Capítulo 8: Débil.

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Justo acababa de dejar la maleta en su habitación, y se dirigía a la cocina a prepararse algo de cenar, a pesar de no tener mucha hambre. Había vuelto de Nueva Jersey hacía unos minutos, se había quedado la primera semana con Alexa en su nuevo piso, ayudándola a instalarse, como una buena novia. Iba a ser raro en el fondo no verla todos los días, a pesar de que tuvo que ser la fuerte y ser la que le hiciese a ver a Alex que esa decisión era la mejor para su futuro. Además, ya se habían organizado para hablar todos los días y cuándo se podrían ver, en un principio eligieron los días de sus cumpleaños y en navidades realizarían el horario del nuevo año. Solo eran cuatro años, y Alexa tendría la opción de volver con mucha seguridad.

Miró su teléfono, y vio algunas notificaciones de WhatsApp. Sonrió al leerlas.

Babygirl

Babygirl: Mami, te echo ya de menos.

Babygirl: Igual tenías razón con eso de compartir piso...

Babygirl: Estoy algo cagada de miedo.

Babygirl: Ojalá estuvieras aquí. ¿Cuándo decías que volvías?

Raven: Mi amor, yo también te echo de menos.

Raven: Termino de prepararme la cena, y nos llamamos por Skype, ¿vale?

Babygirl: Estoy nerviosa, nuestro primer cibersexo.

Raven: No creo que haya cibersexo.

Babygirl:

Babygirl: Vamos, mamita...

Raven: Ve encendiendo el ordenador, que en unos minutos te llamo.

Babygirl: Estaba viendo porno lésbico: "profesora MILF se folla a alumna buenorra en su despacho". ¡Ay, mamita! Qué buenos recuerdos, y míranos ahora dónde estamos tras tantos años de relación.

Raven: Qué tonta eres.

Babygirl: Tú eres mejor "profesora MILF" que esta:

Entonces, le mandó una foto, y empezó a reírse porque el vídeo sí que existía. Menuda idiota tenía por novia. Llevó su cena a la mesa del salón y encendió su portátil para hacer la videollamada, sonriendo de forma instantánea al verla ya con su pijama y metida en la cama.

—Maldita diferencia horaria —habló con voz ronca, se apostaba que se había quedado dormida en algún momento, estaba incluso despeinada. Adorable.

—Son solo tres horas —se burló—. Deberías estar dormida, mi amor. Mañana no vas a poder rendir bien.

—Tenía que esperar para ver si llegabas sana y salva a casa. ¿Sabes? He tenido tiempo de pensar en algo más que podría mantener la llama entre nosotras. Además del sexo telefónico.

—Sorpréndeme —pidió mientras empezaba a cenar.

—Te cuento —dejo unos segundos de pausa para crear el misterio y continuó—. Fotos eróticas. No profesionales —aclaró—. Me conformo con unos selfies diarios: diez de tu cara, ocho de todo tu cuerpo, y, pongamos —puso cara pensativa, y ella ya comenzó a negar con la cabeza—, unas mil de tus tetas.

—No te voy a mandar mil fotos de mis tetas.

—¿Cinco?

—Ninguna —rebatió, y sonrió al verla poner morros.

Nuestro momentoWhere stories live. Discover now