Luz que no se apaga

Par SILVIADEFALCO6

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NOVELA CRISTIANA Esta antigua novela de 1960 cautivó mi vida en la adolescencia y fue de mucho ánimo y desafí... Plus

Capítulo 1: El Refugio Winelmann
Capítulo 2: Ronny
Capítulo 3: Convicciones Firmes
Capitulo 4: Conflictos Familiares
Capítulo 5: Haciendo Amigos
Capítulo 6: Brillando
Capítulo 7: Adolescentitis
Capítulo 8: El incidente
Capítulo 9: Luz Apagada
Capítulo 10: Un oscuro secreto
Capítulo 11: Lágrimas y dolor
Capítulo 12: Despedida
Capítulo 13: El Misterio Revelado
Capítulo 14: Otra Oportunidad
Capítulo 15: Últimos días en el Refugio
Capítulo 16: La Carta
Capítulo 18: En casa
Capítulo 19: Malas Noticias
Capítulo 20: Dos Largos Años
Capítulo 21: Lo imposible
Capítulo 22: Amor que duele
Capítulo 23: Reencuentro en el Refugio

Capítulo 17: La Despedida

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Par SILVIADEFALCO6

—¡Me quedo! ¡Me quedo hasta mañana! Por la tormenta, el aeropuerto reprogramó nuestros vuelos y saldremos el martes a la tarde—Julieta se detuvo al notar el cansancio reflejado en el rostro de Peter que se hallaba sentado abandonadamente en un sillón de la biblioteca

— ¿Qué te pasa? ¿No has dormido bien anoche?

—No me acosté en toda la noche—contestó el muchacho.

—¿Qué pasó?

—Mi tía Ana está muy enferma, empeoró. Anoche necesitó vigilancia médica y me quedé a atenderla. Estoy muy contento de que hayas ido ayer. Mi tío Herman me dijo que te dejó entrar porque como eres una niña simpática podrías distraer a su señora. Yo creo que Dios te abrió las puertas.

—Bueno, no hice nada, casi. Me hubiera gustado poder hablarle, leerle la Biblia.

—¡Vamos!—interrumpió Peter seriamente—. ¿No eres tú la que siempre estás cantando eso de "Nunca esperes... "? ¿Cómo es?

—¡Bah! ¿No te acuerdas?—rió Julieta y luego lo cantó:

Nunca esperes el momento de una grande acción,

Ni que lejos pueda ir tu luz;

En la vida a los pequeños actos da atención,

Brilla en el sitio donde estés.

—Muy bien. Esa era mi respuesta—dijo Peter.

—¡Vaya! Me hiciste acordar a Mariel. Te pareciste a ella.

—¿Mariel?—Peter suspiró dramáticamente— Bueno, dos personas que se aman se parecen. ¿No lo sabías?

—¡Peter!¡Qué cosas dices! Solo la viste en foto.

—Bueno si se parece a ti... va a gustarme.

—¡Peter!

—Solo que aún no me invitas a tu casa...

—Ya sabes que estás invitado. Si vas algún día a Córdoba tienes que ir... ¿No?

—Seguro. ¿Para qué crees que tengo tu dirección aprendida de memoria?—Peter entrecerró los ojos y observó a Julieta.

—Oye, Peter. ¿Y tus padres? ¿Dónde viven?—preguntó

—¿Mis padres? Son dos viejos paseanderos. Actualmente están en Perú. Mi papá se llama Günter y mi madre Estela ¿Nunca me habías preguntado por ellos? Está bien... tienes que ir conociendo a tus suegros. Yo soy hijo único.

—¡Peter! ¿Qué te pasa hoy?

—Perdona—dijo luego ahogando un bostezo— Estoy cansado y me desahogo diciendo tonterías....

—¿Y cómo andan las cosas?—preguntó Julieta casi en voz baja. Peter dio un ruidoso suspiro.

—Ya pasó la principal tormenta—dijo— Ahora hay que ver los resultados. Por mi parte he aprendido grandes lecciones, y caí en cuenta de que hasta ahora mantuve mi luz escondida, egoístamente creyente para mí solo, sin pensar mucho en los que me rodean.

—Y es tan feo eso. ¿Verdad? Mi papá siempre dice: "Hay tanta oscuridad en este mundo, que el Señor busca urgentemente luces grandes y chicas, de todos tamaños." ¡Lástima que haya tan pocas a veces!

—Tengo que hacerte un pedido, Julieta.

—¿A mí?

—Sí—Peter se cruzó de brazos—necesito que me dejes los folletos que tengas para poder repartirlos.

—¡Sí! Por supuesto —exclamó Julieta palmoteando—. ¿Vas a hacer obra misionera?

—Haré todo lo que pueda—contestó Peter— He visto que acá tengo muchas oportunidades que no quiero desperdiciar más. Quiero estar bien equipado.

—¡Qué bueno! ¿Sabes, Peter? ¡Estoy que exploto de alegría! Yo... yo creí que no eras así.

—Es que no era así—declaró Peter con franqueza— Antes no brillaba, pero ahora el Señor me dio varias sacudidas y me despabiló la luz. Bueno—agregó poniéndose en pie— voy a ver si Ronny está en condiciones de recibirme, necesito hablar con él.

—¿Qué? ¿Aún no le dijiste?—El rostro de Julieta se nubló.

—No pude hablarle todavía. ¿A qué hora te vas mañana?

—Creo que a mediodía. ¿Qué hago?

—Antes de mediodía sabrá todo—dijo Peter— Y tú, vete a tocar el piano. Es lo mejor que puedes hacer ahora.

—¿De veras? Bueno, iré en seguida. ¡Hasta luego!

Julieta se alejó y un poco después se encontraba en el inmenso salón. Tocaba sin mirar, profunda, tristemente, pensativa.

«Creo que me iré sin haber arreglado el mal que hice. Quizá se arregle cuando yo esté lejos ¡Qué triste lección para mí!»

En el salón solitario flotó su vocecita, un poco apagada pero llena de sentimiento:

Si fui motivo de dolor, Señor,

Si por mi causa el débil tropezó,

Si en tus caminos yo no quise andar,

Perdón, Señor.

Siguió tocando con suavidad. No sentía fuerzas para tocar cosas movidas. Uno a uno fueron resbalándose entre arpegios y acordes los coros de alabanza y adoración.

No estaban tocados artísticamente, no había en ellos la perfección de la técnica, pero sí la expresión de un corazón sincero. Y así también fueron resbalando las horas, una a una.

La campanada de la cena llamó su atención y cerrando el piano en forma de despedida miró el gran salón que por casi un mes le había brindado su refugio y calidez.

—Disfruté cada segundo en este escenario, cada nota... Mañana a esta hora el avión estará saliendo para casa...

Juli dio un suspiro y se encaminó al salón comedor.

Érica y ella comieron recordando los hermosos días compartidos y las personas que habían conocido.

Peter no regresó, y Juli no tuvo noticias de Ronny.

Esa noche en su cuarto Julieta oraba insistentemente por aquella familia Winelmann. Sabía que ella ignoraba gran parte de la historia y los conflictos, pero conoció a Ronny y a la señora Ana anoche y eso le bastaba para comprender que no eran felices y vivían atormentados.

¡Señor! Ten misericordia de esta gente! Que puedan conocerte y arrepentirse de sus pecados! Que puedas darles una oportunidad!

Era la última noche en el refugio. Aquella hermosa habitación que por un mes había sido "su casa" sería recordada con cariño.

Aquella almohada que había servido de paño de lágrimas en aquella "crisis" formaría parte también de los recuerdos... y todas las personas y lugares del Refugio Winelmann igual.

En la mañana siguiente la tormenta había cesado.

El viejo Hans llamó al aeropuerto para confirmar si los vuelos saldrían a la hora fijada.

—Todo en orden señorita Érica—explicó cuando la profesora bajó a desayunar.

—Nuestros equipajes ya están listos. ¿A qué hora sale la camioneta para Bariloche?

—El señor Herman dijo que antes del almuerzo, calculo que cerca de las once.

—Muy bien. Gracias.

Julieta bajó casi corriendo las escaleras.

—¿Has visto a Peter?—preguntó a su profesora

—No, lo buscaremos después del desayuno. Tienes que seguir alimentándote bien.

—Sí, sí, seguro... ¿A qué hora nos vamos?

—A las once. Tendrás tiempo de despedirte de esos muchachos... Parece que han formado una linda amistad.

—Así es...

Las dos se dirigieron al salón para desayunar. Sería la despedida del hotel.

Casi terminaban cuando Peter se asomó por la puerta de entrada.

—¡Peter!—exclamó Juli haciendo señas de que fuera hacia la mesa.

—¿Cómo sigue la señora Ana?—preguntó Érica afligida.

—Mal... muy mal... Nunca vi a nadie tan perturbado y trastornado... Ella habla incoherencias y no quiere vivir... Ya ni los tranquilizantes le hacen efecto...

—¡Pobre!—exclamaron a coro.

—Creo que mi tío deberá internarla...

—Disculpen que los interrumpa—dijo Hanz acercándose a la mesa— Necesito cargar sus maletas...

—¡Oh! SÍ, subiré con usted a buscarlas—respondió la profesora— Ustedes pueden despedirse tranquilos...—y guiñando el ojo se fue tras en viejo hombre de administración.

—¿Has hablado con Ronny?

—Eso quería comentarte...

—¿Qué pasa Peter?

—Ronny no está... no aparece por ningún lado...

—¿Cómo? Pero... ¿A dónde se iría?

—Es una larga historia... y no sé si es correcto que yo te la cuente...

—Entonces no pudiste decirle...

—No, lo siento...

—¡Qué pena! Me hubiera gustado hablar con él una vez más... haber podido aclarar las cosas y decirle que lo he perdonado sinceramente...

—Con todo lo que está pasando, seguro quiere estar solo

—Si vuelves a verlo...

—Le diré... le explicare todo...

—¡Gracias Peter!

—Te visitaré pronto... dicen que Córdoba tiene lugares hermosos para conocer.

—Sí. ¡Te encantará!

—Adiós Juli— dijo el muchacho poniéndose de pie.

—¡Adiós Peter! Nos mantendremos en contacto—exclamó Julieta mientras se paraba y le daba un fuerte abrazo a su amigo— No olvides enviarme la foto...

—No lo olvidaré.

Una hora más tarde el vehículo marchaba a toda velocidad por la ruta rumbo al aeropuerto.

En la camioneta era trasladado también el señor Porterdín y su esposa.

—¿Han disfrutado su estadía?—preguntó el hombre.

—¡Muchísimo!—respondió sonriendo Julieta— Pensé que usted se quedaría más tiempo...

—Sí, una semana más—respondió el hombre— Beatriz realizará unas compras en la ciudad.

—¡Wow! ¡Qué lindo!... ¿Pudo leer el papel que le di ayer?

—Sí, por supuesto, lo tengo muy bien guardado.

—Espero que también pueda guardarlo en el corazón... Y si alguna vez visita Córdoba, allí está la dirección de mi iglesia, ¡con gusto le recibiremos!

—Eres una niña muy especial—dijo el señor Porterdín riendo— Tu fe es contagiosa... Dan ganas de creer todo lo que dices...

—Dios es el más interesado en que usted crea...

—Te lo agradezco... prometo pensarlo.

Llegaron al centro y el matrimonio se despidió de alumna y profesora quienes siguieron el viaje hasta el aeropuerto.

poes

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