- ¡Ca-mi-lle! -me llamó Karla alegremente mientras leía redacción para la tarea de Literatura.
- Ah, Karla Aglieri, hola -le sonreí.
- ¿Qué lees? -dijo curiosamente poniéndose detrás mío y tratando de leer mi redacción.
Avergonzada cerré mi cuaderno velozmente. Me da pena que vea mi cuaderno... El condenado tiene una letra más bella que la mía, me avergüenza mis esfuerzos de mejorarla.
- ¿Hm? -dijo sonriendo y mirándome.
- Lo siento, era simplemente mi tarea -le dije.
El me sacó mi cuaderno de mis manos mientras reía divertidamente y empezaba a leerlo.
- ¡No!, ¡Devuélveme mi cuaderno! -le dije tratando de alcanzar mi cuaderno.
Y allí recordé la diferencia de altura que teníamos. El sólo levantó el cuaderno hacia arriba y ya no pude alcanzarlo ni saltando. Karla está mucho más alto que cuando éramos unos niños. Además, el parece un modelo salido de las mejores pasarelas del mundo, es humillante ver tanto brillo y belleza. Además, es muy popular en el colegio, tanto entre chicos como entre chicas.
Bueno, es obvio que sería popular, el da un gran aire de frescura y tranquilidad para los que están a su alrededor. Siempre sonríe, siempre ayuda a los demás, siempre hace poses tan divamente divinos, nunca sale mal en las fotografías, se viste súper bien a la moda, y lo peor es que hace dudar hasta a los chicos de su heterosexualidad, es divertido, pero ese no es el caso.
Cuando está a mi lado... Las personas siempre susurran, además... Me avergüenza como mujer cuando él está a mi lado, somos como... La bella y la bestia, pero la bella es él y la bestia yo.
Es que él se arregla más que una mujer, ¡Inclusive aunque haga eso no deja de lucir varonil el muy bendito!.
- Wah, Camille, has mejorado en tu caligrafía, está más bonita -me dijo devolviéndome el cuaderno y desarreglando mis cabellos sonriente- ¿Te estás esforzando mucho no? -finalizó esperando mi respuesta.
- A-ahm... -desvié la mirada, no de vergüenza, sino de pena, pena por mí misma- Sí... Estoy tratando de mejorar en todo... ¿Me prestarías tú brillo? -le sonreí.
Sus ojos repentinamente brillaron intensamente y sus mejillas se sonrojaron levemente. Inclusive puede hacer una expresión tan linda como esta...
- ¿Me estás pidiendo ayuda para que seas más arreglada?, Porque bella ya eres -dijo Karla emocionado.
Maldición el vió tras mis palabras.
- Algo... Sí. ¿Unos consejos quizá? -le sonreí nerviosa.
El juntó mis manos y las aprisionó a las suyas. Sus ojos no dejaban de mirarme intensamente.
- Y-yo siempre haré lo que tú me pidas. Y sobre eso... ¿Q-qué te parece venir a mi casa?, ¡Esta tarde!, N-nunca fuiste a visitarme, además, podemos salir de compras después, te mostraré donde compro mis cosas, podemos ir a ver las cosas adorables y... -le interrumpí.
Me zafé de su agarré, y lleve mi dedo índice derecho sobre sus labios.
- Veré si convenceré a papá, ya sabes que es difícil que el me deje salir de casa, además, no te ves tan lindo cuando hablas y hablas sin parar, sé que te emocionas, pero emocionarse tanto te espanta tu lindura -le bromeé. Y retiré mi dedo de sus labios.
El me miró aún más emocionado que antes, y sus mejillas estaban bien ruborizadas. Llevó su mano a sus labios.
- Tienes razón, no es lindo hablar sin parar y tan rápidamente -dijo aún ruborizado- E-entonces rezaré para que tu padre te deje ir a casa -dicho esto me dio la espalda y se fue.
Cielos, ahora me preocupa como mi padre me dará ese permiso. Si le digo que será en casa de Karla negará de primera, no quiero que Karla sea asesinado joven también.
- Ah, Camille, te ves tensa, ¿Te preocupa algo? -dijo Anthony pasando frente mío. El llevaba una pila de documentos en sus manos.
Anthony Calderone... El mayor de todos mis amigos. El siempre es un chico decidido, firme, protector y educado, es como el hermano mayor de todos nosotros, siempre es escuchado y siempre sabe mantener el orden y la unidad del grupo. Por cierto, el siempre está siendo ocupado por los profesores. Amo ver sus verdes ojos, te transmiten mucha paz y seguridad.
- Ah... No es nada. ¿Estás ocupado otra vez? -dije acercándome a él y empezando a caminar a la par de él.
- Hm, un poco sí. Estoy ayudando a los profesores -dijo tranquilamente.
- Como siempre, ¿No te cansa? -le pregunté.
- A decir verdad, me gusta. Me acostumbré a ello... Además no es nada comparado a lo que hice durante estos últimos 5 años -sonrió apenado.
- Es verdad, Marcus y tú aún no me han dicho cómo fue su entrenamiento estos 5 años que estuvieron apartados de nosotros, les extrañé mucho a ambos -le dije sonriente.
Recordé que ambos, fueron a Canadá, y recién este año habían regresado. Tal vez, por no haberlos visto estos 5 años últimos que me parecen tan diferentes.
- Nosotros también les extrañamos mucho a ustedes, Marcus no dejaba de hablar y preguntar por ti, inclusive te marcaba, pero enseguida colgaba -soltó una risa- El creo que solo te extrañó a ti, más que a los demás. Tenías que verlo, parecía desesperado -dijo tranquilamente.
- Oh, ya veo -lo miré fijamente- ¿Y tú?, ¿Cómo te sentiste allá? -le pregunté.
No contestó. Se quedó en silencio. Anthony se ha vuelto más cerrado. Cómo que, comparte con nosotros pero a través de un muro que él mismo construyó. No se porqué.
- Vamos Anthony, sabes que prefiero escucharlo de ti mismo -le dije.
- Bueno... Nunca me gustó ese entrenamiento, sigo preguntándome porque Marcus y yo fuimos seleccionados para ello y no cualquiera de los demás -apretó fuertemente los documentos.
Al parecer, allá ocurrieron cosas que a él no le agradó. O quizá, cosas que lo lastimaron. Pero trata de ocultarlo. Eso hace que me preocupe.
- Olvídalo -dijo sonriendo tristemente- La pregunta correcta que querías hacerme es, si te extrañé, ¿Cierto? -me sonrió- claro que te extrañé y no sabes cuánto, tu siempre has sido una luz para mí, no sentir que tu luz me acunaba fue una tortura, pequeña damita -me dijo- Oh, llegamos, espérame un momento, entrego esto y vuelvo -me dijo entrando a esa sala de profesores.
El oculta algo, ¿Pero qué es?, ¿Por qué evita decírmelo?. ¿Acaso es algo doloroso?, ¿O... Lo obligaron a callarse?. Marcus en cambio, parece el mismo idiota de siempre, aunque, lo veo menos que antes, como que ha crecido y tiene más ocupaciones, supongo que ser el siguiente cabecilla de los Mallurí le tiene bastante ocupado. Pensar que vería el día en que el cargaría con responsabilidades.
- Camille -dijo saliendo- me dieron más trabajo, creo que no podré acompañarte a volver a tus clases -me dijo mostrándose ahora tranquilo.
- Ah, no te preocupes, de seguro te estoy molestando en tus ocupaciones -le sonreí.
El me jaló hacia él y me abrazó fuertemente.
- Una vez, cuando dudaba de niño, tú me seguiste a la biblioteca y te acurrucaste en mis brazos en un abrazo tan fuerte como este -me susurró en mis oídos- desde ese día, supe que soportaría todo para poder protegerte -se apoyó en mí hombro.
Claro que tuvo que inclinarse, porque el, era muy alto, y yo una enana, pero es por mi edad eh, aún creceré.
- Olvida lo que dije hace unos momentos y no te preocupes, yo estoy bien, y si tú lo estás, me sentiré aún más bien -me apretó aún más fuerte en su abrazo- Por cierto, espero que me disculpes por estar abrazándote sin pedírtelo -dijo con una voz algo quebrada- solo... Quería abrazarte un momento -entonces se apartó.
No sabía cómo reaccionar. Ni qué hacer. El me sonrió.
- Nos vemos -me dijo entrando a la sala nuevamente.
Anthony, no me convences con esas palabras. Tal ves a una niña de 4 años convencerías, pero no a mí.
Tú realmente estás roto. Tan roto, que con ese abrazo sentí como querías decirme "Ayúdame". Anthony... No sé qué decirte.
Pero sin dudas, yo, Camille, ayudaré siempre a quienes me necesiten. Es mi deber, ayudarlos, porque ellos siempre están también allí para mí, no puedo simplemente abandonarlos. Si no puedo ayudar a mis camaradas, ¿Cómo ayudaré a toda la familia italiana?.