Capítulo 14: Otra Oportunidad

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—La carta. ¡La carta! Ella dice que no la tiene. Y sin embargo, ¿quién otro pude tenerla?—Ronny, con los codos apoyados en las rodillas, sentado a la orilla de la cama se pasaba las manos por la frente que ardía.

—Y quizás ella no la tenga—dijo Peter y su ceño surcado por una profunda arruga que suponía una dolorosa preocupación—Es increíble, primo, es increíble todo lo que me has contado... ¿Y tu padre?

—No ha vuelto desde ayer a la mañana cuando encontraron el cuerpo. Fue a llevar a Pablo a la funeraria.

—Si Pablo supiera que esa noche lo arrastraste hasta tu casa—dijo Peter pensativo— ¿Qué hora era? ¿Cómo hiciste?

—No sé. Eran las tres y media. No sé de dónde saqué fuerzas y habilidad para meterlo sin ruido en el porche—Peter escuchaba expectante—. La puerta del living estaba sin llave. Lo senté en un sillón y llamé a mi padre y a su mujer.

—¡Qué locura!—exclamó Peter meneando la cabeza— En el estado en el que está la impresión hubiera podido matarla.

—Y yo hubiera sido el más feliz del mundo—interrumpió Ronny fríamente—Esa noche me dejé el revólver allá afuera en la montaña. Si no...

—¡Gracias a Dios que lo olvidaste! ¡Gracias a Dios! Porque si lo hubieras hecho, serías ahora un pobre atormentado, enloquecido, y... quizás te hubieras matado tú también—Peter hablaba al muchacho con emoción reprimida— Reacciona, Ronny. De nada te vale que hayas pasado estas noches sin dormir. Es peor para ti.

—¡No puedo dormir! ¡Entiéndelo de una vez!—estalló Ronny poniéndose en pie— ¡Hasta que no encuentre esacarta no dormiré! Sí, yo sé lo que me dirás que piense, que mida todas las posibilidades. Pero ya he pensado y ya he meditado. Ahora que sé que todo es verdad, que ellos mismos lo confesaron ante el cadáver... Vivo solo para encontrar la carta. Y la tiene ella, no dudo—Ronny lanzó una maldición y se dispuso a salir.

Peter observó el rostro del muchacho, que parecía otro: completamente pálido, los ojos bordeados por un halo oscuro, parecían más grises y hasta hundidos.

—Ha descubierto un engaño vil, y despertó bruscamente a la realidad. ¡Señor, guárdalo, porque si tú no lo detienes...!—pensó Peter apretando los puños y meneando la cabeza—«Y yo no puedo acercarme a él. Cuántas veces me arrepentiré de mi ceguera, de no haberlo comprendido antes. ¡Oh, si pudiera borrar las palabras de reproche que le dije! No encontró en mí lo que debía haber encontrado y ahora estoy atado... Después del Señor, solo Julieta podría hacer algo por él. Pero dudo que lo haga».

Una sombra de dolor pasó por los ojos de Peter.

—«¡Qué triste sorpresa me llevé esta mañana! Ronny quiso aferrarse al último rayo de esperanza. Se acercó donde estaba Julieta; y ella... ¡Qué frialdad! ¡Qué crueldad, diría yo! Ni siquiera sonrió ¡Y cuánto bien hubiera hecho si lo hacía! Pero no lo hizo y así destruyó lo único puro y tranquilo que tenía el pobre Ronny. Hubiera sido mejor que jamás apareciera Julieta en la vida de ese muchacho, porque ahora, en vez de ser un bien, fue la que dio el último empujón para hundirlo».

Peter no salió de su habitación esa mañana. Un médico lo reemplazaba con una enfermera en el cuidado de la Sra. Ana que dormía bajo los efectos de drogas.

Todos preguntaban por ella, todos se extrañaban por su repentino empeoramiento, pero nadie sabía ni sospechaba nada.

Una reserva hermética se cernía alrededor de todos los acontecimientos en la casa Winelmann. Para todos los huéspedes, el Sr. Herman estaba en Bariloche por asuntos de negocios.

Luz que no se apagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora