Capítulo 16: La Carta

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Ronny abrió los ojos y suspiró soñoliento. Miró su reloj. ¡Las cinco de la tarde! Se incorporó en un codo y luego de un momento se levantó. Con aquel pijama celeste que le quedaba un poco corto y sin importarle su aspecto, salió con su toalla al hombro dispuesto a tomarse una ducha.

Se pasó una mano por sus cabellos rubios y desordenados. Parecía casi un niño por momentos, y Peter así lo pensó al salirle al encuentro en el pasillo.

—Oye, Ronny, he sabido algo que será tu más firme base para recuperar la carta de tu madre.

—¿Qué? ¿De dónde sacaste? ¿Quién te dijo?

—Me dijo Julieta, ella...

—¿Julieta?—Ronny endureció la mirada— ¿Cómo sabes? ¿Qué sabe ella?

—No sabe nada. Solo mencionamos a Ana y ella me contó que la noche del baile...—Peter relató rápidamente todo lo que le dijera Julieta.

—Pero ¿y cómo? ¿Dónde está Julieta?—Ronny se colgó la toalla al cuello y su rostro estaba tenso— ¡No puede ser! ¿Dónde está Julieta Spendi?

—En la biblioteca. Pero ¿Qué? ¿Dónde vas? ¡Ronny! ¡No seas imprudente! Ella no...

—¡Me importa un comino! Solo quiero saber lo de la carta.

Peter se tomó la cabeza y a pasos mesurados lo siguió tratando de explicarle, pero este ya había cruzado todo el pasillo sin escucharlo.

Julieta, sentada frente a una inmensa ventana que daba sobre el patio, leía un libro aprovechando un tiempo antes de la merienda.

—Hola...—rugió la voz de Ronny a sus espaldas. Julieta se volvió y quedó desconcertada, sin poder hablar—¿Qué viste aquella noche del baile?—interrogó imperiosamente mirándola con superioridad desde su altura.

Julieta lo miró sorprendida, el muchacho estaba desalineado, en piyamas y a pesar de hallarse perpleja, no pudo dejar de encontrar comicidad a la escena. Por eso inclinó la cabeza y volvió a sentarse para ocultar sus grandes deseos de reír.

—¡Habla! No te morirás si me diriges una palabra—masculló Ronny secamente.

Julieta levantó la vista.

—No tengo intención de no hablarte. Solo que me asusté y ahora me dio risa ¿Has visto lo que llevas puesto?—dijo sencillamente.

Peter desde la puerta dio un suspiro de alivio. Esta vez fue Ronny quien quedó callado mirando a la niña.

—Eso no importa... No voy a ir a una fiesta ni nada... Solo dime.

—Bueno. ¿Qué tengo que decirte? —interrogó ella sonriendo.

—Lo que viste desde la escalera—contestó él.

Peter le interrumpió con una advertencia en alemán, pero Ronny no lo escuchó y repitió la pregunta.

—¿Qué viste?

—¿La noche del baile? Bueno... —Julieta, a pesar de su confusión, iba a hablar pero el muchacho la detuvo con un gesto.

—Espera—dijo— No hagas mucha historia inútil. Dime solamente lo que viste. Y por favor, no agregues.

—No tengo costumbre de agregar —contestó Julieta con suavidad mirando al muchacho directamente a los ojos. Él pestañeó ligeramente y se sentó en el brazo del sillón que ocupaba Peter.

Julieta comenzó a hablar. No había ya sombras en sus grandes ojos límpidos, llenos de simpatía. Se dirigía al muchacho como si nunca hubiera pasado nada desagradable entre ellos. A medida que escuchaba, Ronny parecía ir perdiendo esa expresión tensa. Pero la amargura en sus labios se acentuó cuando hubo escuchado todo.

Luz que no se apagaWhere stories live. Discover now