neville longbottom
Diana miraba alrededor, fascinada.
Por supuesto, ya había ido al andén 9 y ¾ en varias ocasiones, para dejar caer a alguno de sus numerosos hermanos para sus respectivos años escolares, pero nunca había sido bajo ese contexto.
Nunca había sido ella la que iba a desaparecer por un año entero, sumergiéndose en el mundo de magia y diversión con el que había soñado desde que Bill le contaba anécdotas de pequeña, en navidad.
El tren escarlata era lo que más llamaba la atención. Había un cartel que lo nombraba: "Expreso a Hogwarts" y Diana pareció quedarse trabada en la última palabra, releyéndola una y otra vez.
Hogwarts. Por fin, Hogwarts.
Ron también debía estar sumido en su propio mundo en aquel momento, como su melliza, ya que no vio el carrito que se acercaba a ellos en la dirección contraria, lo que causó que ambos colisionasen.
Diana casi se cayó de lo alto del vehículo, pero se aferró a él antes de que perdiese el equilibrio por completo.
—¡Lo siento! —se apresuró a pedir el niño que manejaba el otro carrito, apresuradamente
—No pasa nada —murmuró Diana. Por el tono del comentario, el niño podía asumir que si que pasaba algo y que estaba molesta. No se equivocaba, lo estaba, pero no con él—. Mira por dónde vas, Ronald —reprochó.
El mencionado se encogió de hombros, rascándose la nuca.
Diana se giró entonces a ver al niño desconocido. Tenía el pelo castaño oscuro, y tan sólo su apariencia provocó que la niña le sonriese. Él dudó antes de devolverle el gesto.
—Soy Diana —se presentó.
—Yo Neville.
—¡Los encontré! —interrumpió Ron entonces, girando el carrito en dirección a sus hermanos mayores, Fred y George, estaban al lado de la locomotora, preparados para subir.
Diana no pudo hacer nada salvo irse con él y darse la vuelta para despedirse con la mano de Neville, esperando poder verle pronto otra vez.