Desearía tan solo ver a Marie, estoy muy preocupada por ella. Ya ha pasado un buen tiempo y aún no regresa.
Y temo por mí vida, pues apenas mi padre se separa de mí, Graciela trata de acercarse a mí, y no con buenas intenciones.
- Oh, señorita Camille, ¿Ya despertaste? -dijo Gricelda acercándose a mí, tenía algo en sus manos, algo largo.
Es bueno ver una cara conocida de vez en cuando. Así que le sonreí. Y traté de sentarme, estar acostada y hablar con alguien es tedioso y molesto.
- ¿Ésto te interesa? -dijo al notar que observaba eso que llevaba en manos- Es la escoba, con ella limpio todos los días -me sonrió amable y se quedó conmigo jugando un rato.
Luego, después de un rato me hizo sentar y puso un montón de almohadas alrededor de mí en el suelo.
- Vaya, ¡Ya estás bien fuerte!, en un poco tiempo más ya podrás sentarte sola -me dijo con emoción.
Sí, era mejor estar así, sentada. Aunque desearía que no estuviera tan rodeada de almohadas, pues así no puedo ver tan bien a mi alrededor.
- ¿Qué haces? -escuché la tenebrosa voz de mi padre aparecer repentinamente detrás de Gricelda, posó una de sus manos sobre el hombro de ella.
- ¡S-Se-señor y-yo lo siento muuu-mu-mucho!, sólo ví q-que estaba incómoda y qui-quise ayudarla -dijo con mucho miedo y temblorosamente ella.
Mi padre la miraba con ganas de matarla, estoy segura. Pero a mí, me agradaba Gricelda, así como Marie.
Entonces aplaudí y reí, o al menos traté de aplaudir pues no hacía sonido ninguno.
Mi padre desvió rápidamente su mirada hacia mí. Sonrió por un momento.
- Veo que tus acciones no la hacen llorar, ésta vez te perdono, acuérdate de la piedad de tu Señor -dijo con su orgullosa sonrisa y mirada psicópata. Sí, ese era mi padre adorado. Digo, odiado.
Gricelda suspiró aliviada, y salió de la habitación. Entonces mi padre se acercó a mí y me cargó en brazos.
- ¿Así que hoy madrugas? -me preguntó tranquilo- Deberías no despertar tan temprano, aunque admito que tu sonrisa es fea -me sonrió dulcemente.
Creo que empiezo a ver lo que realmente es mi padre, tal ves es algo cruel y frío con los demás, pero es cálido y amable conmigo.
- ¡Cariño!, ¿Dónde estás? -escuché decir a la odiosa de Graciela en el pasillo.
Claro, era un momento tan tranquilo y acogedor, que ella no debía faltar...
Mi padre salió al pasillo, conmigo en brazos.
- Graciela, dije que me esperaras en la mesa, que enseguida iba a desayunar -dijo secamente mi padre.
Ella sonrió, asintió y se fue.
Entonces volvimos a mi habitación con papá, y me alistó el. Y me alzó con dos pequeñas coletas. Sí, pequeñas, porque no tengo el cabello largo.
Aunque me gustaría tener el cabello tan largo e hipnotizante como lo tiene Marie. Espero ser igual de bonita que ella cuando sea mayor. Y al recordarla, sonreí. Mi padre también sonrió al verme sonreír.
- Parece que te gustó que te haya vestido y peinado, aunque en la parte del peinado... debo mejorar -dijo sonriéndome. Entonces me cargó y fuimos a desayunar juntos.
Nuevamente los tres juntos... con esa odiosa de Graciela.
- Cariño, ibas a comer conmigo, deja que alguna de las empleadas la alimente -sonreía Graciela mientras se acercó a nosotros.
- No. Sólo yo puedo alimentarla -contestó mi padre y dirigió su cuchara a mi boca.
No me quejo, pues desde que Marie no está, mi padre ha sido muy atento y apegado a mí. Así que, por una parte me alegra estar más cerca a mi padre. Gracias a ello pude notar quién realmente es. Supongo.
- Gh... gha...tia -quise decirle "gracias" pero al parecer aún no puedo hablar correctamente. Parece que ser mayor, es aún un sueño lejano.
- Cariño, el puré que le das es muy grande, debes hacerlo más pequeño, se atragantará de esa forma -dijo Graciela- déjame mostrarte -y extendió sus manos hacia mi padre.
Mi padre no dejaría que ella me alimente... ¿Cierto?.
Y entonces lo miré, parecía pensar seriamente en la situación.
No me traiciones papá, no me entregues a las manos de esa vil mujer.
- Puedo hacerlo solo, gracias por la recomendación -dijo mirándola seriamente.
Por un momento dudé de él, pero ahora veo que no debo dudar. Y al parecer, sólo yo lo conozco realmente. ¿Es por observarlo tanto?, no lo sé. Pero me agrada estar a su lado siempre.
- ¡Señor!, hay una llamada de urgencia del sujeto Z-dijo Evan, uno de sus subordinados.
¿Z?, quizá era uno más de sus subordinados, pero es raro para un nombre... supongo.
- No le des de comer hasta que vuelva -amenazó mi padre a Graciela con su fría mirada.
- Por supuesto que no cariño -le sonrió falsamente ella.
Esto era peligroso. No ví a nadie más en la habitación, después de todo mi padre siempre pide que dejen la sala para que podamos desayunar.
Mi padre parece estar preocupado, ni siquiera pensó bien en qué hacer, simplemente corrió apresurado siguiendo a Evan.
Tengo miedo al ver a Graciela.
- Una niña muy inquieta... ¿Podrías caer de tu silla por inquieta cierto? -sonreía maliciosa ella.
Ella no tiene buenas intenciones, ella algo planea.
Empecé a llorar, de miedo, no quería estar sola con esa mujer...
Y entonces pasó...
Ella empujó mi silla y caí... Caí al suelo...
Y la silla cayó sobre mi pequeño brazo.
Y me duele mucho, ¡Duele papá!, papá ven rápido.
- Ups -dijo riendo maliciosa- ¡Cariñoooo!, ¡Camille se cayó sola! -gritaba cínicamente ella- y-yo traté de sujetarle no llegue a tiempo, estaba muy inquieta cuando te f-fuiste -dijo entre lloriqueos.
Yo solo lloraba, mi brazo me dolía mucho, papá, no le creas, ella hizo esto, papá.
Y el llegó en segundos, al verme corrió preocupado a mí y me alzó en sus brazos con mucho cuidado, sus ojos brillaban, brillaban como si fuera a llorar.
Pero no se permitió eso. Aunque sus ojos estaban al borde de las lágrimas, ordenó entre gritos de desesperación que llamaran a una ambulancia.
Yo solo lloraba en sus brazos, de dolor, de tristeza y de preocupación.
Papá, esa mujer, es muy mala. ¿Por qué estás dejando que actúe así?.