ESCUELA PARA ASESINOS

By TeLotero

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Un grupo de jóvenes son elegidos por el Jai, la energía universal que controla todas las leyes físicas para s... More

PRÓLOGO
CAPITULO I - UNA PROPUESTA PELIGROSA
CAPITULO III - LA REUNIÓN
CAPITULO IV - CUMPLEAÑOS
CAPITULO V - LA MANO DEL DIABLO
CAPITULO VI - LAS PRUEBAS
CAPITULO VII-LA CIUDAD DE LOS DIOSES
CAPITULO VIII- CARTAS DE NAVIDAD - PRIMERA PARTE
CARTAS DE NAVIDAD - SEGUNDA PARTE
CARTAS DE NAVIDAD - TERCERA PARTE
CAPÍTULO IX-LÁGRIMAS PRIMERA PARTE
LÁGRIMAS SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO X - HORA DE MORIR - PRIMERA PARTE
HORA DE MORIR - SEGUNDA PARTE
CAPITULO XI - SEPARADOS
CAPITULO XII - LO QUE PASÓ ESE DÍA

CAPITULO II - UNA PARTIDA MISTERIOSA

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By TeLotero



CROKO

ALDEA PONGSUPANÍ - PANTEA

―Debiste llegar hace una hora, no respetas nuestras tradiciones ni nuestra tierra más sagrada, si mi padre siguiera vivo no dudaría en tirarte al río―dijo Emba abriendo camino por los matorrales del monte con nuestras lanzas de dos cabezas, para llegar a Pantea.

―Estuve cazando ―traté de contestar con señas.

―¿Qué? No te entiendo ―respondió.

―Que estuve cazando ―repetí, queriendo hablar.

―Maldito idiota, hace dos años ya que los exploradores vinieron en sus soles de hierro, enseñaron a todos su lengua profana ―señaló con su mano toda la selva―. Enseñaron a todos su lenguaje con las manos, solo para que tú te pudieras comunicar de nuevo, hasta los niños más pequeños juegan en la aldea con lo que aprendieron de ellos, pero tú aún no eres capaz ni si quiera de decir que estuviste cazando.

Yo la miré enfadado.

―Te vi, yo te vi cazando, como cuando éramos pequeños, es para lo único que sirves ―continuó hablando y caminó dirigiendo la marcha―. No estás listo para ser un Jaibaná, como lo es tu padre y como lo fue el mío antes que el tuyo, tu lugar es en la cacería con los demás hombres de la aldea, no en un lugar sagrado.

―Silencio ―traté de exclamar. Emba clavó su lanza de dos cabezas en la tierra húmeda, dio media vuelta y me tomó del cuello, con el ceño fruncido y los ojos encolerizados.

― Te tomas esto a la ligera; no eres digno de cuidar la pirámide, no eres digno de proteger a Gemma, no eres digno de tocar la tierra de Pantea, ni de ser un Jaibaná ―bufó Emba. Yo le solté de un golpe la mano y ella gruñó, mostrando sus afilados dientes.

Le mostré la marca del Jai en mi muñeca, mi Shign, símbolo de que había sido elegido por los dioses para cuidar de Gemma; ella lo observó y renegó, pero luego retomó la marcha, no tenía más opción.

―Llegamos a la tierra sagrada, Pantea ―dijo Emba.

Corrí una mata de plátano que me tapó la vista, por fin veía la tierra sagrada, reposaba debajo de nuestros pies, en una planicie profunda invadida por las sombras y rodeada por el río del destino que allí nacía.

― ¿Por qué te quedas parado? Bajemos ―dijo Emba, pero no había por donde bajar, solo un precipicio profundo; ella saltó al río de un brinco, yo me quedé mirándola desde arriba, que tonta y precipitada, luego vi que su cabeza emergió.

―¡Salta cobarde! ―gritó aún en el agua, su voz resonó por todo el lugar, al verme retado salté, aunque no viera bien mi ventura; grité fuerte mientras caía, mi cuerpo se puso frío y el estómago lo sentía lleno de avispas luchando, apreté mi lanza de dos cabezas y luego caí al agua helada, traté de ver bajo ella su profundidad, pero no vi más que mi cuerpo flotando y chapaleando por salir.

―¿Tienes frío gallina? ―dijo Emba.

Yo salí como pude, sosteniéndome del bordo en la planicie de Pantea, rodeado de piedras enmohecidas y lisas, pero los dioses fueron misericordiosos y no tuve corriente contra la cual luchar, solo el agua helada que penetró mis entrañas.

Una vez de pie pude ver la majestuosidad de Pantea, era tan grande como mi aldea, cubierta de pastizales verdes relucientes, iluminados solo por su propio color, sentí la presencia de la vida en todo el lugar, percibí el Jai en cada rincón de esta tierra sagrada; en el centro, la pirámide de Gemma se elevaba creando sombras entre las sombras, y alrededor estaban las estatuas de los tres dioses de Pantea: El Búho Azul de la sabiduría y la vida, El Elefante enano de la humildad y la misericordia, y El Perro de los cuatro ojos de fuego de la justicia y la muerte.

―Mi padre me trajo aquí, durante la última víspera de la ceremonia del Perro ―contó Emba mirando la estatua del Perro de los cuatro ojos de fuego―. Él traía un bebé recién nacido, arropado con hojas de mimbre secas; toda la tarde llovió y el bebé nunca se quejó, aunque el agua y el pantano le rebotaron en su pequeño rostro, ni siquiera gimió, mi padre se detuvo allí ―señaló el sitio desde el que nos lanzamos al río―. Luego me dijo: "Antes adorábamos a ocho dioses Panteanos y hoy solo quedan tres". Después de eso extendió su muñeca hacia el perro, dijo las palabras "bilis Shanemdroro zhané" de la vida a la muerte, lo repitió hasta entrada la noche; cuando ya se quedó sin saliva para rezar, la estatua del perro se deslizó hasta aquí donde estoy parada, y nos miró fijamente con su cabeza de piedra, cada uno de sus ojos se encendió en llamas incontrolables, a pesar de que la lluvia había aumentado, el fuego no se apagó; el Shign de mi padre se iluminó y la cabeza del perro se levantó hacia nosotros, mi padre tomó al bebé y le cortó la garganta de un tajo, luego lo colgó del precipicio para que su sangre goteara en el río, la estatua del perro se acercó al agua y bebió hasta que la última gota de sangre se había derramado y el bebé nunca hizo ruido alguno, mi padre lo dejó ahí y regresamos a la Aldea. A la mañana siguiente, me lancé de mi casa al suelo, corriendo para ver qué había pasado, cuando volví aquí, la estatua había retomado su lugar y el cadáver del niño seguía colgado, más blanco que la leche de cabra; me acerqué a él y dentro de su boca tenía yerbas medicinales, así que pensé que mi padre lo había hecho apropósito para que no sintiera dolor, pensé que tal vez en el fondo tenía algo de compasión, luego tomé su cuerpo y lo llevé a la aldea pongsupaní, para darle un entierro apropiado; cuando mi padre me vio sosteniendo al bebé muerto, me abofeteó tan fuerte que la marca en la cara me duró por días y dijo: "No puedes ser débil, es lo que el mundo quiere para ti, debes ser cruel como los dioses, así tu futuro de mujer será menos desgraciado, o sigue así y muere en tu desdicha como una estúpida". Ahora, lo mismo te digo a ti, debes dejar tu debilidad de lado, para poder ser un digno jaibaná―Emba se calló al fin, con la cabeza agachada miró al agua, nunca la había visto así, recordar a su padre le causó dolor, mi lengua y yo también conocíamos su crueldad.

―Es hora, un solo Jaibaná puede abrir la puerta, pero contigo, no se puede contar con que lo logres ―continuó Emba y señaló mi Shign.

Conectamos nuestro Jai y el Shign de cada uno se iluminó, al igual que el sitio, todo brilló, el aire comenzó a pesar y las estatuas de los dioses se deslizaron del rededor de Pantea hasta el centro, levantando a su paso el follaje en el suelo y luego se incrustaron en tres de las ocho aperturas talladas en la base de la pirámide, en medio de ellas se descubrió una entrada hacia su interior.

―¿Hola? ¿Emba, eres tú? ―dijo una voz dulce desde adentro.

―Sí Gemma, he llegado y traje compañía ―contestó Emba, adentrándose con una antorcha puesta en la entrada. Yo la seguí por el estrecho túnel dentro de la pirámide.

―No quiero compañía, a menos de que me haya traído algo rico de comer ―dijo la voz que cada vez se escuchaba más cerca. Un golpe resonó detrás de nosotros, era la puerta de afuera que se había cerrado sola tras unos segundos de haberla abierto.

Estábamos en un túnel sin salida.

―Abre de una vez―gruñó Emba.

La puerta en el interior de la pirámide se corrió lento hacia nuestra derecha, no podía ver más de lo que alcanzó a alumbrar la antorcha en la penumbra, pero distinguí formas, una cama y un niño sentado en ella, con el cuerpo encorvado y la cara tapada por rodillas y manos.

―Deja de jugar, mira, él es Croko tu nuevo Jaibaná―le dijo Emba a Gemma.

―¿Te gustan mis dibujos? ―El niño levantó la cara y saludó con voz aguda, tenía pelo negro, húmedo y largo y ropa de mujer; me señaló las paredes, tomé la antorcha y comencé a ver sus dibujos pintados con tizones del suelo.

―Te dejaré solo, espero que seas capaz del resto ―me Dijo Emba y partió.

―Son las historias que los dioses me cuentan en sueños, cuando el Jai en mi interior se manifiesta ―Dijo Gemma señalando los dibujos. ―Este soy yo y este eres tú ―me mostró un dibujo de la pirámide y otro de un Jaibaná sangrando por su boca.

―¿Quiénes son ellos? ―señalé.

―¿Qué? Ah, ellos, son los elegidos por el dios Búho, su destino está ligado al mío, los he visto, pero ellos no pueden verme aún ―señaló seis dibujos a los que les caía la bendición del Búho Azul  ―Sí me trajiste comida, la huelo desde aquí, ¿es deliciosa?

―Sí ―asentí, le entregué el saco donde tenía una porción de jabalí ahumado envuelto en hojas de col, y se me lanzó a rodearme con sus brazos sonriendo, luego devoró la comida.

―¿Por qué usas ropa de mujer extranjera si eres un niño? ―pregunté en señas y él me golpeó el estómago.

―¡Soy niña!, una niña delgada, la ropa me la regaló Daniel Tejelo, junto con los tizones de colores, el día que vino con los exploradores; me dijo cosas maravillosas que hay ahí afuera, habló de lugares donde la gente se reúne, jóvenes como yo, se divierten, ¡y hay comidas de cacao dulce por montones! ―dijo sonriendo y mirando a todas partes―. Me gustaría salir, conocer que hay afuera, lo he visto en mis sueños, pero cuando despierto no logro recordar más de lo que los dioses me permiten y aun así lo veo borroso, por eso lo dibujo, para no olvidarlo.

―No puedo dejarte salir ―expresé señalando la puerta.

―Puedo ayudarte, te devolveré tu lengua, puedo hacerlo ―dijo Gemma, yo me quedé mirándola.

Ella se subió las mangas del saco de lana y cerró los ojos, tenía la marca del Shign,  una enredadera de espinas dibujada por los dioses en su muñeca, diferente a la de Emba y yo; se acercó y puso su mano en mi boca y su Shign se iluminó.

―Habla ―me dijo.

―No puedo hacerlo, ¿qué? Estoy hablando, ¿cómo es...

―Te lo dije, ahora sácame de aquí, no quiero seguir encerrada ―ordenó Gemma adelantándose a la puerta.

―Lo siento niña, no puedo hacerlo el rey padre de Emba ordenó mantenerte en custodia para proteger el Jai ―hablé.

―El rey padre de Emba murió, ahora tu padre es el rey y él no es un despiadado que encierra niñas asustadas ―chilló Gemma.

―Aun así no puedo, es mi primer día como tu Jaibaná protector, no puedo hacerlo, los dioses me castigarían.

―Tu padre te eligió como mi Jaibaná protector, porque confió en qué harías lo correcto, yo he escuchado su corazón, al igual que escucho ahora el tuyo ―dijo suplicando.

―Lo siento Gemma. Luego abrí la puerta y salí por el túnel.

―No puedes dejarme aquí, por favor, los elegidos me necesitarán pronto,  están en grave peligro, no me dejes aquí, ¡NO ME DEJES AQUÍ! ―escuché que gritó desde su habitación llorando, yo salí de la pirámide con mi Shign y esta se selló de inmediato. Me fui a caminar por Pantea, pero aún podía escucharla―. Croko por favor ten compasión, tengo mucho miedo, ayúdame, los elegidos me necesitan―se había venido hasta la puerta a través del túnel pero no podría atravesar la salida, escuché como golpeó la roca sólida y lloró desde adentro.

Sentí lástima de ella, no podía dejarla salir, pero ella solo era otra víctima del rey padre de Emba, no en que estoy pensando, los dioses la quieren allí, y si solo entro para hablar, no me escucharía, está muy alterada.

Le di vueltas por varias horas a Pantea hasta que Gemma por fin se calló, seguro se quedó dormida, era hora de irme.

Trepé por las ramas enraizadas al precipicio por el que llegamos, volteé para ver una vez más la pirámide, toqué mi lengua reconstruida, exhalé y encendí mi Shign, abriendo la entrada de la pirámide; luego partí hacia mi aldea.


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Bueno lo prometido es deuda, aquí está el capítulo 2!! Les presento la hermosa tierra de Pantea, espero que les haya gustado,  gracias a todos por seguir mi historia!! Agradezco mucho sus votos. Saludos!!

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