Susurros ©

NallelytQuinteros

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Cassidy nota las sombrías presencias en la oscuridad; oye voces ocultas en la negrura, y una parte de ella lu... Еще

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Treinta y nueve

Veintiocho

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NallelytQuinteros

Miro la caja con el ceño fruncido un buen rato.

Paseo mis ojos alrededor de la habitación, como esperando a que alguien salga y me explique qué hace eso ahí. Me quito los zapatos y me pongo de pie en la cama, estirando la mano para empujar la cajita entre las telas.

Después de verla saltar varias veces, logra encontrar una rendija y caer. Justo en mi cara. Me quejo y me hundo en la cama, tomando la caja entre mis manos y, efectivamente, contiene un disco. 

Mis cejas se unen mientras la giro y la examino, abriéndola cuando no encuentro ninguna descripción. Me sorprende la frase escrita en el disco: "Preescolar Verónica".

Espero que Larissa tenga una portátil aquí. 

Salgo de la habitación, llevando la caja conmigo y tomo el pasillo, dirigiéndome a la cocina, el hambre se ha vuelto insoportable. Hurgo en la nevera y la alacena, pero están casi vacías; consigo sólo algo de pan duro, atún enlatado, helado y agua embotellada.

Pongo la cajita en la encimera, leyendo mi nombre una y otra vez mientras mastico. Cuando logro calmar a mi estómago, me paso a la sala buscando su ordenador sin encontrarlo. Pateo la puerta cerrada con llave de camino a la habitación de Larissa.

—¿Dónde estás?

Me quedo de pie en medio del cuarto de mi tía, golpeando repetidamente contra mi mano el disco. Busco en las mesillas de noche, en el tocador y el armario, pero no hay nada.

Me tallo la cara frustrada y me giro, acercándome al espejo de la habitación. Me paro frente a él y me miro a los ojos. Estoy muriendo de sueño y cansancio, las ojeras son visibles de nuevo y en el fondo de mi cabeza empieza a punzar un agudo dolor. 

Tomo varias respiraciones y trago saliva, sin dejar de mirar a esos pozos oscuros.

—Ayúdame —murmuro a mi reflejo—. ¿Dónde puede estar? —Me mantengo inmóvil esperando cualquier reacción, cualquier señal.

Exhalo suavemente y el vaho baila a mi alrededor. Es cuando noto que los ojos de mi reflejo ruedan lenta y casi imperceptiblemente a mi izquierda, apartándose de mí, mirando algo a mi espalda. 

Mi piel se eriza y mis manos comienzan a temblar, las aprieto en puños para detenerlas. Veo a mi reflejo observar la cama y bajar la mirada. Asiento aunque no me mira y giro sobre mis pies.

Me acerco a la cama y me apoyo en mis rodillas con una mueca para buscar debajo, pero no veo nada. Suspiro e intento levantarme pero un estremecimiento me detiene. Vuelvo a levantar el dobladillo de las mantas y meto mi cabeza cuanto puedo, cerrando los ojos para adaptarlos a la oscuridad.

Los abro con el corazón acelerado y suelto un grito ante la brillante mirada sombría que está frente a mí. Trago saliva y desaparece. Me sacudo para entrar y me golpeo en la cabeza. Con un bufido aparto el cabello que me estorba en la cara antes de meter mis hombros también bajo la cama.

¿Realmente le pedí ayuda a mi reflejo? ¿En verdad me respondió y lo vi bajo la cama? Dios, estoy completamente loca.

Ya que en el suelo no hay nada, miro hacia arriba soltando un sonido de aprobación. Una especie de red sujeta el ordenador portátil en la parte inferior del colchón y me estiro, sacudiendo los pies, para alcanzarla.

Me arrastro fuera con ella, sintiendo arder las heridas en mis piernas por la caída en el coche. Con un vistazo noto que el raspón más grande en mi rodilla sangra otra vez. 

Tomo la portátil y el disco y me siento en la orilla de la cama, encendiéndola. Hay una imagen de Larissa riendo cuando se ilumina la pantalla, me hace sonreír pero la sonrisa desaparece cuando noto que pide contraseña.

Tanto esfuerzo para esto. Ingreso el nombre de Larissa y me salta error de contraseña. Entrecierro los ojos y observo a mi alrededor, algo que me pueda dar una clave. Opto por su apellido pero tampoco es.

Mis ojos caen el papel amarillo y las letras rojas con mi nombre. ¿Será posible? Escribo mi nombre como viene anotado y la pantalla de bloqueo cambia por el fondo de escritorio.

Me estremezco de la anticipación y abro el compartimiento para introducir el disco. Me detengo cuando noto que el escritorio está limpio de íconos con excepción de uno. Una carpeta con el nombre "ella".

Frunzo el ceño y cliqueo sobre esa carpeta para abrirla; hay sólo un vídeo. Lo pongo a reproducir de inmediato al ver que es del miércoles en la noche, pues vagamente recuerdo haber hablado con ella ese día.

—Hola, Cassidy —El rostro de Larissa aparece en la pantalla, con una tensa sonrisa—. Vaya, no estoy segura de cómo empezar —suspira y entrelaza sus manos—. Sé que tienes muchas preguntas, cariño, pero no tengo las respuestas a todas. Lo primero que quiero que sepas es que no vine de la nada a buscarte, lamento si te mentí al fingir que sí, pero he estado presente en tu vida silenciosamente desde hace años —Parpadeo confundida y me acomodo en la cama, preparándome para lo que venga.

»Trabajo como hipnoterapeuta desde hace más de veinte años. Hemos tenido increíbles avances en el área psicoterapéutica; ayudo a pacientes que por eventos traumáticos han tenido algún bloqueo de sus memorias o imposibilitan ciertas habilidades, desde testigos de homicidios hasta soldados con estrés postraumático. He colaborado incluso en casos policiales, pero no es eso lo que quiero contarte —Exhala y mira la cámara. Engancho mis ojos a los de ella en la pantalla mientras habla. 

—Mi detonante, fue hace veinte años. Una mujer comenzó a tener estos sueños en los que su bebé era malvado. Las pesadillas comenzaron a tomar intensidad, volviéndose alucinaciones mientras la pequeña crecía. Su marido no la comprendía, temía por y de ella, así que pidió ayuda.

»Ella pasó por algo horrible un par de años antes. Una noche, después de que su esposo se fuera a trabajar, unos hombres entraron a su casa; ladrones. Ella se escondió y, aunque logró llamar a la policía, ésta no llegó a tiempo. Los hombres entraron a su habitación a buscar qué robar y la descubrieron. Cuando la policía llegó era demasiado tarde; los atraparon sí, pero el daño ya estaba hecho —Larissa baja la mirada y trago el nudo que se forma en mi garganta—. Abusaron de ella, todos ellos.

—Dios —susurro, llevándome la mano a la boca con los ojos humedecidos. Larissa vuelve a ver a la cámara con lágrimas escurriendo por sus mejillas. Se limpia con velocidad.

—Pero ella no lo recordaba, sólo sentía una ira constante e irracional. Su esposo se volvió loco cuando le llamaron pero no quiso presionarla para que recordara, intentó hacer lo que creyó era mejor para su estabilidad emocional y fingir que no había pasado. Pero unos meses después, todo cambió. Ella...—Larissa mira hacia el teclado y frunce el ceño, mira a la cámara formulando un "tú" sin hacer sonido. Teclea algo de vuelta y espera, mirando la pantalla.

Pasa el tiempo y quiero adelantar el vídeo pero prefiero esperar. Su teléfono vibra, lo escucho y abre tanto los ojos, asustada, que mi corazón martillea fuertemente contra mi pecho. 

Pulsa el teclado de la portátil y pienso que la grabación se va a cortar, pero creo que no lo hizo bien. Se aparta y camina de un lado a otro en la habitación, cargando ropa y dejándola sobre la cama. Arroja una maleta también.

—No —murmuro sujetando la pantalla—, no puedes irte ahora, no. —La veo llenar la maleta en pausas mientras teclea y hace una llamada, pero creo no le responden.

—Fletcher, es Larissa, tengo nueva evidencia. Cuando escuches esto llámame, es urgente —Hace una pausa y se pasa la mano por el cabello—. Lily podría estar en peligro, llama pronto, por favor, estoy saliendo de la ciudad y necesito tu apoyo aquí —Cuelga y sigue empacando, yendo y viniendo hasta que toma de nuevo su móvil.

Mi estómago se encoge ante la mención de Lily y miro desesperada hacia todos lados, subo el volumen mientras ella llama con insistencia, susurrando que por favor le respondan. Pasan más de veinte minutos, hasta que lo hacen.

—Cassidy, lamento si te desperté pero necesito hablar contigo —Está hablando conmigo. Lo sabía, fue esa noche que llamó nerviosa y me pidió vernos. 

Escucho nuestra conversación y me sobresalto al oír unos golpes en la puerta. Le pongo pausa al vídeo y agudizo mis oídos, pero los golpes no se repiten. Idiota, es la grabación. Pulso reproducir y la voz de Larissa se alza. 

—¿Quién es? —No hay respuesta—. Cassidy, te veo mañana —Cuelga y veo sus manos temblar.

Cierra la maleta, la baja y corre a su mesilla de noche, saca una caja y la aprieta contra su pecho, mirando hacia todos lados. Los golpes en la puerta vuelven. Contengo la respiración. Lanza el disco sobre las telas que adornan su cama y corre hacia el tocador.

Mira el ordenador y frunce el ceño, abriendo los ojos al darse cuenta de que sigue grabando.

—Mierda —masculla con los ojos llorosos—. Quisiera haberte ayudado, cariño. Cuida de tu hermana, por favor, como has hecho todo este tiempo. Sé que no hay nadie a quién ames más —Una lágrima rueda por su mejilla—. Recuerda eso —pide.

Y la grabación se corta.

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