Tiempo Prestado [Adaptación...

By ChinaMile

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Lucy Heartfilia ha nacido en el seno de una famosa y exitosa familia de Hollywood. Agobiada por todo su mun... More

Capitulo 1 A
Capítulo 1 B
Capitulo 2 A
Capitulo 2 B
Capitulo 3 A
Capitulo 3 B
Capitulo 4 A
Capitulo 4 B
Capítulo 5 A
Capítulo 5 B
Capítulo 6 A
Capitulo 6 B
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9 A
Capitulo 9 B
Capitulo 10 A
Capitulo 10 B
Capitulo 11 A
Capitulo 11 B
Capitulo 12 A
Capitulo 12 B
Capitulo 13 A
Capitulo 13 B
Capitulo 14 A
Capitulo 14 B
Capitulo 15 A
Capitulo 15 B
Capitulo 15 C
Capitulo 16 A
Capitulo 16 B
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 18 B
Capítulo 19 B
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22- Final

Capitulo 19 A

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By ChinaMile

Ups se me olvidó actualizar recta final pocos capítulos.
Natsu no la telefoneó cuando regresó a Los Ángeles. Al igual que Lucy, estaba todavía traumatizado por los sucesos de Venecia. Y amaba demasiado a Lucy para pedirle que arriesgara su vida por él. Sabía lo mal que lo había pasado cuando años atrás su padre fue objeto de amenazas, y las pesadillas que eso le supuso. No podía pedirle que compartiera con él ese tipo de vida, pero al mismo tiempo se sentía morir de añoranza. No hacía más que pensar en ella.

Y Lucy tampoco le llamó. Se reprendía a sí misma a diario por su cobardía. Tenía el corazón partido, y la mera idea de pasar el resto de su vida sin Natsu era una tortura. Pero, al mismo tiempo, era una tortura aún peor tener que correr los riesgos que esa vida suponía. Ella deseaba una cosa más normal, no una dosis constante de la locura que habían vivido en Venecia.

Así pues, el silencio entre ambos era ensordecedor, pero no quedaba nada que decir. Ya no bastaba el hecho de que se quisieran, no les protegía de los peligros inherentes a la fama. Sus vidas eran incompatibles, y por lo tanto no tenía sentido atormentarse con llamadas telefónicas. Y ella sabía que no necesitaba explicárselo de nuevo, ya se habían dicho todo la última vez. Y sabía que él comprendía y respetaba sus miedos. Lo que Lucy intentaba era dar tiempo, pero los sentimientos estaban todavía a flor de piel y lo seguirían cuando quién sabía hasta cuándo.. Junto al dolor de perderle.

Un día coincidió con su vecino Gajeel sacando la basura y él comentó lo agradable que era Natsu, y lo mucho que le gustaba que fuera un tío normal, que no se diera aires por ser una celebridad. Dijo que le caía muy bien, y que le había echado de menos. Lucy aguantó como pudo las ganas de echarse a llorar. Había tenido un mal día. Ahora cada día era una dura prueba. Le daba terror la Navidad. Se iba a sentir muy sola sin Natsu.  Habían hecho planes para pasarla juntos, pero él estaría en Los Ángeles con Nashi, y ella con su madre y su hermana, con sus respectivas parejas.

También la casita de Bolinas, se le caía encima. Todo le parecía descolorido y triste. Un día, deprimida, se decidió a tirar el equipo de buceo de Gray. Y las fotos que tenía de Natsu las metió en un cajón. Solo dejó a la vista una que les había hecho ella a su hija y a él el día del primer castillo de arena. Nashi estaba deliciosa en aquella foto, y Lucy no tuvo valor para guardarla también.

La niña no había vuelto a llamar. Lucy había pensado comprarle un regalo por Navidad, pero luego vio que no estaba bien intentar aferrarse a ella. Tenía que desvincularse de los dos, padre e hija, por más que Nashi fuera una monada y por mucho que lo amara a él.

Para Nochebuena, hacía siete semanas que Lucy no hablaba con Natsu. Intentaba no llevar la cuenta, pero sabía exactamente cuántos días era: cincuenta. Se detestaba por ello. Algún día no recordaría cuánto tiempo había pasado, simplemente años.

Pensaba quedarse a dormir en casa de Erza y pasar allí el día de Navidad. Habían convertido ya el cuarto de invitados para el niño, de modo que la instalaron en un cuarto de invitados más pequeño que había en la planta baja. Lucy sabía que iba a ser duro estar otra vez en aquella casa. Todo le recordaba a Natsu y los meses pasados juntos allí.

Su madre, Sting y la hija de este habían llegado a San Francisco aquella tarde y fueron directamente al Ritz-Carl-ton. No habían llevado niñera. Sting cuidaría él mismo de su hija. Esto tenía un poco nerviosa a Irene, según le confesó a su hija mayor. Hacía muchos años que no trataba con niños de esa edad.

-Bueno, mamá, eso te pasa por buscarte un novio joven- dijo Erza en son de broma, y cuando llegó Lucy y se lo contó se rieron a gusto.

Iban a pasar juntos la Nochebuena y el día de Navidad, y después cada cual a su casa. Irene y Sting volvían a Los Ángeles ya que al día siguiente se iban a Aspen. Y Lucy regresaba a la playa. Pero durante veinticuatro horas iban a ser una auténtica familia, aunque fuera muy poco ortodoxa. Y cada vez lo parecía más: Irene se había buscado un novio que podía ser su hijo (y la hija de Sting, su nieta)

-Ya no somos precisamente una familia típica- comentó Erza mientras acompañaba a Lucy al cuarto de abajo- Quizá no lo fuimos nunca- Luego miró a su hermana de un modo extraño, como si le vinieran a la memoria la época en que su padre aún vivía- Yo te tenía muchos celos- dijo, en voz queda- Eras la niña de los ojos de papá. Una vez llegaste tú, me di cuenta de que yo ya no tenía ninguna oportunidad. Eras tan pequeña, tan mona. Hasta mamá parecía encantada contigo. Siempre tenía tan poco tiempo para nosotras, que era muy difícil compartirla entre las dos. Yo no quiero que mis hijos me vean así.

-Siempre te tuve por la preferida. Tú eras la estrella, y para mí no había sitio- dijo Lucy. Así se lo había reconocido a su terapeuta dos años atrás, y expresarlo ahora en voz alta delante de Erza le hizo sentirse mejor aún que entonces.

-Quizá por eso he sido tan dura contigo- Erza la miró con un gesto de disculpa- yo apenas tenía sitio en aquella casa, y de repente llegaste tú. La ración de amor se hizo todavía más pequeña.

-Es que papá y mamá estaban siempre tan ocupados, eran tan importantes...- recordó Lucy- Nunca tenían tiempo para hacer de padres.

-Y nosotras no tuvimos oportunidad de ser niñas. Las dos teníamos que ser estrellas. Yo tragué, pero tú no. Tú dijiste ¡Al cuerno! y arrojaste la toalla. Me he pasado la vida tratando de impresionarlos ¿sabes? Y al final ¿a quién le importa? ¿Qué más da cuántas películas he producido? Este bebé es mucho más importante- Erza se frotó la barriga, que cada vez era más grande. Ahora parecía una embarazada de dibujos animados.

-Parece que estás en el buen camino- dijo Lucy, y le dio un abrazo a su hermana. No podía decir otro tanto de sí misma. Todo el mundo estaba emparejando menos ella. Ella se había distanciado del hombre al que amaba- ¿Pensáis tener más hijos? - preguntó, cayendo en la cuenta de que su hermana había hablado antes en plural.

-Puede- respondió Erza con una sonrisa- según cómo vaya esté y lo guapo que salga. Si nos sale tan grandullón como fui yo, igual lo devuelvo. Tú, en cambio, eras una monadas. No sabes cómo te odie.

Natsu no se había equivocado. Erza estaba celosa de ella, y lo que estaba diciendo ahora era como dejar que el globo se desinflara por fin. El aire ya estaba bastante rancio. Habían dejado de competir por llamar la atención de su madre, y su padre que ya no vivía.

Su madre de todas formas, estaba más pendiente de Sting que de ellas. Le había dicho ya a Erza que estarían en las Bahamas cuando naciera el bebé. Irían a verlo cuando regresaran. Así había sido siempre su madre. Los hombres de su vida habían cambiado, pero ella no, y mucho menos iba a hacerlo ahora, a su edad. Y ambas la aceptaban así.

-Jellal y yo hemos estado hablando de tener otro hijo- admitió por fin Erza- La próxima serán dentro de unos meses a lo máximo esperaremos seis meses, estoy muy contenta de estar embaraza, pero, la verdad, odio este bombo. Y dentro de dos meses cumplo cuarenta ¡y encima estaré como una vaca! igual es que soy como mamá- Se rió.  Irene era la mujer más presumida del mundo. Erza miró a Lucy con un gesto de indecisión y se sentó en la cama del cuarto de invitados. Ya no podía estar mucho rato de pie, con tanto peso encima. Apenas si podía andar- ¿A ti te gustaría estar presente cuando nazca el bebé? ¿Hay alguna posibilidad? Hace tiempo quería preguntártelo.  Jellal estará, claro, pero me encantaría contar también contigo- Tenía los ojos llorosos, y Lucy se sentó a su lado y la abrazó, embargada de emoción.

-Me gustaría mucho- reconoció, abrazando a su hermana. Que Erza la quisiera a su lado le parecía un honor. Se enjugó las lágrimas, rió y añadió- Puede que no tenga otra oportunidad de ver nacer un bebé, ahora que me he decidido por ser una solterona.

-No te preocupes por eso, todavía- le sonrió Erza- No has sabido nada de Natsu ¿verdad? - preguntó con cautela.

-Yo tampoco le he llamado- dijo Lucy- Nashi, su hijita, me telefoneó el día de Acción de Gracias y me dijo que Natsu me echaba de menos, yo también a él.

-Pues llámale, caray. No pierdas el tiempo tontamente.

-Un día de estos, a lo mejor- dijo Lucy, pero su hermana intuyó que no lo haría. Lucy estaba demasiado asustada y era muy tozuda. Casi le dieron ganas de llamar ella a Natsu, pero su pareja, Jellal, creía que no debían entrometerse. Era cosa de Lucy y de él.

Volvieron al piso de arriba, y la forma en que Erza subía la escalera hizo reír a su hermana. Lucy estaba ilusionada por asistir al parto. En cuanto entraron en la cocina, Erza se lo contó a Jellal, que estaba terminando de preparar la cena.

-¡Gracias a Dios!- exclamó, con cara de alivio- Yo no tengo ni idea de lo que hay que hacer. He olvidado lo que nos enseñaron en el cursillo. Esto es todo un acontecimiento- concluyó, sonriendo a Lucy.

-Y que lo digas- Lucy estaba pasmada por todo el proceso, y por cómo estaba cambiando su hermana. En los dos últimos meses la relación entre ellas había dado un giro muy notable. Después de años de rencores mutuos, de sentirse ambas heridas por culpa de otra, por fin eran amigas. Era algo que Lucy había deseado toda su vida.

Charlaron un rato sentadas a la mesa de la cocina. A Jellal le dio la risa histérica cuando Lucy les explicó el incidente con el jarabe de arce. Erza estuvo a punto de desmallarse. 

-Menos mal yo no estaba ¡Te habría despellejado viva!

-Ya, por eso no te lo había contado. Hasta que Natsu se puso con la fregona, esto era un lago de jarabe.

-Descuida, no volveré a pedirte que nos cuide la casa.

Lucy bajó después a su cuarto, aliviada de no tener que ver la habitación que había compartido con Natsu. Erza y Jellal le enseñarían el cuarto de los niños más tarde, pero ella estaba decidida a no poner el pie en el dormitorio principal. No quería sufrir más de la cuenta. Le estaba costando superarlo, y Erza y Jellal lo sabían.

Su madre no se había enterado aún de lo sucedido ni le había preguntado por Natsu . Sting y ella se comparecieron puntualmente a las siete, con la encantadora hija de él. La niña llevaba un vestido de terciopelo rojo con lacitos a juego en el pelo y unos zapatos negros de charol. Sting la había vestido así, a la pequeña Yukino. Y llevaba consigo un parque portátil donde acostarla cuando se cansara. Con dos añitos, se la veía una niña muy bien educada. Irene le hablaba como si ya fuera una persona mayor, y Lucy se acordó de la hija de Natsu.

Irene se había puesto un vestido de noche negro, muy elegante, y Sting un traje azul oscuro. Daba gusto verlos. Lucy levantó a la pequeña Yukino y jugó un poco con ella mientras Jellal preparaba unos martinis para su madre y Sting. En cierta manera los recién llegados representaban el papel de los padres, y de hecho Lucy se sentía como una niña cuando Irene estaba cerca. Antes le ocurría lo mismo con Erza, pero eso había cambiado.

Su hermana le dijo al oído en la cocina, que Sting vestía como si tuviera cincuenta años.

-Mejor, porque si no cantarían mucho más, los dos juntos- observó Lucy- Mamá actúa como si ella tuviera veinticinco.

-¡Mierda!. exclamó Erza en alto- el mundo entero se ha vuelto loco.

-Y que lo digas- rió su hermana- tú embarazada a punto de dar a luz sin volverte loca y mamá enamorada de un niño.

Todavía estaban riendo cuando Irene y Sting entraron a por sus combinados. A Lucy no le importó hacer de canguro. La hija de Sting era encantadora, y estaba como hipnotizada por el árbol navideño que Jellal había adornado en la sala de estar. Esta vez Erza había tenido que limitarse a mirar, tirada en el sofá.

-No puedo creer que todavía falten cinco semanas. Me parece que voy a romper aguas esta misma noche. Bueno, ojala. Uno de esto días me va a reventar el estómago- dijo Erza, dejándose caer en el sofá.

-Avísame en cuanto te pongas de parto ¿eh? - le recordó Lucy. Ahora que formaba parte del equipo, estaba impaciente.

Jellal había preparado una estupenda cena de Nochebuena. Empezaron tomando caviar, seguido de rosbif, pudin de Yorkshire, puré de patata, guisantes a la menta, ensalada y panecillos. El postre tenía que estar a la altura del resto del menú, y Jellal había preparado un tradicional budín de frutas y pasas. Para cuando se sentaron a la mesa, Yukino estaba ya dormida en su parque. Era la niña perfecta. Esa noche iba a dormir con ellos en la habitación del hotel. Irene comentó que tenía unos tapones para el oídos por si la niña lloraba. Sting se lo tomó a risa. Parecía ser infinitamente tolerante con las salidas de tono de Irene, y lo cierto es que se la comía con los ojos.

Regresaron al hotel a eso de las diez. Sting llevaba en brazos a su hoja, que estaba completamente dormida. Una limusina los esperaba afuera. Irene iba envuelta en un abrigo de pieles, Sting llevaba un bonito chaquetón de cachemira. Se despidieron hasta el mediodía siguiente, tras dar las gracias por la cena. Jellal, Lucy y Erza volvieron a la cocina y se pusieron a limpiar y ordenar . Jellal estaba preparando un pavo para el día siguiente. Erza, pese a que la cena había sido deliciosa, apenas había probado bocado. El bebé ocupaba todo el espacio, no tenía sitio donde meter la comida. Y le ardía el estómago a cada momento.

-Eso parece fácil, pero no lo es- se lamentó, al tiempo que se frotaba la espalda. Cada vez tenía mayor sensación de incomodidad.

-Cuando nos acostemos te haré una friega- le prometió Jellal. Era el compañero perfecto, y Lucy le dijo a su hermana que tenía suerte con contar con Jellal. No le parecía raro, que encontrará una persona tan buena para compartir su vida.

-De pequeña eras muy graciosa, Lucy- dijo Erza, riéndose al recordar algo- Una vez le dijiste a no sé quién que yo era una "maura" y cuando te corregí, contestaste que ya te parecía a ti un poco raro.

Se acostaron a eso de la medianoche. Lucy bajó a su cuarto y rememoró los meses que había pasado en la casa con Natsu. Le habría gustado que estuvieran con él y su hija, así habría sido una semana perfecta. Como de costumbre, ella era la rara. Se preguntó qué estaría haciendo. Sabía que Nashi estaba con Natsu. Empezó a divagar preguntándose si lo celebrarían al estilo tradicional, con árbol y l demás, y si estarían con amigos. Le hubiera gustado compartirlo con ellos. Qué pena que aquellos paparazzi lo hubieran estropeado todo. Ahora su vida era más sencilla, se dijo a sí misma, pero también mucho más triste. Al día siguiente ella regresaría a Bolinas, y Erza y Jellal se tendrían una a la otra. Su madre y Sting volverían a Los Ángeles, y de allí a Aspen. Lucy había tomado la decisión que en su momento juzgó correcta y ahora tenía que apechugar con ella. Amara o no amase a Natsu, el quid, para Lucy, estaba en compartir la vida con él para lo bueno y para lo malo, y la respuesta era que no se veía capaz.

Fue la primera vez en levantarse a la mañana siguiente. Mientras se preparaba una taza de té en la cocina, vio que Jellal había puesto ya el pavo en marcha. Se había levantado a las seis y vuelto a la cama después.

Mientras esperaba a que Erza y Jellal se levantaran, Lucy merodeó por la casa con una sensación extraña. Vio a Charle y Happy echados en la cocina, e incluso ese detalle le hizo pensar en él. Ya no sabía qué hacer para quitárselo de la cabeza. Probablemente solo el tiempo lo arreglaría.

Continuará...

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