Zootopia: The New Wild City...

By Bassilix

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Una nueva y terrible droga ha aparecido. Nick y Judy se ven envueltos en un nuevo caso, pero esta vez las cos... More

El Nuevo Aliado
HISTERIA
La Tercera Regla
Por El Bien de Los Dos
Hay Algo Extraño
La Cita
Presagios
¿Donde Está Wilde?
Caiga Quien Caiga
Por Un Descuido
Secuestrada
Todos Somos Iguales
Permíteme Traicionar Tu Confianza
Presa y Depredador
Motivos
Te Puso en Mi Camino
Un Día Tranquilo
En Medio de Todo... Estás Tú
Bienvenidos a Wild City
El Kamikaze de WCPD
No Estaba Equivocado
Como Humanos
Ghost
Nota
Sentido del Olfato
Así es Wild City
Autopsia
Advertencia
Un Mal Presentimiento
Despair
Bestia
Sospecha
Malas Noticias
Información Clasificada
Ojos Rojos (1era Parte)
Ojos Rojos (2da Parte)
Ojos Rojos (3era Parte)
¿Enemigo?
Un Paseo por El Infierno
Aquel que Solías Ser
Un Valioso Consejo
Enfrentamiento (1era Parte)
Desaparecida. Nota de la autora
Aviso de una Gata desaparecida 😿😿😿
Enfrentamiento (2da Parte) (NO ESTABA MUERTA, ESTABA DE PARRANDA!)
Enfrentamiento (3ra Parte)
Enfrentamiento (4ta parte) (Lo prometo, ya casi termina :'v)
La Calma Tras La Tormenta
Epílogo
Capítulo Adicional

Enfrentamiento (Parte Final)

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By Bassilix

Nigel salió de la habitación donde había dejado a la coneja y luego de registrar los pasillos decidió entrar en un despacho cerrado en el cual había gran variedad de libros y antigüedades, la gran mayoría destruidos por las anteriores explosiones contra su residencia.

El lince tenía muchos años que no entraba en esa habitación la cual era de su abuelo y de la que sólo él conocía un secreto que le habían confiado, como su próximo sucesor en el futuro y también por ser su nieto. El chico sintió un peso en su pecho, como si un millón de recuerdos se agolparan y llegaran a su memoria, como si aquellos recuerdos de su niñez regresaran y le pasaran factura. Nigel no había tenido una vida tan mala, sus padres y su abuelo lo amaban, pero todos conocían el peso que tendría que cargar cuando creciera, y sólo podían prepararlo para cuando le tocara. Sin embargo, las responsabilidades le llegaron muy temprano.

Sacudió su cabeza para dejar de pensar en ello y caminó directamente al viejo escritorio de su abuelo; un impresionante mueble de madera maciza que a pesar de los temblores, estos sólo lograron moverla un poco de su sitio original, estaba intacta. El chico se sentó en la silla de cuero sintético y bajó el brazo por detrás de un cajón escondido en la gran mesa, allí tanteó hasta dar con un pequeño y bien escondido interruptor.

- Veamos si todavía funciona – esbozó accionando el botoncillo y esperando unos segundos.

Repentinamente el librero pegado de la pared empezó a moverse hacia la izquierda, el lince se volvió hacia atrás al presentir esto y cuando se detuvo, dejó ver lo que era un pasadizo oculto con polvo y centenares de telarañas dejando ver que no se había usado durante años. Rápidamente, Nigel caminó hacia el pasaje y allí dentro había una escalera que llevaba al piso de abajo, Nigel apretó un nuevo botón dentro del pasillo lo que hizo que el librero volviera a su lugar.

- No pensé que esto me serviría algún día, papá...

Repentinamente cuando empezó a caminar sintió un golpe mudo algo fuerte detrás de él, Nigel se volvió algo inquieto pero al no poder ver problema, decidió no hacerle caso.

El lince bajo por una escalera caracol hacia el segundo piso y separó una escotilla en la pared, esta accionó a abrir una nueva salida a un cuarto oscuro y cerrado por dentro. Nigel miró hacia los lados y se dio cuenta que este no estaba tan deteriorado como el cuarto de su abuelo, usó su vista nocturna para buscar la puerta hacia el pasillo de la planta y al encontrarla, pensó dos veces antes de salir, levantó su revólver en caso de tener que atacar a algún enemigo y luego de respirar profundo abrió la puerta.

Nigel fue al pasillo y antes de siquiera poder reaccionar se encontró fuertemente interceptado por una ráfaga roja que salió disparada como un rayo. Al zorro no le importaba la diferencia de tamaño, el haber encontrado a un pez gordo era un peligro y una oportunidad de oro; Nick tomó de la camisa al lince y lo arrinconó contra la pared, sin importar si él era más pequeño que el felino, su furia lo hizo más fuerte; el lince se recuperó del golpe y con inquietud se fijó en el revólver sobre su cuello y los ojos verdes frente a los suyos.

- ¡Tienes diez segundos para decirme donde está Judy o te volaré la cabeza antes que te des cuenta!

El lince lo observó de pies a cabeza; estaba bastante desaliñado y la sangre sobre su ropa era suya. El zorro estaba herido, y aún así era capaz de encañonar con fiereza a un depredador más grande que él. Sintió un poco de admiración.

- Te encontré... – replicó el lince con dificultad por el cañón en su garganta.

- No estoy para juegos – esbozó furioso el zorro – ¿Dónde está la coneja? No me hagas enojar, mocoso.

- Tranquilo, oficial – lo miró con firmeza recuperando su postura – no haga algo de lo que pueda arrepentirse luego...

El zorro gruñó.

- ¡Habla de una vez!

- Tu compañera está bajo mi custodia. Ella se encuentra bien – habló con naturalidad.

Nick bajó la guardia al ver la seriedad en los ojos del lince.

- He venido a llevarte con ella.

- ¿Cómo sé que no es una trampa? – preguntó incrédulo el zorro pero con ganas de creerle.

- ¿Tienes otra opción que confiar en mí?

- Sí la tengo...

El zorro se rió y le apuntó.

- Volarte la cabeza y seguir buscando...

El lince se apartó y bajó su arma.

- Entonces adelante. De cualquier forma, ¿lograrás llegar a Judy antes que ese psicópata?

El zorro reculó indeciso. Nigel lo miró con seguridad.

- No soy su enemigo, oficial Wilde. Lo único que me importa en estos momentos es que ustedes dos salgan de aquí.

- Sí, claro. Fuiste tú el que la secuestró para provocar todo este lío.

El lince encogió los hombros.

- Los planes cambiaron...

El zorro lo miró de pies a cabeza; su ropa estaba sucia y tenía unas cuantas manchas de sangre sobre él, sin embargo parecía estar ileso y tampoco lucía como si estuviera mintiendo, y eso que él podía oler a un mentiroso a leguas, pero lo tenía allí, de frente, desarmado y con una mirada dudosa en sus ojos. Nick no sabía qué hacer. Ya había perdido demasiado tiempo buscando sin éxito y no tenía otra opción que creer en lo que ese criminal le estaba diciendo. De repente, recordó lo que la musaraña le había dicho en el helicóptero. Si se trataba del nieto, eso quería decir que su compañera la verdad no se encontraba en peligro, de verdad, más que nunca necesitaba confiar en algo, en alguien, y si él era su única alternativa, entonces no le quedaba de otra más que hacerlo.

Con una amarga mueca en su rostro, el zorro levantó su arma frente al apacible rostro inexpresivo del lince, sus ojos fríos le intimidaban pero no tenía más elección.

- No confío en ti, Nigel Lynx – replicó quitando el seguro de su arma – intenta algo y estás muerto.

El lince asintió indiferente y se dio la media vuelta teniendo el cañón del revólver en su nuca.

- Está en el piso de arriba, encerrada en una habitación – lo miró de lado – sígame, señor oficial.

Los dos machos se pusieron en marcha por el amplio pasillo de la planta. Nick seguía de cerca a Nigel y este se fijaba en que no llegara ninguno de sus subordinados, eso significaría un enfrentamiento más y ya estaba harto de eso. El lince llegó hacia las escaleras del piso y se detuvo a verlo. Nick se extrañó al ver las curiosas señas que este le hacía, pero no dejaba caer su arma por nada. El lince rodó los ojos fastidiado y siguió el camino frente al zorro.

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Judy tenía los ojos cerrados, pero no había conseguido dormirse, la angustia no le dejaba estar tranquila, ya se habían tardado mucho en regresar y tenía miedo de lo peor. La coneja respiraba profundamente, más que para relajarse, para calmar un poco el dolor de sus heridas, especialmente la de su cuello, luego de recordar lo que le había pasado. Su enfrentamiento con la mangosta enloquecida y el que precisamente el criminal detrás de todo hubiera sido Roger, ¿por qué no lo vio? Aunque todo lo señalara a él, ¿por qué desconfió de lo que decía su compañero? Si justamente por esa forma de dudar de todo estaba hecho un detective, ¿cómo había estado frente a él todo el tiempo y nunca logró enterarse

Judy se sintió impotente, inútil al haber sido engañada tan tontamente pero ya no servía de nada lamentarse, lo que había pasado, pasó, y el verdadero culpable de todo estaba por ahí deambulando quien sabe con qué intenciones y seguramente todavía con el propósito de matarla. La coneja llegó a arrepentirse de haber deseado una misión así y de haberla aceptado sin pensarlo. Extrañaba sus días tranquilos y aburridos en Zootopia, a sus amigos, a sus padres, quienes no sabían nada sobre esa situación y que sin duda habrían muerto de un infarto si se enteraban, la oficial no veía la hora de salir de esa casa y de regresar a su amada ciudad donde todo era perfecto, donde ella podía ser quien quería y donde, afortunadamente no había tanto peligro acechando en cada esquina.

Repentinamente subió las orejas cuando escuchó la puerta abrirse. Judy abrió los ojos sorprendida al ver al lince entrando por ella.

Nigel ingresó al cuarto con las manos en alto y una expresión serena en su rostro. Judy se dio cuenta del cañón de revólver que estaba en su nuca y cuando entró por completo, sintió un alivio indescriptible al ver que quien le seguía era su amado zorro.

La coneja saltó hacia el borde de la cama con una sonrisa incrédula.

- ¡Nick! – exclamó la chica feliz de verlo.

El oficial finalmente bajó el arma y corrió hacia su pareja dejando la puerta medio abierta. Nigel se encargó de cerrarla mientras los dos se abrazaban con entusiasmo, pero al darse la vuelta encontró a ambos oficiales compartiendo un beso de alivio por volver a encontrarse. El lince tragó grueso y sólo pudo esquivar la mirada al sentir inusual incomodidad por ello.

Judy se volvió a verlo y le sonrió con completa confianza y agradecimiento.

- Muy bien – esbozó el lince rompiendo el momento – ya que los dos se encuentran a salvo, es hora de que se larguen de aquí.

- Tú vendrás con nosotros, Nigel – repuso la coneja decidida.

- ¿Yo? ¿Yo por qué? – preguntó el lince un tanto confundido.

- Zanahorias... él es el enemigo...

Judy negó con la cabeza.

- No es posible que considere enemigo a alguien que salvó mi vida y la de quien amo.

Nigel sintió sus músculos contraerse.

- Además – añadió la coneja – Dutch me hizo prometerle que rescataría a su hermano.

El chico arqueó la ceja y bajó la cabeza en un suspiro, hizo una mueca con la boca y esquivó la mirada.

- Como sea. Entonces tenemos que salir de aquí.

- La entrada principal está bloqueada – afirmó el zorro – todo se derrumbó.

- Bien, entonces debemos apresurarnos a salir por detrás.

- No pensarás escapar de la policía, ¿no es así, lince?

Nigel se quedó un segundo en silencio. La verdad no había pensado en eso, miró fijamente al oficial y se resolvió a responder su pregunta, pero antes que pudiera decir algo, la puerta de la habitación se abrió.

El zorro se puso en guardia al ver a uno de los subordinados entrar apresurado, con sudor perlando su frente y una expresión de genuino terror.

- ¿Hamson? – mencionó Judy haciendo entender a su compañero que el cerdo no era una amenaza.

- Hamson, ¿qué pasó? – preguntó el lince irritado – ¿Encontraron a Roger? ¿Dónde está Crow?

El cerdo obeso estaba jadeando agitado buscando el aire que había perdido en su carrera, esperó unos segundos y empezó a boquear las palabras.

- Se... escapó... – esbozó alterado, poniendo nerviosos a los demás – cuando llegamos al sótano, ya no estaba allí.

Nigel frunció el ceño.

- Encontramos una pila de cadáveres en el pasillo, desfigurados, despedazados, era como si algo los hubiera masticados y escupido – replicó con repulsión – fue realmente asqueroso.

- Ham... – habló la coneja asustada – ¿Dónde está Crow?

Hamson bajó la cabeza y esquivó la mirada.

- Estuvo expuesto a la droga... – respondió el cerdo con pesar.

Todos los presentes se conmocionaron.

- Creo que la inhaló, no lo sé. Pasó muy rápido. Él me dijo que saliera mientras estaba consciente y de repente comenzó a gritar y se arrancó la mitad de la cara con sus garras. Lo último que supe es que estaba muerto.

Nigel caminó por la habitación intranquilo, los dos oficiales lo vieron en su marcha y resoplando con enojo. Pronto se sentó sobre la cama a un lado del zorro y la coneja.

- Esto es malo – replicó volviéndose a la pareja – Roger hizo algo con esa droga para propagarla más rápido.

- ¿Qué quieres decir? – preguntó la chica acercándose a él.

- La primera vez que me mostró esa sustancia me prohibió olerla porque me volvería loco.

- Ciertamente cuando entramos en la habitación de Mongoose había cierta sustancia en el aire que hizo que me mareara, pero no llegó a afectarme ni a Nick y menos a Roger.

- Cuando nos encargamos de él le inyectamos la droga – confesó el lince.

Nick se volvió a ver a Judy.

- Zanahorias, entonces ¿por qué cuando yo la olí en el cuerpo de la esposa del ministro sólo perdí el olfato por un día? – preguntó el zorro todavía sin entenderlo todo.

- Fácil. Porque fue inyectada – respondió el lince – la droga no estaba lo suficientemente presente para afectarlo directamente.

Judy y Nick bajaron las orejas.

- Pero esta vez es distinto – replicó nuevamente levantándose de la cama – si hay residuos de la droga en el aire eso quiere decir que ya no es un líquido que sólo funciona vía intravenosa.

- ¿Puede ser que...?

- ¿Un gas?

Nigel asintió angustiado y caminó hacia el armario.

- Así es. La HISTERIA ahora es un gas venenoso que si se inhala no muestra los síntomas hasta que es demasiado tarde para actuar. Y hemos estado perdiendo valioso tiempo mientras esa cosa se esparce entonces hay que salir de aquí de inmediato.

- No lo entiendo. ¿Por qué Roger está haciendo todo esto?

- ¿No es obvio? Porque está loco y es un bastardo – exclamó el cerdo exasperado – prefiero ir a la cárcel antes que convertirme en un monstruo.

- ¿No hay otra salida, lince? – preguntó el zorro caminando hacia él cerciorándose de lo que fuera que estuviera haciendo.

Nigel negó con la cabeza, de espaldas frente al armario.

- La terraza está destruida luego de las bombas de ese loco. Había una escalera de emergencias desde ahí, pero la salida está muy deteriorada – se volvió hacia el canino – intentar llegar a las escaleras implicaría arriesgarnos a caer de diez metros – esbozó entregándole una tela rasgada al zorro y caminando hacia los otros dos – y con una oficial herida y debilitada sería mucho más difícil el descenso. Podríamos quedar sepultados bajo más de trescientos kilos de concreto – terminó mirando a la coneja – la única salida que nos queda es pasar por esos pasillos envenenados hasta el comedor, cruzar la cocina y llegar hasta la puerta del patio trasero.

- ¿Qué nos asegura que no habrá ninguno de esos imbéciles zombies que correrán a atacarnos? – preguntó el zorro todavía con desconfianza.

El lince negó con la cabeza.

- Absolutamente nada. Así que si habrá que abrirnos paso no nos queda de otra que atacar en caso que sea necesario – replicó poniéndose una tela sobre la boca y nariz – sin embargo, el ruido ha disminuido desde hace rato, ¿no le parece, oficial Wilde?

No se habían dado cuenta, era cierto. Ya no había disparos afuera de la casa.

- Eso puede significar dos cosas. Uno, que la policía logró detener el enfrentamiento o dos, que todos están muertos. En cualquiera de los casos, las dos opciones nos benefician.

- ¿Cómo puedes estar tan tranquilo luego de saber que todo tu escuadrón fue neutralizado? – exclamó el zorro indignado.

Nigel se quedó impávido.

- Todos estuvieron luchando con el único ideal de proteger al líder del clan Lynx. Muchos de ellos sirvieron a mi padre y abuelo, pero ambos están muertos. El que ellos mueran y yo esté todavía aquí hablando con ustedes quiere decir que cumplieron su trabajo, así que deberían estar satisfechos con eso.

Nick gruñó enojado con la actitud del lince, pero esto no parecía afectarle en lo más mínimo al lince. Y sin embargo, tenía razón, en todo lo que decía. El zorro recogió su arma y la guardó en su cinturón.

- No confío en ti, Nigel – esbozó amenazante.

- ¿Tiene otra opción, oficial Wilde? ¿Quién sabe moverse por esta casa mejor que yo?

- Por lo momentos vamos a seguirte – le apuntó con la garra – pero procura algo y te haré picadillo, minino. ¿Quedó claro?

Nigel hizo una pequeña mueca por el apodo, pero optó por no hacer caso y caminó hacia la coneja.

- No me importa si confía en mí o no, oficial – miró detenidamente a Judy – con que lo haga ella es más que suficiente.

Nick frunció el ceño al ver la cercanía que tenía el lince con la coneja, se suponía que él la había secuestrado pero parecía que ambos se llevaban muy bien. No le agradó esa mirada, pero ahora había algo más importante que hacer que dejarse llevar por un ataque de celos. Sin mencionar nada más hizo lo que todos ya habían hecho y se llevó la pañoleta a la boca cubriendo su nariz. Sabía que el lince intentaba protegerlos, pero no entendía cuales eran sus verdaderas intenciones.

Sin ninguna objeción el lince y el cerdo salieron primero llamando de inmediato a los otros dos. Nick tomó de la cintura a Judy para ayudarla a avanzar, ella se enganchó a su cuello caminando renga, el cuerpo ya no le daba para más, y Nick tampoco estaba en las mejores condiciones.

Repentinamente por el pasillo hacia la escalera empezaron a escucharse gruñidos impetuosos y violentos que iban en aumento, cuando llegaron los atacantes, los dos oficiales se perturbaron al ver que se trataba de los operativos que habían irrumpido en la casa y fueron expuestos a la droga que flotaba en el aire. Gruñendo y jadeando se acercaron como bestias hambrientas hacia los dos mafiosos. Hamson alzó su metralleta nervioso y antes de siquiera poder aproximarse, disparó ráfagas de balas hacia los dos policías enloquecidos. Ambos cuerpos cayeron en el suelo como pesos muertos y ellos siguieron avanzando.

- Esto no se ve bien – esbozó el lince acercándose a la escalera.

Oyó con suma atención que los gruñidos seguían estando abajo, los que habían subido fue porque habían encontrado el camino, pero todos los demás operativos estaban abajo, convirtiéndose en bestias sedientas de sangre, y mientras la droga estuviera actuando en ellos, no habría posibilidades de escapar de ellos, a menos que esperaran que estos murieran por causas naturales, pero eso sería tomar demasiado tiempo y debían moverse mientras la droga no fuera tan fuerte para afectarlos directamente. Nigel se quedó pensando durante unos segundos y luego se dio la media vuelta.

- Síganme – replicó caminando hacia el lado contrario.

- ¿Ahora a dónde vas? – esbozó el zorro impaciente.

- No podemos bajar por las escaleras. Estoy seguro que hay más como esos y sería cuestión de tiempo para que nos atraparan y liquidaran a todos. No estamos en condiciones para enfrentarlos – observó a los dos oficiales – pero se me ocurre algo para llegar a planta baja.

Nick y Judy se miraron mutuamente y sin poner objeción alguna se pegaron a seguirle. Nigel se aproximó hacia una de las puertas en el corredor y abrió la habitación con algo de cautela, todos los demás fueron tras él y entraron al mismo despacho al que había ido hace rato.

- Se supone que este debía ser un secreto, pero creo que a ellos ya no les molestará si se los muestro.

Caminó hacia el escritorio de madera macizo y accionó el botón nuevamente para abrir el pasillo secreto. Pero, cuando el librero estaba en menos de la mitad, este se trabó sin permitir que la puerta fuera hacia delante o atrás.

- ¡No! – gruñó Nigel tratando de hacer que funcionara – sabía que esto pasaría, pero justamente ahora... – bajó la cabeza enojado.

Nick se rió por debajo al ver que el supuesto salvador del día había fallado.

- Muy bien, eso no resultó. ¿Algún otro brillante plan, señor mafioso? – replicó desafiante.

El lince levantó la cara y lo miró irritado.

- Si vas a burlarte, al menos piensa en algo, ¿no te parece? – esbozó filoso el felino.

Judy se soltó de su compañero para evitar una pelea.

- Ya basta, ustedes dos. No tenemos tiempo para andar discutiendo ahora – suavizó la mirada y se dirigió hacia Nigel – ¿No hay otra vía de escape?

El chico bajó las orejas y negó con pesar.

- No. Esta era una vía de escape que usaba mi abuelo y conectaba con los tres despachos. No creí que la necesitaría tanto como ahora.

Judy miró algo contrariada al chico y luego frunció el ceño ya enojada con todo.

- Entonces no nos queda más que ir por el pasillo principal, enfrentarnos a los afectados de la droga y salir de aquí por la puerta trasera – replicó tirando del cinturón del lince y recuperando su arma – yo me quedaré con esto, gracias.

- Pues, la coneja tiene razón – replicó Hamson cargando su rifle.

- Bien, si es así, nos vamos de aquí. No hay más tiempo que perder – repuso la oficial tronando su cuello y caminando hacia la puerta de nuevo.

Nick corrió hacia ella un tanto alarmado.

- Judy, espera. Sostente de mí, todavía estás muy herida y...

La chica lo miró con el rabillo del ojo y apuntó la escopeta en su dirección. Su mirada había cambiado y ya no tendría contemplaciones por nada.

- Tú, Nick, mejor que nadie sabes que no soy ninguna damisela en peligro – apartó el arma de la espantada cara del zorro – estoy harta. Quiero llegar al hotel y darme un baño. ¡Bueno! ¿Se mueven o los muevo? – replicó la coneja enojada.

Los tres hombres se vieron las caras, completamente estupefactos por la reacción de la hembra y sin más que decir fueron tras ella.

Al llegar a la planta baja, luego de unos cuantos enfrentamientos con los afectados por la droga los dos oficiales, Nigel y su escolta salieron al salón principal y al estar allí, observaron con gran asombro la escena allí armada. Muchos de los operativos estaban peleando entre ellos mientras los otros se disparaban a diestra y siniestra, como si se tratara de enemigos cuando todos eran compañeros de trabajo. Judy no llegó a ver a ninguno de sus conocidos entre los que se encontraban peleando ni tampoco en los cuerpos que yacían tiesos en el piso, esto la alivió un poco. Nick también se sintió tranquilo al no reconocer a ninguno de los forenses en la escena.

- Estarán muy ocupados por ahora – bufó con ironía el lince – por allá está la puerta del comedor – señaló al fondo a la derecha.

Todos se fueron aproximando hacia allá, evitando los enfrentamientos con los operativos narcotizados y atacando a aquellos que se fueran acercando. Judy soltó un tiro a uno de los efectivos y cayó al suelo por el impacto del disparo, al recuperarse se encontró con su herida abierta y sangrante. La oficial rechistó y se puso de pie, ya faltaba poco para su libertad.

Estaban a pocos metros de llegar a su objetivo, cuando de repente, algo hizo detener al zorro; tratando de clasificar los olores en el ambiente fue apartando poco a poco cada uno en su cabeza, pero, uno en específico, además de la droga que se esforzó en no inhalar, lo hizo alarmarse aún más. La coneja se acercó a la puerta del comedor cuando él la tomó del brazo alarmado.

- ¡Espera, Judy! – exclamó agitado.

- ¿Ahora qué pasa? – replicó la chica.

Nigel también se detuvo a medio camino al percibir el mismo aroma.

- Eso es... – vio a su subordinado corriendo hacia el comedor – ¡Cuidado, Hamson!

El cerdo lo escuchó tarde cuando ya había abierto la puerta y antes de poder reaccionar una gran explosión hizo vibrar las paredes de la planta. Nick saltó sobre la coneja haciéndola a un lado y protegiéndola del peligro; Nigel saltó al mismo tiempo por su cuenta.

Afuera de la mansión varios efectivos de la policía estaban esperando noticias de sus infiltrados, pero no había ninguna, no hubo contacto, todo se había perdido. La forense observó las llamas propagarse y cubrió su cabeza al escuchar las cisternas estallar. Repentinamente todo se había convertido en una bocanada de fuego feroz e incandescente.

Nick alzó la cabeza luego de recuperarse del impacto, vio pocos metros al lince tirado en el suelo, aparentemente ileso, el cuerpo de la chica temblaba debajo de él con la mirada perdida hacia el fondo, el zorro sintió sus músculos contraerse cuando vio el cuerpo calcinado del cerdo frente a la puerta, chamuscado por haber sido golpeado de lleno por la explosión. De pronto todo a su alrededor estaba convertido en un infierno, Nigel se levantó del suelo y se encontró con la mirada del oficial.

- Carajo... – esbozó inquieto viendo hacia el comedor encendido.

Ambos oficiales se levantaron del suelo, Judy estaba sangrando de nuevo y las cosas iban empeorando cuando sorpresivamente escucharon un grito de odio puro.

- ¡¡¡¿¿¿POR QUÉ NO SE MUEREN???!!!

Roger estaba detrás de ellos con una mirada furiosa, bestial y un cuchillo en su mano. Sin pensar dos veces saltó hacia los oficiales corriendo con rapidez y blandiendo el arma con la intención de atacar a la coneja, Nick la apartó a un lado y este en vez de ir tras él corrió hacia ella, Judy lo esquivó con torpeza mientras este arremetía rabiosamente hacia ella.

- Deja de hacerte la difícil – replicó riendo – ¡SÓLO TE DOLERÁ UN MOMENTO!

- ¡Basta, Roger! – exclamó nerviosa la chica todavía evitando las estocadas – ¡Has enloquecido!

- ¡VOY A MATARTE!

Nick se lanzó a atacar con la cabeza al conejo haciéndolo caer a un lado pero este se paró rápidamente y corrió hacia él.

- ¡¡¡TÚ NO TE METAS!!!

- ¡Nick, cuidado! – gritó la chica al ver que este iba tras el zorro.

Roger logró herir nuevamente al oficial clavando sin piedad el cuchillo en su hombro derecho. Nick gritó de dolor pero sin perder de vista al conejo. Había hecho que se acercara lo suficiente para darle un golpe con su rodilla en la boca del estómago. Roger salió volando y vomitando sangre cuando cayó al piso, el zorro se levantó agarrando su hombro con incomodidad y le dirigió la mirada al lince.

- Es tu oportunidad. Llévatela.

Judy bajó las orejas al escuchar esto.

- ¿Qué? ¡NO! ¡Nick!

- ¡Vete de aquí! Saldré tan pronto me encargue de este tipo. ¡SALGAN!

- No puedes... ¡Nick!

La chica no pudo decir nada más cuando el lince la había tomado del costado y la levantó del suelo. Judy gritó nuevamente el nombre de su compañero cuando el mafioso la protegió con sus brazos y saltó hacia fuera por la ventana.

Entre una lluvia de esquirlas de cristal, Nigel salió rodando en el suelo y cayendo en posición fetal a pocos metros de la casa en llamas, en seguida la policía preparó las armas para arremeter en su contra pero Judy al recuperarse gritó saliendo de entre sus garras.

- ¡Alto! ¡No disparen! ¡NO DISPAREN! – exclamó la chica desesperada.

Los efectivos cedieron a la orden. Bullock se extrañó al ver a la oficial capturada en brazos de uno de los capos más peligrosos de la mafia y rogando por salvar su vida. Daniel y Luna sin pedir permiso se aproximaron hacia ellos. Daniel tomó en custodia al criminal y Judy fue rescatada por la loba, pero ella no se movió ni un centímetro al encontrarse concentrada observando con ansias las llamas incandescentes del incendio salir por las grietas de la casa.

El jefe de la WCPD se acercó hacia la oficial que estaba con lágrimas en los ojos esperando con angustia a que algo ocurriera.

- La misión ha sido completada – replicó volviéndose hacia los demás – dejaremos que los bomberos se encarguen del resto.

Judy se volteó hacia él.

- Espere, ¿qué? ¡Todavía no termina! Mi compañero está allí adentro peleando con Roger.

El toro la miró inquieto.

- ¿Qué? ¿Con quién?

Judy se volvió a verlo.

- Con Roger. Roger es el fantasma – volvió hacia el frente.

- ¿Qué está diciendo, oficial?

- Señor, ella dice la verdad – esbozó Reyna – él estuvo encubriendo las pruebas desde él principio.

Ambos se volvieron a mirar a Judy quien estaba absorta viendo las llamas.

- Esto aún no se acaba...

El conejo corrió tras el lince buscando alcanzarlo pero cuando extendió su mano para atraparlo y hacerlo caer, fue interceptado por Nick, logrando que ambos, oficial y mafioso lograran escapar de las llamas propagadas por toda la mansión. Roger se volvió hacia el zorro con una furia vivaz y despiadada y pateó con violencia la cara del oficial; Nick cayó a pocos centímetros lejos de él y soltando su pierna para permitirle así poder levantarse, pero este estaba tranquilo, con Judy fuera del peligro ya había completado su misión, no quedaba más que hacer.

- ¡¡¡BASTARDO!!! ¡VOY A ACABAR CONTIGO DE UNA VEZ POR TODAS! – exclamó enloquecido el detective – ¡Jamás debiste meterte en mi camino, maldito depredador! – añadió lanzando un golpe hacia el suelo buscando partirle la cabeza a su adversario.

Nick se levantó rápida y torpemente del piso salvándose del impacto por sólo unos pelos, luego disimulando sus nervios.

- Lo siento, Roger – esbozó irónico – todo lo que tenga que ver con esa coneja también es mi asunto.

Roger gruñó perturbado. Nick dejó de prestarle atención durante unos segundos al escuchar un sonido raro en alguna parte del enardecido bullicio de las llamas quemándolo todo, era un siseo muy leve, pero no podía descifrar de donde venía. Un milisegundo bastó para volver al momento donde estaba y encontrarse cara a cara con el enloquecido Roger Bounce quien no dejaba de atacarle con furia ciega y desmedida. Nick ya no podía pelear, ahora sólo le quedaba intentar huir de las llamas, pero sabía que para eso, primero debía pasar por el violento obstáculo que le impedía el paso, y que, estaba seguro, no le dejaría marchar sin haberlo vencido definitivamente.

El conejo resoplaba colérico, con la cara llena de sangre y sus ojos rojos de ira, pero su cuerpo también parecía desgastado, llegado hasta el límite, temblaba de furia y también agotado pero bajo ninguna circunstancia dejaría que ese fastidioso zorro escapara.

- ¡Ya termina con esto, Roger! – exclamó el zorro buscando ganar tiempo. El siseo lo tenía muy nervioso – ¿no ves que ya no tiene caso? ¿hasta cuando piensas seguir con esta venganza estúpida? ¡Ya todo terminó! ¡Entrégate!

- ¡Nunca! ¡Esto no terminará nunca! – replicó resoplando – ¡una vez que haya acabado contigo, iré por ese maldito lince y acabaré con esa usurpadora! ¡Esa ladrona! ¡Esa impostora! Sólo así es que se hará justicia para Thania – bajó la cabeza – ¡sólo así se hará justicia para todos!

- ¿Justicia? – replicó el zorro indignado – ¿Estás escuchándote? ¡Eso no es justicia, imbécil!

Roger reculó al sentir que algo lo había puesto nervioso.

- ¿Cree que todo lo que has hecho puede ser llamado justicia? ¡Debe ser una broma! Fuiste tú el causante de miles de muertes, inocentes y culpables, ¿cómo puedes llamar a eso justicia?

- Cállate... – replicó el conejo empezando a desvariar – cállate, depredador. No eres nada... ¡no eres nadie! ¡Por tu culpa Thania está muerta! ¡SON USTEDES LOS QUE DEBERÍAN MORIR!

- No sé que te haya pasado – repuso el zorro retrocediendo con la intención de ir a la ventana rota. De repente recordó un dato en el expediente de Roger – ¡pero sea lo que sea, lo único que has querido desde entonces ha sido venganza, idiota!

Los ojos del conejo se desorbitaron repentinamente al escuchar esas dos palabras. Un millón de recuerdos que creyó haber borrado de su memoria empezaron a llegarle fugaces y momentáneos, haciendo que su cabeza doliera viendo retazos de esas imágenes. Lo recordó todo, todo lo referente a ella, la imagen de la pequeña coneja de pelo blanco y ojos rojos regresaron a su mente, su sonrisa y su buena disposición, su tristeza, sus lágrimas, incluso su enojo y resolución. La palabra que la describía como la artífice de su desequilibrio mental, a pesar de su muerte, ella le había dejado un claro mensaje que se suponía debía hacer de él su lema, seguir su ejemplo, cumplir su misión, pero... dejó que su corazón se oscureciera y su juicio se nublara, haciendo todo lo contrario, pensando que lo que eso era lo correcto, fue en ese momento cuando finalmente se dio cuenta de lo que en realidad había hecho.

  "No es venganza, ni odio... sólo quiero que se haga justicia..."  

Roger empezó a sentir un insoportable dolor dentro de su pecho, sin entenderlo, sólo algo que empezaba comérselo por dentro, como si lo estuviera castigando, comenzó a balbucear cosas mientras gemía casi a gritos por el sufrimiento, algo estaba cambiando, algo regresaba. El detective cayó al piso y se encorvó apretando fuertemente su abdomen. Nick sólo podía observar lo que estaba pasando con el perturbado criminal frente a sus ojos.

- Yo... lo que he estado haciendo es todo por... ¡cállate! ¡no me mires así! – exclamó hablándole al aire con los ojos a punto de explotar en lágrimas – todo lo que hice fue para que finalmente pudiera descansar... yo no... no hice nada malo... sólo quería... quería justicia para ella...

- Lo que hiciste no tiene perdón – esbozó Nick en un susurro.

Roger empezó a gritar como si estuviera viendo una pesadilla sólo presente para él, retrocedió nervioso pegando la espalda a la pared, suplicando clemencia, pidiendo perdón, pegando repetidamente su cabeza contra el suelo hasta reventarse la frente. Levantó la mirada en medio de una redención que sólo él estaba presenciando, su sangre empezó a brotar de la pequeña herida que se había hecho en la frente, corriendo entre su nariz y cayendo hasta su mentón para gotear en el piso.

Nick estaba nervioso, sabía que debía escapar, pero dejar al conejo allí tampoco era una opción para él, luego se lamentaría de no haberle podido ayudar y, por mucho que le molestara la idea, Roger lo ayudó en una ocasión, era tiempo de devolverle el favor. El zorro caminó unos cuantos pasos hacia el conejo, quien estaba arrodillado en el suelo con la cabeza viendo hacia abajo; los ojos de Roger estaban en blanco, desvanecidos totalmente.

Pero al momento de Nick intentar, acercarse el siseo se volvió más fuerte y un nuevo temblor hizo que las paredes temblaran, el zorro abrió los ojos alarmado al sentir el suelo bajo sus pies estremecerse y por puro instinto saltó hacia la pared detrás de él. Un segundo bastó para llevarse todo a su paso, el piso explotó abriéndose en dos mitades, las calderas de gas en el sótano había explotado causando una colisión que se llevó todo el piso de la planta baja. Zorro y conejo fueron despedidos hacia arriba para caer violentamente en los cimientos derribados. Nick se estrelló contra el piso cuarteado, completamente desorientado, herido, pero vivo. Se levantó pesadamente sintiendo que todos sus huesos estaban rotos, y volvió la mirada hacia todas partes para ver donde había caído el detective. No pudo evitar que las lágrimas salieran, aunque fueran unas pocas, al ver el escuálido abdomen del criminal siendo atravesado por una viga caída, producto de la explosión. El oficial corrió con dificultad entre los grandes retazos de escombro para ir hacia el moribundo conejo, sintiendo más que piedad, más que compasión, más que lástima, más que pena...

Roger abrió los ojos nuevamente cerúleos y observó con atención al ya bastante lastimado oficial zorro, luego rió entre dientes observando su cuerpo atravesado por la percha de acero.

- No pensé que terminaría de esta forma... – esbozó con inusual tranquilidad – supongo que cada quien obtiene lo que merece.

- Fuiste tú quien decidió que las cosas fueran así – respondió el zorro frente a él, observándole no con rencor.

- Yo no decidí nada, oficial – reprochó débilmente el conejo – mi cuerpo simplemente empezó a moverse solo y cuando me di cuenta de lo que había pasado... – se señaló – ya estaba siendo perforado por un tubo. Es patético, ¿verdad?

- Tú decidiste dejar que el dolor te enloqueciera, Roger. No hay ningún otro responsable más que tú.

Roger lo observó unos segundos y bajó la cara.

- Supongo que tienes razón – empezó a llorar – estoy tan avergonzado... todo lo que quería era hacer justicia en nombre de ella, pero terminé convirtiéndome en un monstruo como ellos. Seguramente debe odiarme ahora...

- Podrás pedirle perdón si verdad estás arrepentido.

El conejo alzó la mirada hacia él y le sonrió negando ligeramente con la cabeza.

- No, Nick... no seré capaz de volver a verla...

- Pues inténtalo...

Los ojos azules de Roger se alzaron al cielo raso medio destruido y se vieron brillantes al volver a bajar y encontrarse con algo que le estaba viendo desde el fondo de la sala; una figura que sólo su cabeza estaba proyectando, blanca como la paz y de ojos tan rojos como la sangre, lo observaba fijamente con mirada severa y labios cerrados pero que pronto se transformaron en una sonrisa llena de piedad.

"¿Nos vamos ya, señor Bounce?"

Roger se dejó llevar por la última de sus alucinaciones y sonrió ligeramente sintiendo una calidez divina que estaba tocando su alma. El zorro miró hasta el último segundo la vida del detective escaparse hasta sólo dejar restos vacíos, extendió su mano hacia el rostro del conejo y cerró sus ojos con algo de alivio, bajó su cuerpo para recostarlo en el suelo y luego se dio la vuelta para alejarse.

Sin embargo, al dar sólo tres pasos, inmediatamente su cuerpo cayó al suelo; el dolor, el agotamiento físico, sus heridas y el invisible veneno que flotaba en el aire empezaban a hacerle efecto, Nick estaba mareado y ya su cuerpo no respondía para nada, sus ojos empezaban a cerrarse y aunque este intentara mantenerse firme a su idea de salir de allí y encontrarse con su compañera, amiga y amante, ahora sólo tenía un único deseo; cerrar sus ojos y rendirse a un sueño profundo. Muy profundo.

_______________________________________________________________________________

Fuera de la casa, la explosión alarmó a todos los presentes. Judy lanzó un lastimero grito de horror y desesperación al ver la mansión incendiarse sin control y que las llamas empezaban a propagarse incluso fuera de esta. La oficial, débil y malherida se puso de pie para intentar ayudarlo, pero ni siquiera eso se lo permitió su cuerpo, inmediatamente esta volvió a encontrarse con el frío concreto de la entrada. Todos los oficiales veían con asombro y miedo las incandescentes e insaciables bocanadas de fuego que salían de los cimientos destruidos de la casa, el derrumbe provocó que esta estuviera a punto de ceder y aplastar a los que estaban dentro de allí. Judy seguía gritando hasta desgarrarse la garganta, sin poder moverse de donde estaba, sin que nadie más lo hiciera.

Fue en ese momento en el que el lince, quien también presenciaba todo tuvo un impulso que jamás creyó podría tener en cincuenta años. Con violencia mordió la mano del tigre albino que lo apresaba haciendo que Daniel saltara hacia atrás del dolor y la impresión liberándolo de su agarre. Los oficiales a su alrededor intentaron retenerlo nuevamente, pero los linces, esa especie de felino en específico, tenían una insuperable habilidad para escabullirse y escurrirse de sus adversarios. Nigel se movió con destreza y por su puro instinto animal entre los efectivos de la policía, y colocándose en cuatro patas se lanzó rápidamente en dirección al incendio.

- ¡Intenta suicidarse! – exclamó el tigre sorprendido.

Bullock ordenó a sus policías que abrieran fuego, pero Judy se volvió en contra de todos ellos.

- ¡ESPEREN! – gritó la coneja por encima de los rugidos de rabia de los oficiales.

Esto le dio oportunidad al lince para entrar nuevamente a la casa.

La tensión se hizo presente en el ambiente, tanto que incluso se podría cortar con unas tijeras. Todos estaban a la expectativa de lo que había pasado con el criminal enloquecido que corrió hacia el fuego, y también del efectivo policial que se encontraba atrapado en él. Judy era la que más ansiedad tenía, esa fue la más desesperante de las ruletas rusas, donde la suerte era la única variante que lo cambiaría todo.

Unos segundos después, se escuchó un sonido viniendo por dentro de la entrada, un golpe mudo que estaba repiqueteando en la puerta, ya astillada y deshecha. Los corazones de todos los que estaban presentes se paralizaron cuando un último golpe hizo la puerta de en frente ceder y caer en pedazos quemados, revelando que tras él, el lince plateado traía guindando a cuestas a un maltrecho zorro rojo. Nigel bajó pesadamente los escalones del pórtico y cayó al suelo rodando él y la carga sobre su espalda.

Judy sacó fuerzas de no supo donde y con ocho pasos que corrió logró llegar hacia los dos machos en el suelo. Nick estaba desmayado por haber inhalado tanto dióxido de carbono y Nigel se arrodilló estando más lúcido.

- Nick... – susurró la coneja colocando su oreja sobre el corazón del zorro – está vivo – volvió a ver al lince quien jadeaba exhausto y se lanzó sobre él con lágrimas en los ojos – gracias, Nigel. Gracias por salvarlo...

El lince sintió el cuerpo frágil de la coneja chocar con el suyo y sólo pudo percibir un calor en su pecho agradable para él.

El jefe de la policía envió a los paramédicos a que atendieran al zorro, y con la misma orden envió a dos oficiales más a apresar al fugado criminal.

Judy sintió cuando apartaron al felino de sus brazos con brusquedad e intentó detenerlos, pero se sorprendió cuando escuchó al joven felino susurrarle algo al oído.

- Violeta... – le dijo con un tono muy suave – ahora lo recuerdo...

Judy alzó la vista hacia él e insólitamente se encontró con una sonrisa en su rostro.

- Mi madre tenía los ojos color violeta...

La oficial sintió sus ojos llenarse de lágrimas al mirar directamente a los del lince quien estaba siendo apartado por dos policías, pero que retrocedía voluntariamente junto con ellos. Judy nunca pensó que podría llegar a ver esa expresión en él jamás; unos ojos tan tiernos y brillantes, que irradiaban un sentimiento cálido y sereno como el amor. Nigel le dedicó una sonrisa gentil con la mirada llena de entrega y agradecimiento.

- Soy yo quien debe darle las gracias, oficial Hopps.

Luego de eso, Judy vio al lince siendo metido en la patrulla y alejarse por el camino de tierra, seguramente hacia prisión. Sintió a su compañera llegarle por un lado, luego de ver que el zorro también había sido puesto bajo custodia y observación llevado en una ambulancia. Luna se agachó al lado de la coneja y esta le sonrió con seguridad.

- Finalmente todo ha terminado, oficial Hopps – esbozó con una sonrisa de felicidad.

Judy asintió y apenas antes de intentar ponerse pie, todo se volvió negro para ella. 

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