Vientre de Alquiler

By LaurenceSinApellidos

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Vientre de Alquiler. Perdió a sus padres desde joven, la única familia que le quedaba era su pequeño y enfe... More

Capítulo 1: Propuesta
Capítulo 2: Esta extraña propuesta, sus rígidas clausulas.
Capítulo 3: ¿Cómo he llegado a esto?
Capítulo 4: Una revelación importante.
Capítulo 5: Donceles, un deseo concedido.
Capítulo 6: Recuerdos y mentiras.
Capítulo 7: En el camino.
Capítulo 8: Cavaras tu propia tumba.
Capítulo 9: Arthur Owen, señor cupido.
Capítulo 10: La historia de un resentimiento y una respuesta.
Capítulo 11: En casa de Christopher Owen. Parte I
Capítulo 12: En casa de Christopher Owen. Parte II.
Capítulo 13: Primera clausula.
Capítulo 14: Estremecimientos.
Capítulo 15: Dulces de un amargo pasado.
Capítulo 16: Afortunados.
Capítulo 17: Protector.
Capítulo 18: Ella. A la vista de un profesional.
Capítulo 19: Clarissa Owen. "Dime cuñada".
Capítulo 20: Dando vueltas.
Capítulo 21: Solo hay dos victimas.
Capítulo 22: Rayito de Luz
Capítulo 23: Nada que no haya superado antes.
Capítulo 25: Ponle a prueba y veras lo que ocurre.
Capítulo 26: Impactos de todo tipo.
Capítulo 27: Derrumbe.
Capítulo 28: Corazón partido.
Capítulo 29: La decisión correcta.
Capítulo 30: Una verdad, un perdón y un amor.
Capítulo 31: Name.
Capítulo 32: Pequeño hombrecito.
Capítulo 33: Como padres.
Capítulo 34: Como amantes.
Capítulo 35: ¿Un final o un comienzo?
Epílogo
Torre de Marfil

Capítulo 24: Soporte y unión.

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By LaurenceSinApellidos

Capítulo 24: Soporte y unión.

—La mariposa, —respondió con toda seguridad y luego se detuvo un momento para ordenar bien sus ideas antes de responder a lo siguiente, —sobre la flor. —Castiel mordía su labio inferior con algo de nerviosismo, pero aún conservaba las esperanzas de haber dicho lo correcto.

Las palmas de Clarissa se juntaron en el centro y ella sonreía complacida.

—Lo has hecho muy bien Cariño, las palabras te salen mucho más fluidas ahora, —alentó conforme. Y Castiel de inmediato lucio en su rostro una hermosa sonrisa. —Bien eso será todo por hoy. No te daré tarea, por que mañana tienes un día atareado y prefiero que descanses bien. —

—Gracias Clarissa, mañana te contare como me fue con todo, ahora iré a preparar unas cosas que Giulian me pidió que le buscara, está conociendo a una niña en el hospital y creo que quiere jugar a las cartas con ella. —Guiño un ojo con carisma y luego comenzó a caminar sonriendo.

—Me sorprende que estés tan feliz, —comento la mujer, después de todo esas clases habían hecho de ella y Castiel unos "cuñados" bastante unidos, tanto así que el doncel ya consideraba a Clarissa como una confidente, y le había contado muchas cosas de su vida. —Si yo fuera tu comenzaría a preparar la "charla", —comento picarona.

—¿De qué charla hablas? —Arqueo una de sus cejas y se volteo, solo para observar esa sonrisa malintencionada en el rostro de la mujer.

—hablo de que ya es momento que le digas a tu hermanito, de donde vienen los bebés. —El rostro del menor se encendió inmediatamente y la mujer soltó una larga y estruendosa carcajada.

—¡N-no digas boberías! —Exclamo avergonzado. —Giulian ya sabe de eso, pero él es muy pequeño para hacer esas cosas. —Cubrió su rostro negó con la cabeza.

—Tu hermano está creciendo, —pico ella.

—¡Es un niño! —Exclamo el menor cubriéndose los oídos. —Y ya no digas estupideces, solo son amigos. —Castiel agarro sus cuadernos y comenzó a marcharse apresurado, pues a pesar de haber trabajado durante años como prostituto, jamás se había sentido cómodo hablando de sexo, de hecho sentía que su trabajo le hacía aún más susceptible a comentarios como esos.

Clarissa simplemente sonrió al verle salir. Por supuesto esas habían sido bromas, pero no creía estar tan alejada de la verdad, Giulian era un muchacho en plena adolescencia, había pasado los últimos años de su vida encerrado en casa por ser muy frágil para enfrentar la vida de modo normal, pero claro, ahora el muchacho pasaba la mayoría de sus dias en un lugar lleno de gente y para colmo lejos de su hermano, esas son situaciones que pueden abrir mucho tus ojos.

El médico de Giulian había decidido que lo mejor era dejarle en la clínica, en primer lugar como medida preventiva en caso de que se presentara otra situación como la que había acontecido, y en segundo lugar porque deseaba apurar de ese modo el proceso de donación. Así es como Giulian ya iba a cumplir tres semanas sin salir del hospital, y en ese tiempo, vaya que había conocido gente.

—Anastasia, —susurro Castiel al llegar a su habitación, ese era el nombre de la muchacha que tanto le había mencionado su hermano.

La chica había sido internada la semana anterior, pero por uno u otro motivo su operación término retrasándose, era una cosa relativamente simple, pero tardaron más de lo esperado en realizar una pobre amigdalotomía. Más o menos así se habían conocido, la muchacha estaba muy aburrida, puesto que la tenían allí a la espera de una operación, así que solía recorrer la clínica de lado a lado, de arriba abajo y a veces incluso en diagonal, en busca de algo que la entretuviese un tiempo, ella no entraba a la habitación de los pacientes, por eso fue una suerte que justo ese día Giulian estuviese en una de las sillas de espera, fuera del laboratorio donde le harían unos examenes. Conversaron un rato, prometieron verse, y en fin, ya llevaban casi una semana de "amistad".

—Es estúpido, Giulian aún no tiene edad para eso, —volvió a negar con la cabeza. Sinceramente Clarissa estaba loca, si pensaba que su inocente hermanito podría estar pensando en sexo.

Por otra parte estaba su amistad con Clarissa, ellos dos se habían hecho mucho más unidos desde que pasaban por lo menos unas cuatro horas al día juntos. Al principio le incomodaba un poco toda esa cercanía, sin embargo con el tiempo comenzó a sentirse cada vez más a gusto. Clarissa le tenía mucha confianza, tanto así que hasta le había pedido consejos para enderezar a su hijo. ¡Si Clarissa tenía un hijo! Castiel no cabía de su propia impresión cuando la mujer de fina estampa le había contado que hacía unos siete años atrás ella había pasado por un galante embarazo, e incluso había estado casada con el hombre que actualmente no era más que el padre de su hijo, un director hollywoodense de alto renombre, pero con muy bajas expectativas, si de parejas estamos hablando.

Ella le había mostrado una imágenes de su teléfono móvil, y Castiel quedo aún más asombrado, era un nene sin muchas preocupaciones, en la fotografía se le veía sucio y desarreglado, parecía sudado también, y a sus espalda un gran parque de atracciones. El niño tenía siete hermosas primaveras, se llamaba Mateo Collins Owen, y, ¡por Dios, había sacado el carácter de su madre!

Castiel, quien nunca se había separado de su hermano no pudo evitar preguntar por la ausencia del niño y Clarissa en respuesta solo había hecho un gesto despreocupado con la mano, para luego responder: "Está recorriendo el Asia con su padre y su nueva esposa". Sin duda toda esa información le había dejado sorprendido.

¿Qué más había pasado en ese tiempo? ¡Claro, ya tenía diez tiernas semanas de "dulce espera"! Christopher había pasado toda la semana anterior de viaje en viaje y de empresa en empresa, por lo que había escuchado uno de los arquitectos se había retrasado en el proyecto de remodelación para uno de sus hoteles, y eso implicaba millones de pérdidas en citas que ya estaban concertadas desde hacía meses. Por supuesto Christopher no solo se había enfurecido por las pérdidas monetarias, si no que, para él, era inconcebible que el prestigio de sus empresas decayera por un error tan estúpido y la incompetencia de sus trabajadores. Así era la cosa, el mismo debió poner manos a la obra y finalmente, a punta de esfuerzo había conseguido sacar la obra adelante, era solo cosa de semanas para que su hotel estuviera completamente listo. Cumpliria con las fechas, asi tuviera que desembolzar un par mas de millones.

También se enteró de porque el entrometido hermano Arthur, no había asomado su nariz en dias. Resulta que el muy afamado doctor, estaba en esos momentos tomándose unas merecidas vacaciones en compañía de su esposa, por lo que le conto Clarissa habían viajado dentro del país, y se fueron lugares muy retirados, y dejaron su celulares dentro de las maletas, solo serían tres semanas de pura relajación. A Castiel claro que le cayó bien la noticia, después de todo, debía reconocer la presencia de Arthur le intimidaba un poco, en especial lo confianzudo que era.

Y eso era todo, al otro día tendría cita con su médico, quien también había salido de viaje, aunque en su caso fue por asuntos laborales. Acababa de regresar, e inmediatamente Christopher despejo su agenda y programo una visita, para ver como andaba su hijo en esos aproximadamente dos meses y medio de gestación.

—¿Todo listo? —Consulto el mayor observándoles desde la cocina, tenía una taza de café a medio beber sobre la mesa y el periódico electrónico en ese aparato extraño que revisaba todos los dias.

—Sí, acabo de desayunar y llevo todo lo que me pidió mi hermano también, —contesto Castiel tranquilo. Christopher solo levanto la vista e instantáneamente se bebió el resto del café en un solo trago.

—Excelente, entonces ya nos vamos. —Dejo todo tal cual sobre la mesa, y se levantó con su porte elegante, caminado frente a Castiel. El doncel no dejaba de preguntarse: "¿Cómo diablso hacia ese hombre para verse tan bien?" Apenas había dormido un par de horas la semana pasada, ni se hable de sus hábitos alimenticios, y aun así lucia tan fresco en la mañana, como si acabara de llegar de una extensas vacaciones. —¿Quieres pasar antes por la clínica para ver a tu hermano, o prefieres que te deje allí de regreso? —Consulto, sacando a Castiel de sus divagaciones.

—Prefiero pasar al regreso, así podre quedarme a charlar un tiempo con el, —respondió comenzando a caminar detrás del empresario.

—Bien. —

El trayecto había sido bastante corto y relajado. Christopher intentaba ser educado, no hablaba más de la cuenta y hacia su mejor esfuerzo por no tratar a Castiel como una simple incubadora, cosa que tenía bastante lograda.

Ingresaron en la clínica con toda confianza y Robert como siempre les esperaba con una amplia sonrisa en la puerta de su oficina.

—¿Cómo están? —Pregunto entusiasmado. —Ya ha pasado un tiempo desde la última vez. Pasen. —Ese varón tenía un aura relajada y cálida. Castiel a pesar de todo, sentía mucha confianza con su médico de cabecera. —¿Cómo andas Chris. Resolviste todo en el trabajo? —

—Todo bien Robert, gracias por preguntar. —El medico asintió y luego clavo su vista sobre Castiel.

—Y tu Castiel ¿Cómo has estado? ¿Te da muchos problemas el pequeño angelín? —El doncel inconscientemente realizo un acto de pura ternura, coloco las manos sobre su vientre y sonrió negando con la cabeza.

—Se ha portado muy bien las últimas semanas, solo uno que otro mareo, pero se pasan muy rápido. —Paso la mano por encima de su abdomen, con toda la delicadeza que pudo utilizar y luego levanto la vista para centrarla con la de su médico. —Es un buen niño. —

—Claro que lo es. Ven acá —Luego de esa amena charla, Robert pretendía comenzar con su verdadero trabajo. Midió y peso a Castiel, como en todas las sesiones anteriores, tomo su presión y temperatura, solo por protocolo y luego le indico unos exámenes para ver los niveles de su azúcar, presentía que todo andaba bien, pero de todos modos quería ser precavido. —Bueno muchachos, eso es todo aquí, pasen a la sala de ecografía. —

Las memorias del doncel se transportaron inmediatamente a ese mes anterior, en el cual había llorado, vomitado y desmayado en medio de la sesión. Volvió a sentir los nervios a flor de piel, además de la vergüenza por haber sido tan patético.

Tenia sus ojos abiertos, pero no quería observar como Robert preparaba todo, solo sintió el gel frio sobre su piel y luego el ecógrafo recorriendo la extensión de su vientre.

—¿Estas nervioso? —Pregunto el medico intentando llamar su atención. Castiel levanto la vista y asintió un tanto atemorizado. —No te preocupes, todo va a estar excelente, —Robert guiño un ojo y luego continuo en su labor de perseguir al pequeño escurridizo. —Maravilla de Dios, mira lo grande que esta. —Ese simple comentario fue capaz de atraer la atención del menor. Castiel centro su vista en la panta y... ¡Dios santo! ¿Ese nenito hermoso estaba dentro de él?

Era una cosita hermosa, a pesar de que la imagen no estaba del todo clara, no le fueron necesarias las explicaciones, Castiel pudo notar perfectamente la carita de su hijo, las manos enroscadas a la altura del pecho y sus piernas, dobladitas y cruzadas...

—Es tan lindo, —susurro con ojos enamorados, sin pensar mucho en lo que estaba diciendo. Christopher quien sujetaba su mano, presiono con fuerza al oír sus palabras, pero no era un regaño, tampoco eran celos, sino más bien la complicidad de todo padre embobado, que le daba la razón en cuanto a la belleza de su hijo.

—¿Esta todo en orden? —Pregunto a Robert, actuando como la voz de la razón.

—Es el bebé más sano que he visto en mi vida, —soltó como si nada, por supuesto esa era una exageración, realmente había visto muchos bebitos igual de sanos que ese, sin embargo aquel, por ser hijo de su amigo, se ganaba una revisión especial. —Míralo, es todo un pequeño gigante, mide cuatro centímetros y debe estar pesando unos 9 o 10 gramos —Comento como si nada.

Castiel de inmediato y con gesto tierno había juntado los dedos de su mano, y luego se tapó la boca con impresión.

—Es más pequeño que la palma de mi mano, —susurro sorprendido, apenas lograba creérselo, esa criaturita tan pequeña y frágil, estaba dentro de él, era su responsabilidad, cuidarlo, alimentarlo y darle calor.

—¡Ni lo menciones! La creación de la vida es maravillosa, —Comento con pasión el ginecólogo —Hasta parece que fuera mentira. Vamos a ver su corazón. —Amplio la imagen, se centró en un punto. Los latidos iban rápidos y fuertes, se oyeron por toda la habitación, demostrando que esa pequeña cotita estaba viva —¡Vaya, los he dejado sin palabras! —Robert sin duda alguna. Amaba su trabajo.

Esta vez sí había sido una sesión digna de recordar. Castiel había disfrutado feliz, y aunque no lo crean, Christopher sonreía y daba gracias al mundo, porque aunque todos creyeran que ese era un capricho, su hijo era el sueño más grande en toda su vida, haciéndose realidad.

—Bueno muchachos, todo esta excelente. Los primeros tres meses son algo complicados, en especial por las amenazas de aborto, pero a ustedes solo les quedan dos semanas más por superar y les aseguro que yo veo este embarazo con muy buen pronóstico. Nos vemos en un mes más. —Extendió su mano y de esa manera todos se despidieron.

Castiel fue por la tarde a visitar a su hermano, solo estuvo un par de horas, puesto que la enfermera insistía en que ya era tiempo de descansar para Giulian, y aunque no lo quisiera admitir, también sabía que su hermanito esperaba su retirada para jugar a las cartas con Anastasia.

—¿Vienes mañana? —Pregunto a su hermano antes de que se marchara.

—Sabes que si, —le dijo el mayor besando su frente. —Así que más te vale tener un poco más de tiempo para mi. —Sonrió con ternura y luego camino hasta la puerta.

—¡Castiel! —Exclamo haciendo que su hermano se detuviese. —Estas hermoso –Musito avergonzado —Me gusta cuando estas así. —El mayor comprendió esas palabras, no era físicamente lo que cambio, sino su actitud. Había pasado unos dias horribles achacado por las hormonas, pero todo se había esfumado rápidamente, y la" guinda del pastel" era su hijo, su hermoso hijo estaba bello y pudo saludarle aquella mañana, ver lo bonito que estaba y bien que iba creciendo. Ese había sido un buen día.

—No digas tonterías, —soltó avergonzado, estaba dispuesto a marcharse, pero antes de poder hacerlo, se detuvo un solo momento. —Gracias, —no espero a oír lo que diría el menor, simplemente se marchó corriendo.

Pero lo que no sabía Castiel es que la verdadera "guinda del pastel", estaba por llegar.

Ya era casi la media noche, él estaba leyendo unas palabras sueltas en su revista, cuando sintió el golpeteo en su puerta, y no pudo estar más impresionado al ver quien era su visita.

—No puedo dormir aun, —confeso Christopher cansado en el umbral de la puerta, era lógico, llevaba semanas de trabajo sin descanso. —Hay algo que necesito hacer. —

—¿De qué se trata? —Castiel se levantó un poco dejando su libro a un lado y observándole con expectación.

—¿Me dejas acariciarlo? Siento que necesito estar cerca de mi hijo, al menos un poco, —se detuvo un tiempo a pensar, y luego negó con la cabeza. —Nuestro hijo.

Los ojos azules se emocionaron, Castiel contuvo la respiración y luego asintió con fuerza a la petición de Christopher.

—Aun es pequeño, no se siente nada, —susurro un poco desilusionado por no poder ofrecer más que la piel tersa de su vientre. Pero Christopher negó ante sus palabras.

—Es perfecto. —


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