One Shots (Anime)

By Aine-Sama

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Como todo fan del anime, en algún momento nos hemos enamorado perdidamente de un personaje. Pues aquí, la pro... More

Saludos
Orihara Izaya
Ouma Shu
Hibari Kyoya
Orihara Izaya (2)
Sakata Gintoki
¡Aviso!
Akashi Seijuro
Akabane Karma
Sebastian Michaelis
Orihara Izaya (3)
Akashi Seijuro (2)
L (Ryuzaki)
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Hibari Kyoya (2)
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Kirishima Ayato (2)
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La caperucita roja y el lobo... ¿feroz?
Akabane Karma (2)
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Dino Cavallone

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By Aine-Sama

En un edificio donde la música invadía cada esquina de este, y las luces nocturnas parpadeaban, había una joven que movía su cuerpo alrededor de un tubo pegado a una plataforma. Mientras bailaba recibía comentarios y miradas que en el fondo le causaban asco y repugnancia. Su cara inexpresiva llamó la atención de un pez gordo sentado a lo lejos cerca de la pared. Viste que le susurro algo a el guardaespaldas que lo acompañaba y minutos después, tu «jefe» te había ordenado que fueses a una habitación en el segundo piso por un cliente.

Cuando abriste la puerta, viste a aquel cerdo asqueroso delante de la cama con una sonrisa perversa. Amablemente le pediste que volteara y este obedeció pensando que estabas un tanto apenada o que tal vez le tenias preparada una sorpresa. Repentinamente, su cuerpo cayó sobre el colchón mientras el humo de tu pistola con silenciador se podía percibir en el aire. Del pequeño pantalón que llevabas, sacaste un cigarrillo acompañado de un encendedor. Cuando sentiste que el humo invadió tus pulmones, exhalaste todo e hiciste una llamada desde tu teléfono celular.

─ Voy de regreso. Asegúrate de tener todo listo. Sabes que soy muy impaciente... ─ Colgaste y te asomaste por la ventana.

Mientras discutías contigo misma sobre como ibas a salir de allí, el cigarrillo daba señales de estar a punto de acabarse.

No importaba que tan fuerte o peligroso fuese la persona que tuvieras que matar, era cien por ciento seguro que el resultado iba a ser el mismo como el de aquel hombre que ilusionado, confió en las palabras de una mujer que no conocía. Aunque tuvieses dificultades, siempre conseguías tus objetivos de una u otra manera. La inteligencia es algo que tienes en abundancia.

Dando una patada abriste la puerta del bar al que tanto frecuentas. El dueño te dio una cálida bienvenida. Te sentaste en la barra y con mala gana pediste un trago de vino, uno muy caro por cierto.

Justo en ese momento, un hombre alto con traje y sombrero, se sentó cerca de donde estabas. Pago tu bebida y al salir te acompaño a casa para usar los servicios por los que tanto eras conocida.

─ Considérelo hecho. ─ Estrechaste tu mano con el y segundos después, giraste la cabeza dándote cuenta que había desaparecido en medio de la oscuridad que inundaba la noche.

Al llegar a tu pequeño apartamento, te diste un buen y merecido baño acompañado de una cena. Subiste a tu habitación y limpiaste de todo lo impuro a tus bellas y preciadas compañeras, las armas.

Aunque a veces fuese difícil, Matar es lo único que sabes hacer bien. No tienes familia ni amigos. Estas sola en este mundo podrido y lleno de corrupción. A la edad de seis años entendiste ese hecho por la fuerza, y que te ha hecho sobrevivir a lo largo del tiempo.

En la entrada de una gran mansión, vestida de traje, esperabas a una persona.

Aunque las ordenes al respecto fueron muy raras, no preguntaste. «Asesina a esta persona en un lapso de tiempo indefinido».

Interrumpiendo tus pensamientos, un chico muy animado los saludo desde la escalera a ti y el otro tipo que estaba a tu lado. Cuando hiciste una pequeña reverencia en señal de respeto, el joven tropezó. Dio tantas vueltas que termino frente a ti con la cabeza cerca de tus zapatos. Un poco nervioso, se puso de pie para estrechar tu mano.

─ No sabía que quien ocuparía el puesto de Romario seria una chica tan guapa. Soy Dino Cavallone. ─ Con una sonrisa radiante dijo todo aquello. Al parecer el mismo truco le había funcionado con otras mujeres, ya que al ver como secamente le dijiste: «Mucho gusto», mostró una cara decepcionada. ─ Vamos arriba para mostrarte algunas cosas.

De no ser por ti, una vez más se hubiese caído por las escaleras. Su atractivo era igual que su torpeza.

Resumiendo, tu trabajo consiste en cuidarlo, incluso de si mismo. Por ello, a la vez debes asegurar que no se escape del trabajo para hacer tonterías o cualquier otra cosa. Aunque te lo había dicho todo el mismo, siempre buscaba la forma de distraerse. Parece que no le gusta su trabajo, o por lo menos le aburre.

Por alguna extraña razón, habías tenido infinidades de oportunidades para cumplir tu objetivo, pero siempre flaqueabas al escucharlo llamarte. Es la primera vez que te pasa. Sientes que estas a punto de cometer el peor de los errores. Tu instinto te decía a gritos que no debías hacerle daño cueste lo que cueste. A lo mejor por esa razón tenias tiempo indefinido de hacerlo.

─ ¿Te sientes bien? ─ Preguntó mientras observaba como tu rostro estaba un poco pálido.

─ Si, no es nada. No se preocupe y siga trabajando.

Te hizo caso y volvió a sentarse frente a la mesa de su oficina.

«¿Que es esta extraña sensación?»

Si, te referías a aquel deseo involuntario de querer protegerle a pesar de que tu rol no fuese ese. Algo andaba mal en ti, pues siempre eres fría al respecto, precisamente para evitar tener que involucrarte con la víctima, pero aunque no lo hayas hecho del todo, tu instinto te dicta que no debes, y luchar contra ti mismo es una de las peores maldiciones con las que el ser humano se ha enfrentado.

─ Ya termine. ¿Quieres ir a comer algo? Tengo hambre... ─ Dijo sobándose la panza.

Por orden y capricho de Dino, comieron fuera en una pequeña cafetería. Aunque habías ordenado comida, no le habías dado un solo mordisco. Perdida en tus pensamientos, no te percataste cuando se te quedo viendo.

─ ¿Sucede algo?

─ No. Es solo que a pesar de que tienes un mes trabajando para mí, lo único que se de ti es que fumas, en especial cuando estas impaciente o nerviosa.

─ Eres bastante observador por lo visto.

─ Es una de las pocas virtudes que tengo. 

─ Así esta bien... ─ Bajaste la mirada y probaste la comida para evitar hablar del tema.

Dino podía ser muy torpe, pero es bastante perspicaz aunque no se note. Es bastante astuto e inteligente, y en ocasiones ha demostrado ser alguien de temer, por lo que no fue muy complicado entender la indirecta que le lanzaste sobre no querer hablar más del tema.

Los días pasaban con rapidez y cada vez mas tu corazón dudaba sobre tu misión. Por respeto a el y a tus principios, repentinamente renunciaste. A Dino se le notaba muy incomodo y un tanto molesto, incluso podías decir que estaba decepcionado de ti.

Un día, después de ejecutar uno de los tantos trabajos que te habían asignado, miraste tus manos empapadas de sangre y por primera vez te preguntaste, si lo que hacías estaba realmente bien. La disputa que tenias en tu interior fue interrumpida por aquella voz que hizo tu corazón dudar.

─ Eres una cobarde. Por eso te fuiste. No pudiste matarme y ahora te arrepientes de lo que haces. ─ Lucia bastante enojado. Era la primera vez que fruncía su ceño al mirarte. ─ No me hagas reír. Ahora no te arrepientas. No ahora... ─ Con rudeza agarro el cuello de tu camisa. ─ Mataste muchas personas, no dejare que flaquees así como así.

Desviando la mirada, provocaste que su enojo aumentara y te empujara haciendo que cayeras al suelo.

─ A menos que dediques tu vida entera a servirme, no te perdonare (T/A) (T/N).

Aunque su manera de chantajearte fuese muy cruel, en el fondo agradecías con todo corazón, ya que te había dado una excusa bastante buena para continuar protegiéndolo sin sentirte culpable al respecto.

─ Como ordene, Jefe.


Extra

Un poco molesta, mirabas el reloj de tu pulsera. A pasos acelerados te acercabas a la habitación del rubio. Luego de tocar dos veces, abriste la puerta y viste su cuerpo acurrucado con las sabanas encima.

Quisiste ser un poco más tolerante y dejarlo dormir un poco más de lo normal, pero jamás pensaste que se quedaría durmiendo hasta las diez de la mañana.

─Ya es tarde. ¡Levántese! ─ Lo movías pero este solo hacia pucheros para que lo dejaras dormir más tiempo.

Le quitaste las sabanas de encima y luego lo llevaste a rastras al baño. Abriste la ducha y lo empujaste a dentro sin darle oportunidad de que se desvistiera primero.

─ ¡QUE FRIO, (T/N)-CHAN~!

─ ¡Silencio! Tiene cinco minutos para ducharse y vestirse. Si regreso y aun no ha terminado, le diré al chef que no prepare mas dulces.

─ ¡No, por favor! ¡Te lo suplico!


. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Espero y les haya gustado.

Si tienen algún pedido, no duden en hacerlo. 

Gracias por leer. 


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