El profesor nos miró a ambos.
— ¡Muy buenas tardes profesor Sebastián! ¡Laura, te ves muy bonita! — dijo él
— Buenas tardes — respondió Sebastián serio
— Gracias — respondí fríamente
— ¿Qué hacen aquí? ¿No tenían convivio?
— Si, es sólo que Laura se sintió un poco mal y...
— Pues yo la veo perfecta — interrumpió el maestro de Cívica. — Pero yo te puedo ayudar, ven, vamos — el tomó mi brazo y trató de llevarme con él, pero sin embargo me rehúse y miré a Sebastián en señal de que necesitaba ayuda.
— No profe, ella ya está mejor, sólo fue un mareo
— ¿Mareo? Vaya, no vaya a ser que la alumna ya haya encargado —
Sebastián frunció el ceño y me miró con cierta duda aún sabiendo que no era verdad.
El maestro soltó mi brazo y después se fue sin decir nada, se alejó lentamente y al dar la vuelta me guiñó un ojo. Sebastián lo miró y volvió a fruncir el ceño.
— Al salón alumna — dijo firmemente
— ¿Qué? — respondí
— Al salón
— Antes que nada, ¿qué fue eso?
— ¿Qué fue qué?
— Eso, ¡el be...!
Sebastián me besó otra vez.
— ¿Eso? No lo grites, no querrás que te expulsen y a mi que me despidan
— Exacto — dije. — Eso, ¿qué ha sido eso?
— Laura yo...
Alguien interrumpió y ahora era la maestra de Filosofía.
— ¡Profe! — gritó y corrió hacia Sebastián, lo abrazó y lo saludó con un beso en la mejilla.
Él se apartó un poco y ella reaccionó molesta, yo decidí irme pensando en una gran decisión.