Luz que no se apaga

De SILVIADEFALCO6

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NOVELA CRISTIANA Esta antigua novela de 1960 cautivó mi vida en la adolescencia y fue de mucho ánimo y desafí... Mais

Capítulo 1: El Refugio Winelmann
Capítulo 2: Ronny
Capítulo 3: Convicciones Firmes
Capitulo 4: Conflictos Familiares
Capítulo 5: Haciendo Amigos
Capítulo 6: Brillando
Capítulo 7: Adolescentitis
Capítulo 8: El incidente
Capítulo 9: Luz Apagada
Capítulo 10: Un oscuro secreto
Capítulo 11: Lágrimas y dolor
Capítulo 12: Despedida
Capítulo 13: El Misterio Revelado
Capítulo 14: Otra Oportunidad
Capítulo 15: Últimos días en el Refugio
Capítulo 16: La Carta
Capítulo 17: La Despedida
Capítulo 18: En casa
Capítulo 19: Malas Noticias
Capítulo 20: Dos Largos Años
Capítulo 22: Amor que duele
Capítulo 23: Reencuentro en el Refugio

Capítulo 21: Lo imposible

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De SILVIADEFALCO6

—Julieta, ¿seguro que podrás? —preguntó Laura a su amiga.

—Vayan ustedes tranquilos que yo me ocupo de Ignacio —respondió con firmeza.

—¡Eres una gran amiga! Prometo que regresaremos pronto —agregó Roberto— Iremos al médico y luego a hacer unas compras, antes de las ocho estaremos de vuela.

—Si quieres puedes llevarlo a la plaza —sugirió Laura— Le encanta pasear en coche y el tiempo se te pasará más rápido.

—Me gusta la idea, vayan, vayan que la tía Juli se queda con Nachito.

—ía Uli... —exclamó el niño sonriendo.

—Adiós mi pequeño —dijo Laura dando un beso en la frente del niño.

Una vez que los padres se alejaron Julieta tomó el bolso y lo acomodó en la parte baja del coche, sentó a Ignacio, le puso el cinturón y se encaminó hacia la plaza.

Iba alegremente cantando:

El Dios que hizo los cielos y la tierra

Con el poder de su palabra y reina con autoridad

El Dios que aun los vientos le obedecen

Una palabra es suficiente para los muertos levantar.

Nadie es como él oh gran Yo Soy

Eres el Dios que adoramos...

Llegaron a la plaza de Alta Córdoba, que quedaba a unas cuadras de la casa de Laura.

Juli también vivía por la zona y ahora Peter.

La iglesia estaba a unas doce cuadras y Julieta podía recordar miles de veces que cuando era niña sus padres la habían llevado a jugar a esa hermosa plaza.

—Vamos a sentarnos un ratito. ¿Quieres? —dijo empujando el coche. Fueron hasta un banco a la sombra de un añoso nogal.

Bajó a Ignacio del coche y lo sentó a su lado dándole unos pequeños juguetes.

Juli echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. En realidad seguía orando de todo corazón por Guillermo. No quería equivocarse. Sus sentimientos eran tan confusos.

Podía oír el "brrr" de su sobrinito jugando cerca de ella con un autito y de vez en cuando las pisadas de alguien que pasaba por el camino más allá.

—ía, nono.... nono— dijo Nachito apoyando su cabecita en las rodillas de Julieta.

—No, la tía no está haciendo nono —dijo ella suspirando.

—Nene... nono —dijo el pequeño refregando sus ojitos.

—Oh... ¿Tienes sueño?

Julieta lo tomó en sus brazos, se puso de pie y comenzó a arrullarlo. El pequeño cerró los ojos y trató de seguirla en el canto:

Dios cuida de mí, Dios cuida de mí.

De noche y de Día, Dios cuida de mí.

—¿Te gusta?... ¿Otra vez?

—Ota... ve —contestó Nachito.

—Ahora canta tú. ¿A ver? —Julieta volvió a cantar y el niño intentaba seguirla.

Alguien pasaba por el sendero y ella sonrió divertida mirando solamente a Ignacio sin levantar la vista.

—Su niño es hermoso, señora —dijo una voz que vibró en sus oídos sobresaltándola. Una voz que hizo temblar hasta el mismo suelo.

Levantó la vista, y de pronto le pareció que toda la plaza, los árboles, juegos y personas comenzaban a girar vertiginosamente a su alrededor.

Los fuertes brazos la sostuvieron porque estaba por caer al suelo con el niño en brazos.

«¡No! ¡No... puede ser!... Los mismos ojos, la misma boca, los mismos cabellos» Julieta no podía articular palabra y hacía esfuerzos por recobrar la serenidad.

—¿Te sientes mal? —preguntó el recién llegado.

—N.... no, no... pero.... tú...

—Vamos, Julieta, siéntate, estás muy pálida, pareces que has visto a un fantasma —El joven dejó al pequeño en el coche y la tomó por un brazo obligándola a sentarse. Entonces recién...

—¡Ronny! —El grito ahogado escapó de los labios de Julieta, y el joven sonrió.

—Sí, soy yo.

—Pe... pero tú estás muerto o... yo estoy loca— Julieta lo miraba incrédula, casi con temor, y él soltó una carcajada.

—Ya ves que no estoy muerto.

—¿Cómo... cómo es posible? ¿Qué sucedió?

—Es una larga historia —respondió acomodando su cabello rubio que estaba un poco más corto y oscuro que la última vez que se habían visto.

Julieta respiraba con dificultad. Sentía que era un sueño. No podía ser verdad.

—¿Estás bien? —volvió a preguntar el muchacho.

—No, la verdad que no... ¡Por favor! Cuéntame todo, ¿Qué pasó? ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué no nos avisaste?

—Respira y tranquilízate... No sea que te dé un ataqué...

Julieta estiró su mano para tocar el rostro del muchacho. Le parecía que era su imaginación o un espejismo.

Ronny cerró sus ojos cuando las manos de Julieta rozaron su mejilla.

—Eres tú... —dijo aún incrédula— Oh Ronny —Y sus brazos rodearon al joven en un abrazo que duró varios segundos.

—Sí, soy yo... Estoy vivo... —Susurró mientras él también la abrazaba.

—¿Cómo es posible...?

—Nunca subí a ese avión... Mientras esperaba en la sala de abordaje en Ezeiza hubo unas demoras por un problema en el sistema... El vuelo se atrasó... Yo estaba desesperado por viajar a Alemania y encontrar a mi madre, lo único que me importaba en ese momento era irme... Allí me encontré con el señor Porterdín, ¿te acuerdas de él?

—Sí, ¡por supuesto!

—Tenía su avión particular listo para despegar y se ofreció a llevarme con él. Mi salida ya estaba registrada, mi equipaje embarcado, y eso era un problema. Decidí que intentaría recuperarlo cuando llegara al aeropuerto, o mejor pensado, lo dejaría allí, al fin y al cabo, todo lo que necesitaba estaba en mi bolso de mano; y tenía ganas de ver a mi madre lo antes posible.

—Entonces ¿qué pasó?

—Porterdín y yo nos despedimos en Berlín, en el centro donde su chofer me dejó a la madrugada; ignorando completamente el accidente del avión y que todos me creían muerto. Mientras caminaba hacia la terminal para tomar un colectivo y poder llegar a la oficina del apoderado de mi madre en Frankfurt, un ladrón me arrebató la mochila con todo mi dinero y documentos... Así que literalmente yo no era nadie. Sin pasaporte, ni documento... solo tenía un poco de dinero en mi bolsillo...

—¡Oh Ronny!

—Allí no termina la historia... —agregó mientras aclaraba su garganta para continuar— Al día siguiente, desperté en la cama de un hospital con mis manos sujetas a las barandas con esposas. Tenía un yeso en el pie izquierdo y algunos cortes y heridas por todo el cuerpo. Las enfermeras venían a curarme cada una hora pero nadie hablaba conmigo, nadie respondía mis preguntas. Mi mente vagaba por mil lugares: mi madre, mi padre, Peter, tú... —A Julieta se le escapó una tímida sonrisa— Esa misma noche un policía vino a contarme mi situación: hubo un atentado en la terminal de Berlín (desde donde pretendía tomar un colectivo hacia Frankfurt) unos testigos habían descripto al culpable como un tipo alto, rubio y con campera de cuero. Adivina parecido a quién, ¿eh? —Ronny lanzó una carcajada irónica— Una semana después los médicos me dieron el alta y fui trasladado en custodia a la delegación. Era sospechoso y no tenía siquiera cómo acreditar mi identidad, por lo tanto me dejaron totalmente incomunicado. No entendía por qué me estaba pasando esto, justo a mí. Días después conocí a Alfred, un policía que creyó mi historia y no solo prometió a ayudarme sino que me habló de Dios. —Julieta lo miró sorprendida.

—Dios siempre dándote oportunidades.

—Así es —los ojos de Ronny estaban más brillantes que nunca—. En ese tiempo en el que estaban trabajando en mi caso, me aferré mucho a Dios, era él quien me daba las fuerzas para continuar en esa situación. Recordé que mi tío Pablo me había hablado de un tal Roger Branger, un abogado que conocía mi historia y sabría cómo ayudarme. Alfred me ayudó a contactarlo y empezamos los trámites para probar mi identidad y mi inocencia. Primero tuve que hacerme un ADN para demostrar que era hijo legítimo de Carlota y luego una serie de trámites y apelacio...

—¡¡Tu madre!! ¿La encontraste? ¿Cómo está ella? —interrumpió Juli que todavía tenía el corazón acelerado y las manos temblorosas.

—Yo ansiaba el encuentro con mi madre, quería abrazarla y decirle que yo era su hijo, que ella me abrazara y dijera que me amaba y que me estaba esperando de toda la vida... No fue así. Ese abrazo y encuentro tuvo que esperar y llevó un largo proceso... Mi madre estaba internada en una clínica psiquiátrica muy alterada, medicada según las indicaciones de un amigo de Ana y Herman que la tenía drogada...

—¡Pobre! —exclamó Juli.

—Sí, fue algo difícil... —Ronny hizo una mueca de tristeza— Perdí cerca de seis meses por todos los trámites, seis meses que pudieran haber sido menos si no fuera por la burocracia y el desinterés en limpiar mi nombre y reconocerme como el ciudadano alemán que soy. Quería llamar a Peter y contarle todo pero Roger me aconsejó no hacerlo, los policías seguían todos mis movimientos. Al final conseguí un documento alemán con el nombre de David Ronaldo Wagner (el apellido de mi madre), sería mi nombre provisorio pero al menos quedaría en libertad.

—Y entonces te encontraste con tu madre —comentó Juli.

—Sí, viajé a Frankfurt y agradecí en ese momento todo lo que el dinero puede comprar, porque gracias a la herencia que mi abuelo paterno nos dejó, pude sacarla y llevarla a un centro de rehabilitación con los mejores profesionales del país. Un largo año de recuperación y tratamiento fue haciendo que su organismo se desintoxicara de las drogas y su mente regresara a pensar y recordar. Fueron meses muy difíciles... hasta que ella entendió que su pequeño niño ya había crecido y no regresaría como niño, que ahora era un hombre. El tiempo del abrazo llegó y ella está recuperándose cada día un poco más.

—¿Por qué no llamaste? ¿Por qué no avisaste que estabas bien?

—Como te decía, los primeros meses no podía comunicarme con nadie aparte de mi abogado. Y cuando el resultado del ADN comprobó que yo era un legítimo Wagner y heredero de la fortuna comenzaron los juicios y trámites legales... Fueron otros meses complicados, estaba muy ocupado, yendo de un lado al otro... Imagínate que en medio de todo esto conocí a mi madre, un shock terrible por el estado en que se encontraba y toda la atención que debía brindarle...

—Lo imagino per...

—Espera que termine de contarte —contesto Ronny emocionado— Se sumaron a todo el juicio y demandas contra Herman para recuperar todos los bienes que él y Ana le habían quitado a mi madre. Pensaba en comunicarme pero ya había pasado más de un año y medio y tantas cosas... No creí suficiente una llamada, Peter entendería que estuve ocupado, pero ¿y tú?... no sabría si querrías hablar conmigo... Pensé en viajar personalmente y verlos, pero siempre había algo que prolongaba el viaje, y ya ves...—Julieta escuchaba todavía incrédula el relato del muchacho— Me enteré del accidente leyendo noticias en un periódico viejo en la sala de espera del doctor que atendía a mi madre, leí con asombro como el vuelo de Argentina a Alemania había caído en pleno océano Atlántico por un desperfecto mecánico, cuando vi mi nombre en la lista de los fallecidos sentí que el corazón se me detenía y aceleraba al mismo tiempo. Comprendí que todos me creían muerto durante esos años... ¡Yo debía estar muerto! Inmediatamente pensé en cómo Dios me había protegido, había permitido que a último momento no subiera a ese avión, me había dado una oportunidad. Entonces supe que debía volver, organicé todo con mi madre, armé mis valijas y vine lo antes posible. Pero nunca dejé de pensar en ustedes... en ti... y llegué dos años después... y demasiado tarde. —Agregó al final con un poco de decepción.

Nachito que jugaba en el coche comenzó a estirar sus brazos con insistencia diciendo: —ía Uli, ía Uli.

Julieta se puso de pie y lo alzó

—Ma, ¿mamá?—exclamó el niño.

—Pronto iremos con mamá, ahora no está en casa —explicó con ternura.

Ronny la miró desconcertado.

—¿No es tu hijo?

—¿Mi hijo? ¡No! ¡No! ¡Cómo va a ser mi hijo! —contestó riendo— Es... el hijo de una amiga y yo lo estoy cuidando.

—Yo pensé... es que... como te vi hace unas semanas en la puerta de la iglesia con él en brazos y ahora nuevamente...

—Ronny, ¿eras el chico de la moto?

—Sí... busqué en Internet la ubicación. Gracias a Dios recordé que tu padre era el pastor... Busque Pastor Spendi y me dio la dirección. Quería verte. He pensado mucho en ti todos estos años. Ese día... pensé que ya te habrías casado.

—No... no —respondió Juli riendo.

—Ío Pete, ío Pete —dijo Nachito tocando con insistencia al muchacho.

—No, querido, no es el tío Peter. —Explicó Julieta mientras lo acomodó en sus piernas y se sentaba nuevamente en el banco junto a Ronny

—¿Tío Peter? —Aquellos escudriñadores ojos grises se posaron interrogativamente en Julieta— ¿Mi primo y tú...?

—Oh no, no... Peter es solo un buen amigo, hace un mes se vino a vivir a Córdoba... ¿Ya te ha visto?

El muchacho sonrió aliviado, con aquella sonrisa que tan pocas veces había lucido allá en medio del frío espiritual y material del Refugio Winelmann.

—No, todavía no lo he visto, solo hablé con él por teléfono hace unas horas ¡y casi me deja sordo del grito que pegó! Al principio creyó que era una broma... Tuve que decirle muchas cosas para probarle que era yo... Iba para su casa en este momento... cuando te vi en el banco con quien creí era tu hijo...

—¿Cuándo llegaste a Argentina?

—Hace como un mes, lo primero que hice fue buscar a Peter en Buenos Aires, en casa de sus padres y me dijeron que no vivía más allí, que estaba en Córdoba, me dieron su teléfono y dirección... Pero antes debía ir al refugio en Bariloche. Cuando me vio el viejo Hans... ¡casi se muere de un infarto! Me quedé ese tiempo para arreglar todo lo necesario a fin de que vuelva a funcionar este invierno, ya que hace dos años que está cerrado... Mi madre llegó de Alemania hace una semana y estamos viviendo en Colonia Tirolesa, compramos una amplia estancia...

—¿Acá en Córdoba? —dijo Juli con sorpresa.

—El clima de Buenos Aires no le sienta bien a su salud y nos aconsejaron el centro del país...

Ronny volvió a sonreír y se iluminó su rostro.

—No puedo creerlo... Ronny Winelmann... ¡Estás vivo!

—David Wagner.

—No... para mí siempre serás Ronny Winelmann.

—Está bien... si así lo quieres —respondió sonriendo.

—Tienes una mirada diferente... hay paz y un brillo especial que antes no tenías...

—Es Cristo en mi vida.

—¿Cristo?... ¿Qué dices?

—Luego de que me diera una nueva oportunidad de vivir yo le entregué mi vida al Señor. No podía seguir ignorando su presencia y su llamado.

—¡Qué alegría!

—Recordé todo lo que me dijiste, y también mientras estaba preso, Alfred me habló mucho de Jesús y me regaló una Biblia, así que le pedí perdón por mis pecados y le entregué mi vida y corazón... Tengo que agradecerte por explicarme tan claramente el plan de salvación... Solo el Señor pudo sostenerme en todo este proceso de recuperación de mi madre y juicios a mi padre.

—Oh... ¿Está preso?

—Sí... tendrá una larga condena... Yo ya lo he perdonado y mi madre también, pero deberá pagar por todo el daño que nos hizo. Lo visité antes de dejar Alemania y le regalé una Biblia, le pedí que se acercara a Dios... Espero que pueda encontrar el perdón y la paz de Dios.

—No puedo creer cuánto has cambiado... —comentó Juli meneando la cabeza.

—Soy una nueva persona. En cambio tú... ¡Estás tal y como te recordaba!

—¿Puedo acompañarte a ver a Peter? No quiero perderme su expresión al verte.

—Espero que no se desmaye como casi te sucede.

—¡Y qué pretendías! ¡Luego de darte por muerto por dos años te apareces como si nada!

—Lo siento, prometo que no volverá a suceder —dijo bromeando— Muy bien. Dame al niño, yo lo llevaré. ¿Vienes conmigo, Nachito? —Ronny le extendió los brazos y el chiquito se lanzó a él muy contento.

Julieta empujó el coche y los tres, casi como el retrato de una familia feliz, caminaron por el sendero de la plaza hacía la casa de Peter. 

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