Capítulo 2: Ronny

1K 56 5
                                    




Ya habían pasado casi doce horas desde la llegada.

Eran las once de la noche y Julieta se preparaba para acostarse.

Érica terminaba algunos arreglos en su habitación mientras planeaba mentalmente el programa de gimnasia y demás tratamiento de su alumna.

Julieta se encontraba profundamente pensativa mientras se descalzaba las botas y se ponía unas pantuflas celestes.

«¿Qué es esto?»Se preguntó distraída al encontrar un papel bien doblado en la punta del pie izquierdo. Lo sacó, lo miró con curiosidad y al desdoblarlo una sonrisa iluminó su rostro. Era una nota de su hermana mayor Mariel. Se acomodó en la cama y comenzó a leerla con ansias:

"¡Hola, Juli! ¿Viste qué buenas ideas tengo? Te envolví yo las chinelas con la nota, porque sabía que las desenvolverías recién la primera noche que estuvieras en el «Refugio Winelmann». Sé que esta primera noche allí te sentirás un poco solitaria. ¿Verdad, hermanita? Pero lo cierto es que no estás sola. Te acompañamos nosotros desde acá con nuestro pensamiento y oración, y allá muy cerquita te acompaña el mejor Amigo, ¿cierto? El Señor estará al lado de tu cama esta noche. Así que si se te ocurre extrañar, acuérdate de contarle a Él todo lo que te pasa. Dale mis más respetuosos saludos a Érica ¡y hazle caso en todo lo que te diga que hagas! Ya quiero que pronto mejores y regreses a casa.

Oye! No salgas con el cabello suelto cuando hay viento porque vas a perder tu belleza, ¿eh?

Por último... ¿Qué tal el viaje? ¿Cómo fue la llegada al hotel? ¿Has conocido ya a alguien? ¿Cómo es Bariloche?

Muy bien, con estas preguntas ya tienes tema para escribir algunos mensajes y mandarme fotos de todo el lugar. Ahora, te dejo que duermas y descanses para comenzar un nuevo día.

Sueña con los angelitos (como yo), je—je.

Tu hermana que te quiere mucho"

Julieta quedó un momento sonriendo con el papel en las manos. Luego se puso en pie con prisa y, tomando una bolsa de goma, cruzó el pasillito hasta la otra habitación.

—¡Adelante, señorita!—dijo alegremente Érica— ¿Qué la trae por aquí?

—Encontré una nota de Mariel adentro de una pantufla. Te manda muchos cariños—contestó Julieta sonriendo— Además, vengo porque necesito agua caliente para los pies y la del baño está apenas tibia.

—¡Ah! bueno, pediremos agua a la administración. Yo también necesito. Llamaremos a recepción.

Julieta tomó el teléfono y al levantar el tubo. Sin demorar respondieron.

—¡Hable! —rugió una voz al otro lado.

—Perdone, señor —se apresuró a contestar Julieta— necesitamos agua caliente y la del baño está tibia.

—¿Para la bolsa de los pies?

—Sí, señor. ¿Podría usted por favor...?

—¿Piezas 118 y 119? —volvió a interrumpir la voz.

—Sí, señor —contestó Julieta amablemente.

—Bueno, baje usted con las bolsas, que le daremos el agua en seguida.

Julieta colgó, y tomando la bolsa de Érica salió de la habitación al corredor grande. Caminó apresuradamente hasta las escaleras sin hacer el menor ruido con sus pantuflas. Pero los escalones de madera comenzaron a crujir a cada paso y el silencio reinante parecía ampliar el ruido. Julieta recordó de pronto una poesía que hablaba de un castillo misterioso:

Luz que no se apagaWhere stories live. Discover now