Somos tu familia.

By RenRenv

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[YOI/ AU] [Victuuri] [Familia/hijo Yurio] [Mpreg/Omegaverse] Si algo ha aprendido Yuri Katsuki al enamorarse... More

1• Eres nuestro.
2• Noticias.
3• Así es.
4• Patines
5• Iguales.
6• Katsudon.
7• Todo y Nada.
8• Amigo.
9• Yo decido.
10• Disculpa.
11• Regalo.
12• Gritos.
13• Ónix & Jade.
14• Lia.
15• One love: Ágape.
16• Appassionato.
17• Yuratchka.
18• Ilusión.
19• Destino.
Extras• 1&2
Extras• 3&4
• El fin.
•Algo que nadie esperaba.
• Yuratchka & Yullian
• Un Beka para Yura.

•Vacaciones.

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By RenRenv

[14 años]





Yuratchka Nikiforov camina por los pasillos de su hogar, Yullian finalmente ha quedado dormido en su habitación y él tiene este antojo insano por algo dulce. Piensa que, sin lugar a dudas, lo merece como recompensa por batallar con Katsudon y su eterna batería interna.

Con el Grand Prix Final terminado, piensa en las posibilidades y lo que sucederá en la próxima temporada, así como también intenta mantener a raya los nervios por su pronto debut Senior. Siendo así, cree que no está tan mal querer tomarse un par de días para él mismo, convivir con su familia y disfrutar del invierno como un chico normal con su mejor amigo.

Zet, al igual que él, está de vacaciones. Y ya que sus tíos Phichit y Seung Gil no tienen problemas en mandarlo a otro país para que "no se aburra solo en casa" aunque Zet sospecha que sus padres harán de todo menos limitarse a ver televisión en su ausencia, decidieron que un par de semanas en Japón serían buenas para su hijo. La familia Nikiforov no tiene problemas con ello, tampoco los Katsuki, todos felices de ver a Yurio jugando por toda la ciudad con su amigo, como niños normales a los que realmente no les afecta su sexo como Omega y Beta, que sus padres sean reconocidos en el ámbito deportivo o que uno de ellos sea constantemente señalado. Solamente son adolescentes disfrutando del frío invernal en la playa, bañándose en las aguas termales, jugando en el parque con Yullian, paseando en las tiendas comerciales y riendo sin preocupaciones de la siguiente temporada o los exámenes de la escuela.

Esa tarde Ian había estado más inquieto de lo normal, y aunque su madre decía que era porque hacía mucho que Katsudon no veía a Zet, Yurio piensa que su hermano pequeño parece querer llamar la atención del mayor con cualquiera cosa.

Valiéndose de su capacidad para correr por toda la casa sin caerse, así como de su basta curiosidad infantil, Yullian iba de un lugar a otro en su habitación, preguntando por qué esto y lo otro, para qué servía eso y aquello, tomando objetos entre sus pequeñas manos para ir hacia ellos y mostrárselos, como si cada cosa que amontonaba a sus pies no pertenecieran al rubio.

El menor reía con y para ellos, saltando por la habitación, jugando, hablando sin parar a tal grado que Yurio se preocupaba porque su hermanito respirara entre una oración y otra.

Después de casi regar todos los peluches de sus competencias a los pies de la cama, Katsudon por fin había sucumbido al sueño, cayendo en los brazos de su hermano mayor como en los de Morfeo, dejando en el ambiente su aroma de cachorro feliz y tranquilo.

Yuri se encargó de acomodar al bebé durmiente en el centro de su cama, arropándolo en cobijas y creando una especie de barricada de almohadas y peluches en la orilla de la cama, porque era bien conocida la manía de Katsudon por dar vueltas a la hora de dormir hasta encontrar algo con lo que acurrucarse. En muchas ocasiones los brazos del rubio o el pecho de sus padres.

Una vez el mini cerdito fue envuelto y asegurado, Zet expresó sus ganas de salir a respirar el aire fresco del atardecer y lo mucho que su paladar rogaba algo dulce y suave. Palabras sutiles y elegantes para decir que quería comer fuera. Y Yurio sería un mentiroso al decir que él no deseaba darle una miradita al menú de la nueva cafetería que abrió en el centro de la ciudad.

Siendo así, ambos chicos dieron una última mirada a Yullian y lo dejaron durmiendo con Makkachin al pie de la cama y Fluff junto a la almohada. Ambas mascotas sabedoras de que, cuando Yulls despierta de su siesta, odia hallarse solo.

Abrigos en mano y estómagos vacíos, ambos chicos hacen su camino en los pasillos de Yutopia; en busca del matrimonio Nikiforov, el permiso para salir y el dinero de sus billeteras. Yurio y Zet conversan sobre la próxima temporada y Yuratchka parece genuinamente emocionado al revelar que sus padres están preparando ya las opciones para sus rutinas. Por supuesto, el pobre chico no esperaba que la emoción se convirtiera en vergüenza al encontrar a sus padres.

Yuratchka a veces olvida cosas. Y quiere pensar que es culpa de la sangre de su padre corriendo por sus venas, esos genes olvidadizos que desea no haber heredado. Él no olvida niños en el supermercado o centros comerciales, no olvida ir por ellos a sus respectivas clases, fechas importantes o compromisos pactados; Yurio es despistado con cosas un poco más mundanas y normales, como olvidar alguna tarea que bebía presentar en alguna clase, las llaves de su casa, el paradero del par de sus calcetines favoritos, un libro en algún rincón no visible de la casa. Cosas pequeñas.

No obstante, Yurio jamás volvería a olvidar que debe tocar las puertas antes de entrar a alguna recámara, jurando ser mil veces más precavido si se trata de la habitación de sus padres. No porque jamás los haya visto haciéndose arrumacos, besándose o compartiendo abrazos poco censurados momentos en los cuales él sabe debe sacar a Yullian de paseo antes de que sus padres olviden que sus hijos están ahí, pero piensa que puede ahorrarle a Zet el mal rato y posible ardor de ojos. Su mejor amigo no tenía que enterarse de la promiscuidad de sus papás de esa forma.

Aunque tampoco es como si el tío Phichit y Seung sean santos de devoción.

Pero no es cómodo, para nadie. Y no es bueno para la salud mental de ellos, principalmente la de Yuri, que ruega porque, si en algún futuro llega a estar así el nombre de Beka brillando en su mente, la imagen de sus padres en momentos fogosos no arruine sus propias experiencias.

Siendo que las cosas en su familia no siempre son como se supone que deberían y el rubio ya está más o menos acostumbrado, cuestionándose que tan normal es que esas situaciones ya sean cotidianas, se abstiene de comentarios. Aguantando la vergüenza y tragándose la indignación que le provoca ver la sonrisa de suficiencia en labios de su padre a medio vestir, con su madre en iguales condiciones sobre el regazo del de ojos azules, pero visiblemente ruborizado. Aunado, claro está, al click insistente de la cámara de Zet, guardando pruebas del suceso para la prosperidad.








[16 años]





—Siempre me he preguntado —Viktor gira hacia su interlocutor, dejando su ardua dedicación de observar a su familia jugando, para ver directamente a Otabek. Curioso—, ¿Por qué Yura parece odiar tanto los patos?

Ah, la pregunta del millón de euros. La incógnita comparable con la cura contra el cáncer. Sin embargo, la respuesta podría valerle reproches que se ha querido ahorrar durante toda la vida de su hijo.

El mayor desvía su mirada, volviendo a enfocar sus ojos azules en las personas que más ama en el mundo.

Las vacaciones de verano comienzan y con ellas el paso del tiempo parece avanzar inexorable y sin tregua alguna para padres celosos y posesivos como su esposo y él, que deben ver cada día como su pequeño bebé rubio crece a cada parpadeo. Ahora su retoño tiene 16 años y si la edad no es suficiente para comprobar su crecimiento tanto físico como mental, hay que ver al novio que llega cada año durante las vacaciones para pasar tiempo con su rubio hijo.

No es que le moleste mucho. De hecho, Yuratchka y Otabek parecen estar en la fase de amor puro. Ese donde cada cosa que hacen termina en sonrojos y miradas de soslayo. Algo tierno y lindo. Y lo agradece profundamente.

Sabe que su hijo y el Kazajo son una pareja destinada. El cuerpo de Yurio se los recuerda un par de días después de la llegada de Otabek, cuando el Omega entra en celo por la presencia de su Alfa. Durante esos incómodos días Viktor no despega la mirada de Altin. Temiendo que el moreno se escabulla y ataque a su bebé.

Temores sin fundamentos porque el novio de Yurio siempre ha mostrado modales y recato en cuanto a él y su familia se refiere. Los días que Yuratchka debe pasar en su habitación soportando el celo, Otabek espera tranquilamente bajo el escrutinio del matrimonio Nikiforov. Ya sea jugando con Yullian o ayudando en el negocio familiar.

Y una vez Yurio sale de su martirio, las cosas no cambian realmente. Un par de besos, manos enlazadas y abrazos son todo lo que han hecho que Viktor sepa y está bien así. Sabe que no puede resguardar la pureza de su hijo toda la vida, pero le basta para su tranquilidad mental tener conciencia de que eso no pasará pronto.

Ver al mayor de sus hijos en semejante situación le hace comprender que ese bebé que ha criado durante tanto tiempo ha crecido bien, sano, fuerte y de forma tan única e incomparable que le llena el alma de orgullo saber que ha hecho algunas cosas de forma excelente, si debe juzgarlo con tan sólo ver al atractivo adolescente rubio que corretea en la orilla del lago jugando con su hermano menor y madre.

Por supuesto, también ha hecho cosas malas e irreversibles. Y aunque antes podía disculparse por ser "padre primerizo", ahora la excusa no vale con la educación de Yullian y es un alivio que le haya evitado semejantes traumas a su segundo hijo.

Ayudado en gran parte por la intervención del mismísimo Yuratchka y su deseo por hacer de su hermanito un niño sano y sin reproches silenciosos hacia su padre. Por no hablar de recuerdos de la infancia poco agradables.

El patriarca de los Nikiforov no comprende cómo es que su hijo recuerda algo que sucedió cuando era solamente un bebé. Es impresionante y poco creíble que un suceso se hubiera arraigado tan fuertemente en la mente de su hijo, que ese acontecimiento se tatuara en su subconsciente volviéndolo una fobia.

Fue exactamente en ese parque, frente a ese mismo lago, casi 16 años atrás en el tiempo. Cuando Yuratchka Nikiforov no tenía más de medio año de vida.

Una semana después de establecerse en Japón con la familia de su esposo y una nueva vida en forma de bebé a su cuidado, Yuuri y Viktor decidieron dar una vuelta por Hasetsu. Hacía cinco años que habían estado en ese lugar y tenían intriga y curiosidad sobre qué cosas y cuánto habría cambiado la pequeña ciudad.

El parque fue su última parada, después de pasar casi todo el día comprando y arrastrando la carriola de Yurio de un lugar a otro, decidieron sentarse en una banca blanca frente al pequeño lago, que realmente no parecía más que un estanque grande, donde peces y otros animales jugaban dentro y en sus alrededores.

El viento fresco digno del atardecer perdía el efecto de paz y tranquilidad cuando el cielo arrastraba nubes oscuras en la lejanía. Amenazando con soltar su furia y tristeza en forma de lluvia y tormenta sobre todos ellos, así que mientras Yuuri le pedía que lo esperaran ahí porque había visto no muy lejos un pequeño puesto de Takoyaki y quería llevar un poco a casa, Viktor aceptó esperar junto al bebé rubio que dormía plácidamente en la carriola, envuelto en mantitas de colores pastel y enfundado en un mameluco de tigrillo.

Fueron escasos minutos, quizás cinco, en los que tuvo lugar el momento exacto donde Yuratchka obtendría su primer trauma infantil y poco recordaría de ese suceso, más allá del miedo.

Viktor Nikiforov era bastante famoso en sus años mozos. Antes de que su hijo amenazara con arrancarle el título, él era la leyenda del patinaje artístico. Conocido por su talento, esfuerzo y movimientos llenos de pasión y diversas emociones sobre el hielo. Era lógico y comprensible que fuese detenido en algún momento del día por personas que reconocían y admiraban su carrera.

Eso fue lo que pasó.

Viktor saludaba a un par de jóvenes que se habían acercado a él pidiéndole un autógrafo y una que otra fotografía con la leyenda.

Nadie pudo prever que mientras él sonreía para la cámara, un pequeño amigo emplumado se acercara al cómodo lecho improvisado de su hijo.

El pato, inocente, hambriento y curioso, saltó al carrito. Observando al mini humano.

¿Qué cosa pensarán esos animales? ¡Quién sabe! Pero el de ojos azules no cree que el pequeño pato quisiera hacerle daño a su hijo o causarle un trauma cuando acercó su pequeño pico a la cabeza del durmiente nene, jalando algunos mechones de la dorada cabellera.

Claro está que el bebé despertó de su letargo y el mundo de los sueños donde el aroma dulce de su madre y el calor reconfortante de su padre lo acompañaban entre luces y nubes coloridas. Y se asustó cuando lo primero que sus ojitos verdes vieron no fue alguno de sus peluches o a su madre descansando junto a él, sino a una criatura desconocida.

El alarido aterrador no sólo alertó a Viktor, también asustó al ave en la carriola.

Cuando el pato quiso saltar y alejarse del llanto, una pata se le atascó entre las mantas. Entonces se convirtió en una batalla entre el pato y su sentido de supervivencia que luchaba por alejarse del bebé llorón, contra el propio bebé que poco comprendía pero aterrado se sentía, los aleteos en un espacio tan reducido como la carriola no ayudaban a tranquilizar a ninguno de los dos implicados.

Cuando Nikiforov llegó y tomó al animal para dejarlo en el suelo, el ave corrió de vuelta al estanque como si su gracia del día hubiese sido completada con éxito, mientras él cargaba a su hijo en brazos y buscaba tranquilizarlo con su aroma y susurrando palabras dulces.

Para cuando Yuuri volvió con una bolsa de plástico en mano, Yuratchka ya no soltaba alaridos, pero si gimoteos constantes que el esposo de Nikiforov interpretaría como propios de su despertar.

Así que el porqué del odio de Yuratchka Nikiforov hacia los patos se convirtió en un pequeño secreto entre él, Viktor y el pato en cuestión.

Jamás creyó conveniente decirle a Yuuri algo al respecto. Principalmente porque no pensó que Yurio recordaría algo así con el paso del tiempo. Y quizá sea así. Yuri no recuerda nada, pero su cuerpo y mente reaccionan a la defensiva cuando del animal emplumado se está refiriendo.

Tampoco es como si fuese algo tan malo, ¿no? Es decir, muchas personas tienen alguna fobia o miedo específico a una cosa.

Por supuesto, él ya está acostumbrado a tratar con los terrores de sus retoños. Porque así como Yuuri y él deben estar al tanto de no toparse con pequeños animalitos emplumados cuando visitan algún parque y haya un lago en las inmediaciones, también deben estar atentos cuando los circos llegan a la ciudad o van a fiestas infantiles; Yullian no puede ver, en ninguna forma, payasos.

Entonces ¿por qué preocuparse por el disgusto de Yuratchka hacia los patitos? Es un miedo normal...

Al menos, eso se dice a sí mismo siempre. Para evitar que la culpabilidad crezca.

—Bueno, Otabek —llama el mayor, minutos más tarde—, creo que hay cosas que nunca tendrán respuestas.

O confesiones, en este caso.








[29 años]





¿En qué momento creció tanto?, es la interrogante que gira en su mente.

Y una vez que tomas valor y abres el grifo de las cuestiones, las preguntas fluyen a raudales.

Es curioso, emocionante y un poco nostálgico ser testigo de cosas así. En caso del rubio, comprender que ese chico atractivo de cabellera negra e impresionantes ojos azules que danza en las tablas del escenario al compás de la melodía pulcramente ejecutada por la orquesta, es su hermanito.

El mismo bebé que, siendo solamente algo minúsculo dentro de su madre lo hizo huir de casa, el mismo bebé que amó al sentirlo pateando en el vientre de Yuuri, por quién lloró y se asustó el día de su nacimiento, el niño por quién él mismo sacrificaba cualquier cosa simplemente por el deseo de escuchar su risa de campanillas. Al que abrazó después de pesadillas, por el que pateó traseros cuando lo molestaban, al que trató de defender con uñas y dientes de todo y todos.

Ese mismo crío que veía practicando sus primeros estiramientos y saltos en el estudio de ballet de su madre es quién gira con gracia magistral y aura hechizante frente a una audiencia considerable, presentándose en su primer protagónico dentro del Royal Ballet.

Yullian está alrededor de sus dieciocho años, su primer protagónico, su primera gran presentación y en la misma institución que hizo brillar a la madre de ambos Yurio se permite pensar que incluso su madre biológica, Yulia, danzó sobre ese mismo escenario, Ian cumple sus sueños tal y como se le inculcó toda la vida. Con decisión, fuerte ante todas las adversidades, dejando el corazón en cada movimiento, amando cada paso, disfrutando los segundos.

Probablemente mamá y papá estén llorando, piensa Yuri. Y no quiere girar el rostro para comprobarlo. Simplemente no desea despegar la vista del increíble joven que hipnotiza con sus movimientos suaves y fluidos, que llega al alma con cada nueva expresión y giro.

Si no fuera porque la mano de Otabek aún sostiene la suya y corresponde a cada apretón de él da a sus dedos cuando Yullian aterriza correctamente sobre la punta de los pies, probablemente Yura ya habría olvidado dónde y con quienes está.

La presentación está por terminar, el clímax da paso al desenlace y pronta conclusión y su hermano menor sigue creando ilusiones, música y sentimientos en cada nuevo paso.

A su lado tiene a Zet, y creería que dejó de respirar en algún momento, de no ser porque de vez en cuando suelta algún suspiro. Es cuando las notas finales suenan que siente al tailandés inclinando el cuerpo hacia él y en un susurro solamente audible para ambos pregunta, con voz quebrada por la emoción que comparten:

—De verdad, ¿Es ese el niño que hemos visto crecer durante 18 años?

Yuratchka no responde, no puede. El silencio se adueña de la sala cuando el telón se cierra y es el hijo mayor de los Nikiforov el primero en levantarse y aplaudir. Quizá demasiado pronto, quizá muy fuerte, quizá gritó o se recordó guardar recato. Quién sabe.

Para Yuratchka Nikiforov ese día sería uno de los recuerdos más atesorados de su vida. El momento exacto cuando vio a Yullian resurgir en el escenario, acompañado con el resto del elenco para agradecer con una pequeña reverencia, Yuratchka comprendió, a regañadientes, que su hermanito estaba creciendo. Que pronto sería un hombre hecho y derecho. Un Alfa de sociedad al que nadie podría detener si se trataba de sus deseos.

Y el orgullo llenó su pecho. Tal vez, hizo bien su papel como hermano mayor. Ayudando en tareas, impidiendo su extravío a causa de su padre, cuidando de él durante sus resfriados, enseñándole todo lo que sabía, ahuyentando miedos e inseguridades, mostrándole la forma correcta de ejecutar un estiramiento.

Se prometió el día que Ian nació, segundos después de besar por primera vez la manita de su hermanito en la habitación del hospital, que cuidaría a ese bebé por el resto de su vida. Que haría de él una persona feliz.

Al ver a sus padres abrazando a Katsudon después de la presentación, sabe que lo hizo bien. Que realmente ayudó a moldear una criatura tan risueña, amable y fuerte.

—¡Gatito! —Katsudon llama al verlo, blandiendo la sonrisa a la que no ha podido negarle nada desde que descubrió que un bebé podía sonreír de esa manera.

—Sí —responde, tarde y en silencio, a nadie. A él mismo—, ha crecido mucho.


🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒🍒

¡GANAMOS!

¡«SOMOS TU FAMILIA» GANÓ EL PRIMER LUGAR EN FICS GAYS AWARDS 2017!

Hace unos días ya, se dieron los resultados del concurso y lamento no haber venido a avisarles como se debía.

Todo es gracias a todos y cada uno de ustedes, ¡Muchísimas gracias por el apoyo y amor! Y por supuesto, por haber votado a ésta historia.

INFINITAS GRACIAS POR TODO❤

Quise traer a sus bellos ojos este pequeño especial como muestra de mi agradecimiento(?) Espero lo disfrutaran.

Ahora sabemos porqué Yura odia los patos en este fanfic, aunque él no lo recuerda.

LittleChanik, mi hermosa Beta —gracias por corregir el capítulo— tiene la teoría de que Vitya probablemente le dió caza al pobre patito y lo degustó junto a su familia. Yo creo que a eso se le puede agregar un buen vino blanco.

Les dejo un par de fanarts HERMOSOS que me han regalado❤

Vean está preciosidad, ¡los detalles!, Fluff queriendo robar comida, Makkachin queriendo comerse a Yurio... ¡¿Quién en su sano juicio no quisiera comérselo?! Se ve tan adorable. El tenedor con huellas que PapáVitya le compro, el gorro que la abuelita Hiroko le tejió. ¡Los detalles! Gracias Ney González Perla. ¡Mil gracias por semejante regalo! ❤

El siguiente también lo hizo Ney. Y bueno, creo que ahora comprenden porqué ésta fotografía es la preferida de Yurio. Yuuri y Viktor se ven tan, tan, tan perfectos y bellísimos juntos ❤❤ De nuevo, mil gracias 💖

Por último, pero no menos importante, un dibujito que hizo mi bella Beta. Es Seraphine Altin❤
Tengo mi teoría(?) de que, a diferencia de Yurio, Sera no sigue los pasos de Yuri como patinador artístico, sino que su amor por su Abuelito y tío es tan grande y devoto que prefirió el Ballet. Siendo Yullian su maestro en algunas ocasiones. Vitaliy en cambio, si seguiría la tradición familiar de establecer que los Omegas también pueden robar corazones deslizándose en el hielo.

Gracias por leer.
Jamás olviden que los amo.

ByeByeNya🐾

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