Vientre de Alquiler

Par LaurenceSinApellidos

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Vientre de Alquiler. Perdió a sus padres desde joven, la única familia que le quedaba era su pequeño y enfe... Plus

Capítulo 1: Propuesta
Capítulo 2: Esta extraña propuesta, sus rígidas clausulas.
Capítulo 3: ¿Cómo he llegado a esto?
Capítulo 4: Una revelación importante.
Capítulo 5: Donceles, un deseo concedido.
Capítulo 6: Recuerdos y mentiras.
Capítulo 7: En el camino.
Capítulo 8: Cavaras tu propia tumba.
Capítulo 9: Arthur Owen, señor cupido.
Capítulo 10: La historia de un resentimiento y una respuesta.
Capítulo 11: En casa de Christopher Owen. Parte I
Capítulo 12: En casa de Christopher Owen. Parte II.
Capítulo 13: Primera clausula.
Capítulo 14: Estremecimientos.
Capítulo 15: Dulces de un amargo pasado.
Capítulo 16: Afortunados.
Capítulo 17: Protector.
Capítulo 18: Ella. A la vista de un profesional.
Capítulo 19: Clarissa Owen. "Dime cuñada".
Capítulo 20: Dando vueltas.
Capítulo 21: Solo hay dos victimas.
Capítulo 22: Rayito de Luz
Capítulo 24: Soporte y unión.
Capítulo 25: Ponle a prueba y veras lo que ocurre.
Capítulo 26: Impactos de todo tipo.
Capítulo 27: Derrumbe.
Capítulo 28: Corazón partido.
Capítulo 29: La decisión correcta.
Capítulo 30: Una verdad, un perdón y un amor.
Capítulo 31: Name.
Capítulo 32: Pequeño hombrecito.
Capítulo 33: Como padres.
Capítulo 34: Como amantes.
Capítulo 35: ¿Un final o un comienzo?
Epílogo
Torre de Marfil

Capítulo 23: Nada que no haya superado antes.

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Par LaurenceSinApellidos

Capítulo 23: Nada que no haya superado antes.

Sus ojos azules se posaron cálidos sobre el rostro tierno de su hermano menor. Estaba feliz de verle mejorado, llevaba una semana en ese hospital y aunque habían sido siete dias complicados, por fin comenzaba a ver las mejoras, su piel recuperaba color, tenía algo más de energía, y había recuperado gran parte de su apetito, no necesitaba oxígeno, y no habían tenido que recurrir en ningún momento a técnicas invasivas de reanimación.

—Te ves mejor, —comento sonriente. Al mismo tiempo delineaba la mejilla del menor con sus dedos fríos.

—Me siento mejor, —aclaro Giulian con tranquilidad, intentando trasmitirle parte de su serenidad a aquel ser inseguro que tenía por hermano.

—Me alegro. —

Se sentía distante, ellos eran muy unidos, sin embargo nunca se habían sentido más alejado el uno del otro, en toda su vida. Esos siete dias les había separado. No pelearon, de hecho no hubo un detonante específico para dicho distanciamiento, pero ambos sabían que estaba ocurriendo, aun así se negaban a hacer algo para solucionarlo. Cada cual tenía sus propios miedos.

Para Giulian ese tiempo había significado una gran instancia de reflexión, un tiempo que realmente necesitaba para sí mismo, habían pasado tantas cosas por su mente, aún no termina de ordenarlas todas, sin embrago había un pensamiento en especial que no permitía dormir tranquilo. A su rompecabezas le faltaba una pieza y él lo sabía, el problema es que aún no lograba dar con ella.

Para Castiel por el contrario todo era un caos emocional, un hijo en camino que realmente no era suyo, o así al menos se lo había hecho entender Christopher, un hermano necesitado, para el cual no había estado en un momento crucial, mucha gente a su alrededor que intentaba empujarlo a los brazos de un hombre que no le amaba. A veces se miraba al espejo, con sus ojos cansados y la sonrisa desgastada, llegando a pensar, ¿cuánto se habría equivocado al tomar esa decisión? Expuso su vida y la de su hermano, transo por un corazón la vida de su hijo, Pero, ¿realmente podría haber dejado a su hermano partir sin hacer nada?

—Nos vemos mañana, —dijo después de varios suspiros. Una enfermera se había asomado en el umbral de la puerta, no hizo falta mayores señales para descubrir que ya había sobrepasado la hora de visita.

—Claro, —respondió sonriendo. Recibió un beso amoroso en su frente y luego una caricia suave sobre su cabello. Tiempo despues vio a Castiel marcharse, en ese momento hundió la cara entre sus manos, después revolvió sus cabellos con frustración. ¿Qué era aquello tan importante que su hermano le estaba ocultando?

—Pal-Palo-ma —Era realmente malo, él había prendido algunas letras, sabia un par de monosílabos y podía leer palabras simples como: "sol, las, él, ellos". En fin palabras cortas y de fácil asociación, sin embrago Clarissa era una profesora exigente.

—¿Has estudiado las letras que te entregue la semana pasada? —Pregunto Clarissa, sin darle ninguna felicitación por sus esfuerzos. Eso quería decir que no estaba contenta con su desempeño en la clase.

—Yo, no pude, ayer. Bueno no me sentía muy bien, —respondió avergonzado y Clarissa le reprobó con la mirada. Por supuesto no era una mentira, quiso estudiar, pero el bebé había decido dar un par de problemas durante la tarde.

—Bien tendrás que estudiarlas hoy, y te daré más tareas, así que tendrás que estudiar lo de ayer y lo de hoy, —externo tajante. Castiel solo asintió sintiéndose algo arrepentido, después de todo le estaba haciendole un favor al enseñarle, y él no lo estaba aprovechando como debería.

Estaba triste, si tuviera que describir su estado de ánimo en una sola palabra, esa seria "miserable", incluso ya sabía cómo escribirla. Se sentía miserable, deprimido, a veces incluso iracundo, sentía que nada de lo que hacía en su vida, lo hacía bien. Estaba rodeado en esos momentos de gente exitosa, gente que servía para algo, personas de bien, inteligentes, morales y empeñosas. No podía dejar de mirarse a sí mismo y sentirse poca cosa, disminuido y envidioso, porque a él la vida no le había dado las oportunidades que otros tenían ¡Es más, la vida no le había dado una sola oportunidad! Estaba rodeado con gente que lo hacía todo bien, y luego se analizaba él mismo, odiándose por que incluso para solucionar una situación, debía arruinar otra.

—Estoy un poco ofuscado ¿Me puedo retirar? —Pregunto refregando sus ojos en un vano intento por no largarse a llorar.

Clarissa levanto sus cejas y le observo con una mueca pensativa. No podía negarlo, reconocía en ese muchacho la frustración, sabía además que necesitaba un tiempo a solas, y que de esa manera tampoco lograría entender nada de su clase, finalmente por eso asintió y le dejo marchar. Castiel no dijo nada, solo se levantó del asiento y se despidió meditabundo.

En esas semanas había logrado entender que el tiempo no cura todas las heridas, a veces hace todo lo contrario, abre la carne y echa sal encima de ellas. Así lo sentía el, desde muy pequeño había trabajo, se la llevaba vendiendo dulces, ayudando a su pá y cuidando a su hermano, luego su amado padre falleció, y fue él quien tomo su lugar, siempre de aquí para allá, levantándose temprano, acostándose tarde, juntando monedas para fin de mes y cuidando a su famélico hermano. Sin tiempo para él, sin tiempo para pensar, sin tiempo para lastimarse. Ahora por el contrario cada minuto de su inútil vida lo gastaba pensando en cómo hundirse más en su miseria.

—Dios santo ¡¿Que estoy haciendo?! —Se preguntó a si mismo hundiendo la cabeza entre sus piernas. Ni siquiera había notado el momento en que se dejó caer sobre el fresco césped recién regado. —Mi pá estaría decepcionado, —aseguro limpiando sus lágrimas. —Yo estoy decepcionado. —

En esos dias se había dado cuenta de que la única cosa para la cual él era bueno es aguantar, podía aguantar muchas cosas, la muerte de su padre, la enfermedad de su hermano, vender su cuerpo, hacer de incubadora, humillarse por unas monedas, bajar la cabeza ante cualquier persona con más derechos que él, podía aguantar las burlas, podía aguantar la pobreza y el hambre, los sacrificios, la falta de oportunidades, pero, ¿hasta qué punto es capaz de aguantar el cuerpo humano?

—¿Qué haces allí? Esta mojado. —Una voz potente y conocída resonó frente a su cuerpo. No quiso levantar la cabeza, no lo necesitaba, después de todo sabía muy bien quien era el dueño de esas palabras.

—Ya estoy mojado, —respondió aun con la cabeza entre sus rodillas, encogiéndose un poco de hombros, resignado, después de todo no había diferencia. Oyó la fuerte respiración de Christopher, sabía muy bien que el empresario tenia mala paciencia, aun así no se movió un solo centímetro de su lugar. En esos momentos no estaba de ánimo para complacer al gran Christopher Owen.

—Bien, entonces con permiso. —Los pasos se acercaron y luego entre sus piernas pudo observar los lustrosos zapatos de cuero italiano que lucía el vanagloriado inversionista. Christopher bajo hasta su altura y luego levanto su rostro desde la barbilla. —¿Qué es esta vez? —Pregunto con sus ojos verdes y poderosos posados sobre su figura. —¿Es por qué tu hermano sigue en el hospital? Sabes que el estará mejor allí, hay personas que lo cuidan bien y... —

—No es por eso, —corto negando con la cabeza, levanto la vista para fijarla sobre los angelitos desnudos en aquella fuente que tanto le gustaba. —Supongo que son la hormonas, —respondió con una sonrisa torcida y sus ojos anegados en lágrimas.

Christopher se recrimino por lo que estaba a punto de hacer, apretó los puños y luego chasqueo la lengua. Él no era partidario de ese tipo de acciones, entregar amor a una persona desvalida y luego quitárselo es peor aún que nunca haberle entregado nada, sin embrago sentía que debía hacerlo, necesitaba, ambos lo necesitaban. Extendió sus brazos y envolvió a Castiel en uno de los abrazos más cálidos que había dado en toda su vida.

—El bebé te está haciendo pasarla mal, —susurro acariciando la espalda del menor. Castiel se largó a llorar en ese mismo momento.

Ninguno necesito decir nada más, ese pequeño gesto de reconciliación fue suficiente para que ambos estuvieran satisfechos.

Christopher había sido enviado allí por orden de su hermana, no podría decir que estaba obligado, se hubiera negado de haberlo querido, pero su última conversación con Robert le había dejado muy en claro lo inestable que se encontraba Castiel en esos momentos, por supuesto temía que algo malo le ocurriera a su hijo, pero más que eso estaba preocupado por el menor, a ratos sentía cargo de consciencia, estaba destruyendo a tal punto a un pequeño e inocente doncel, solo por un "capricho" suyo.

—Lo estoy haciendo todo mal, —confeso el menor hundido en su pecho. Christopher al instante sintió como algo se quebraba dentro de él, una mueca incomprensible se formó en su rostro, y luego de soltar un gran suspiro acaricio el cabello del menor.

—Haces lo mejor que puedes, —consoló, sin saber muy bien el efecto que tendrían sus palabras.

Luego de aquello se sumieron en un intenso silencio, a sus espaldas, algunos rociadores regaban sus hermosos rosales, pequeñas gotas llevabas por el viento lograban impregnarse en su camisa, y por supuesto también en el delgado suéter de lana que llevaba Castiel.

—Vamos adentro, ya está haciendo frio, —insto el mayor agarrándole de los hombros. Pero Castiel negó con la cabeza y se hundió más si era posible, para continuar llorando. Christopher intentaba mantener la compostura, armarse de paciencia y darle por primera vez un poco de comprensión al otro padre de su hijo.

Largos minutos transcurrieron en esa posición, Castiel aun hipaba quedito, su cuerpo antes tenso ahora se hallaba laxo y las irises azules eran rodeadas por una escleras irritadas y enrojecidas.

Christopher probo de nueva cuenta y esta vez el doncel cedió a sus intentos, colaborando el mismo para ingresar en la morada.

—Estas todo mojado. —Ante aquel comentario Castiel solo se encogió de hombros, dejándose llevar por Christopher —Date un baño con agua caliente para que entres en calor, le encargare a Paola que te suba la comida. —A pesar de que el menor parecía ido, Christopher sabía muy bien que había comprendido el mensaje, por eso mismo decidió dejarle solo y no insistir más de la cuenta. Estaba a punto de marcharse de hecho, cuando Castiel por primera vez en toda la tarde se había atrevido a moverse.

—Gracias por todo, —musito agarrándole desde el puño de su camisa. Christopher le observo unos segundos y luego suspiro.

—No hay de que, —se soltó del agarre y luego continúo su camino. Él seguía pensando que eso estaba mal, es como si le diera ilusiones a un niño, para luego despedazarlas sin mayor comtemplaciones, pero aun así no pudo evitar consolar a Castiel al verle tan débil y dolido.

El menor permaneció un momento en el umbral de la puerta, aun tenía su corazón encogido y el nudo en la garganta, sentía que por más que hubiera llorado nada del peso que llevaba sobre sus hombros se alivianaba aun.

Ingreso al baño sumido en sus propios pensamientos. El agua caliente, entibio su cuerpo y las palabras de Christopher repetían dentro de su mente le limpiaban el alma. "Estaba haciendo lo mejor que podía", claro que él estaba consciente de eso, no era tan tonto como para necesitar que un importante empresario se lo dijera. Sin embargo no era suficiente, lo mejor que él podía hacer, no era en lo más mínimo suficiente, ni para curar a su hermano, ni para permanecer junto a su hijo.

¿Cuánto tiempo llevaba en la tina? Lo sufriente como para que el agua enfriara y la sirvienta ya estuviese golpeando en su puerta con una bandeja de comida.

—¡Déjala en el velador, aún estoy en el baño! —Exclamo, con el fin de que Paola le oyera al otro extremo la puerta.

—¡Ya sal de ahí niño! ¡¿Cuánto tiempo puedes tardar en un simple baño?! —Escucho de vuelta, y se vio tentado a responderle que ese no era su problema, sin embargo se contuvo y silencio hasta oír que la puerta de su habitación se cerraba nuevamente. Quizás ya era tiempo de salir de la tina.

Con toda calma abandona el agua, y luego cubrió su cintura con una toalla grande y abrigadora. Ya iba a cumplir dos meses, pensó instintivamente al pasar frente de su espejo. Con la mano derecha delineo su vientre, aun no abultaba, ni siquiera se veía más grande, considerando que había aumentado cinco kilogramos desde que empezó toda esa locura. Ni siquiera podía notarlo.

—Me gustaría que fueras un niño grande como tu papá o tu tío. No como yo, no le desearía a nadie que fuera como yo. —soltó al observar por completo su reflejo, sentía que incluso para él era demasiada autocompasión, sin embargo no podía evitarlo, había algo dentro de su mente que le empujaba a sentirse poca cosa, así le habían enseñado a ser durante toda su vida.

Finalmente se alejó del espejo, decidido a no seguir llorando, a no auto compadecerse, ya había superado muchas humillaciones y muchas caídas, demasiados malos momentos y había travesado una infinidad de obstáculos, era eso lo que siempre le daba fuerzas para levantarse, saber que nada lo había derrumbado hasta ese momento, nada. Tomo aire y estaba listo, se sentía decidido a continuar. Seco su cabello y se puso pijama, luego comió su cena, era aburrida, pero muy nutritiva, y su bebé parecía estar feliz, pues no había provocado ningún accidente en esta ocasión. Dejo la bandeja en un mueble lejano y se sentó en el escritorio para estudiar, Clarissa le había ofrecido uno de eso objetos costosos y complicados de utilizar, de esos que funcionaban por medio del tacto, pero sinceramente había sido un total fracaso, termino por recibir un una revista antigua y con hojas desgastadas, pero tenía dibujos bonitos y cuentos cortos a los costados de cada palabra.

—Iglú, a-avión, mamá, —repaso lentamente sin perder una sola palabra de vista. Desde que comenzó con sus clases había aprendido muchas cosas, sabía que era lento, pero estaba feliz con sus logros, además de que estudiar era la única actividad que le distraía de todos sus problemas.

Pero lejos de ese lugar, otra persona quebraba su cabeza preguntándose "¿Cuál era el eslabón perdido?"

—Tan raro, —musito Giulian observando el goteo de su intravenosa. Todo sucedía tan raro, pero había una cosa que tenía clara, el motivo estaba relacionado con Christopher Owen. El jefe de su hermano.

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