nadie más, solo ellos por el resto de la eternidad.

William suspiró al abrir los ojos, dichos se humedecieron lentamente y por pura inercia acarició el borde de su anillo.

—Cuánto desearía que estuvieras aquí...

En lo más profundo de su ser se preguntaba, "¿Si existiera una posibilidad pequeña... aunque sea mínima de volverte a ver, realmente la aprovecharía? De escucharte, de sentirte..., ¿acaso la aceptarías tú también?" pero la delgada línea entre la vida y la muerte, por muy pequeña que pareciera siempre habría de mantener alejados a aquellos que se aman.

Si el amor es más fuerte, entonces ni la muerte podría separarlos. Y como prueba de ello quedaban los recuerdos junto al anillo.

William se puso de pie y suspiró. Para su desgracia, si el amor fuera suficiente entonces no tendría que añorar recuerdos, sino más bien tenerla consigo.

—Qué lástima que ni el amor puede traerte de vuelta —masculló y regresó a su hogar

Pero antes de girar la perilla de la puerta, desde afuera del portón oscuro unos pequeños nudillos golpearon con fuerza.

—¡Maestro William, maestro William!

Del coche oscuro bajó Gelida, manteniendo un rostro alegre y algo perspicaz.

—¿Qué decirte William? —dijo con burla. —es fin de semana y el pequeño te echa de menos... pensé que sería buena idea traerlo ¿qué opinas?

William se cruzó de brazos, de nuevo alzando las paredes frías sobre su corazón. Su expresión volvía a tornarse indiferente, al mismo tiempo que alzaba la ceja.

—¿Por qué no se prioriza en sus estudios?

—Porque no dejaba de pensar en ti, quiere mostrarte cuánto ha avanzado y siendo sincero... me parece justa la recompensa después de tanto esfuerzo

—Jum... qué sutil, maestro Gelida

—¿No quieres verlo entonces?

Darien miró sorprendido hacia William.

—Me lo llevaré entonces, parece que subestimé tu-

—Nunca dije eso... —dijo serio, caminando hacia el portón

Una vez abierto miró detenidamente a Darien, el pequeño no sabía qué hacer más que hundir sus labios y encogerse débilmente. Para su sorpresa fue jalado con fuerza del brazo y atraído hacia el frente del mentor. Miró hacia arriba, algo asustado, sin embargo la línea seria que lo recibió en un principio lentamente se curveó hasta formar una sonrisa.

—Has vuelto... bienvenido a casa

Darien esbozó una sonrisa de oreja a oreja, sus ojos claros se humedecieron y enseguida extendió los brazos hasta rodear la cintura del mayor. Gelida supiró al encontrarse con los ojos de William.

—¿Realmente no puedes reconocerlo? —masculló Gelida

—¿El qué?

—Bah, olvídalo... siempre eres tan tonto...

—Ah-

—No discutiré, ¿qué hay para la cena?

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esta es mi primera historia y de mi genero favorito YAOI asi es no recomendable leer si no te gusta el yaoi asi que , Advertidos estan