-Le presento a mi amigo Dean -digo, con una falsa sonrisa en mi cara.
Después de que me saludara, la abuela de Travis se acercó a mi y me habló varios minutos sobre su nieto; entinces reparó en que yo no estaba sola, y preguntó por mi "apuesto acompañante". Yo sigo buscando una forma de desaparecer de aquí, sobre todo porque la anciana sigue pensando que su nieto y yo estamos juntos.
-Pasad, pasad. Os daré la mejor mesa -dice amablemente, y nos conduce hacia una mesa en una esquina, justo al aldo de un ventanal.
La decoración ha cambiado desde la última vez que estuve aquí; los adornos de navidad han sido remplazados por distintos tipos de flores, que hacen del lugar un sitio encantador.
-¿Te gusta la nueva decoración, Madison? -me pregunta la señora Jefferson - Está simulando la primavera, ¡no puedo esperar a que llegue!
-Es genial -contesto, con sinceridad.
Un pitido interrumpe el siguiente comentario que esta iba a decir. Mira su reloj y se limpia las manos en el delantal que tiene colgado de la cintura.
-Bueno, cielo, os dejo. Voy a ir un rato al hospital. Pero descuida, os dejo en manos de mi mejor camarera. Se llama Jane, era la mejor amiga de mi nieto cuando eran pequeños. Confío en que no os va a decepcionar -dice guiñandome un ojo.
Segundos después, una chica alta, de pelo castaño y ojos verdes, y con un cuerpo digno de cualquier chica de revista se acerca a nuestra mesa, con una agradable sonrisa de dientes blancos y perfectos. Nos toma nota, y, cuando se va, hasta a Dean le cuesta despegar la vista de ella.
Frunzo el ceño, ligeramente molesta. Prefería a la señora Jefferson.
Esperamos la comida en silencio, yo demasiado ocupada pensando en esa chica y en la poca gracia que me hace tenerla como camarera, y Dean metido en lo que sea que él esté pensando. Cuando Jane vuelve, gruño un poco por lo bajo.
Deja la comida y le guiña un ojo a Dean. ¡Como si yo no estuviera delante! El muy idiota le contesta con una sonrisa. Le fulmino con la mirada, pero al parecer él solo tiene ojos para la guapa camarera.
-Gracias -suelto bruscamente.
Me ignora olímpicamente y se sigue comiendo a Dean con la mirada. Ojalá tuviera aquí uno de mis bolis, se iba a enterar esa de lo que es bueno... Cuando por fin se va, intento hacerle algún mal con mi mente, pero nada, mis poderes no quieren desarrollarse.
-Si quieres me voy y os dejo solos -le digo/gruño a Dean, que de una vez me mira y me hace cado.
Él levanta una de sus cejas y esboza una sonrisa de lado.
-¿Estás celosa, Madison Williams?
-¿Celosa? ¿Yo? ¡Já, más quisieras!
El chico se ríe con su risa melodiosa, mientras yo me dedico a fruncir el ceño.
¿Yo, celosa? ¿De esa chica perfecta que parece sacada de una revista al lado de la cual no soy nada? No, definitivamente, no.
Le doy un sorbo a mi batido de chocolate, mientras que Dean le hinca el diente a su hamburguesa. Porque sí, el niño tiene un estómago demasiado grande.
-Bueno, ¿de qué querías hablar, exactamente? -le pregunto, volviendo al tema por el cual estamos compartiendo una comida.
Se toma su tiempo antes de contestar. Deja la hamburguesa de nuevo en el plato y se limpia las manos. Después, pasa una mano por su nuca, como hace siempre que está nervioso. Por último, fija su mirada en mi.
-Lo primero, quería pedirte perdón por mi comportamiento del otro día. Yo... estuve mal. No debería haber dicho lo que dije. Lo siento.
-Está bien -digo, enfocando mi morada en la pajita.
Todavía no soy capaz de mirar tan fijamente esos ojos.
Alarga la mano a través de la mesa y me toma la barbilla, obligandome a establecer contacto visual.
-Hay una razón por la que vine aquí -dice- Quería encontrarte. Se lo que puede parecer, se que piensas que soy un idiota, pero vine aquí por ti. Se que es egoísta por mi oarte, dada la situación, pero... Te quiero Maddy.
Literalmente, me quedo helada. No se que debería decir, solo se que el latido de mi corazón se escucha demasiado rápido y fuerte.
Al parecer, Dean no necesita que le diga nada. Se empieza a acercar lentamente a mí, hasta que su característico olor a menta inunda mis fosas nasales. Instintivamente, cierro mis ojos.
Estamos tan cerca que nuestras respiraciones se mezclan. Unos milímetros más...
-¿Quieren algo más o les traigo ya la cuenta?
Me separo de golpe del chico, y fulmino a la camarera con mi mirada.
<<Quiero que te mudes a Rusia y te congeles el trasero. O mejor, a la Antártida. A lo mejor encuentras tu familia con las morsas babosas....>>
Vale, Madison, inspira, expira; no mates. Inspira, expira.
La chica se planta tan a gusto con una enorme sonrisa, centrando su mirada solo en el chico que me acompaña, que en vez de soltarle alguna grosería le sonríe dulcemente y le pide la cuenta.
Me cruzo de brazos y bufo, para después levantarme.
-Que sepas que vas a pagar tú -aviso, irritada- Y cuando quieras hablar sin mirarle el culo a otra, me avisas.
Me giro y salgo cabreada del establecimiento. La risa de Dean me acompaña desde detrás, lo que hace que me irrite más.
Antes de que me de tiempo a salir de la calle, me agarra del brazo de forma que me hace girar hasta quedar frente a él.
-¿Qué haces aquí que no estás con tu amiguita la modelo? -pregunto en un tono burlón, que suena demasiado borde.
-Luego me dirás que no estás celosa -dice levantando una ceja y sonriendo.
-Porque no lo estoy -digo poniendo los ojos en blanco.
-¿En serio crees que me fijaría en otra chica que no fueras tú? -pregunta, aún con esa ceja levantada.
-No lo creo, ¡lo he visto! ¿Sabes? Esres un...
Dean utiliza un buen método para callarme: me besa.
Cuando sus labios se mueven al compás de los míos, algo se remueve en mi interior. Una explosión de sentimientos olvidados renace en mí, aunque hay algo diferente, algo que no me apetece averiguar ahora.
Me entrego al beso, olvidando todo por un momento.
Nos separamos por falta de aire. Dean tiene los labios hinchados y el pelo ligeramente despeinado, y dupongo que mi aspecto es parecido.
-Esto no quita que sigas siendo un idiota -susurro, demasiado cerca de él todavía.
Su melodiosa risa vuelve a llenar mis tímpanos, y, en vez de contestar, vuelve a besarme.
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Llamo a la puerta cuidadosamente y abro cuando se escucha un "adelante".
-Hola -digo con una pequeña sonrisa.
Travis sonríe al verme, y me hace un gesto para que me acerque, así que eso hago. Me siento en su cama como un indio, rezando por que no entre ninguna enfermera.
-Ya pensaba que no ibas a venir -dice mi amigo.
-Voy a venir todos y cada uno de los días que estés aquí metido -digo, levantando la mano, como si estuviera jurando.
-Y, ¿has pensado eso de ducharte entre medias y esas cosas? -dice arrugando la nariz.
Pongo los ojos en blanco y le doy un suave golpe en el brazo.
-Idiota. ¿Qué tal ha ido el día?
-Aburrido. Estar aquí metido es como una tortura, estoy deseando que me den el alta.
-¿No te han dicho más o menos cuando podrás irte?
-Nop -dice echando la cabeza hacia atrás, de modo que mira al techo - ¿Y que tal tu día?
-Digamos que... Interesante -comento.
Pone cara de asco, frunciendo la nariz, lo que me hace reir.
-No se si quiero saberlo.
-Serás pavo -digo poniendo los ojos en blanco.
Me levanto de la cama y voy a prepararme para dormir, colocando las almohadas en el incómodo sofá del que tan amiga me he hecho. Me estoy sentando, con la cabeza en un ángulo en el que veo perfectamente a mi amigo, cuando Travis vuelve a abrir la boca.
-Me ha dicho mi abuela que te ha dejado con Jane.
Mi cara debe de ser un auténtico poema en este momento.
-Ah, si -digo seca.
-¿A que es simpática? -pregunta, una sonrisa empezandose a formar en su cara, algo que me molesta.
-Supongo.
-Es la mejor chica que he conocido. Solía ser mi mejor amiga. La verdad, quizás debería llamarla un día de estos...
Me hierve la sangre de ira y enfado. ¿Cómo le puede caer bien esa chica? ¡Era una regalada! Yo soy mucho mejor amiga para Travis que ella, estoy segura.
-Si quieres le digo que venga y que se quede ella contigo -digo borde, y no hago nada para intentar ocultar mi mal humor.
El chico suelta una carcajada, que me enfada más. Le miro con el ceño fruncido, esperando a que se calme y deje de reír para darme alguna explicación.
-¿Celosa, Williams? -dice con una ceja levantada.
Se gana un almohadazo en la cara, por gracioso.
-¿Celosa? ¿Yo? ¡Ella es la que debería estarlo!