Tren a Baviera

By paulalondra

79.9K 4.3K 971

Fanfic sobre Manuel Neuer. El exitoso arquero de la Selección Nacional alemana tiene todo lo que un hombre po... More

IMPORTANTE
Aviso: Tren a Baviera 2016.
uno
dos
tres
cuatro
cinco
seis
siete
ocho
nueve
diez
once
doce
trece
catorce
quince
dieciséis
diecisiete
dieciocho
diecinueve
veinte
veintidos
veintitres
veinticuatro
veinticinco
veintiseis
veintisiete
veintiocho
veintinueve
treinta
treinta y uno
treinta y dos
treinta y tres
treinta y cuatro
treinta y cinco
treinta y seis
treinta y siete
treinta y ocho
treinta y nueve
cuarenta
cuarenta y uno
cuarenta y dos
cuarenta y tres
cuarenta y cuatro
cuarenta y cinco
cuarenta y seis
cuarenta y siete
Agradecimientos y nota de la autora
REPUBLICACIÓN

veintiuno

1.4K 84 25
By paulalondra

Manuel

—La noche está próxima a comenzar, y es mejor que sepamos llevarla a cabo —alegó Bastian, al tiempo que destapaba una cerveza, como si se tratara de una inauguración. Luego le guiñó el ojo a su novia Sarah, quien sonrió—. Demostraremos que estar enamorado no es algo malo, pero mentir sí. Así como convertirse en un cobarde.

Golpeé mi hombro contra el suyo y le quité la botella antes de tomar un largo sorbo y limpiarme la boca con el dorso de la mano. La confianza plena en mí mismo permanecía inalterable, aunque mis amigos me contemplaban de reojo, como si supieran que no era capaz de ganar aquel desafío.

Por entonces los invitados habían comenzado a llegar. La mayoría de ellos eran desconocidos míos, aunque no de alguno de mis compañeros, de modo que aseguraban que se trataba de gente de nuestro mismo entorno. Las mujeres aparecían en tropeles, la mayoría de ellas poseían cuerpos esculturales difíciles de resistir para cualquier hombre. Y en mí, como en cualquier otro, despertaban los más pecaminosos pensamientos que debía perpetrar si no quería ser la burla de mis amigos.

Una vez su novia se hubiese distraído, Bastian susurró en mi oído.

—Mats fue a buscar a Joanne hace cinco minutos. ¿Estás seguro de no querer saber qué sucede si gano?

—Completamente. —Palmee su espalda antes de acercarme a saludar a Benedikt, quien acababa de llegar junto a Per.

Sabía entonces que Bastian no me dejaría en paz. Tenía el mismo espíritu ganador que yo, aún en las mínimas nimiedades, y realmente quería verme derrotado, ya que ese era el único modo de consagrarse triunfador. Philipp había optado por quedarse en casa, ya no le atraían tanto las juegas y los desastres, en contraste con su papel de padre de familia. Bastian se vio decepcionado ya que le haría falta un compañero junto al cual atormentarme, consciente de que Mats no querría verse involucrado en una situación que pudiese lastimar a Joanne.

Supe que quizás estaba siendo inmaduro. ¿Por qué tenía que probar algo muy distinto a lo que en realidad sentía? Intentaba hacer caso omiso a la sensación de que podría arrepentirme y en su lugar seguir mis instintos, que quizás eran lo único que quedaba de ese Manuel que yo solía conocer.

—Han venido bastantes. Tienes para elegir. —Rió Bastian, antes de contemplar su reloj de muñeca— Yo me apresuraría si fuese tú.

—¿Algún otro consejo? – gruñí con molestia. Siempre me había desenvuelto mucho mejor que él frente a las mujeres, y no veía la necesidad de que estuviera presionándome. Por otro lado, no tenía idea de por qué no me había puesto en marcha aún.

—Ya que me lo preguntas... —añadió como al pasar—. Gira disimuladamente hacia tu izquierda.

Bastian se alejó sin más, pero ya no había nada que fuera necesario agregar. Ella me contemplaba sin disimulo alguno mientras mordía su labio inferior y se movía de un modo sensual al ritmo de la música. Llevaba un vestido demasiado corto que aún así deseé que no tuviera. Su escote guiaba mi imaginación, al igual que el modo en que me invitaba a acercarme, con la mirada cargada de deseo. Su cabello era rojo como el fuego y sus piernas infinitas. Quise perderme de inmediato en esas curvas y olvidarme de todo lo demás.

—Finalmente Schweini se dignó a decirle al anfitrión cuántas ansias sentía por conocerlo. —susurró. Arrastraba las palabras y no resultaba dulce, sino fuerte, exigente y decidida. Soltó una risita cuando me aferré precipitadamente a su cintura para atraerla hasta mí.

—¿Por qué querías conocerme? —pregunté, en una falsa postura de desentendimiento mientras ella acariciaba mi labio inferior con su uña y parecía disfrutar de ello.

—No quiero hablar contigo... —susurró provocadoramente en el oído, antes de depositar un par de fogosos besos sobre mi cuello— Quiero sentirte. Llévame a tu habitación.

E inmerso en la ceguera de aquel cuerpo que podría acoplarse al mío a la perfección, le mostré el camino hasta mi dormitorio. Ella no tardó en seguirme, y yo ya me veía ganador.

Pero el triunfo volvía a escaparse de mis manos.

Había intentado no pensar en ella desde que la fiesta había comenzado, para así poder creer que quizás no estaba allí. Me guarecí detrás de una ilusión: que no se enterara que estaba comportándome como un idiota, ni se enojara conmigo por no serle del todo sincero. Deseé poder llamarla por teléfono al día siguiente, y aunque me corroyera la culpa, pretender que todo seguía estando bien. Sería capaz de decirle que la quería, y ella podría ignorar que lo había olvidado durante unas horas, sólo porque deseaba demostrarle a Bastian que yo era mejor que él.

Sin embargo, a leguas me hallaba de hacer cierto todo aquello. Cada cosa que hubiera estado sintiendo hasta ese instante se evaporó ante la simple imagen de Sven Bender sosteniendo a Joanne tan cerca de sí. Susurrando sobre sus labios, encantándola en cada simple oración ya que ella no parecía oponer la mínima resistencia.

Podría haber sido yo el que hubiera estado en su lugar. Los ojos de Joanne buscando los míos con esa necesidad de ser querida, de significar algo más para alguien. Y yo me había dedicado a ignorar el hecho irrefutable de que Joanne era mi mundo.

—No la toques. —mascullé, reaccionando tan mal como fui capaz al tiempo que lo empujaba para lograr que se alejara de ella. Me resultaba abominable imaginarlos besándose; no me sentía para nada capaz de dejar que eso sucediera, porque el simple modo en que sus brazos se enredaban en el cuerpo del otro me llevaban a encontrarme terriblemente celoso.

Él recargó su peso sobre la pared por inercia, sin caerse al suelo. Y sé que estuvo a punto de devolverme el golpe en el último movimiento que fui capaz de divisar antes de entrar en mi propia habitación, con Joanne entre mis brazos.

—¡¿Qué te sucede, Manuel?! —vociferó, aunque más bien parecía un lloriqueo. Estaba apresada contra mí, pero fue capaz de comenzar a golpear mi pecho con sus puños—. ¿Qué has hecho? ¿Por qué...? Eres un idiota...

Tanteé la puerta para cerrarla con llave, mientras ella continuaba clamando frases inteligibles inmersas en un llanto que me destruía. ¿Estaba acaso enamorada de aquel imbécil? Pretendí no pensar en eso e ignoré todo lo demás. Había dejado a una muchacha deseándome y a un pobre idiota con ganas de golpearme. Quizás mi departamento fuera un escándalo en aquellos momentos, y la apuesta era ya un caso perdido. Sin embargo nada más importó allí, cuando tomé su rostro entre ambas manos y la besé con la necesidad de hacerle saber que lo único que me hacía falta, era ella.

Luego de los primeros instantes, dejó de resistirse a mí y llevó sus manos a mi cuello. Ralentizó el ritmo de nuestro beso hasta el punto de sentirse cómoda e hizo que me enamorara de la forma en que su respiración perdía el ritmo y acariciaba mi rostro. De la falta de espacio existente entre nuestros cuerpos y la capacidad de sentir la calidez que emanaba el suyo. De cómo sus labios atrapaban los míos y me hacían desearla.

Sin alejarme de su boca, la alcé hasta la altura de mi cintura, donde Joanne enredó sus piernas y me contempló sin entender.

—No existe forma de que deje de pensar en ti. Que olvide que eres la mujer que me cambió la vida y la única que quiero que esté junto a mí. No puedo dejar de querer besarte, y que tu cuerpo se encuentre con el mío para recordarme que nunca, nunca había adorado a nadie de esta manera. Porque cuando lo hago, cuando intento evitar todas las sensaciones que me producen tus ojos llenos de ternura y el sonido de tu risa, corro el riesgo de perderte. Y no pretendo hacerlo más. Estoy cansado de negarme que te quiero, Joanne. Y que estoy enamorado de ti.

Entonces vi sus ojos brillar como nunca antes, y una imprudente sonrisa que era acompañada por el rubor en sus mejillas. No dijo nada, sólo atinó a aferrarse a mi cuerpo con fuerza, en uno de los abrazos más inolvidables de mi vida entera. Podía percibir el latido de su corazón contra mi pecho y el sonido de su respiración agitada.

—Yo también te quiero, Manu. —masculló en mi oído tras depositar un suave beso sobre la piel de mi cuello, que me costó un escalofrío. Apoyó su frente sobre la mía, y con los ojos cerrados, profirió un susurro tan dulce que parecía proveniente del mismísimo cielo—. Te quiero tanto que estoy asustada, pero nada me gusta más que lo que siento cuando estamos juntos.

—¿Qué sientes? —cuestioné, en medio de otro beso, mientras disfrutaba cómo sus dedos se encontraban entre mi cabello, y me regalaba caricias muy suaves.

—No dejes que me vaya. —pidió—. Y quizás algún día lo puedas entender.

Noté rápidamente que no existía necesidad. Porque eso que estaba atravesando su ser también se hacía con el mío del modo más impertérrito y voraz que había sido capaz de imaginar, dejándome al borde de una incoherencia que solo ella podía apaciguar. Asimismo, me gustaba sumergirme en la esquizofrenia de su tacto y la necedad que producía en mí su simple espíritu.

Y en ese instante, nada me parecía tan absurdo como la idea de alejarme de ella. Mi vida parecía un prólogo escrito exclusivamente para anticipar ese momento, y todo lo que sucediera tras él, sería un regalo. Quería prolongar cada uno de los momentos en que mi piel rozaba la suya y la oyera suspirar sólo por mí.

En cada uno de esos ínfimos instantes creí que esa mujer estaba haciéndome infinito con cada caricia de sus labios sobre mi boca y el modo en que nuestras lenguas se exploraban, generando una suave melodía que supe, no sería capaz de quitar de mi mente. El tiempo dejó de ser irreverente con ambos cuando de pronto, una extraña sirena rompió el halo en que no veíamos inmersos y Joanne se alejó de mí.

—¿Qué fue eso? —preguntó, con la voz entrecortada por la falta de aire que aquellos mimos habían producido, en un claro tono de alarma. Al mismo tiempo, volvía a estar de pie sobre el suelo y se encaminaba velozmente hacia la ventana—. Manuel... la policía.

—¿Qué...? – maldije internamente. Supuse que había sido idea de Sven con el fin de evitar que mi estadía con Joanne en aquella habitación fuera próspera, habiendo tenido la suerte de lograrlo.

—Creo que están buscándote. —señaló. Con parsimonia, me acerqué entonces a ella, rodeando su cintura con ambos brazos. Su vestido era corto y volvía su figura aún más esbelta, rebelando a nuestro hijo por venir. Pensé que nunca la había visto tan hermosa como aquella noche mientras reposaba mis manos sobre su vientre y apreciaba el completo estremecimiento que su cuerpo sufría ante mí. Joanne tan sólo sonrió, antes de permitirme depositar un beso casto en sus labios y murmurar:

—Existen un millón de cosas que aún necesito decirte —confesé— pero creo que será mejor que solucione este problema.

Vi a Bastian haciéndose cargo de la situación frente a los oficiales uniformados. Él habría sido capaz de hacerse pasar por mí para librarme de aquella cuestión, sabiendo que finalmente yo había enfrentado todos mis sentimientos hacia Joanne y ella había sido capaz de corresponderme. Pero no resultaba noble en absoluto esconderme en aquellos instantes.

—Buscaré a Mats para volver a casa. —¿Por qué yo, Manuel Neuer, me convertía entonces en una persona extremadamente insegura? Era consciente de que no dormiría con Mats, pero resultaba innegable que esa noche quería que permaneciera junto a mí.

Besé su frente con ternura y ella sonrió tímida. No podía rehusarme a soltar mi agarre y dejar que se fuera, pero ésto se contraponía a mis ganas de amarla aquella noche. Acabé por ceder, viéndola desaparecer sin mirar atrás, por la puerta de mi habitación.

Continue Reading

You'll Also Like

43.7K 2.2K 26
Donde Mackenzie Brady, hermana menor del legendario quarterback de la NFL, Tom Brady, escapa de los Estados Unidos con un par de maletas mal cerradas...
207K 10.4K 48
Las reglas están para romperse. *** (Obra registrada en Safe Creative)
445K 71.6K 32
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...
347K 32.4K 67
Freen, una CEO de renombre, se ve atrapada en una red de decisiones impuestas por su familia. Obligada a casarse con Rebecca, una joven que llegó a s...