—MUY BIEN, MUY BIEN —dijo Jordan—. Flint casi mata al buscador de Gryffindor...
—¡Y YO QUE LO MATO A ÉL! —gritó Lucy desesperadamente.
—, cosa que le podría suceder a cualquiera, estoy seguro, así que penalti para Gryffindor; la agarra Spinnet, que tira, no sucede nada, y continúa el juego, Gryffindor todavía en posesión de la pelota —narraba Jordan.
Cuando Harry esquivó otra bludger, que pasó peligrosamente cerca de su cabeza, ocurrió. Su escoba dió una súbita y aterradora sacudida. Durante un segundo pensó que iba a caer. Se aferró con fuerza a la escoba con ambas manos y con las rodillas. Nunca había experimentado nada semejante.
—¡HARRY! —gritó Lucy con preocupación, volviendo a quitarle los binoculares a Hagrid y sin importarle nada más, se fijó en su amigo.
Sucedió de nuevo. Era como si la escoba intentara derribarlo. Pero las Nimbus 2.000 no decidían súbitamente tirar a sus jinetes. Harry trató de dirigirse hacia los postes de Gryffindor para decirle a Wood que pidiera una suspensión del partido, y entonces se dió cuenta de que su escoba estaba completamente fuera de control. No podía dar la vuelta. No podía dirigirla de ninguna manera. Iba en zigzag por el aire y, de vez en cuando, daba violentas sacudidas que casi lo hacían caer.
—¿Qué demonios hace Harry? —murmuró Lucy para sí misma.
—Tal vez trata de bailar en el aire —sugirió Dean. Pero ante la amenazante mirada que le dió Lucy, se quedó callado.
Lee seguía comentando el partido.
—Slytherin en posesión... Flint con la quaffle... la pasa a Spinnet, que la pasa a Bell... una bludger le da con fuerza en la cara, espero que le rompa la nariz (era una broma, profesora), Slytherin anota un tanto, oh, no...
Los de Slytherin victoreaban. Nadie—a excepción de Lucy y Dean— parecía haberse dado cuenta de la conducta extraña de la escoba de Harry. Lo llevaba cada vez más alto, lejos del juego, sacudiéndose y retorciéndose.
—No sé qué está haciendo Harry —murmuró Lucy. Mirando con los binoculares de Hagrid, llamando la atención de sus amigos. Le devolvió los binoculares a Hagrid.
—Si no lo conociera bien, —dijo Hagrid— diría que ha perdido el control de su escoba... pero no puede ser...
De pronto, la gente comenzó a señalar hacia Harry por encima de las gradas. Su escoba había comenzado a dar vueltas y él apenas podía sujetarse. Entonces la multitud jadeó. La escoba de Harry dió un salto feroz y Harry quedó colgando, sujeto sólo con una mano.
—¡HARRY! —gritó Lucy, golpeando sin darse cuenta a uno que se encontraban en una grada más abajo.
—¿Le sucedió algo cuando Flint le cerró el paso? —susurró Seamus.
—No puede ser —dijo Hagrid, con voz temblorosa. Lucy no podía apartar la mirada de Harry, sentía como si en cualquier momento su amigo ya no podría sostenerse más y caería desde lo alto—. Nada puede interferir en una escoba, excepto la poderosa magia tenebrosa... Ningún chico le puede hacer eso a una Nimbus 2.000.
Ante esas palabras, Hermione agarró los binoculares de Hagrid, pero en lugar de enfocar a Harry comenzó a buscar frenéticamente entre la multitud.
—¿Qué haces? —gimió Ron, con el rostro grisáceo.
—Lo sabía —resopló Hermione—. Snape... Mira.
Lucy no los escuchaba, ya que estaba al otro lado con Dean, observando a Harry con preocupación.
—¿Hermione, sabes sí...? —Lucy no terminó de preguntar, ya que cuando giró a ver a su amiga. Hermione ya no estaba.
Lucy se acercó a Ron , el cual miraba por los binoculares en dirección a Harry.
—¿Y Hermione? —preguntó Lucy.
Ron señaló las gradas de Slytherin con el dedo y le pasó los binoculares. Lucy logró enfocar a Snape.
—Es Snape, le lanza un hechizo a Harry —explicó Ron.
Lucy se quitó los binoculares con rabia.
—Ese maldito... —murmuró.
—Hermione fue a detenerlo.
—¿Sola? —preguntó Lucy preocupada.
—Sí —respondió Ron asintiendo.
Lucy se mordió el labio con preocupación y volvió a enfocar a Harry con los binoculares. La escoba vibraba tanto que era casi imposible que pudiera seguir colgando durante mucho más tiempo. Todos miraban horrorizados, mientras los Weasley volaban hacia él, tratando de poner a salvo a Harry en una de la escobas. Pero aquello fue peor: cada vez que se le acercaban, la escoba saltaba más alto. Se dejaron caer y comenzaron a volar en círculos, con el evidente propósito de atraparlo si caía. Marcus Flint agarró la quaffle y marcó cinco tantos sin que nadie lo advirtiera.
—Vamos, Hermione —murmuraba desesperado Ron.
Lucy gruñó al ver lo ridículo y desvergonzado que era Flint al anotar los puntos cuando un jugador estaba en peligro.
De la nada, Lucy vio a Snape saltar de su asiento y desviar su mirada. Fue suficiente. Allí arriba, súbitamente, Harry pudo subir de nuevo a su escoba.
Lucy soltó un suspiro de alivio y sonrió.
—¡Neville, ya puedes mirar! —dijo Ron. Neville había estado llorando dentro de la chaqueta de Hagrid aquellos últimos cinco minutos.
Harry iba a toda velocidad hacia el terreno de juego, Lucy pegó un salto de la emoción al ver la recuperación del azabache, hasta que llevó su mano a su boca, como si fuera a vomitar. Tosió y algo dorado cayó en sus manos.
—¡Tengo la snitch! —gritó Harry, agitándola sobre su cabeza; el partido terminó en una confusión total.
—¡El tiene la snitch! —gritó Lucy con orgullo saltando y abrazando a Ron. Ambos pelirrojos festejaron ante el triunfo de su amigo.
—No es que la haya atrapado, es que casi se la traga —todavía gritaba Flint veinte minutos más tarde. Pero aquello no cambiaba nada. Harry no había faltado a ninguna regla y Lee Jordan seguía proclamando alegremente el resultado. Gryffindor había ganado por ciento setenta puntos a sesenta. Pero Harry no oía nada.
Tomaba una taza de té fuerte, en la cabaña de Hagrid, junto a Lucy, Ron y Hermione.
—Era Snape —explicaba Ron—. Hermione, Lucy y yo lo vimos. Estaba maldiciendo tu escoba. Murmuraba y no te quitaba los ojos de encima.
—Tonterías —dijo Hagrid, que no había oído una palabra de lo que había sucedido—. ¿Por qué iba a hacer algo así Snape?
Harry, Lucy, Hermione y Ron se miraron, preguntándose qué le iban a decir. Harry decidió contarle la verdad.
—Descubrimos algo sobre él —dijo a Hagrid—. Trató de pasar ante ese perro de tres cabezas, en Halloween. Y el perro lo mordió. Nosotros pensamos que trataba de robar lo que ese perro está guardando.
Harry dejó caer la tetera.
—¿Qué saben sobre Fluffy? —dijo.
—¿Fluffy? —preguntó Lucy confundida.
—Ajá... Es mío... Se lo compré a un griego que conocí en el bar el año pasado... y se lo presté a Dumbledore para guardar...
—¿Sí? —dijo Harry con nerviosismo.
—Bueno, no me pregunten más —dijo con rudeza Hagrid—. Es un secreto.
—Pero Snape trató de robarlo.
—Tonterías —repitió Hagrid—. Snape es un profesor de Hogwarts, nunca haría algo así.
—Entonces, ¿por qué trató de matar a Harry? —gritó Lucy.
Los acontecimientos de aquel día parecían haber cambiado su idea sobre Snape, al igual que en Hermione.
—Yo conozco un maleficio cuando lo veo, Hagrid —dijo Hermione—. Lo he leído todo sobre ellos. ¡Hay que mantener la vista fija y Snape ni pestañeaba, yo lo ví!
—Les digo que están equivocados —dijo ofuscado Hagrid—. No sé por qué la escoba de Harry reaccionó de esa manera... ¡Pero Snape no iba a tratar de matar a un alumno! Ahora, escuchenme los cuatro, se están metiendo en cosas que no les concierne y eso es peligroso. Olvíden a ese perro y olviden lo que está vigilando. En eso sólo tienen un papel el profesor Dumbledore y Nicolás Flamel...
—¡Ah! —dijo Harry—. Entonces, hay alguien llamado Nicolás Flamel que está involucrado en ésto, ¿no?
Hagrid pareció enfurecerse consigo mismo.
MARATÓN #3