No me quede mucho tiempo en la ciudad de Parsley; tan solo pase la noche en un hotel de paso en lo que decidia que haría a continuación, quería alejarme de todo lo que me era familiar, si me dirigía al suroeste como iba hasta ese momento eventualmente llegaría a la costa y esta me guiaría hacia la montaña paoz donde vivía Kakarotto y su familia. Por lo tanto cambiaria mi rumbo hacia el norte en dirección a la capital central, si bien podría llegar en poco tiempo volando, preferia mantener un perfil bajo, ya que aun volando a una velocidad moderada mi energía seria percibida por Piccoro, Ten Shin Han o Kakarotto, y si bien dudaba que me siguieran, me gusta mantener mis asuntos en privado, además ese inútil de Kakarotto podía teletransportase a cualquier lugar en un instante con solo ubicar mi ki, era mejor no motivar su curiosidad.
A la mañana siguiente sali de la ciudad y tome la autopista que conectaba con la capital. Dada la facilidad de usar un avión y poder guardarlo en una capsula, gran parte del trafico por tierra era el transporte de mercancías, la mayoría de la gente que conducia autos preferia quedarse en sus ciudades o pueblos, recurriendo a medios de transporte aeros siempre que pudiesen costeárselos. Recuerdo que mi suegro me conto que si bien el uso de las capsulas HoiPoi ya se había popularisado para la epoca en la que Bulma era una niña, estas eran bastante costosas, por lo que mucha de la gente que poseía alguna, era adinerada o solo tenia una o dos. Sin embargo con el paso de los años y como siempre sucede, la tecnología avanzo lo suficiente como para permitir capsulas de un precio mas accesible, y su producción en masa hizo que se volvieran de uso común.
El camino a la capital central era prácticamente una larga autopista con algunas paradas esparcidas por el camino, en las cuales algunos asentamientos se habían desarrollado, no eran mas que diminutos pueblos, si se les comparaba con la capital del oeste o ciudad Satan; por esto y porque había llenado el tanque de combustible antes de partir no tuve necesidad de hacer escalas en los primeros tres pueblitos que habían en mi recorrido, pero si pase un poco mas lento por ellos. El primero se llamaba villa Basil y lo mas característico del lugar era su arquitectura, que a diferencia de otras ciudades donde había estado, las construcciones no eran modelos prefabricados de la corporación capsula, sino que parecían construidas desde cero con métodos de albañilería tradicional. Aunado a esto el siseño de las casas era prácticamente el mismo, teniendo una que otra variación en su acomodo o tamaño, pero todas tenían los mismos tejados de tejas apiladas de color verde oscuro. Ver esta disparidad entre la ciudad donde vivía y esta pequeña villa me reafirmo la idea de que viajar por otros medios que no fueran volar seria la mejor opción, en definitiva me faltaba mucho por conocer de este mundo a pesar de haber habitado en el por tantos años y haberle dado literalmente varias vueltas al planeta. Aunque por otro lado, también yo había experimentado cosas que un simples terrícolas jamas llegarían a experiementar jamas; había recorrido el cosmos y conquistado una larga lista de planetas, había estado en otros mundos inaccesibles para los mortales y había descubierto la patética verdad de la divinidad que mueve el universo. Si solo de fuerza se tratase, definitivamente un saiyajin seria un mejor candidato a dios que aquellos bufones que se hacían llamar "supremos Kaiou sama" y que decir sobre el intelecto, eso haría que de los saiyajin mas poderosos actualmente yo quedase muy por delante de Kakarotto. "Vegeta, el dios saiyajin"... un tanto pomposo para mi gusto pero en definitiva no sonaba mal.
El segundo lugar en mi ruta era un pequeño asentamiento al pie de una montaña, a juzgar por los letreros de advertencia y la maquinaria pesada aparcada por aquí y por allá, se trataba de un pueblo minero. Alcance a ver a varios trabajadores de aspecto "rudo" deambulando de un lugar para otro, algunos a pie y otros en grupo montados en la parte trasera de una camioneta, otros tantos en una pequeña fondita improvisada en el garaje de una casa comiendo en lo que me imagine era su hora de descanso. Al verlos recordé mí tiempo trabajando en la constructora y en el aserradero; aquellas experiencias no habían sido del todo agradables en su momento, pero ahora me parecían un recuerdo bastante grato, tanto que hasta mí me sorprendió verme sonriendo en el espejo retrovisor mientras pensaba en ello.
Volví a centrar mí vista en el camino para dejar de pensar en aquellas tonterías, sintiéndome aliviado de haber estado solo en ese momento. El tercer pueblo por el que pase era un poco más grande que Villa Basil pero tan pintoresco como este, se trataba de una aldea de casitas prefabricadas de la corporación capsula que estaban desperdigadas sobre una larga colina, el nombre de este lugar era Aldea Chazke. A diferencia de los poblados anteriores este parecía ser más nuevo, como si los edificios hubiesen sido colocados no hace mucho; viendo que se acercaba el medio día decidí detenerme para comer. Los caminos pavimentados tenían una apariencia bastante nueva así como la salida de la autopista que conectaba con la villa, por lo que imagine que no siempre estuvo vinculada a la circulación. Conduje por la calle principal que dividía la villa en dos, esta estaba plagada de tiendas y locales comerciales, probablemente era la fuente principal de empleo e ingresos de ese lugar. Me detuve al frente de una tienda de alimentos que tenía un letrero adjunto que decía "Comedor" desde el momento que baje del auto mi nariz detecto el agradable aroma de la comida recién preparada; con los años fui tomando experiencia en seleccionar lugares donde comer, básicamente si mi olfato se sentía atraído por el olor de la comida, era muy seguro que me fuera a gustar lo que cocinaban ahí. Al abrir la puerta de vidrio, una campanilla anuncio mi llegada.
- ¡Bienvenido! – me saludo una jovencita de cabello castaño y ojos verdes girándose para verme mientras acomodaba platos en una repisa – ¿viene de compras o para comer?
- Para comer.
- Pase por aquí – me indico con una mano mientras salía de detrás de la barra del mostrador para guiarme a una mesa. Había solo otro par de comensales así que el lugar estaba relativamente tranquilo.
- ... - tome asiento, observe con detenimiento a la muchacha, tenía un bonito rostro, su complexión era más robusta que la de la mayoría de las jovencitas en la capital del oeste, probablemente estaba acostumbrada al trabajo manual, quizás era un poco más joven que Gohan.
- ¿Le sirvo algo de beber mientras decide que ordenar? – pregunto entregándome un sencillo menú.
- Si, gracias, agua está bien... este pueblo... no fue construido hace mucho ¿verdad? – pregunte dejando que mi curiosidad divagara.
- Podría decirse – dijo con una sonrisa – en realidad mudamos toda la aldea hace unos siete años, antes estábamos cerca de las montañas del sur.
- Debió ser una tare bastante ardua... quiero un filete... puré de papas... sopa de cebolla y pay de calabaza.
- No tanto como su orden señor, ja ja – respondió con un leve tono de sarcasmo - ¿seguro que podrá terminarse todo eso?
- Descuida, tengo un gran apetito.
- ¡Lime! ¡Ya está la orden de la mesa tres! – aviso un joven asomándose desde lo que parecía ser la cocina.
- ¡Voy enseguida! En un momento le traigo su orden.
- Gracias.
La joven volvió detrás del mostrador y luego de pasar mi orden a la cocina continuo acomodando platos. Mientras esperaba mire por la ventana y vi a un grupo de niños jugando a la pelota en medio de la calle; la escena me era familiar de cierto modo, ya que Trunks y Goten a veces jugaban a lo mismo, aunque más a menudo siempre andaban por ahí explorando, haciendo travesuras y metiéndose en problemas. Al reflexionarlo, parte del motivo porque el que nunca me involucre mucho con Trunks cuando era más pequeño, era porque simplemente no tenía idea de que hacer; para nosotros los saiyajin la infancia temprana era casi inexistente, para cuando salíamos de nuestras capsulas de gestación, ya teníamos inducido el conocimiento necesario para empezar con nuestro papel en la sociedad, teníamos un propósito bien definido. En sí, los guerreros de la clase más baja contaban con cierta libertad en ese aspecto, puesto que al no ser aptos para el combate, debían encontrar otro oficio que fuera útil para nuestra raza, médicos, científicos, constructores, cocineros. No éramos "barbaros" como a menudo le gusta a Bulma llamarnos cuando estamos discutiendo; a diferencia de los terrícolas, no conocíamos eso que ellos llaman procrastinar, teníamos tiempo de ocio sin duda, pero siempre nos ocupábamos en algo que nos fuese productivo.
Al menos, eso es lo que tengo grabado en mi memoria, la poderosa raza guerrera de los saiyajin... pero en eso mi suegra tenía razón, mi noción sobre lo que significaba ser un saiyajin se basaba únicamente en lo que se me había enseñado, realmente nunca llegue a ser más que un mercenario a las órdenes de Freezer. Por eso es que me encontraba en este viaje ahora, ya había dejado al soldado detrás de mí, y mi obsesión por superar a Kakarotto había menguado desde aquella última pelea... en ese momento me di cuenta de algo, mi deseo por superarlo era solo porque había demostrado estar por encima de mí en cuestión de poder, pero si lo veía con detenimiento, Kakarotto nunca me venció, incluso en nuestro primer encuentro, él estaba completamente a mi merced, de no haber sido rescatado por Gohan, Krillin y la bola de grasa cuyo nombre no recuerdo, hubiera terminado con Kakarotto en ese momento.
- Aquí está su orden – mi tren de pensamiento se descarrilo por la interrupción de aquella joven y el olor de la comida.
Continuare escribiendo más tarde, el día de hoy amaneció algo frio así que voy a prepararme una taza de chocolate caliente.