El destino del fantasma

بواسطة Camila_aurora

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- - - Hermosa portada creada por @Ang3Blue Historia destacada por el perfil de @FantasiaES en el mes de Mayo... المزيد

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EL DESTINO DEL FANTASMA
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
PERSONAJES/1
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
PERSONAJES/2
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
TERCERA PARTE
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32

CAPÍTULO 33

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بواسطة Camila_aurora

El día en el instituto pasó más lento de lo que esperaba. Y es que a cada rato revisaba su celular para ver la hora. Además le había escrito a Ross para contarle que no le había ido muy bien, pero el fantasma no respondía sus mensajes. Eso la tenía ansiosa.

Vio a Sabrina en el recreo. Pero tan pronto como la visualizó se escabulló por los pasillos y se fue a encerrar a la biblioteca. Allí al menos no habían demasiados estudiantes y se evitaba por lo mismo cualquier intento de socialización. Le daba vergüenza no aceptarle aún la solicitud de amistad. Y es que no sabía si el demonio había hecho posesión de su cuerpo una vez más, o era la Sabrina real. Se ahorraba inconvenientes simplemente ignorándola. Ya se sentía lo suficiente rara como para soportar más conversaciones incómodas. Elena había completado su dosis diaria con creces. Es más, aún seguía alterada.

Cuando tuvo la última clase fue de las primeras en salir cuando sonó el timbre. Quería llegar a su casa cuanto antes, el fantasma no se había pronunciado en todas esas horas, y eso era extraño teniendo en cuenta que esa misma mañana se había ofrecido a acompañarla a hablar con su tía, pero ella fue la que no quiso.

Salió del instituto a paso raudo y seguro. Un punto a favor de Soulville era que vivía cerca de donde estudiaba, y podía ir y venir con total facilidad sin necesidad de tomar locomoción. Aunque, sin embargo, dado a su historial de padres sobre protectores, no le había tocado vivir la experiencia de ir y venir completamente sola al instituto. Robert se ofrecía a llevarla casi todas las mañanas porque le quedaba de paso, y hacía frío.

Caminó a prisa y en tan solo quince minutos se halló abriendo la puerta de su casa. Lorena estaba sentada en el sofá con un gran plato de ensalada entre sus piernas. Eso le dio risa. Pues, desde que se había enterado que estaba embarazada, se había propuesto comer más saludable aunque a la hora del té no faltaran las galletas.

—Hola mamá —saludó Leah, descolgando de sus hombros la mochila y posterior a eso se sacó el abrigo.

—Hola hija, ¿qué tal estuvo tu día?

—Bien, sin novedad —barrió con la vista el lugar y le llamó la atención que Ross no estuviera, él siempre rondaba a los habitantes de la casa en busca de compañía, porque odiaba sentirse solo, aunque no lo admitiera libremente—. Tengo mucha tarea, así que la haré enseguida y me encerraré en la habitación.

—Pero antes come algo. Hice pizza vegetariana, quedó buenísima.

Ante el rugir de su estómago no opuso resistencia.

—Me cambio de ropa y bajo a comer.

A Lorena no se le hizo rara esa decisión, así que se dirigió con calma a la cocina y sacó del horno la pizza que aún seguía tibia. La elección de esa cena había sido propuesta por Robert. Puesto que en la oficina acordaron almorzar consomé y eso no lo había saciado en lo más mínimo.

Cuando Leah llegó al segundo piso notó enseguida el cambio de temperatura. Y cuando abrió la puerta de su habitación, corroboró de buena gana que el culpable de dicha falta de calor se encontraba jugando con el celular, sentado en el suelo con la espalda apoyada en su cama.

—Hey, Leah. ¿Cómo te fue? —Dejó de jugar y le puso completa atención, la estaba esperando.

La joven médium cerró la puerta tras de sí y caminó con dramatismo hasta su cama, para botarse sin decoro sobre el colchón.

—Me fue horrible —se sinceró—. No quiso contarme nada. Cuando le pregunté por ti se puso nerviosa y después de eso solo intentó que cambiara de tema, o de lo contrario me fuera... Corrijo, me echó.

Ross se carcajeó, resignado. Él ya sabía que la idea de Leah no funcionaría. Por eso se había ofrecido a acompañarla. Si él hubiese ido las cosas hubiesen sido diferentes. Bastaba con alguna demostración de su talento para sostener cosas recién descubierto, o en su defecto, utilizar a Leah para preguntar cosas más específicas.

—Tendrás que seguirla a su casa y buscar ahí respuestas. No me quiso decir dónde viven tus padres.

—Es información privada, entiendo que no haya querido decirte.

—Sí, lo sé. Pero literalmente le dije que te tenía viviendo conmigo, y no me creyó. Eres su sobrino muerto. Eso es suficiente para que me hubiese ayudado.

—El normal de las personas no entiende —respondió Ross, resignado.

—Tendrás que seguirla.

—Sí.

Como lo prometió, Leah zanjó la conversación con Ross y le pidió privacidad para cambiarse. Una vez lista bajó al primer piso y se sentó de buena gana junto a su mamá. La pizza olía espectacular, y el sabor no se quedaba para nada atrás.

—¿A qué hora llega papá? —se atrevió a preguntar ante el silencio de Lorena. Estaba leyendo algo en su celular.

—Tarde, pero no me ha especificado qué tanto.

—Ayer yo estaba dormida cuando llegó.

—También yo... —susurró Lorena, sin levantar la vista de su celular.

Leah comió la pizza sin saborearse demasiado. Quería salir a dar una vuelta con Ross para planificar su próximo movimiento antes de que oscureciera demasiado. El invierno no le daba tantas horas de luz como le gustaría.

Cuando subió nuevamente a su habitación se encontró con que el fantasma estaba mirando por el balcón. Se le hizo un nudo en el corazón cuando se dio cuenta de que estaba llorando. Lo notó en su postura y en la forma en la que su espalda se encorvaba en pequeños espasmos. No quiso acercarse por miedo y vergüenza. Ella no era buena para consolar a los demás, y mucho menos a un fantasma, por mucho que le simpatizara.

Entonces le hizo sentido que el fantasma no quisiera responder sus mensajes antes..., estaba triste. Por eso había estado tan distante cuando conversaron a su regreso.

Decidió dar marcha atrás y abrir y cerrar la puerta otra vez, para que esta vez Ross la escuchara llegar. Lo mejor para ambos sería hacer como que no estaba ocurriendo nada. Así se evitarían malos ratos y una charla que ella estaba bastante segura no quería afrontar.

—Ya volví —anunció en tono alegre, y,  para darle tiempo de ocultar su rostro triste y recomponerse, se acercó al extremo opuesto a donde estaba él, fingiendo ordenar algo.

De soslayo notó que Ross se limpiaba la cara con la manga de su sudadera. Y cuando sentenció que el tiempo había sido suficiente, se giró hacia él y lo confrontó.

—¿Vamos?

No mencionó que el chico se veía más transparente de lo normal. Y no supo si era porque su estado de ánimo había decaído o porque estaba a contraluz, demasiado cerca de la entrada. Evitó también mirarle el rostro, estaba segura de que en él seguía el vestigio del llanto. Lo que menos quería era incomodarlo, así que tras un asentimiento de Ross ella volvió a salir de la pieza seguida muy de cerca por el ente.

—¿A dónde vamos? —preguntó.

—A caminar. Vamos al parque.

Le avisó a Lorena que debía salir a comprar, y esta accedió sin hacer preguntas. Su mamá también estaba actuando raro. No dejaba de leer algo en su celular, concentrada. Aprovechó su despiste y salió de la casa ahorrándose todas las preguntas que estaba esperando sin ansias contestar. Como el hecho de que antes le había dicho que tenía mucha tarea..., en donde ella tenía pensado decir que iría a la biblioteca por libros.

En el camino no dijeron palabra, a pesar de que su compañía no era incómoda. Ross iba a su lado con la mirada perdida en el suelo, retraído en sus pensamientos. Ella iba alerta, revisando constantemente a su alrededor, solo por si acaso. Su mamá era la culpable de eso. Ella le había enseñado a desconfiar del mundo..., y funcionó tan poco que ahora iba acompañada por un fantasma que la había seguido días atrás desde el supermercado.

—¿Por qué vamos al parque? —preguntó Ross de pronto.

Leah se giró en su dirección y le dedicó una pequeña sonrisa de labios.

—Eres mi único amigo aquí.

Ross levantó la cabeza y estudió el rostro de la médium con un atisbo de esperanza y melancolía.

—No, Leah. No solos amigos. Solo me estás ayudando.

Leah blanqueó los ojos.

—Ajá, sí, Ross. Gracias por matar este momento.

Por primera vez en ese día, Leah notó una auténtica sonrisa en el rostro del fantasma.

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