Nuestro momento

By MissGinsey

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Spin-off de Las Dos Caras Del Amor. Alexa y Raven se vuelven a reencontrar tras 5 años desde su ruptura. Se c... More

Capítulo 2: Las tortugas ninja.
Capítulo 3: No la cagues, Alex.
Capítulo 4: Nos volvemos a encontrar.
Capítulo 5: La profesora Woods
Capítulo 6: Viaje al pasado.
Capítulo 7: Tentación.
Capítulo 8: Débil.
Capítulo 9: Contacto físico.
Capítulo 10: Piso con dos habitaciones.
Capítulo 11: Convivencia.
Capítulo 12: ¿Qué coño pasó anoche?
Capítulo 13: Aclaraciones.
Capítulo 14: El adiós.
Capítulo 15. Visita.
Capítulo 16: Luna.
Capítulo 17: La boda de Carmen.
Capítulo 18: Pesadillas.
Capítulo 19: Más arriba.
Capítulo 20: Ser madre.
Capítulo 21: Especial.
Capítulo 22: Empezando de nuevo.
Capítulo 23: Juntas.
Capítulo 24: Familia.
Capítulo 25: Navidad.
Capítulo 26. Fin de año.
Capítulo 27: Profesora y alumna.
Capítulo 28: Hasta luego.
Capítulo 29: Como la primera vez... O mejor.
Capítulo 30: El plan.
Capítulo 31: Su hermana favorita.
Capítulo 32: Con parada en Los Ángeles.
Capítulo 33: Por fin.
Capítulo 34: Más cerca del embarazo.
Capítulo 35: Taco.
Capítulo 36: ¿Es positivo o negativo?
Capítulo 37: Shania Twain.
Epílogo: eterno.
Próximamente
Cantando bajo la nieve: Capítulo 1.
Nota aclaratoria

Capítulo 1: Sorpresas.

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By MissGinsey


Hacer la compra nunca le había gustado. Y menos tan temprano. Siempre intentaba hacer una lista de las cosas imprescindibles que necesitaba; la cual se dejaba en la encimera de la cocina, consiguiendo que acabase comprando de todo menos lo que realmente le hacía falta. Podría alimentarse a base de chocolate, donuts y patatas; pero, por desgracia, tenía que cuidarse, a pesar de siempre sacar tiempo para realizar ejercicio físico en el gimnasio, que quedaba a diecisiete minutos exactos en coche de su pequeño apartamento en esa nueva ciudad. No necesitaba más, se había acostumbrado a vivir sola desde hacía largos años, y pudo descubrir la parte positiva de depender de sí misma y hacer todo lo que quisiera porque: su casa, sus normas. Además, en un espacio reducido tardaba menos en limpiar. Todo eran ventajas.

Arrastró el carro por el pasillo de los dulces, de ahí no se iba sin una bolsa de porquerías y, quizás, unos chicles. Puso morros mientras paseaba la vista por el estante de chucherías antes de decantarse por unas gominolas con forma de animales, pero parece que alguien también decidió que ese iba a ser su objetivo.

—Lo siento —se disculpó apartando la mano y dejando que esa persona cogiese la bolsa que quedaba primero y, posteriormente, coger ella la siguiente.

—Gracias —su voz se le hizo extrañamente familiar, por lo que se giró para verla.

Una chica rubia con unas facciones increíbles la miró con sus ojos grises, y un delicado aroma a piña invadió sus fosas nasales automáticamente, recreando el recuerdo que experimentó justo antes de viajar a California. A su nuevo hogar.

—Mierda —tras decirlo, tiró rápidamente las chucherías a su carro para largarse de ahí.

—Tú eres la que fingió ser madre soltera, ¿verdad?

—No —contestó rápidamente.

—¿Me estás siguiendo? ¿Eres una especie de stalker o algo así? —escuchaba cómo sus pasos se acercaban a donde ella se dirigía— Oye, ¡te estoy hablando!

—Hola, Avery —se giró y puso su mejor sonrisa—. Sé que lo que pasó ese día no te gustó, y te pido perdón de corazón —llevó su mano para crear más dramatismo.

—No, no te perdono -la miró detenidamente y es que Avery estaba muy buena, y no pudo evitar morderse el labio mientras volvía a enfocar el rostro de la rubia—. ¿Qué haces aquí?

—Vivo aquí —entonces se percató de que, quizás, el "aquí" podía dar lugar a la confusión—. No en el supermercado... En mi casa, ¿quieres venir? -sonrió, y la chica puso los ojos en blanco.

—Lo que hacen algunas simplemente por un polvo -comenzó a andar para largarse de su lado.

—Eh, eras tú quien quería hablar las cosas —caminó detrás de ella con el carro agarrado con ambas manos, y ladeó su cabeza para mirar la baja espalda de Avery. Madre santa bendita, hacía tiempo que no veía un culo así, de los que daban gusto azotar—. Podrías haberte largado sin más al haberme reconocido -continuó—, pero me has preguntado... Y eso me dice que tienes algo de interés por lo que podría haber sido.

—En tus sueños —dejó claro, pero solo hizo que la siguiese con más prisas, colocándose a su lado y mirándola elegir unos yogures.

—Vamos, un poco de amor no le hace mal a nadie, y aún no conozco a mucha gente en esta ciudad. Me encuentro a veces un poco perdida.

—Alexa, no me vengas con dramas, que con una bromita ya te tengo calada —volvió a avanzar por el pasillo, y avanzó hasta colocarse de nuevo a su lado, dando un suave golpe en su carro y mirándola de reojo divertida.

—Veo que te acuerdas de mi nombre.

—¿Cómo olvidarlo? Es la primera vez que alguien se ha inventado tal historia para ligar conmigo —continuó hablando sin mirarla, y volvió a intentar lo de golpear su carro, logrando que, esa vez, sus ojos conectasen. Vio que su labio temblaba ligeramente, seguro que estaba conteniendo una sonrisa.

—Puedo ser muy insistente y, créeme, Alexa Woods obtiene siempre lo que quiere... Y me apuesto a que ese ceño fruncido —pasó su índice por él sin cortarse— necesita un poco de relajación.

—Que vayan de chulitas conmigo no funciona; y tu cara bonita no te va a ayudar tampoco —ladeó su cabeza, acercándose a ella. Dejó que lo hiciera, pero no esperó que la empujase, haciendo que su espalda quedase contra una columna de cemento que había allí.

—¿Te gusta duro, nena? —alzó ambas cejas, sorprendida.

—Hasta nunca, Alex —tras decir eso, avanzó por el pasillo hasta desaparecer de su vista.

"Alex", ¿eh? Era hora de estrenar su cama con alguien, y había sido una jodida casualidad que viviese también en ese estado, y en la misma ciudad. Quizás era una señal.

X X X

Paula Brown, Dorothy Rorschard, Patrick Port y Bella Watson; o, lo que era lo mismo, sus compañeros de trabajo en el Máster. Paula estaba casada, tenía treinta años y era fisioterapeuta. Dorothy tenía cincuenta, divorciada y era psicóloga, especializada en las emociones y trastornos del estado de ánimo y de ansiedad. Patrick se especializó en medicina física y rehabilitación, una persona importante dentro de ese ámbito a sus cuarenta y tres años. Bella tenía veintisiete y se había graduado en actividad física y deporte, combinándolo con fisioterapia deportiva; algo parecido a lo que ella misma había hecho.

Con Bella había trabajado antes, se conocieron en el doctorado y acabaron juntas investigando cuando acabaron contratadas como docentes en la misma universidad donde se formaron, en Princeton. Tras varios artículos y estudios, consiguieron formular una terapia para realizar una rehabilitación completa en cualquier deporte, que funcionaba, uniendo varias ramas dentro de lo sanitario. Tuvo mucho éxito el artículo en cuestión, por eso no pudieron decir que no cuando le ofrecieron enseñar sus conocimientos en un Máster, aunque fuese a impartirse en la otra punta del país; pero eso no les importó, porque probablemente empezaría a extenderse y, al fin y al cabo, iba a llevar sus nombres.

—Taco-Bell —llamó a su amiga y compañera, que rodó los ojos antes de dejar de mirar la pantalla de su ordenador y enfocarla a ella. Estaban todos trabajando juntos en la sala que habían acondicionado para ellos en un aulario para preparar las presentaciones del primer día.

—¿Vas a decir algo o no? —preguntó tras su silencio— Estoy trabajando —la morena rio ante el tono de su amiga, y se percató de que estaban todos pendiente a su conversación. Ya iban captando cómo era Alexa Woods.

—Me pones mucho cuando te pones borde —acarició uno de sus rizos color cobre, y la chica le dio un manotazo divertida, escuchándose unas carcajadas de Paula, con la que mejor había congeniado en esas semanas de sus nuevos compañeros. Quizás fue más por un tema de edad.

—Alex, hay gente en el mundo que es heterosexual —explicó mirándola fijamente a los ojos.

—No puedo creer que aún existan, en serio —bufó—. ¿No tienes curiosidad siquiera?

—No, Alex, pero agradezco tu interés, no sabes cómo alimentas mi ego —acarició su mejilla mientras ella fruncía los labios haciéndose la molesta—. Además, David de momento no me ha dejado insatisfecha.

—¿Sigues con él? —se sorprendió alzando las cejas, y la chica negó, dándola por imposible.

—Sí, después de ocho años, sigo con él.

—Uff... Qué horror —más risas—. En fin —se dirigió a todos—, ¿os apetece salir esta noche? No conozco aún muy bien la ciudad y me gustaría ir conociendo lugares donde ir a mover el esqueleto —movió los hombros con gracia.

—Conozco el sitio ideal —dijo Paula decidida, moviendo sus manos, y Alexa le sonrió.

—Me apunto —participó ahora Patrick—. Necesito desconectar un poco, últimamente estoy nada más encerrado en mi piso centrado en la presentación.

—¿Quieres buscarte unos pechitos —apretó varias veces con sus dedos el aire— que te calienten la noche?

—No hables así, Woods —la regañó bromeando.

El hombre era apuesto, no iba a negarlo, incluso para una bollera como ella. Según comentó una vez, tenía ascendencia italiana, lo cual era un plus para que las tías se volviesen loca. Ojalá ella tuviese genes italianos. Irresistible. Además, Patrick era un hombre que se cuidaba mucho, su piel estaba bronceada, posiblemente por la época del año, y portaba una barba que se había dejado crecer tan solo unos días; tenía cara de ir de flor en flor, a ella no la engañaba. Quizás podía ser ella, con pene, y unos años mayor. Debería entablar más contacto con él e ir a capturar juntos presas. Podría ser una especie de guardián de conquistas.

—¿Tú vienes, Taco-Bell? —se dirigió a su amiga, que se volvió a centrar en la pantalla del ordenador, y asintió despacio, dándole otro manotazo cuando se puso a acariciarle el muslo— Uf... menudo control —se quejó, porque ese había picado.

—¿Y tú Dorothy? ¿Te animas? —preguntó Paula a la mujer más mayor, que levantó la vista de sus papeles, observándola sorprendida. Quizás ni se esperaba que la invitasen.

—¿Yo? Oh, no, no creo que esté para esos trotes —sonrió amable, levantándose las gafas de pasta roja con un dedo.

—¡Claro que sí, Dor-Dor! —exclamó Alex, levantándose para pasar un brazo por sus anchos hombros— La noche es joven, y nosotros también. Te buscaremos un buen hombre que te caliente el colchón también.

—No, eso de bailar, con mi cuerpo...

—¿Qué cuerpo? —frunció el ceño Alex.

—Alex, por favor... —habló desanimada la mujer— No hace falta que mientas, eres muy amable —sonrió apesadumbrada.

—Bueno, Dor-Dor, eres una mujer con curvas, más donde agarrar —comentó apretando en sus costados, haciéndola reír—. Decidido, esta noche nos vemos todos donde... —se percató de que no lo sabía, así que miró a la de treinta años, señalándola—... diga Paula.

X X X

—Sí, bebé, no te preocupes —habló mientras se subía el pantalón con esfuerzo tras haberse duchado—. No tengo ya doce años —frunció el ceño inclinándose para mirar a su reflejo en la pantalla del ordenador. Su gemela se había vuelto un poco "madre" desde que se fue a hacer el doctorado, y cada vez que salía empezaba siempre el mismo discurso: "llámame cuando llegues a casa. No quiero que te secuestren, no saber dónde estás y no poder ir a por ti a tiempo por estar a kilómetros de distancia de aquí".

—Encima, en unos meses, cumplimos los veintiocho, y no vas a estar aquí... Otra vez.

—Bebé —se sentó en la silla para poder mirarla fijamente—, dijimos que nada de ponernos melancólicas si estamos en la distancia —la vio asentir antes de levantar el rostro para verla—. Ya sabes que si cae en fin de semana voy en una visita exprés, pero soy la profesora, no puedo faltar a clase.

—Ya, y no sabes lo orgullosa que estoy de ti.

—Y yo de ti. De tu gran trabajo... —entonces una bombilla se encendió en su cabeza— ¿Te acuerdas de cuando nos intercambiábamos? —puso sonrisa pícara.

—No vas a ir a sacar fotos a ninguna chica —zanjó el tema sin empezarlo, y Alex abrió la boca totalmente sorprendida.

—¡Deja de leerme la mente!

—Eres muy predecible —rio la pequeña.

—Hola, Alex —saludaron tras Lexa, y Alex sonrió—. ¿Por qué siempre que hacéis Skype estás desnuda? ¿Es un tipo de rollo entre gemelas?

—No estoy desnuda, Clarke —se levantó de la silla, tan solo iba con el pantalón y el sujetador; y se giró para buscar la camiseta que llevaría esa noche—. Estoy arreglándome para ir de fiesta, a ver si cazo unas buenas presas.

—De una en una, Woods —habló Lexa.

—De las que quieran en las que quieran, Woods —contestó en mismo tono, y escuchó la risa ronca de Clarke—. ¿Y Juno? —preguntó, volviéndose a sentar en la silla. A ella sí que la echaba de menos.

—Está dormida —sonrió la rubia, sentándose sobre el regazo de Lexa, y Alex se alegró al ver esa imagen tan doméstica y tan real—. Siempre pregunta por ti antes de dormir, está loca por verte.

—Y yo por verla a ella —suspiró, mirándose las manos, sintiéndose mal por estar perdiéndose cada nuevo paso de su sobrina—. Bueno, mujeres, os dejo a solas —cambió de tema para no centrarse demasiado en sus pensamientos—. Voy a terminar de arreglarme y... ¡a descubrir la ciudad!

—Alex —la llamó Lexa antes de que apagase nada, y Alex empezó a imitarla con voz aguda, burlándose de ella.

—"Llámame cuando llegues a casa, por favor. No quiero que te secuestren y te violen horriblemente en un parking entre tres tíos con pecho peludo. Ah, si llevas a una mujer que tenga buenos melones, sácale una foto para que yo la vea también..."

—¿Qué es eso de los melones? —preguntó Clarke, girando el rostro rápidamente hacia Lexa, que la miró con odio.

—Ya sabes lo idiota que es.

—Alexa Woods... —empezó la rubia, pero Alex se despedía con la mano y una gran sonrisa en el rostro antes de dar al botón de colgar la video llamada.

Suspiró, quedándose seria, antes de levantarse y dirigirse al baño para retocarse un poco. Aunque intentaba no serlo, se dio cuenta desde que se fue a realizar el doctorado a Princeton, era un poco dependiente de las personas; y era lo que más le costaba de vivir tan lejos de su otra mitad, que siempre había sido su hermana.

Menos al comienzo de todo, que su otra mitad fue alguien ajeno a su familia.

X X X

Las luces parpadeantes, la música retumbando en sus oídos, el olor a alcohol y sudor mezclado con otros más agradables, como podían ser el de chicas que llevaban unos perfumes cojonudos, le hacía disfrutar al máximo de esas situaciones donde el objetivo claro era llevarse a alguien a la cama. Mínimo.

Empezó a recorrer el local, estaba sedienta, no iba a negarlo. El sexo siempre había sido su hobbie, y no lo ocultaba porque lo necesitaba. Había mujeres que estaban muy buenas en aquel local, Paula no había elegido mal del todo. Y estar en un sitio de costa implicaba que hacía más calor, por lo tanto, esos cuerpos del deseo estaban bronceados y llevaban poca ropa.

—¿Encuentras alguna? —hablaron a su oído, era Paula.

—Lo malo de los locales donde existe la heterosexualidad es la dificultad de encontrar a alguien que no lo sea —contestó experta en la materia.

—Lo siento —puso la misma mueca que cuando te pisan un pie—. Tengo un amigo gay, puedo preguntarle por bares de ambiente —ofreció, y Alex levantó el pulgar, totalmente agradecida.

—Si hoy no mojo, es tu culpa —la acusó, señalándola, y Paula rio divertida antes de llevarse la pajita del vaso de tubo que había pedido a los labios, moviéndose al ritmo de la música—. Patrick se me ha adelantado —bebió directamente de la copa que le pusieron, observando cómo el hombre bailaba y hablaba al oído de una mujer alejados de ellas.

—Patrick uno, Alex cero —participó Bella en la conversación—. Yo había apostado por ti, que lo sepas.

—No sé si estoy cómoda aquí —habló atropellada Dorothy, abanicándose con una mano y respirando pesadamente, probablemente venía del baño, porque se veían gotas de agua en su frente y en el escote.

—Ey, Dor-Dor —la morena agarró su mano—, no te sientas angustiada. Estamos entre amigas —sonrió, y empezó a bailar, intentando que le siguiese el ritmo—. Vamos, chicas —las animó, e hicieron un corro las cuatro juntas para bailar, Alex intentando hacerlas reír con movimientos estúpidos.

No le gustaba que la gente en su alrededor lo pasase mal, así que iba a intentar que sus compañeras de trabajo pasasen una noche agradable junto a ella.

Cuando no conseguía estar comiéndose la boca con alguna chica del lugar donde estaba, tenía la mala costumbre de beber unas copas de más. ¿Estaría aún en la fase oral de la que hablaba Freud? ¿O Dorothy estaba burlándose de ella? No lo sabía, pero esa fiesta era la mejor donde había estado. Levantó su copa, dando un grito de júbilo, totalmente metida en su mundo de bailes, y se giró sobre sí misma para ir a la barra a por más.

—Quiero otra igual —puso la copa frente a la camarera.

—¿Una copa?

—Sí, por favor —se puso a jugar con ella con sus dedos.

—No soy adivina, no puedo saber qué contenía si no me dices qué quieres.

Frunció el ceño y levantó la mirada. Qué camarera más borde.

—Avery —sonrió complacida al reconocerla—. Por fin una bollera en el bar, estaba empezando a asustarme. Las estadísticas dicen que una de cada diez personas son gays —se quedó pensativa—. Uf... eso igual es muy antiguo; ahora será mayor. ¿Cuántas personas humanas somos aquí ahora mismo?

—No lo sé. Y tampoco sé si tú puedes entrar en ese grupo —tuvo que sonreír con su intento de picarla, viendo que la chica le devolvía el gesto.

—Pues fíjate que no podía creerme que tan solo una de "no sabes cuántas" personas de aquí nos gustase lo mismo que llevamos incorporado —señaló debajo de su ombligo, alzando una ceja.

—Tienes labia hasta con el punto —admitió.

—¿Te puedo invitar a un chupito? —la chica se quedó pensativa, y justo pasó por detrás suya una compañera. O un ángel, como ella la vio.

—Venga, Ave, ¡déjate querer un poco! —exclamó.

—Y, si quieres, un mucho también —la rubia se mordió el labio antes de sacar dos vasos de chupito—. Dejo que elijas tú —le ofreció mirándola interesada.

Avery rellenó los vasos y cada una agarró uno de ellos para brindar juntas, apoyándolo posteriormente en la mesa antes de bebérselo.

—¿Contenta? —preguntó dejando los vasos bajo el mostrador.

—Mucho, no sabes cuánto —sonrió ampliamente.

—Pues ahora tengo que volver al trabajo —ladeó su cabeza, pero Alex no se fue de la barra.

—¿Cuándo acaba tu turno? —la chica sonrió y, sin más, fue al otro lado de la barra para atender a dos chicos.

Avery, no sabes con quién estás tratando.

X X X

Se puso a mirar el cielo oscuro mientas seguía en las escaleras detrás del local sentada. Uff... Se aburría un montón, pero era cabezona. Mucho. Avery la estaba poniendo a prueba, lo supo por la sonrisa que le regaló antes de seguir trabajando.

Miró su móvil unos segundos, comprobando la hora: las cinco menos cuarto. Al menos al día siguiente era sábado. Suspiró antes de abrir la conversación de su hermana y avisarla de que estaba esperando a una señorita, y que volvería a casa. Si el plan tenía recompensa, no se acordaría de avisarla.

Se pasó los dedos por la frente, ya se le estaba pasando el efecto del alcohol y comenzaba un leve dolor de cabeza. No tardó mucho tiempo en escuchar la puerta y vio a la chica que había hablado antes con Avery, que sonrió al percatarse de su presencia allí.

—Que estés aquí ahora, te va a dar puntos —comentó mientras bajaba las escaleras, y Alex la miró cuando pasó por su lado—. A Avery le gusta hacerse la dura.

—¿Cuándo sale? —escuchó que soltaba una risita.

—Ahora mismo, estaba cogiendo su bolso —le guiñó un ojo—. Le dije que iba a esperarla fuera, pero estando tú, no creo que le importe demasiado si me voy ya a casa.

—Descansa, Catherine —sonrió a la chica, que se sorprendió de que hubiese aprendido su nombre, el cual había llevado en un identificador dentro del bar.

—Yo espero que no descanses... —hizo el amago de decir su nombre.

—Alexa.

—Espero que no descanses, Alexa —repitió la frase añadiendo lo que faltaba antes.

La chica le dedicó una sonrisa antes de despedirse con la mano. Quizás fueron dos minutos los que tardó Avery en salir por aquella puerta de color metalizado, quedándose sorprendida, justo cuando la cerró, al verla al final de las escaleras apoyada sobre la barandilla con su antebrazo. Lo estuvo ensayando.

—Por fin —sonrió, intentando disimular que llevaba quizás tres cuartos de hora esperando ahí sentada perfectamente.

—¿En serio estás aquí? —preguntó bajando las escaleras lentamente hasta llegar al último escalón, quedando ligeramente más alta que ella; a la misma altura le sacaba unos centímetros.

—Fóllame si me equivoco —conectó directamente el verde con ese gris que tanto le llamaba la atención—, pero creo que quieres besarme.

—Eso es de una película —sonrió Avery, y la vio bajar su mirada a su boca—, y no me gusta que ganes tú con ambas respuestas.

—Podríamos ganar las dos —se atrevió a colocar una de sus manos en su cintura, mordiendo su labio inferior cuando vio que no se apartaba de ella—. ¿Quieres que ganemos las dos? —se acercó a su boca lentamente, y estuvo a punto de cerrar los ojos cuando vio que separaba sus labios cuando la distancia fue mínima.

—No —la empujó ligeramente—, quiero ganar yo.

Alexa suspiró y la vio marchar. Pasó las manos por su cara antes de dar grandes zancadas para estar a su altura. No la miró, pero sabía que Avery lo hacía.

—¿Qué haces? —la escuchó preguntar.

—Te acompaño a tu casa, no me gusta que las chicas vayan solas por ahí a las cinco de la mañana.

—No vas a entrar a mi habitación.

—No es lo que pretendo, Ave —la llamó con su diminutivo, haciéndose la inocente con los actos que tenía en mente.

—No podrías entrar de todas formas. En el colegio mayor las normas son muy estrictas.

—¿Estudias?

—Sí, ¿y tú? ¿Has venido a estudiar?

Sonrió por su cambio de actitud, y la miró de reojo y comprobó que mantenía el rostro girado hacia ella, observándola con interés.

—Soy profesora de fisioterapia —la rubia paró en seco, y tuvo que reír con su reacción, girándose al haber quedado adelantada por su avance.

—¿Qué dices? ¿En serio? —preguntó alucinada, y simplemente asintió como respuesta— ¿Cuántos años tienes?

—Veintiocho. ¿Y tú?

—Veinticinco.

—Qué bebe —sonrió burlona.

—¡Eh! —frunció el ceño— Son tres años los que nos llevamos —volvieron a retomar el paso.

—No es nada tres años —aceptó—. ¿Qué estudias? —curioseó.

—Química.

—Qué sexy.

—No mientas. No es sexy, es aburrido —soltó una carcajada, y eso hizo que volviese a sonreír.

—Depende para el ojo de quién. Físicamente eres increíble —la recorrió con los ojos mientras caminaban—. Y si encima estás estudiando algo que, en general, a la gente le parece aburrido, como tú dices; quiere decir que eres una cerebrito, lo cual te haría mucho más atractiva —se señaló la sien a sí misma, y Avery se quedó unos segundos en silencio observándola.

—¿De verdad piensas eso o es una frase para ligar? —la morena sonrió.

—Ambas.

—Gracias por la sinceridad —alzó una ceja, y volvieron a quedarse en silencio.

—Ha sido un placer.

Alex se percató que ya estaban dentro del campus de la universidad de Stanford, su nuevo lugar de trabajo; aún se maravillaba con las vistas de los jardines. Eran espectaculares. Se quedó entretenida mirando la extensión de césped verde y pequeños arbustos con coloridas flores. En un momento, se vio caminando sola y paró en seco antes de girarse y ver a Avery apoyada contra el muro del lateral de las escaleras que dirigían hacia la entrada de uno de los colegios mayores.

—¿Aquí es donde te quedas? —preguntó observando el gran edificio.

—Quizás estoy esperando a que te vayas y que no sepas dónde me quedo realmente.

—Sería una buena jugada, si no tuvieses interés en volverme a ver —se acercó a ella mirando fijamente sus labios. No sabía si eran las horas, pero se moría por besarla. Después de todo, se lo merecía un poco, ¿no?

—Te lo tienes muy creído, Alex.

—Es lo que me han hecho creer, Ave —contestó con su mismo tono, apoyando las manos a ambos lados de su cintura, acariciándola despacio. Sonrió cuando vio que dejaba hacerlo.

—Buenas noches —habló con una sonrisa traviesa en el rostro.

Oh, no, no vas a irte sin más.

Alex volvió a mirar sus labios tras haber estado estancada en sus ojos, y se acercó a ella, comprobando que ese gris también enfocó sus labios. Cuando pensó que lo iba a conseguir, la chica giró su rostro y acabó besando su mejilla, y se le escapó un suspiro frustrado por la cobra. Se separó de ella y puso su mejor sonrisa. No era una derrota. ¿O sí?

Avery comenzó a subir las escaleras y eso dejó un poco descolocada a Alex, que la llamó por su nombre, observando cómo se giraba para mirarla mientras cruzaba los brazos.

—¿No vas a darme ni siquiera tu número? Podríamos conocernos mejor.

—Si quieres conocerme mejor, encontrarás la forma de hacerlo. Buenas noches —repitió, y Alex sonrió ampliamente antes de dar media vuelta para volver a su casa.

Ya sabía lo que pasaba cuando alguien se le resistía un poco. Y Avery iba a acabar cediendo a ella. Eso lo tenía muy claro.

X X X

Hola, aquí Ginsey en solitario. He vuelto, y con Ralexa.

Sé que teníais ganas de leer ya el spin-off, y yo me moría de ganas de que empezáseis a leer todo lo que tengo preparado para la pareja.

Os voy a contar un secretillo: soy muy perfeccionista, revisora y mi cabeza no deja de generar ideas. Si os digo que he cambiado cuatro veces los primeros capítulos, ¿me creéis? Entonces he hecho lo que hice con LTVAL, publicar y seguir con la idea que tenga en ese momento presente. Es un truquillo, podéis usarlo, no tiene CopyrightGinsey.

En fin, ¿qué os ha parecido la vida de Alex 6 años después? ¿Cómo la veis?

Dato importante: estoy liada con la vida, mucho, y no tengo todo el tiempo que necesito para escribir como yo quiero. Necesito hacer esta historia bien, por mí y por mis compañeros (vosotras), entonces, en un principio, voy a actualizar cada 10 días. ¿Por qué? Porque el 10 es un número bonito, y dos semanas igual es mucha espera para vosotras y para mí. Voy a intentar publicar siempre, teniendo una mini-reserva que es lo máximo que he podido hacer en estas dos semanas.

Si alguna semana, escribo de más, publicaré dos veces en esos días que he dicho de espera, eso ni lo dudéis. Pero los días de publicación serán cada diez días.

Espero que os haya gustado la sorpresita de NUESTRO MOMENTO.

Nos leemos pronto.

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