Capítulo 21: Especial.

11.2K 517 149
                                    

Juno le tiró del brazo para dirigirla a un lado de la acera y se percató de que pasaban junto a un puesto de helados de camino al hospital. Ella sonrió antes de dirigirse hacia allí y comprar dos cucuruchos.

—Tus madres me van a matar.

—Qué muerte tan dulce —contestó la niña.

—Hablamos demasiado —rio con el tono que usó, acariciando su pelo.

—Echo de menos a Raven —Juno puso morros.

Si el parecido ya era notable en un primer momento, se añadía el flechazo que su sobrina tuvo con Raven, seguramente nada más la vio. Increíble. Aunque el flechazo era mutuo, la latina la adoraba y eso lo tenía claro. Había aprovechado para pasar la mañana con su gemela en el hospital, pues sus padres y Clarke trabajaban, mientras Juno estaba en el colegio y Raven fue a la universidad, aprovechando que estaba allí para hablar con sus compañeros de departamento. Habían quedado en que se verían por la tarde, ella iba a aprovechar para comer con su familia y Raven no quiso molestar, a pesar de que no lo hacía para nada.

Era mejor no presionarla, aún no habían hablado de nada sobre su actual situación. ¿Volverían juntas? Porque no podía dejar de pensar en el beso que se habían dado, muy corto, pero un beso increíble. Uf, temblaba solo de recordarlo.

—Menuda cara de felicidad para estar chupando algo con forma de falo —susurró Lexa a su oído cuando entraron en su habitación y Juno se enganchó al cuello de su otra madre.

—Puaj, Lexa. Qué forma de cortarme la digestión.

—¿Ya estás haciendo la digestión? Si ni siquiera te lo has terminado de comer —la acusó.

—¡Clarke! —llamó a su cuñada—. Toma —le sonrió tendiéndole el cucurucho—. Sé que te gusta este sabor —le guiñó un ojo y la rubia se lo agradeció, llevándoselo a la boca y volviendo a atender a su hija. Miró a su gemela y le susurró de vuelta—. A tu mujer sí que le gustan las cosas fálicas.

—Oh, Dios —se quejó Lexa—. Bueno, cuéntame. Sé que no habéis estado en casa de papá y mamá.

—Pasamos la noche con Raven, las dos en su cama. Espero que no te moleste que tu hija babee por las piernas de Reyes.

—Creo que esa eres tú —ella rodó los ojos al escucharla.

—Juno —llamó a su sobrina—, ¿cómo está Raven?

—Muy buena —sonrió con los labios manchados de helado, y ella miró a su hermana con cara de "¿ves?", haciéndole negar con la cabeza.

—Os habéis besado delante de mi hija, ¿verdad?

—Ey, Lex, no te enfades, ya sabes que donde hubo fuego... —sonrió con picardía—. Esperamos a que se durmiese, ni los movimientos la despertaron —se burló, consiguiendo que abriese la boca sorprendida—. Eh, no... ¡No! —se quejó cuando su gemela golpeó su hombro— Que no hicimos nada, idiota. Raven me confesó cómo se sentía con respecto a los abortos que tuvo, y le solté todo lo que sentía por ella —acabó confesando.

—¿Y qué sientes?

—Puf... Siento de todo, Lex. Siento todo lo que sentía cuando comenzamos hace seis años, pero incrementado por un millón. Ella me dijo también que me quería —sonrió al recordarlo.

—¿Vais a volver?

—Quiero volver con ella, pero me da miedo ser otra vez una inmadura.

—Ya no eres así, Alex. Bueno, sigues un poco loca, pero has madurado, créeme. Además, no te lo quise decir para que no te motivases, pero estoy casi al cien por cien de segura de que Raven fue a ese máster a por ti.

Nuestro momentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora