Capítulo 6: Viaje al pasado.

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Se sentía rara en ese piso, no iba a negarlo. Quizás era por no tener el contrato firmado, y eso hacía que no sufriese la famosa frase de "sentirse como en casa". Salió de la ducha, y rodeó su cuerpo con la toalla que dejó sobre el lavabo antes de caminar hacia su habitación y comenzar a vestirse para su segundo día de clases. Se recordó a sí misma que debía buscar a su compañero de investigación para comenzar cuanto antes; en su trabajo siempre intentaba ser muy profesional. Para tener permiso para poder realizar el máster fuera de su estado, tuvo que pedir un traslado para investigar en la Universidad de Stanford. Además, la aceptaron enseguida, y no le resultó complicado compaginar los horarios laborales con las clases.

Eligió para ese día una camiseta que mostraba uno de sus hombros y un pantalón ceñido, se miró varias veces frente al espejo y se preguntó si pasaría calor con esa ropa, concretamente con la parte de abajo. Al final se cambió a una mini falda, aunque no quería parecer muy desesperada a los ojos de Alexa y que notase todos sus trucos en la primera semana. El clima lo requería. Se sacudió un poco el pelo y, con una última mirada en el espejo, cogió su bolso y salió del edificio. Se levantó con tiempo, ya que descubrió el día anterior que no estaba muy lejos el campus de allí, por lo que aprovecharía para dar un paseo. En tacones.

Patrick Port, despacho 316. Buscó los datos en su móvil mientras caminaba antes la comprobar la hora. El nombre le sonaba bastante, y comprobó, una vez sentada en su primera clase, que era uno de los profesores del máster, concretamente el hombre que habló con ella el día anterior. Era alto y muy atractivo, de los que sabían que lo eran y lo usaban a su favor. Ya lo vio venir cuando ella se acercó a la mesa tras la clase y sonrió de aquella forma encantadora. El pobre no sabría que ella llevaba enganchada a una más femenina desde hacía seis años. Qué putada.

—Buenos días, Port. Soy Raven Reyes, creo que vamos a trabajar juntos este año. Hemos hablado por teléfono y por email.

—Sí, sabía que eras tú —sonrió, y ella le devolvió la sonrisa—. Alumna y compañera de trabajo. Será una relación interesante.

—Creo que podremos llevarlo bien —contestó educada.

—¿Concertamos una cita para esta semana? Así vamos adelantando el trabajo.

—He pensado ya en varias ideas que podríamos añadir, y sí, creo que lo mejor es tener una reunión para hablarlo de forma más pausada.

—¿Cuándo te viene bien?

El hombre adoptó una postura más cercana, y no era desagradable, pero ella tenía otras cosas en mente. Entre ellas a la persona que acababa de soltar su bolso en el escritorio y los observaba en silencio hasta que adoptó una sonrisa cuando sus ojos conectaron.

—Patrick, esta mujer es mucha para ti —fue lo primero que dijo.

—No estoy ligando.

—No sé si es lo que se percibe a tu alrededor —lo picó, y continuaron hablando como si no estuviese delante.

—Estoy justo aquí, ¿lo sabéis? —se burló.

—Buenos días, Raven —la saludó Alexa, con una gran sonrisa dibujada en la cara, y ella le contestó igual—. ¿Qué tal la primera clase?

—Muy interesante. Patrick es excelente explicando —consiguió que el hombre se alegrase—. Vamos a trabajar juntos en una investigación, no estaba ligando —concluyó.

—Si se pasa contigo o te habla de que sus padres son italianos, me lo dices —ofreció Alexa.

—Lo tendré en cuenta, gracias.

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