Access Denied (NukaBlack y Cl...

By HardNSoft

50.3K 3.9K 622

En esta vida nadie es quien dice o aparenta ser. Todos tenemos nuestro pasado y nuestro lado oscuro. Lexa es... More

Capítulo 1 - Welcome to LA
Capítulo 2 - Urgencia
Capítulo 3 - Yo Ga
Capítulo 4 - Saludo al Sol
Capítulo 5 - Chulita de Gimnasio
Capítulo 6 - Joder
Capítulo 7 - La Reunión
Capítulo 8 - Miedo
Capítulo 9 - La Última Cena
Capítulo 10 - Engaños
Capítulo 11 - La otra cara de la moneda
Capítulo 12 - Pizza con piña
Capítulo 13 - Las vueltas de la vida
Capítulo 14 - Números
Capítulo 15 - A la caza del zorro
Capítulo 16 - Ojo por ojo
Capítulo 17 - La verdad
Capítulo 18 - Y se hará justicia
Capítulo 19 - Declaraciones
Capítulo 20 - Colaborando con el Enemigo
Capítulo 22 - Otra Oportunidad
Capítulo 23 - Se pilla antes al mentiroso que al cojo
Capítulo 24 - Tutela Policial
Capítulo 25 - De charla en charla
Capítulo 26 - Géminis
Capítulo 27 - Nochebuena
Capítulo 28 - Feliz Navidad
Capítulo 29 - Como el perro y el gato
Capítulo 30 - Traición
Capítulo 31 - Nueva familia
Capítulo 32 - Fin de ciclo
Capítulo 33 - Adiós
-- NOTICIA --

Capítulo 21 - ¿Dónde están las putas llaves?

1.5K 134 8
By HardNSoft

Oficinas del FBI, Los ángeles

Mucho estaba tardando en romperse la calma. Había llegado a mi recién estrenado puesto antes que Clarke, para que viera por sí misma que yo no necesitaba su ayuda para ir y venir de los sitios, que solo fue algo puntual.

Dejé la chaqueta colgada de aquel perchero poco estable, el casco de la moto sobre una esquina de la mesa sin que molestase, y saqué de mi mochila un par de discos duros, recién comprados. Me senté en mi horriblemente posicionado puesto y encendí el ordenador.

Ya podrían ponerle un disco de estado sólido, no es normal que tarde tanto. Haré una sugerencia.

—Buenos días. ¿Alguna novedad? —una voz familiar se escuchó a mi espalda. Me giré, descubriendo a Clarke con el bolso en la mano y la gabardina colgando del antebrazo de la otra.

—Que va muy lento, por lo demás no he podido empezar... ¿Habéis pensado que a lo mejor para el departamento en el que estamos sería mejor tener buenas máquinas? Digo, ¿eh? Sin ánimo de ofender.

—Ya las tenemos, solo que no para ti —eso había dolido—. ¿Y esos discos? ¿Son tuyos? —no había tardado ni medio segundo.

—Sí, pero están totalmente vacíos, los he comprado de camino —alzó una ceja.

—Eso habrá que verlo. Llévalos a mi despacho, voy en dos minutos —se fue directa a la cocina de la oficina. Ni aunque quisiera formatearlos me daría tiempo, un disco duro no es un USB en formato rápido. ¿Para qué mentiría a Clarke?

Cogí los dos bultos y los dejé encima de la mesa de su despacho. Al hacerlo me di cuenta de que sobre su puesto estaba la carpeta con mi nombre, en el mismísimo centro. ¿Era eso necesario? Sacudí mi cabeza para echar los pensamientos. Salí del despacho cerrando la puerta tras de mí.

Me la crucé llegando a mi sitio, con un café en las manos. Ni de coña estaba igual de rico que los que preparaba con Luna, tampoco le ponía nadie su número ni un mote gracioso y mucho menos se lo servía una camarera sexy... Lo echaba de menos.

—¿Ya los has dejado? —me preguntó soplando sobre aquella taza, parecía que me lo echaba en cara.

—Todos tuyos para que veas que están nuevecitos... —me senté en mi silla, girando sobre ella, la verdad es que era bastante cómoda.

—¿Para qué los quieres? —bebió un poco de la taza—. Si necesitas discos tenemos aquí y si necesitas que sean nuevos se pueden comprar para la oficina. No hace falta que los compres tú.

—Ya lo sé —clara, concisa y concreta—. Quiero utilizarlo de discos de apoyo para la complementación de las bases de datos que hice ayer, he combinado algunos sectores de los discos duros que tenía allí para utilizarlos como memoria RAM, así que me he quedado con el espacio justo —Clarke levantó las cejas y suspiró.

—Guau. Sí que te lo estás tomando en serio... —se quedó pensativa, desviando la mirada hacia el casco—. Ven un momento conmigo a mi despacho, anda... —hizo un gesto para que la siguiera y comenzó a andar.

—Lo que mandes, jefa —jefa, quedaba muy raro.

Cuando entramos en su despacho, ella se posicionó al lado de su silla, soltó el vasito de café en su escritorio y se deshizo de su americana, quedándose en una bonita y ceñida camisa de color blanco.

Jesús, María, José y todos y cada uno de los apóstoles. Qué mujer.

—¿No hay aire acondicionado aquí? —Clarke me miró sorprendida.

—Estamos a quince grados, Woods. ¿No estarás mala, no? —negué, estaba hecha un roble, pero mala me había puesto al ver a Clarke con esa camisa. Dirigí mi vista a una de las metopas que había colgadas de la pared, reconociendo el trabajo de Clarke.

—Qué relucientes. ¿Eres de las que, para llenar su ego, las limpia y les saca brillo con cera especial? —no sabía muy bien si quería romper el hielo o construir un muro de hormigón entre nosotras con ese comentario. La rubia desvió la vista hacia esa pared.

—De verdad, cuando pienso que no puedes ser más imbécil vienes y te superas. A estas alturas deberías de saber que no soy tan ególatra como para hacer eso —me miró con una ceja alzada—. Todo es trabajo del equipo tan excepcional de limpieza que tenemos en la oficina. Al cual tienes mucho qué agradecerle, por cierto... —cogió la carpeta que tenía mi nombre y se puso a buscar algo en ella.

—Pues muchas gracias al equipo de limpieza... ¿Yo agradecer de qué? Si llevo aquí dos días literalmente, Clarke, literalmente —lo repetí de forma condescendiente, igual la rubia estaba tan cansada que no podía pensar con claridad.

—No sé por qué razón, la limpiadora me dejó sobre el escritorio el vaso en el que me apuntaste tu número de teléfono, y al verlo reaccioné. Gracias a eso estás hoy aquí y no pasando frío en una celda —me ofreció la sonrisa más falsa que jamás me habían dedicado.

Hostia puta.

—Gracias, no sé si te lo había dicho —la miré, sin acercarme ni moverme de donde estaba. Me miró, y en cuanto lo hizo se me encogió el corazón. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?

Sacó de la carpeta una pequeña tarjeta dentro de un plástico y luego rebuscó en el cajón de su mesa para sacar un lanyard y engancharlo. Después me lo dio.

—Es tu acreditación. Te sugiero que si te paseas por la oficina la lleves encima, así sabrán qué nivel de seguridad tienes. Con ella vas a poder entrar en el almacén únicamente. Como es lógico, el acceso a la sala de servidores lo tienes totalmente restringido. También tienes acceso al garaje, por lo que puedes aparcar la moto ahí y dejar el casco incluso encima del asiento, para que no te moleste. Si quieres ve metiéndola mientras te reviso los discos duros.

—Muchas gracias —dije cogiéndole la tarjeta de la mano, intentando no rozarla.

Bajé a la calle con el casco en la mano. Subí a la moto y en dos minutos estaba aparcando. Me hice un lío mirando cuál sería mi plaza, así que la dejé arrimada a la pared junto a su coche, pero lo suficientemente lejos para ni siquiera rozarlo. Así no podría echarme nada en cara, esperaba que no le sentara mal.

Subí y me la encontré dejando los discos sobre mi mesa. Me senté mirándola, quería mis disculpas por desconfiar de mí y me la quedaría mirando hasta escucharlas.

—¿Tengo monos en la cara? —dijo dando un paso hacia mí.

Siento mucho haber desconfiado de ti, solamente te juegas tu libertad —dije tratando de imitarla—. No estaría mal, la verdad...

—No olvides que soy tu superior y la que decide si te quedas aquí o te pudres en la cárcel. Ten cuidado —lo tendría.

—Lo tendré —me quedé pensativa—. He visto tu coche abajo. ¿No venías andando? —curiosidad en estado puro.

—Ya no tengo que hacer ninguna parada a por café y sinceramente, es más cómodo y ya está empezando a hacer más frío por las mañanas —se encogió de hombros tan tranquila.

Ya no tengo que hacer ninguna parada a por café.

—Bueno si no necesitas nada más te agradecería que me dejases empezar a trabajar —la miré echándola de mi puesto. ¿No quería que trabajara? Eso iba a hacer. Rodó los ojos.

—Eres tú la que me está reteniendo —negó con la cabeza—. A ver si hoy tienes algo más interesante que entregarme que ayer... —se marchó a su despacho, una vez más, sin cerrar su puerta.

—Me va a matar a disgustos — musité. Sentí un carraspeo a mi espalda. Giré la silla y ahí estaba mi compañera de ángulo y amiga de Clarke—. Buenos días, Octavia —le dije sin mirarla, absorta en mi pantalla.

—Cuidado con lo que dices, Clarke a parte de mi superior es mi amiga, que no se te olvide —¿Que tenía la gente con recordarme las cosas?

—Nada malo, te lo juro —levanté las manos, ahora sí, mirándola.

Las siguientes horas notaba cómo me miraba de reojo la pantalla. Lo habían dicho, pero estaba más que claro que me habían posicionado en un sitio estratégico. Clarke me veía desde su despacho, Indra con levantar un poco la cabeza y tenía a Octavia pegada. Eso era peor que llegar de fiesta a las siete de la mañana con catorce años. Un suplicio.

Me dolía la mano de realizar informes. Sabía que la Inspectora Griffin me había mandado rellenar los informes a mano en forma de venganza, era la única que lo hacía. El resto tenía la misma plantilla en los ordenadores, de forma digital. Vamos, que ninguno de los perfiles que estaba tratando iban a subirse a un servidor, ni a ningún tipo de plataforma digital.

Lo veía lógico, podrían borrarlo ellos mismos. No fue muy difícil colarse en los servidores, partiendo del hecho de que metimos a uno de los nuestros en las oficinas desde cero. Pero bueno, años de formación a parte, había sido fácil. Lo habían conseguido.

Diez minutos antes de la hora de comer, Clarke salió de su despacho y se dirigió directa a mi mesa mientras se remangaba la camisa, se la ajustaba dentro del pantalón y le guiñaba un ojo a Octavia. Dio un par de toques con los nudillos sobre mi escritorio y extendió una mano.

—¿Cuántos informes has hecho hasta ahora? —movió ligeramente los dedos para que se los diera.

—Todos tuyos —le entregué los diecisiete informes, cada uno en su carpeta y ordenados alfabéticamente—. ¿Y bien? —le pregunté mientras los ojeaba.

—¿Cómo tienes la muñeca? —ignoró mi pregunta.

—Pues mañana me traeré una férula de cuando jugaba al básquet porque termina doliendo... Pero bien, nada con lo que no pueda —recuperé mi dignidad como pude—. ¿Por qué lo preguntas? —se sentó de lado en el escritorio, sólo con una pierna apoyada y la otra sobre el suelo.

—Perfecto —me devolvió los informes y se puso a mi lado, tomando el control de mi ratón y teclado. Sacó un acceso directo al escritorio de mi ordenador y abrió el programa—. Tu usuario es tu número de identificación y la contraseña es esta —me dio un papel—. Memorízala y loguéate, anda.

Hice caso a las instrucciones de la rubia que, por cierto, me estaba poniendo muy nerviosa estando tan cerca de mí, porque como os podréis imaginar se había quedado apoyada en el escritorio a mi lado. Al iniciar sesión pude descubrir que se trataba de una base de datos interna donde se guardaban todas las fichas policiales, idénticas a los informes que yo estaba redactando.

—Después de comer quiero que introduzcas en esta base de datos todos los informes que me has entregado. Los de ayer y los de hoy —me puso una mano en el hombro y apretó ligeramente—. Que los hayas escrito a mano desde un principio habiendo este programita ha sido un castigo por mi parte, para que así te quede claro quién manda aquí. Si me tocas las narices, ya sabes lo que te espera —dio un par de palmadas en mi hombro—. Ah, y sólo puedes acceder desde este ordenador y todo lo que hagas se quedará registrado. Olvídate de intentar acceder remotamente a este ordenador porque saltarán las alarmas —y se marchó a almorzar.

Hija de puta.

No tenía ningún otro adjetivo en ese momento para Clarke. Llevaba dos días con un dolor de muñeca insufrible, me daban calambres cuando tecleaba y todo solo por darme una lección. ¿No le bastaba con tener un pie en la cárcel? Y lo de intentar entrar en el ordenador... Por favor, no soy una aficionada. Sabía perfectamente el tipo de seguridad que tenía y tampoco me interesaba llevarme trabajo fuera, bastante tenía con lo que llevaba a la espalda.

—Dura la rubia, ¿eh? —dijo Octavia rodando su silla hasta mí, con una sonrisilla socarrona en los labios.

—No sabes tú bien... —la miré moviendo rápidamente las cejas.

—Ugh, Dios —sacudió las manos—. No te pases un pelo que se lo digo —me señaló con el dedo, amenazante.

—Tampoco hay mucho que decirle, Octavia. Así que haz lo que quieras —me encogí de hombros y ella me miró con el ceño fruncido.

—¿Eso quiere decir que no te acostaste con ella?

—Una dama no habla de estas cosas, Blake, y menos con las amigas de la ex —ni siquiera la miré esta vez, fijé mi vista en la pantalla, abriendo el nuevo informe que tendría que rellenar. Soltó una pedorreta.

—Menuda fantasmona eres, Woods... Así no vas bien si quieres reconquistar a Clarke... —se encogió de hombros, incluso alzando un poco las manos, como el emoji del Whatsapp mientras también se marchaba.

¿Fantasmona, yo? Qué cosas tenía esta chica, de verdad. Pues sí, para autoestima la mía. No podía dejar escapar a Clarke así, sin luchar por ella y sin sentir que no lo había dado todo por tenerla de nuevo. Si la quería, tenía que echarle huevos... Ovarios en este caso.

Menos mal que teclear se me daba muchísimo mejor. Terminé de rellenar los informes en el ordenador en tres horas, justo para la hora del café. Porque por mucho que yo estuviera ahí cumpliendo condena, un café no me lo podía ni debía quitar nadie, si no querían vérselas conmigo. Bloqueé la sesión del ordenador, para que nadie pudiera acceder a él durante mi ausencia y cogiendo algunas monedas sueltas me bajé a la cafetería de la oficina, que ya estaba abierta.

Hice cola, como una persona normal, y esperé mi turno. Divisé una mesa con dos sillas, perfecta para mí y me senté, removiendo el café en el que estaba muy concentrada. De repente, una risa muy conocida llamó mi atención, haciéndome girar. Y ahí las ví: Clarke, Octavia y Raven hablando entre ellas... Una sensación muy extraña se instaló en la boca de mi estómago.

Cafetería de las Oficinas del FBI, Los Ángeles

—Y entonces va y me dice "Esta noche, ¿en tu casa o en la mía?" —Raven lo hizo fatal al intentar poner voz masculina. Lo que hizo que se me escapara una carcajada que sonó por toda la cafetería. En seguida me puse la mano sobre la boca, sorprendida de lo alto que se había escuchado. No era para nada mi intención.

—En serio Raven, lo que no te pase a ti... —le dije en un tono más medido.

Nos estaba contando que uno de sus compañeros de curro, de hecho era el que estaba a su lado en la cadena de montaje, le había pedido una cita. No era la primera vez, ni sería la última. La morena no hacía más que darle largas, diciéndole que vivía con sus padres, que tenía que dar de comer a los gatos de una amiga, que tenía que cuidar de su sobrino, que está a unos cuatro mil kilómetros. Pero ya se le habían acabado las excusas.

—Y le tuve que decir que tenía pareja —ahora era Octavia la que reía.

—¿Pareja, tú? Y yo soy un alienígena... —Raven le pegó en el hombro—. Era broma, era broma —levantó las manos como símbolo de paz.

—Vaya par, no sé como os aguanto...

—¿Has visto quién está? —dijo Raven haciendo un gesto con la barbilla hacia una de las esquinas de la cafetería. Cuando giré mi cabeza supe a quién se refería, menos mal que no se había dado cuenta de que estábamos allí.

—¿En serio está tomándose un café? Ni que le sobrara el tiempo —dije mientras le daba un sorbo a mi vaso.

—También es una persona, Clarke. Y como nosotras, también necesita cafeína para no morir entre papeles —chisté.

—Es una delincuente con unos lujos que no debería tener —Octavia se acercó a mí.

—Pero es una delincuente que, aunque trates de evitarlo, te vuelve loca. A nosotras no nos mientes —le guiñó un ojo a Raven.

—Creo que deberías mirarte eso, vete al psiquiatra o algo —cogí mi vaso de café y me levanté de la mesa sin decir nada más.

Le dediqué una última mirada a Alejandra, que estaba sola en aquella mesa, con la mirada perdida en la pared. Me llegaba a dar incluso pena. Tenía una mente brillante, podría haber estado haciendo el bien desde un primer momento. ¿Por qué esperar tanto? ¿Le presionaba demasiado el grupo? Al fin y al cabo había sido ella la que los había entregado, delatado y ayudado al FBI a capturarlos, aunque haciéndolo se descubriera a sí misma.

Sacudí mi cabeza. No podía permitirme un ápice de compasión con ella. Debía ser profesional y dejarlo todo en ese terreno, por mucho que Octavia y Raven estuvieran convencidas de lo contrario. Yo sabía lo que sentía y precisamente amor por ella, ya no. Me acerqué a ella y me quedé mirándola con los brazos cruzados.

—¿Tan avanzada vas en tu trabajo que te has podido permitir una parada para café? —alcé una ceja.

—Le diría que no, Inspectora, pero juré no ocultarle nada. Voy bastante bien, dada mi agilidad en los dedos... Al teclear —me dedicó una de esas sonrisas "cautivadoras", tan suyas. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.

—¿Estás aburrida? Tienes mucha información en tus discos duros que preparar para que quede archivada en nuestra base de datos... —arqueó una ceja.

—No deja de ser mi información, Inspectora. Yo decidiré cuándo se la revelo y de quién... —se encogió de hombros.

—Tú verás. Te estás jugando tu libertad con esta gilipollez, te conviene tenerme contenta —me incliné hacia ella, apoyando mi mano sobre la mesa—. Y no lo estás haciendo demasiado bien, Alejandra Woods —sin esperarlo siquiera adelantó su cuerpo, dejando mi cara a un par de centímetros de la suya. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo.

—Pues castígueme, Inspectora —inaudito. Un escalofrío se instauró en mi espina dorsal viajando a través de ella de arriba hasta abajo.

—No me tientes... —susurré. Podíamos sentir el aliento la una de la otra contra nuestros propios labios. Y eso me estaba poniendo muy nerviosa.

—O sea, intenciones tiene, Inspectora. Jamás lo habría pensado de usted, una profesional tan profesional... Me impacta —sonrió de medio lado.

—Quiero esos informes sobre mi mesa antes de que finalice la jornada —me incorporé y me fui directa a mi despacho, conteniendo el aire en mis pulmones por lo que acababa de pasar allí, en medio de la cafetería.

Detrás de mí subió Octavia, cerrando la puerta de mi despacho y metiéndose hasta la cocina. Esto de tener amigas en el trabajo estaba dejando de gustarme. Eso de que invadieran así mi privacidad e intimidad no era lo mío.

—Tú a mi no me engañas —me acusó.

—¿De qué me estás hablando, Octavia? —bufé, dejándome caer sobre el sillón de mi despacho.

—Sobre Lexa, babeas por ella igual o más de lo que ella babea contigo —rodé los ojos—. Os he visto antes... —me encogí de hombros.

—Alejandra —remarqué su nombre—. No sabe dónde se está metiendo jugando con este caso, como para querer jugar con ella —me acomodé en mi silla, apoyando los codos sobre la mesa—. Sé diferenciar, querida —sin permiso, la morena se sentó en una de las sillas que quedaban al otro lado de la mesa.

—No sabes. Crees que sí, pero no, querida —eso dolía.

—Bueno, ¿y qué narices quieres que haga? —dí una palmada rápida con las manos sobre la mesa— ¿Que le diga a Thelonius que mando el caso a la mierda? ¿Que no quiero trabajar con ella por que no quiero tenerla cerca? No puedo, así que solamente me queda ser profesional —apoyé la espalda de nuevo.

—Yo creo que deberías de dejar que todo siguiera su curso, Clarke. Es mi más humilde consejo. Os morís la una por la otra, salta a la vista. Y no lo digo porque Raven o yo lo sepamos, si no porque he escuchado algún comentario en la cola de la cafetería. A la gente le gusta más un cotilleo que un donut —fruncí el ceño.

—¿Cómo que has escuchado algún comentario en la cola de la cafetería? ¿Qué clase de comentario, O?

—Que hay tensión entre vosotras, pero no una tensión profesional... Vamos a ver, Clarke. Habéis estado a punto de besaros delante de toda la cafetería —¿Tanto hemos llamado la atención?

—No pluralices. Ha sido ella quien se ha acercado a mí de esa forma —intenté escapar de aquella acusación.

—Que te he visto, rubia... No soy tonta —se acomodó en la silla cuando alguien llamó arrítmicamente a la puerta.

—Adelante —di paso a quien fuera. ¿Podría decirse que había sido salvada por la campana?

—Le traigo el log de las inserciones que he hecho en la base de datos —dijo esa voz familiar a la vez que entraba en la estancia.

—Bueno, yo me tengo que ir a revisar los antecedentes de un par de chavales, que os vaya bien —dijo la traidora abandonando la sala, y para colmo, cerrando la puerta tras ella.

—¿Log de inserciones? ¿Para qué? —dio un paso extendiéndome la carpeta, se la cogí y comencé a ojear los documentos mientras movía la silla de un lado a otro.

—Teniendo en cuenta la cantidad de informes que he introducido nuevos en la base de datos, creí oportuno hacer un log para tenerlo todo mejor controlado. Ahí se plasma el nombre del sospechoso y la ID con la que puede identificar el informe.

—He de reconocer que ha sido una buena idea. Enhorabuena, Woods...

—¿Lo revisas por si falta algún dato importante que se me haya escapado? Si está perfecto te invito a cenar —levanté la vista, incrédula.

—Pensé que te había dejado bastante claro qué pasaría si hacías comentarios con segundas intenciones —me levanté, dejando la carpeta a un lado con mala leche y apoyando las manos sobre la mesa.

—Clarke, a estas alturas, ¿crees que me importa? —fruncí el ceño.

—¿Disculpa?

—Disculpas aceptadas... —bufó—. Prefiero que aceptes que me quieres y que dejes de querer meterme en la cárcel, a tenerme cerca a diario y que ni me roces —dio un paso hacia la mesa, acercando de nuevo su rostro al mío—. ¿Qué me dices? ¿Cenamos? —alzó una ceja con media sonrisa perfecta asomando por su boca.

Puta sonrisa destruye bragas...

Me quedé en silencio unos segundos, como pensativa, sin moverme un ápice, manteniendo la misma distancia que había impuesto Alejandra. Bajé la mirada muy lentamente a sus labios, pasando primero por cada detalle de su tez. Tomé aire muy profundamente a la par que inclinaba la cabeza hacia un lado y me acerqué un poco más.

—Fuera de mi despacho... —ordené en un susurro.

—Vas a terminar cenando conmigo, y lo sabes... —dijo sin moverse, podía sentir su aliento contra el mío—. Están perfectos, Inspectora Griffin —se apartó, abandonando el despacho tal y como le había pedido.

Me quedé observándola mientras se iba y se sentaba en su escritorio, ese que estaba justo en frente del mío. Se puso a trabajar totalmente concentrada, como si se tratase del trabajo de su vida. Había que reconocerle que era admirable. Tomé asiento en mi escritorio y me puse a revisar aquel registro que me había entregado. No porque desconfiara de ella, pero era mi obligación que todo estuviera correctamente.

Pasaron un par de horas hasta que terminé de echar un vistazo a cada uno de los informes y, de haber aceptado aquella apuesta, ahora me hubiera visto obligada a cenar con ella. ¿Me hubiera gustado? Puede. Pero eso no podía decírselo.

Miré mi reloj y vi que si salía en ese momento de la oficina, podría relajarme un rato en la clase de yoga, que hacía mucho tiempo que no iba, así que decidí recoger mis cosas e irme a casa a cambiarme de ropa. Me despedí de mis compañeros de trabajo y me marché sin revisar el trabajo de Alejandra, queriendo darle una tregua.

—¿Demasiados informes por revisar, Inspectora? Es lo que tiene tener a una investigadora tan buena —dijo cruzándose la bandolera.

—No, Woods. Más bien se trata de asuntos personales...

—Espero que no sea nada grave —le cambió la cara por completo.

—Todo lo contrario. Una cita con el placer y la liberación de tensión —sonreí de medio lado.

—Que le vaya bien en yoga, Inspectora —soltó una risita adelantándome por la derecha en el pasillo y bajando por las escaleras.

Qué mal te ha salido, Clarke. Estás perdiendo facultades...

Resoplé y tomé mi camino hacia el ascensor para bajar al garaje. Cuando llegué, Alejandra ya estaba en su moto, justo al lado de mi coche. Maldito Thelonius, que me estaba metiendo con calzador a esta chica en todos lados. ¿Es que no había más plazas en el garaje? Para Jaha no, que tuvo que ponerla a mi lado. Cogí aire y fui acercándome a mi coche, tratando de no hacerle demasiado caso.

—¿Te llevo al gym, rubia? —arrancó la moto con la última palabra, causando un vibrante y ensordecedor ruido que retumbaba por todo el garaje—. Voy exactamente en la misma dirección, deja que tu coche duerma aquí hoy...

—No, gracias, sé ir yo solita —rebusqué en mi bolso las llaves del coche mientras esperaba frente a la puerta del conductor, de espaldas a ella—. Además, no veo un segundo casco para cumplir esa oferta en condiciones.

—¿Quién dice que no? Aquí debajo tengo uno —señaló el asiento trasero. Me estaba dejando sin excusas y no podía dejar que eso sucediera.

—Acabo de decirte que no. ¿Te lo ha impedido escuchar el ruido de la moto o ha sido tu estupidez? —putas llaves, ¿dónde coño están escondidas?

—Clarke, ¿podrías relajarte un poquito? No te vendría nada mal una vuelta, así liberas tensiones. Yoga es demasiado aburrida y de momento es la única cosa no sexual para relajarte que quieras aceptar de mí... —me giré lentamente.

—Estoy muy relajada... —la miré con el ceño ligeramente fruncido—. ¿En qué idioma tengo que aprender a decirte no para que lo entiendas?

—Relajada mis cojones —soltó una carcajada—. Hasta que no aceptes no voy a parar... Tú verás —apagó el motor, iba para largo.

¡Joder, las llaves, por fin!

Si el matrimonio con objetos estuviera permitido, esas llaves serían el amor de mi vida. Las saqué del bolso y desbloqueé el coche, abierto la puerta y sentándome en mi asiento.

—¿Eso significa que vas a quedarte aquí en el garaje esperando mi sí, Woods? —le hablé desde dentro del coche, sin cerrar la puerta aun, pero arrancando el motor.

—Sí —arrancó la moto y la puso entre la única salida del garaje y mi coche. Si quería guerra la iba a tener—. ¡Sabes de sobra que puedo ser muy insistente, Clarke! —tenía que gritar porque entre el rugido de mi motor y el de su moto era una batalla de decibelios. Me quedé mirándola fijamente unos instantes hasta que rodé los ojos.

—¡Está bien! —apagué el motor, salí de mi coche y cerré la puerta, poniéndole después el seguro con la llave—. Tú ganas... —me acerqué a su moto y la miré—. Lo has conseguido... Me voy andando —le di un par de palmadas en el hombro y me fui hacia el ascensor.

—Clarke —hizo que me girara—. Algún día te arrepentirás de esto —se puso el casco y aceleró la moto para subir la cuesta que tenía ante ella.

Bueno, al menos me voy a poder ir en coche al final...

Me volví a montar en mi vehículo y puse rumbo al gimnasio. La verdad es que estuve ojo avizor desde que salí de la oficina, y tampoco llegué a relajarme del todo en la clase de yoga. Me llevé la clase entera pendiente de la puerta por si acaso entraba. Incluso teniendo cuidado no fuera a ser que me la cruzara en los vestuarios, como aquella primera vez...

Volví a casa y di gracias a lo que sea que hay allí arriba porque Raven no estaba por casa en ese momento. Quizá estuviera empotrándose a Octavia. O no. ¿Qué tal iría la cosa con esas dos? Tendría que preguntarle...

No me enrollé demasiado en casa: me hice algo rápido de cenar, me duche y me acosté, para volver al día siguiente a la rutina de mi querido y amado trabajo. Sobre todo ahora, que tenía que hacer de niñera de la Señorita Woods. No desayuné, como de costumbre, me vestí y me puse en camino hacia el trabajo un día más.

Que Dios me pille confesada...

Pensé cuando aparqué mi coche de nuevo en mi plaza de aparcamiento y pude ver la moto de Alejandra ya aparcada. ¿Qué coño hacía en la oficina tan temprano? Miré mi reloj y había llegado, mínimo, media hora antes.

Subí, salí del ascensor y me dirigí a mi despacho. Estaba concentrada en su pantalla, así que ni se giró para mirarme, cosa que agradecí. Octavia e Indra sí que me dieron los buenos días, pero en el rostro de mi querida amiga había algo extraño, un destello de picardía, con una sonrisa divertida en los labios. Fruncí el ceño, algo pasaba.

Al entrar en mi despacho me encontré un vaso de Starbucks con un tamaño bastante generoso sobre mi mesa y a su lado una bolsita de papel con lo que parecía un muffin de chocolate. Junto a ello, una carpeta donde se podía leer "Nuevos Informes" y la fecha de ese mismo día. Cogí aquel recipiente y de debajo cayó una notita.

"Ten esto como una muestra de respeto y una disculpa por cómo me he comportado últimamente. ¿Me das otra oportunidad?"

Fui a darle un sorbo al café, su olor me era familiar. Cuando lo llevé a mis labios ví escrito en el vaso un nombre.

"Culito"

Antes de darle el trago, frené y me giré, notando un par de ojos clavados en mi nuca. Estaba expectante a ver cómo reaccionaba a todo aquello. Dejé el vaso sobre la mesa y salí de mi despacho, acercándome a la máquina de café que había en aquella misma sala para coger un vaso.

—Woods, a mi despacho —intensifiqué la orden con un gesto con la cabeza. Mientras esperaba a que llegara, me senté en mi silla y eché un vistazo a la carpeta, por encima. Eran los informes que le había pedido el día anterior, finalizados todos. Alcé la mirada cuando la vi entrar y suspiré—. Cierra la puerta y toma asiento, por favor.

—Buenos días para ti también —dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras tomaba asiento como le había pedido. Me quedé observándola y luego desvié la mirada hacia el vaso de café.

Lo cogí, quité la tapa y lo olí, confirmando mis sospechas. Caramel Macchiato. Nuestro preferido. Con la otra mano cogí el vaso vacío y puse ambos sobre la papelera, para verter parte del líquido de uno en el otro, poniéndoselo después a ella por delante.

—¿Quién lo ha preparado? —formulé la pregunta mientras partía en dos aquel muffin que tenía pinta de estar buenísimo.

—¿Quién crees que lo ha hecho? La experta en capuccinos es Luna, la de los macchiatos la tienes delante —volvió a sonreir de aquella forma. Y esta vez correspondí su sonrisa.

—Espero que tú... —le di un sorbo y hasta cerré los ojos degustando ese sabor. Joder, si es que lo había echado tanto de menos... Al abrirlos de nuevo la vi expectante—. ¿Por qué estás tan sonriente hoy?

—¿No puede estar una contenta? Lo último que me esperaba era que me llamases a tu despacho para compartir conmigo el café que te he preparado. Cuando me llamaste pensé que me lo tirarías encima... —noté cómo tragó saliva.

—Por Dios, ¿en serio me ves capaz de eso? —me quedé mirándola unos segundos en los que no dijo absolutamente nada—. Quizás un poco sí. Pero no malgastaría así un café tan bueno —le dí otro sorbo.

—O sea, que es un café tan bueno —repitió las mismas palabras que había dicho, asentí.

—¿Y por qué este gran gesto de paz? —me apoyé sobre la mesa, mirándola.

—Yo jamás he estado en guerra contigo, Clarke... Pero ya que lo dices —rodé los ojos.

—No voy a cenar contigo, Alejandra.

—No iba a decir eso —bufó—. Me gustaría tomar clases de defensa policial, por si en algún momento las cosas se ponen feas... Estoy removiendo muchísima mierda sacando toda esta información para ti, para vosotros —señaló la carpeta—. Y con el grupo en la cárcel, el hecho de que estoy colaborando con el FBI se habrá hecho saber en todos los Estados. Pueden ir a por mí, Clarke, y quiero estar preparada —su voz no tembló ni un solo momento, a pesar de admitir que estaba asustada.

—No voy —carraspeé—, no vamos a dejar que te pase nada malo, pero si es lo que quieres puedo hablar con uno de los entrenadores a ver qué puede hacer contigo, y con Thelonius a ver qué opina —miré el reloj de mi muñeca. Se estaba haciendo tarde y no podía perder un solo minuto más, aunque estuviera disfrutando mucho del tentempié y de la compañía. Aunque tampoco pudiera admitirlo—. Bueno, Alejandra, muchas gracias por esto —le dediqué una amable sonrisa—. Pero hay mucho trabajo por hacer y tienes muchos perfiles por entregarme así que... Manos a la obra. Deja la puerta abierta cuando salgas, por favor —dije mientras bebía un poco más de aquel delicioso café.

Vi desde allí cómo dejaba el despacho, sin decir nada y dejando la puerta abierta. Cómo se sentaba en su silla y sin más se ponía de nuevo a trabajar. Era increíble cómo se concentraba en tan solo un segundo sin importarle nada más. Al fondo, Octavia mirándome y haciéndome gestos con las cejas. Simplemente la ignoré. Volví mi vista a aquel vaso.

Culito... Anda que...

*****************


¡Ya estamos de vuelta! No sabemos si durante mucho tiempo, pero lo importante es que seguimos por aquí ¿No? Sentimos mucho la tardanza a la hora de publicar. Nada nos gustaría más que poder cumplir con los plazos de actualización, pero la vida no nos da muchos respiros últimamente. Esperamos que nos podáis comprender.

Y ahora... ¡A por el capítulo! Tenemos a una Clarke dura. Durísima. La más dura de Los Ángeles. Y Tenemos a Lexa super soft. Que se le cae la baba y lo que no es la baba por Clarke. ¿Sucumbirá Clarke a los encantos de Lexa? Solo nos queda... Esperar hasta el próximo capítulo.

Procuraremos que sea lo antes posible. ¡Prometido!

¡Contadnos en las redes sociales! Nuestros twitters:

@NukaBlack y @DarkMindzzz

Y si nos queréis hacer algunas preguntitas anónimas o no:

f3.cool/srtapfaff <- Nukablack

f3.cool/violetrider <- Claudia

¡Nos leemos!

NukaBlack  y  ClaudiaGalvezB

Continue Reading

You'll Also Like

377K 16.6K 50
"Lexa es una chica solitaria que aparentaba ser fuerte. Un día llega una nueva vecina al apartamento de al lado. Lo que ella no sabía, es que esta ch...
865K 90.9K 136
1era y 2da temporada ♥️ Sinopsis: En donde Jimin es un Omega mimado y Jungkook un Alfa amargado, los dos se casan por sus propias conveniencias. ⚠️...
20.6K 1.7K 17
Clarke es una joven con muchos problemas, el dinero no abunda, las calificaciones bajan y su familia está en un hoyo. La soledad le abraza el alma y...
27 días. By N

Fanfiction

92.4K 7.7K 32
[Clexa AU] Una historia curiosamente romántica cuyo origen y desenlace fue en el curso de 27 días, mismos en los que hora tras hora, latido tras lati...