—Realmente estoy muy orgulloso de ti hijo mío, de eso no lo dudo, pero si no aseguras tu vida, me temo que no podré apoyarte.
— ¿Otra vez con eso? ¿No te cansas de decirme siempre lo mismo? ¿De amenazarme? ¿Qué no ves que así estoy bien?-Aseguró el joven.
No se trata de ninguna amenaza. Sólo quiero asegurarme de que tengas un buen futuro —éste lo interrumpió—. ¿Un futuro? ¡Un futuro maldita sea! ¿Eso es lo único que te preocupa? ¡Mi maldito futuro! Hice lo que más querías: trabajo contigo, estoy a tus órdenes... ¡Por lo menos déjame vivir mi vida en paz!
— Está bien. Te dejaré vivir tu vida. Sólo tú mismo sabrás como sobrevivir y atenerte a las consecuencias. — Decía éste, dirigiéndose hacia la puerta.
— ¡Eres un grandísimo hijo de puta! — respondió el joven.
Sonrió.
— Y recuerda muy bien que yo soy tu padre. Tú decides, hijo mío. Tómalo o déjalo. La decisión está en tus manos. — Al decir esto salió de la sala dando un portazo.
El joven con la rabia acumulada y el fuego que le consumía por dentro comenzó a patear y a golpear todo lo que estaba a su alrededor; maldiciendo y lamentándose por la vida desgraciada que tenía. Él sabía que tenía que tomar una decisión rápida.
Tenía dos caminos: seguir su propio rumbo, y tomar sus propias decisiones para alcanzar su felicidad o complacer a su padre como lo venía haciendo durante toda su vida; depender de él, y seguir odiándole hasta los últimos días de existencia.
Jamás en la vida se sentía tan sólo, y mucho menos sabiendo que tenía juntos a sus padres.
Era increíble que aun siendo mayor, sus padres le controlaran la vida. Más bien su padre. Su madre, era aquella marioneta que manejaba perfectamente éste, al igual que lo manejaba a él.
Y lo hacía a la perfección.
Bueno, esta es mi segunda historia, quisiera que le dieran una oportunidad, prometo que no se arrepentirán.
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Gracias.