Antes de que el doctor pudiera responder a mi pregunta un hombre pelinegro entró a la habitación. Cargaba a un bebé sobre su pecho gracias a un portabebés y su sonrisa se extendía de oreja a oreja.
– ¡Gemma! ¡Al fin despiertas! –. Se acercó a mi corriendo con la intención de abrazarme, o tal vez besarme, pero se detuvo antes de hacerlo probablemente gracias a la expresión de mi cara. Voltee a ver confusa al doctor.
– Verás, Gemma... Como te dije... Tuviste un accidente en donde te golpeaste la cabeza y... caíste en coma...
– ¿Qué? ¿Ha-Hace cuánto? –. Pregunté con miedo de saber la respuesta.
– Hace 6 meses... –se me había formado un nudo en el estómago.
¿6 meses?
Voltee a ver al hombre que había entrado.
– ¿Y tú eres...? –. Dado que sabía que no nos parecíamos como para ser parientes, y por el bebé que estaba cargando, era bastante obvio quién era, el problema es que no lo recordaba.
– Michael Fassbender. –se burló.
– Señor Miller –lo llamó el doctor–. Su novia perdió la memoria... –el pelinegro me miró sin entender.
– ¿Eso le dijo? –. No se lo creía.
¿Por qué? ¿Cree que estoy fingiendo? ¿Por qué haría algo así?
– ¿Me llamo Gemma? –recordé que el hombre rubio me había llamado así; asintió–. No recuerdo nada... Ósea... Sé lo que es un hospital, un doctor, recuerdo como soy físicamente... Pero no mi nombre... Ni a este sujeto. –señalé al pelinegro.
– ¿Me vas a decir que no recuerdas a tu hijo? –. Volvió a burlarse.
– ¿Hijo? –vi al bebé que cargaba sobre su pecho. Negué con la cabeza horrorizada–. Nunca quise tener hijos...
– No sabemos bien como funciona el cerebro –explicó el doctor llamando nuestra atención–, es probable que si hace cosas que solía hacer antes de perder la memoria ésta regrese, tal vez cargar a su hijo le ayude...
Así que lo hice, cargué a aquel bebé al que ellos llamaban mi hijo, ¿cómo podía no recordar a mi propio hijo? Mis ojos se llenaron de lágrimas porque ni siquiera recordaba su nombre.
– ¿Cómo se llama? –. Voltee a ver al pelinegro.
– ¿Es en serio? –. Empezaba a creérselo.
– Señor Miller –volvió a hablar el doctor–, ya le dije que la señorita Jones perdió la memoria.
– ¿No estás bromeando? –me miró completamente serio. Negué con la cabeza y estiré los brazos para entregarle al bebé–. Tu hijo se llama Daniel... Y yo soy Thomas Miller...
– ¿Usted es algo mío? –. El tal Thomas volteó a ver al doctor y después a mí asintiendo.
– Soy tu novio, y él –movió al bebé en sus brazos– es nuestro hijo.
– No lo recuerdo –me tapé los ojos con fuerza–, no lo recuerdo, no lo recuerdo.
– Tranquilícese señora Jones, –el doctor puso una mano sobre mi hombro– todo va a estar bien, es muy probable que después de un tiempo recupere la memoria.
– ¿Es probable? ¿También es probable que no la recupere jamás? –no respondió lo que me sirvió de respuesta–. Quiero irme de aquí. –quité la sábana que cubría mis piernas en un intento de ponerme de pie.
– No puede, no aún, no ha caminado en 6 meses, sus piernas no se han movido en ese tiempo, no puede salir así como así del hospital. –el doctor me tomó por los hombros deteniéndome.
– ¿Dónde están mis padres? ¿Mi familia?
– Ellos –Thomas recuperó mi atención– fallecieron, hace un año... –dejé de intentar pararme de la cama, recordaba que tenía padres, pero no recordaba cómo lucían físicamente, me dolía saber que estaban muertos pero me dolía más no recordar como murieron. Tal vez fue en un accidente de auto.
– ¿Pueden dejarme sola? –. El doctor asintió al instante pero el pelinegro dudó un poco.
Hice todos mis esfuerzos para recordar algo de mi pasado pero no podía. No recordaba a ese tal Thomas, ni a mi propio hijo, no recordaba a mis padres, no recordaba nada.
***
– Es algo apartada esta casa, ¿no crees? –. Le pregunté a pelinegro entrando a lo que él dijo era nuestro hogar.
– Sí, es temporal en lo que la otra casa está siendo remodelada...
– Claro... Es linda... ¿Cómo se supone que voy a recuperar la memoria en un lugar tan solitario? ¿No debería platicar con mis amigos o algo así? Deben estar preocupados...–voltee a ver al pelinegro.
– Puedes dejar de fingir ya...
– ¿Qué?
– Actuaste muy bien pero...
– No estoy actuando –lo interrumpí–, en serio no recuerdo nada... ¿Por qué insistes tanto en que finjo? ¡Ni siquiera recordaba a nuestro hijo, por Dios!
– ¿No quieres cargarlo? –negué con la cabeza, no me sentía cómoda cargando a un bebé que prácticamente no conocía–. Vaya, realmente perdiste la memoria, ¿no es cierto? –. Asentí mientras inspeccionaba aquella casa.
– El doctor dijo que tenía que hacer cosas que solía hacer hace 6 meses... ¿Qué hacía? –. Se encogió de hombros dejando a Daniel en el suelo.
– No mucho, limpiabas la casa...
– ¿Mientras tú salías a trabajar? –. Me reí, de algo estaba segura, nunca fui de las chicas que les fascinara hacer el "trabajo de una mujer" en casa mientras el hombre se mataba trabajando en alguna oficina o algo.
– En realidad no, tengo los ayudantes necesarios para que yo pueda quedarme contigo todo el día.
– ¿No sales a trabajar? ¿De qué demonios trabajas? ¿Eres líder de un cartel de drogas? –. Me reí.
– No, soy dueño de muchas empresas, aunque sí, de vez en cuando es necesario que vaya a las oficinas.
– ¿Salgo con un millonario? ¿Cómo ocurrió eso exactamente? –. Me recargué en el sillón sin dejar de verlo.
– Suerte, supongo. –me sonrió.
– Si tenemos un hijo, ¿por qué aún no nos casamos? –me había dado cuenta de que no tenía ningún anillo de compromiso en las manos, aunque algo dentro de mí me aseguraba que alguna vez había tenido uno, ¿acaso me había pedido matrimonio y yo lo había rechazado? ¿O había estado comprometida con alguien más?. Caminé hasta situarme frente a él. Se rió.
– No lo sé, casémonos.
– Oye, tranquilo viejo –le mostré ambas palmas de las manos–, apenas y te conozco, tal vez tú llevas mucho tiempo de conocerme, pero hasta donde recuerdo, la primera vez que te vi fue hace una semana.
– Bueno... En realidad nunca hablamos de casarnos... Supongo que nunca estuviste segura de dar ese paso. –admitió encogiéndose de hombros.
Tenemos un hijo, ¿por qué nunca estuve segura de casarme contigo?
– ¿Cómo nos conocimos? –Daniel empezó a gatear por el suelo–. Cuéntame nuestra historia. –el hombre sujetó a su hijo y nos sentamos en el sillón situando al pequeño sobre sus piernas.
– Nos conocimos cuando tenías 17... En una tienda cerca de tu casa...
– Espera, espera –moví las palmas de mis manos interrumpiéndolo–, ¿cuántos años tenemos?
– Tú tienes 27, yo tengo 34 –me sorprendió un poco la diferencia de edad pero no dije nada, por algo tenía un hijo con él, ¿no?
– Ok... Nos conocimos... ¿Hace 10 años? –. Asintió.
– Nos enamoramos casi al instante; un día llegaste a mi casa llorando, dijiste que tus padres y tú se habían peleado horrible y que te habían corrido de tu casa, así que te quedaste a vivir en la mía por 2 años.
– Debió ser una pelea horrible, ¿no nos llevábamos bien? –. Se encogió de hombros.
– ¿Vas a dejarme contarte nuestra romántica historia de amor o no? –murmuré un pequeño "lo siento" provocando que él sonriera con ternura–. Después de esos 2 años se reconciliaron y te fuiste a vivir a varios países del mundo.
– ¿Yo también soy rica? –no pude evitar interrumpirlo– lo siento –dije al ver que me miraba con una ceja levantada–, ya me callo...
– Pasaron 6 años hasta que te encontré viviendo en México, bueno, yo compré una casa y 2 meses después descubrí que tú eras mi vecina... Decidimos volver a intentarlo... Y funcionó la cosa, entonces descubrimos que tendrías a Danny. –el pequeño gateó hasta mí para que lo cargara y no pude evitarlo, lo senté sobre mis piernas y las moví un poco para que Daniel rebotara ligeramente.
– No fue planeado... –susurré.
– En cierto sentido no –tomó mi mano y le dio un apretón–, queríamos un hijo, sí, pero no antes del matrimonio...
– ¿No me dijiste que no habíamos hablado de casarnos?
– Eh... –se incorporó un poco soltando mi mano–. Sí... Eh... –voltee a ver al rubio esperando a que Thomas me contestara, se notaba nervioso, como si no supiera como explicarse; cada vez creía más que él me había propuesto matrimonio y yo lo había rechazado.
– ¿Cuánto tiene? –. El pelinegro supo que me refería a su hijo.
– Casi 10 meses. –se sentó más cerca de mí y le dio un dedo a Daniel para que éste lo sujetara entre sus pequeñas manitas. Eso significaba que había tenido el accidente mientras Daniel tenía 3 o 4 meses.
Pobrecito, lo dejé con toda la carga de un bebé casi recién nacido.
Cargué a Dan y lo puse sobre las piernas de su padre. Me puse de pie.
– No es por nada, Thomas, pero tengo hambre...
– No me llames Thomas.
– ¿No es tu nombre?
– Sí... Pero llámame Christian.
– ¿Te llamas Thomas Christian? –. Me esforcé por no reírme, era el nombre más ridículo que probablemente haya escuchado, seguramente le hicieron bullying en la escuela por eso.
– Christian Thomas... Pero nunca me ha gustado el nombre "Thomas".
– Ok, señor Christian, ¿qué solía hacer de comer? –. Sonrió.
– Ambos cocinábamos, como una de esas películas de parejas donde cocinan juntos...
– Bueno, veamos si recupero la memoria. –así pues ambos preparamos la comida.
***
Pasaron 5 meses y yo aún no recuperaba la memoria. Según Chris ya casi estaba lista la otra casa, la que estaban remodelado. Me recosté en un sillón recordando la primera mañana que amanecí en la casa en donde nos estábamos quedando mientras tanto. Había convencido a Christian de que durmiera en el sillón mientras yo me sentía lo bastante segura para que pudiera dormir en la cama, conmigo. Cuando desperté Chris me había llevado la comida a la cama.
– Se supone que me trates como lo hacías antes, no que me mientas y quedes como un buen novio... –le había dicho con una sonrisa sorprendida por su acto.
– Todas las mañanas te llevaba el desayuno... Bueno, cuando tenías 17...
Daniel ya caminaba y estaba aprendiendo a hablar, ya nos decía "papá" y "mamá". No podía decir que estaba enamorándome de Christian, pero era alguien muy lindo y cariñoso, menos cuando quería tener relaciones. Pareciera que me presionaba, pero yo le decía que aún no lo conocía del todo, aunque era mentira; vivíamos juntos, teníamos un hijo, pero no me sentía del todo segura de querer hacer el amor con él.
A veces tenía sueños en los que besaba a un chico en la cama, nunca recordaba su rostro pero sí recordaba que tenía un tatuaje en la muñeca, de un fénix, justo como el mío, el que cubría las cicatrices de mi muñeca que, según Christian, me había hecho por las constantes discusiones que tenía con mis padres.
Alguien tocó la puerta y me sacó de mis pensamientos. Me levanté para abrirla.
– Hola Tom-Tom... –una chica pelinegra sonreía pero en cuanto me vio dejó de hacerlo y me miró molesta–. ¿Tú qué haces aquí?
– ¿Disculpa? –. Obviamente nos conocíamos de antes de que yo perdiera la memoria pero no tenía la mas remota idea de quién era aquella chica que al parecer me odiaba.
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Bueno, obviamente la historia "de amor" que Christian le contó a Lorena eran mentiras mezcladas con un poco de verdad, y una de esas es que Chris realmente compró una casa cerca de la de Lorena, pero no lo suficiente para que ella no notara, sólo para observarla y tratar de entender por qué ella se enamoró de Jake. No, no es importante, sólo por si querían saber :v
No se si el siguiente es el último cap o falta otro... Depende cuanto me salga del corazón pa escribir :'v
Hasta el siguiente sábado :3 (si no me lleno de cosas que hacer)