EVA #1 #PGP2017 #IvyAwards201...

By darklightofzayn

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Bruno es un joven que, a pesar de su corta edad, ha sufrido mucho. Desde el desprecio de su padre hasta la mu... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
No te abandoné, querida Eva.

Capítulo 7

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By darklightofzayn

Sentí miedo, no voy a mentir. Pero no era miedo de morir, sino, de dejar a mis seres queridos. De no volver a verlos, abrazarlos y decirles en cada oportunidad cuanto los amaba.

No volver a oír la risa de mi madre, los malos chistes de Louis, las ideas de Chloe e incluso los suspiros de Eva me aterraba. Me aterraba dejar de amar, valorar y tantas cosas lindas que tiene la vida.

No hay que olvidar tampoco las cosas malas, no. No hay que olvidarse de la tristeza, soledad, decepción y muchísimos malos sentimientos o situaciones que existen. Porque, después de todo, éstas son las que nos hacen valorar el día a día, los pequeños lindos detalles que nos ocurren a cada segundo.

Después de cada batalla, no importa si fue derrotada o vencida, nos traen una enseñanza. Y con esa enseñanza, nos volvemos más fuertes y valientes. Aprendemos a superar cosas que en el pasado pensábamos que eran imposibles de superar. Aprendemos a sacar provecho de las cosas malas. Como bien dicen; “después de la tormenta, sale el sol”.

No pienses que saldrá fácilmente. No, para eso tuvimos que pasar por toda la mierda. Pero al fin y al cabo sale, tarde o temprano. Aunque no lo veas, tienes que aprender a correr aquellas nubes que quieren ocultarlo.

Y cuando finalmente lo ves, es cuando piensas que pasar por toda la mierda no fue en vano. Porque ese sol no solamente sale para darte felicidad, sino para renovarte; para convertirte en un nuevo «yo» mucho más maduro y mejor persona.

Así que no pienses que Dios, el destino, el mundo o en lo que creas es injusto. Todo ya estaba dicho, mucho antes de que llegaras al mundo y las cosas malas por las que pasamos son la promesa de que lo mejor está por venir.

Lo que viviste, sea bueno o malo, era necesario que pasara. Y si crees que no podrías estar peor, si sientes que no mereces ni siquiera vivir, sonríe. Ni te imaginas lo que viene, lo mejor.

Puede ser una persona, un objeto, un pasatiempo, un momento pero te da eso que tanto necesitabas. Te llena ese hueco que pensaste que jamás sería llenado, te da la alegría que tanto habías anhelado.

Todo tiene un propósito y lo único que deseaba era que después de toda esa mierda que había vivido sea compensada con muchísima felicidad.

Estos y más pensamientos pasaron por mi mente segundos antes de quedar desmayado sobre aquel sucio cuadrilátero.

Supongo que no mienten cuando dicen que ven su vida pasar cuando están por morir. Porque aún recuerdo esa pequeña película de mi vida pasar por mi mente.

Recuerdo mi primer día en el jardín de infantes cuando tenía cinco años. El miedo se había apoderado de mí cuando había visto como mi madre se marchaba. Le grité con todas mis fuerzas, logrando que se volteara. Al verme, caminó hacia mí, me tomó entre sus brazos y me juró jamás dejarme.

— Aunque no me veas, siempre estoy contigo. Mi niño bonito. — creo aún escuchar su voz que trataba de calmar mis miedos.

Recordé también aquel día en el parque que me perdí y una niña me ayudó a encontrar a mi madre.

Recordé mi cumpleaños número diez, había invitado a toda mi clase. Sin embargo, nadie fue. Soplé la vela con lágrimas en los ojos pero cuando levanté la vista me encontré con la azulada mirada de mi madre, siempre sonriente. Y con eso me conforme. ¿Quién necesita un millón de amigos cuando cuenta con el amor incondicional de alguien?

Recordé la primera vez que la ví llorar, aquella vez que sentí una impotencia increíble por no poder curar su corazón. Pero la abracé y al parecer eso le bastó. Nos bastaba con tenerlos el uno al otro.

Recordé el día que conocí a Louis, mi gran amigo. Ese día un par de pandilleros habían querido asaltarme pero él llegó en el momento justo y me salvó. Mostró sus puños y me defendió de aquellos malvivientes o quizás eran unos pobres chicos que no tenían para comer. Desde ese día, somos inseparables. Ha estado en mis peores momentos y yo en los suyos. Con él aprendí el significado de la amistad y descubrí que es una de las mejores sensaciones que puedes experimentar.

Recordé la noche que conocí a Eva y casa una de las noches que pase junto a ella. Y me dí cuenta que estaba experimentando el amor sin darme cuenta, no era el más profundo ni mucho menos correspondido pero era amor después de todo. Eran esas ganas de querer verla en cada instante, de querer protegerla de todo mal y sobretodo verla feliz.

Me dí cuenta de que mi vida no era la mejor, un cuento de hadas ni nada de eso. Pero era lo necesario para ser feliz, a pesar de todo el mal, había que recordar los buenos momentos.

Sentí un ardor en mi mejilla y luego otro y otro. Con un pesar increíble en mis párpados logré abrir los ojos.

El rostro totalmente espantado de Collin y algunas personas más fue lo primero que ví.

— ¿Ya me morí? — pregunté mientras me llevaba una mano a mi pómulo izquierdo. Mala idea, solté un fuerte gemido de dolor tras tocarlo.

La risa de Collin retumbó en mis oídos.

— No, Bruno. Aún no moriste. Solo recibiste un bien golpe. — me informó.

— ¿Qué tan grave es?

— No es malo, solo te dejo inconsciente por unos minutos y probablemente te dejara una marca fea por un par de días. — dijo sin importancia.

— Bien, supongo. — me incorporé sobre el duro piso.

— Mira el lado positivo. Ganaste la pelea y el idiota tendrá que pagarte por ese golpe ya que quedó descalificado. La pelea había terminado cuando el te golpeó.

— Es lo correcto. — con ayuda del ojiverde me puse de pie y la gente que estaba al rededor mío se fue.

— ¡Por supuesto que es lo correcto! — exclamó mientras caminabamos fuera de aquel lugar — Te debe pagar veinte mil dólares más lo que ganaste de la pelea.

Nos detuvimos frente a una pequeña ventana, donde me pagarían lo que había ganado.

Luego de todo el trámite, nos fuimos hacia nuestros autos y nos despedimos.

***

Al despertar me di cuenta que mi mejilla no estaba tan inflamada como la noche anterior. Por suerte había tomado unos medicamentos y había dejado hielo sobre ella un buen rato.

Tomé la pastilla que estaba sobre la mesa de noche junto a un vaso y la introduje en mi boca.

Había dormido bien por lo que tenía fuerzas suficientes para llevar a cabo todas las actividades que tenía planeado aquel día.

Con bastante esfuerzo logré pararme de mi cama, algunos golpes que había recibido la noche anterior dolían. Caminé hasta mi baño y abrí el grifo de la ducha.

Mientras el agua se calentaba, fui por mi móvil y miré la hora.

08:40 a.m. Había dormido unas seis horas, lo cual estaba bien para mí.

En menos de dos horas debía ir junto con mi madre al aeropuerto a buscar a mis abuelos y un tío. Venían especialmente para el cumpleaños de mi madre y se quedarían una semana.

Ellos eran de España, toda su vida vivieron allí. Aun que mi bisabuelo, el padre de mi abuelo, era estadounidense por eso el apellido Stewart. Al cumplir los dieciocho años, mi madre quiso probar suerte en una universidad de artes de Estados Unidos, le fue bien, muy bien. Cuando se graduó estuvo a punto de volverse a su país natal pero conoció a mi padre y por amor se quedó aquí.

Ví el vapor entrar a mi pieza y recordé que había dejado al agua calentandose. Caminé rápidamente hacia el baño, temple el agua y me dí una buena ducha.

Al salir, un fuerte frío me invadió. Un poco raro, ya que era julio.

Después de cambiarme con un jean azul y una remera cubierta por un buzo gris, bajé a la cocina.

Al llegar ví a mi madre desayunando mientras charlaba con Jessie pero cuando me vió su rostro se transformó en uno de completo horror.

— ¡Bruno! ¿Qué te sucedió? — se exaltó y se acercó a mí.

Había olvidado la horrible marca, mierda. ¿Qué escusa pondría? No podía decirle que había estado metido en una pelea ilegal.

— Es sólo un golpe, mamá. No te preocupes. — le reste importancia y me senté en una silla enfrente de la de mi madre.

— Te traeré hielo. — dijo Jessie, yéndose hacia el refrigerador.

— ¿Cómo que es solo un golpe? — siguió cuestionando preocupada pero esta vez desde su asiento — Tienes todo el pómulo morado.

Bien, hora de sacar mi lado mentiroso.

— Es que... anoche cuando salí de la fiesta para volver aquí... — suspiré mientras pensaba algo bueno. ¡Un robo! Sí, eso estaba bien — Quisieron asaltarme.

— ¡Dios mío! — exclamó Jessie dejando el hielo a mi lado e inspeccionando el golpe. Siempre tan preocupada.

— No es nada, me defendí y me golpearon feo. Pero estoy bien. Ahora solo quiero desayunar. — dije sonriendo sin mostrar mis dientes.

— Jessie, trae el desayuno para Bruno. — pidió mi madre — ¿Al menos le viste el rostro o algo? Debes hacer una denuncia.

— No, no les ví el rostro. ¿Para que denunciarlo? Al fin y al cabo no me robaron nada.

Mi madre suspiró con pasar, dándose por vencida con la situación. Al segundo llegó Jessie con mi desayuno; una taza de café y una gran pila de hotcakes.

***

Media hora después ya estábamos en mi auto rumbo al aeropuerto.

Según me informó mi madre, Edward no estaría en casa hoy. Fue imposible no enojarme, le había pedido que estuviera allí con mamá pero decidió ser egoísta. No me sorprende.

Luego de un largo viaje de media hora, donde mi madre se la pasó cantando y riendo, llegamos al dichoso lugar.

Justo a tiempo, pocos minutos después visualizamos a los abuelos y mi tío Daniel.

Mi tío era un casanova desde tiempos remotos, el compromiso no era algo que le gustara. Por eso mismo con sus treinta y cinco años es un solteron sin hijos que vive la vida. Gana buen dinero y con él se la pasa viajando por el mundo, la buena vida. Una gran cantidad de pelo castaño con algunas ondas hacía presencia en su cabeza, sus ojos eran entre grises y marrones, raros pero lindos. Su altura era mayor que la mía y su cuerpo estaba bien trabajado. Mi tío era un tipo apuesto.

El abuelo Diego era un anciano muy simpático, siempre haciendo chistes aunque algunas veces eran malos.
A sus setenta y cinco años estaba muy bien cuidado, parecía de al menos diez años menor. Su piel, a pesar de tener algunas arrugas, era tan blanca como la de mi madre y yo, sus cabellos eran blancos pero en su juventud había tenido una gran melena dorada, y sus ojos celestes como el cielo. Era un galán en sus tiempos de juventud. Pero eso no duro mucho ya que a los diecisiete años quedó perdidamente enamorado de mi abuela y desde entonces están juntos.

Por otro lado, la abuela Manuela era todo lo contrario al abuelo en el sentido de lo físico. Sus cabellos aún estaban largos y negros, con mínimos mechones blancos, su tez era ni muy blanca ni oscura, y sus ojos eran grises. Era bonita, y siempre andaba con una sonrisa.

Al vernos, caminaron felices a abrazarnos. Estaban al tanto de la salud de mi madre, pero preferían fingir que esa horrible enfermedad no existía. Siempre se mostraban alegres, sin intenciones de querer preocupar a mi madre.

El aroma de mi abuelo era el típico de uno, me gustaba porque me recordaba mi niñez. Íbamos a visitarlos muy seguido. Ellos tenían una gran estancia en Barcelona, con un inmenso patio donde jugaba al soccer con el tío Dan, una sala de estar con un gran televisor donde veía películas los fines de semana con el abuelo y la cocina espaciosa donde la abuela me preparaba pasteles deliciosos.

Al abrazar al abuelo Diego recordé todo eso. Cuando nos separamos me sonrió mientras me miraba de arriba a abajo.

— ¡Cuanto creciste! — exclamó luego de su inspección.

— Abuelo. — alargue — Nos vimos hace cuatro meses. — le recordé.

— Pues... En ese caso estuviste tomando ese yogurt del dinosaurio por todos estos meses. Creciste mucho. — dijo riendo. Terminé por darle la razón y abracé a la abuela.

Era bajita, no tanto pero al menos una cabeza y media menos que yo. El abuelo siempre la molestaba por su estatura.

— Mi niño. Me contó tu madre lo que te paso en la noche. Eres valiente. — dijo mientras apretaba entre sus dedos mi mejilla sana.

— Era lo que debía hacer. — dije riendo.

— Supongo que para algo sirvieron esas clases de boxeo en casa de tu abuelo. — dijo el tío Dan acercándose a mí.

— Me obligabas a hacerlo. — le reproché — Tenía ocho años y querías que sea un matón.

Rió con ganas y mi madre le dió una palmada en la espalda.

— Era defensa personal. — se excusó — Los niños de ahora son muy malos. Debías defenderte bien.

— Nadie me molestaba. — me cruce de brazos.

— Bueno, basta. Lo hice por tu bien y de algo te sirvió. — siguió riendo. Me doy un abrazo que casi me deja sin aire y cuando nos separamos paso su mano rápidamente por mi mejilla derecha — ¿Ya conseguiste novia?

Siempre preguntaba lo mismo.

— No.

Y yo respondía lo mismo.

— Mejor. Las mujeres solo traen problemas. — comenzamos a caminar hacia el aparcamiento donde estaba mi auto.

— Tu porque todavía no encontraste a la correcta. — habló el abuelo — Tu madre nunca... — la miró — Bueno, si me trajo algunos problemas. Pero cada uno valió la pena, porque ahora la tengo a mi lado. — paso un brazo por sus hombros y dejó un sonoro beso en su frente.

Eran muy románticos, en las épocas donde ellos eran jóvenes las cosas siempre se arreglaban, no se tiraban. Eso decían siempre y en todo sentido.

— ¡Agh! — exclamó Dan — Les dije que nada de muestras de afecto en público.

— Envidioso. — le mostró su lengua la abuela, quién aún estaba entre los brazos del abuelo.

Finalmente, entre risas llegamos al auto. Guardé las maletas en el baúl y partimos hacia mi hogar. Dónde Jessie estaba preparándonos una deliciosa carne asada.

***

Al caer el mediodía ya nos encontrábamos almorzando, charlando, contando anécdotas y riendo.

Me gustaba la familia de mi madre, eran todos alegres. En sí eran mi única familia, ya que mis abuelos paternos habían muerto.

Luego de comer, todos nos fuimos a dormir un rato porque sería un día muy largo. Pero yo no lo hice.

Con ayuda de Chloe y Louis fui a decorar el restaurante donde estaríamos. Le había pedido a Jessie que me buscara algunas fotos de mi madre y había hecho un gran corazón con ellas en una de las paredes del lugar. Había fotos desde su niñez hasta la actualidad.

Frente al gran corazón había una mesa con todo tipo de comidas dulces y una torta de tres pisos en el medio. Era de chocolate, como a ella le gustaba.

Globos blancos y lilas llenos de helio estaban adornado el techo a algunas paredes.

Mesas redondas con manteles lilas y sillas blancas para los invitados.

Y en una esquina una mesa vacía donde pondrían los regalos.

Mucho lila, ¿no? Era el color favorito de mi madre.

Había contratado un DJ que pondría la música que le gustaba a Lisa y un fotógrafo que guardaría cada recuerdo en una fotografía.

Todo estaba listo para la ocasión.

Los tres nos fuimos a nuestros hogares para prepararnos.

Al llegar ya todos estaban despiertos, los saludé y subí a mi habitación para ducharme.

Estaba ansioso y muy nervioso. Quería que todo saliera como lo había planeado, quería que mi madre lo disfrutara al máximo y que se divirtiera.

Al salir de la ducha, me coloqué un pantalón negro con una rodilla rasgada, una remera blanca, sobre ella una camisa azul abierta, mis Vans negras y debido al frío me puse una campera de jean. No era formal pero estaba conforme con mi atuendo.

Le había pedido a Chloe que viniera antes de ir al restaurante para que maquillara mi mejilla. No me molestaba andar con el golpe pero las amistades de mi madre pensarían mal si mi vieran así.

Minutos más tarde Chloe llegó, se veía muy bien debo decir.
Llevaba un vestido blanco con pequeñas flores, unos zapatos beige que la hacían parecer más alta y su cabello estaba atado en una media cola.

— Te ves bien. — le dije luego de analizarla.

— Gracias . Tú no te quedas atrás. — dijo riendo — Ahora, vamos a arreglar tu rostro.

Diría que hizo magia, ya que ni siquiera sé veía una mínima parte del golpe. Luego de agradecerle, nos fuimos al restaurante.

Mi madre iría unos minutos más tarde que los invitados ya que su peluquera se había retrasado con su peinado.

Junto a mis abuelos y tío subimos al auto y emprendimos viaje.

— ¿Esta señorita es tu novia? — preguntó el abuelo mirando a Chloe.

— No, es una buena amiga. — le respondí riendo.

Asintió con la cabeza mientras me miraba raro.

— Debería serlo. — dijo más tarde.

— ¿Eh? ¿Por qué? — cuestioné riendo.

— Es bonita, eres apuesto. Imaginate si tuviesen un hijo, sería al niño más lindo de todo el mundo.

Miré de reojo a Chloe, que estaba sentada en el asiento del copiloto y ví como sus mejillas enrojecían. Reí ante las ocurrencias del abuelo y el rostro de mi amiga.

— Lo lamento abuelo, pero ese niño no va a existir porque Chloe solo es mi amiga.

— ¡Qué lástima! — dijo triste.

— Papá, cállate. Pusiste incómoda a la muchacha. — habló el tío Dan.

— Lo siento. — se disculpó.

— No se preocupe. — dijo Chloe, con sus mejillas aún sonrojadas.

Llegamos al restaurante y esperamos a los invitados. El DJ ya estaba allí y puso música de Queen, una de las bandas que tanto le gustaba a mi madre.

Ya estaban todos los invitados presentes, a excepción de mi padre, cuando mi madre entró por las puertas de aquel lugar.

Sus ojos se abrieron poco a poco al ver la decoración y toda la gente allí presente. Llevó sus manos a su boca y empezó a caminar. Todos comenzaron a saludarla mientras le deseaban felicidad.

Finalmente llegó a donde yo me encontraba. Le sonreí ampliamente luego de ver la sonrisa que llevaba en el rostro.

— ¡Feliz cumpleaños! — le deseé mientras la abrazaba.

Recibió mi abrazo gustosa mi acarició mi espalda.

— Gracias. — susurró en mi oído — Te amo, eres lo más importante que tengo.

Me separé de ella y seque unas lágrimas que se escapaban de sus ojos.

— También te amo, mamá. — le tomé la mano y la llevé hacia donde estaba el gran corazón — Me gustaría que recordarás algunos lindos momentos de tu vida.

Comenzó a ver cada una de las fotografías, en algunas sonreía y con otras negaba con la cabeza.

— Era una joven amante de las fiestas. — dijo mientras veía una fotografía de ella bailando en una discoteca — ¿Sabes cual es mi fotografía y mi momento favorito?

— No.

— Este. — señaló una de las fotos — Mi mejor recuerdo es cuando te tuve en mis brazos por primera vez. No puedo explicar la felicidad que sentí cuando te ví por primera vez, tan pequeño, indefenso, hermoso... Ese fue un amor a primera vista. Me diste lo que necesitaba, Bruno. Amor incondicional.

Una lágrima se deslizó por su mejilla seguida de unas cuentas más.

« Yo siempre deseé tu felicidad, mucho antes de que nacieras. Hice lo imposible por ver una sonrisa en tu rostro. — hablaba con voz quebrada — Te dí todo lo que tenía, y si no lo tenía buscaba la manera de tenerlo pero siempre para que nada te faltara. Todo por tí. Y sé que en unos meses no podré hacerlo más.

Les dí pase libre a las lágrimas y me permití llorar.

— Mamá, no hay que llorar. Tu cumpleaños es motivo de festejo...

— Déjame decirte todo esto ahora, hijo. Tengo que decirlo. Ya no estaré para tí, ya no te podré abrazar y decirte cuando te amo. Y duele muchísimo saber eso. Me duele dejarte, eres mi niño. Pero sé que eres fuerte e inteligente. Sé que no te dejaras caer y serás feliz. Házlo por mí, haz lo que siempre quise que hicieras; ser feliz. Es lo único que te pido que hagas.

« No te pido que cada domingo vayas a limpiar mi tumba, ni que me llores cada día. No, quiero que recuerdes todas las cosas lindas, no pienses que me fui sufriendo. Piensa que voy a irme sumamente orgullosa de dejar una persona como tú en la tierra. Y te pido que seas feliz, me dolería muchísimo saber que vives amargado e infeliz. Quiero lo mejor para tí porque te amo.

La abracé tan fuerte, como si ese fuese el último abrazo. En ese abrazo le demostré cuanto la amaba, la susurré que sería feliz y que estaría orgullosa de mí.

***

Comenzó a caer el sol y todos estaban felices. Comiendo y riendo. Estaba satisfecho con mi trabajo.

— Más tarde pasaré por el bar. — le dije a Louis.

— ¿Quieres que te acompañe? Sammy tiene una pijamada en casa de su amiga, así que estoy libre.

— No estaré mucho tiempo. Veré a Eva y me iré pero ven si quieres. — sugerí.

Asintió con la cabeza y siguió bebiendo de su copa.

Mamá estaba charlando con sus amistades de secundaria, entre ellas la madre de Chloe, se veía feliz, era feliz. Y eso me bastaba.

Mi padre no se había presentado pero la estábamos pasando bien sin él.

A lo lejos ví a la abuela Manuela caminando hacia mí, le sonreí y me devolvió el gesto. Miraba hacia todos lados, como si estuviese buscando a alguien o algo. Me pareció extraño pero ignore eso.

Cuando estuvo frente a mí me tomó la mano.

— ¿Qué sucede? — le pregunté ante su extraño comportamiento.

— Disimula. — pidió en un susurro.

Fruncí el ceño y sentí algo rectangular en mi mano.

— ¿Qué es... — no pude seguir hablando ya que me interrumpió.

— ¡Guardatelo, guardatelo! — dijo rápidamente, le hice caso — Junto con el abuelo queríamos dártela. Es una extención de nuestra tarjeta.

— No. — la saqué de mi bolsillo — No puedo aceptarla. — se la devolví.

— Bruno. — alargó — No me hagas enfadar. Estamos ganando mucho dinero en la empresa, pero no lo gastamos así que te daremos algo de lo que sobra, que es mucho. — me guiñó el ojo.

— Abuela, no puedo.

— Déjanos consentirte. — acarició mi mejilla — Con eso podrías independizarte y junto a un trabajo mantenerte.

Suspiré.

— Bien. — dije y sonrió — Pero se los devolveré en cuanto pueda.

— Te lo quedas y punto, Bruno. Se acabó la conversación. — se dió la vuelta y se fue junto al abuelo Diego.

A ella siempre le gustó consentirme. Mi madre la regañaba por eso pero ella seguía haciéndolo.

El DJ anunció por un micrófono que la cena estaba lista y todos nos fuimos a sentar a las mesas.

Una carne de cerdo con salsa de champiñones y patatas era la cena.

— Me encanta. — dijo mi madre al ver el plato — Gracias, de verdad. — posó su mano sobre la mía y le brindó caricias. Le sonreí.

La cena transcurrió tranquila, el abuelo Diego y el tío Dan hicieron una competencia de chistes. Debo decir que todos los que dijeron eran malos pero reíamos por el entusiasmo que ponían.

Cuando la fiesta acabó, eran pasadas las diez de la noche. Mamá cargó los regalos en su auto y se fue a casa junto a los abuelos.

El tío Dan quería ir a un bar, por lo tanto aproveché y fuimos al Bar 21, Louis también nos acompañó.

Llegamos y el lugar estaba a tope, pues era sábado. De milagro conseguimos una mesa y nos pusimos a charlar y beber una cerveza.

Salir con mi tío no era incómodo en lo más mínimo. Él era un adolescente más, siempre nos llevamos como hermanos a pesar de la diferencia de edad.

— ... Así fue como conquiste a la azafata. — finalizó una anécdota de uno de sus viajes a Australia.

— Cuando sea mayor quiero ser como tú. — dijo Louis admirandolo.

Mi tío y yo reímos fuerte al notar que mi amigo hablaba en serio.

La charla continuó y recordé el motivo por el cual estaba en aquel bar aquella noche.

Tras pedir permiso, me levanté y caminé hacia la barra. Dónde estaba el mismo barman que siempre me atendía.

— Hola. — lo saludé estrechando nuestras manos.

— Bruno, ¿qué se te ofrece? — preguntó.

— ¿Estará...

Rió al darse cuenta de quién hablaba. Ya que siempre hacia lo mismo.

— ¿Eva? — asentí — Lo siento, amigo. Pero ella ya no trabaja aquí.

¿Qué?



***

Nuevo capítulo por aquí. Lamento la tardanza, de verdad.

Gracias por todo el apoyo, los comentarios y votos.

Como verán, el título del libro es "Eva #1" esto es porque muy pronto habrá más libros. Pero estos contarán historias paralelas, como la vida de Louis, Chloe e incluso el pasado de Lisa y Edward. Quizás también la historia contada desde el punto de vista de Eva.

Hablando de ella, supongo que ya la extrañan. Pero no se preocupen, en el próximo capítulo aparece nuevamente con más drama de lo normal.

En el multimedia, la foto favorita de Lisa. Dónde está ella junto a un pequeño Bruno.

All the love.

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