Capitulo 4: Conflictos Familiares

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En la casa de los Winelmann todo estaba en silencio. Sentado su sillón frente a la estufa, fumando con displicencia su inseparable cigarrillo, el Sr. Herman sostenía un partido de ajedrez con su señora. Más allá se encontraba Ronny ocupado en examinar y poner en condiciones su equipo de esquí. Se detuvo un momento en su tarea para tirar una colilla de cigarrillo y encender otro.

—¿Cuántos cigarrillos has fumado en el término de 15 minutos?—gruñó su padre en duro alemán.

—No más que tú—contestó el muchacho en el mismo tono.

——¡Insolente!—recriminó Ana con dureza—¿Cuándo aprenderás educación, Ronaldo?

—Si llamas educación el hablar amablemente, seguramente no la aprenderé con ustedes—replicó el muchacho mirando con frialdad a sus padres.

—¡Jaque al rey!—anunció roncamente el Sr. Herman.

Ana se mordió un labio, y alisándose con una mano sus cabellos demasiado rubios para ser naturales, se ensimismó nuevamente en el juego.

—¡Ayyy!—el gemido partió involuntario de los labios de Ronny. Un cuchillo fue a parar cerca del diván y el muchacho se levantó con una mano bañada en sangre.

—¿Qué te hiciste?—interrogó el Sr. Herman sin desviar la vista del tablero.

—Me corté; ¿no lo ves?—Ronny masculló una maldición mientras trataba de detener la sangre con un pañuelo.

—¡Dios mío! —exclamó la Sra. Ana con voz aguda—¡Vete en seguida de aquí, Ronaldo! ¿No ves que estás ensuciando todo con sangre? ¡Linda ocurrencia de venir a arreglar equipos a la sala! ¡Vete, he dicho!

—Sí, me voy, y que me parta el más maldito rayo, ¿no?

El muchacho desapareció dando un portazo y las piezas seguían moviéndose indiferentemente sobre el tablero.

Pasaron unos minutos en silencio y los esposos Winelmann seguían enfrascados en la partida.

—¡Está cada vez peor! —exclamó de pronto la Sra. Ana— Rebelde y hosco. A nosotros no nos puede ni ver. ¡Cuándo será el día que podamos mandarlo a vivir su vida y dejarlo libre! ¡Estoy harta de oír sus protestas y aguantar sus miradas llenas de odio! ¿O te crees que es muy bonito estar en el papel de madre aborrecida? Él me odia.

—Deberías tener paciencia—contestó el Sr. Herman—Ronny tiene un carácter difícil. Sin embargo nos respeta aún, a pesar de sus insolencias. Lo que pasa es que desde que no lo dejamos ir a Buenos Aires se ha cerrado herméticamente. Mi deseo sería mandarlo ¡y listo! Pero recuerda, Ana, han pasado quince años. Ronny tiene 17, y Pablo acecha...

—¡Pablo no puede hacer nada!

—Pronto el muchacho tendrá la mayoría de edad... y sabes lo que significa... Tendrá derecho a la herencia, podrá irse y eso no nos conviene... Pablo puede abrirle los ojos y eso sería nuestra ruina.

—¡Ronny ni sabe que él existe!—interrumpió nerviosamente—Lo que más me preocupa es que nuestro querido Ronaldo es rebelde, mal educado y prepotente. ¡Siempre lo ha sido!

—¡Gracias por el calificativo, madre! —dijo burlonamente Ronny que entraba pálido y despeinado.

—¿Por qué traes esa cara? —interrogó el Sr. Herman secamente.

—¡Es la única que tengo mientras mi mano sigue sangrando!—replicó el muchacho con violencia.

—¡Ronaldo!—El Sr. Herman golpeó la mesa con el puño y sus ojos adquirieron la dureza del acero.

Luz que no se apagaWhere stories live. Discover now