Dejame solo, Soledad.

By ovejeromiguel

252K 8.2K 1.2K

Me hizo sufrir, me hizo llorar, me hizo pensar, y hasta casi me enamoro... Me hizo pensar en quien fui, en co... More

Capítulo I: El Inicio
Capítulo II: El Contacto
Capítulo III: La Confrontación
Capítulo IV: La Aparición
Capítulo V: El Reconocimiento
Capítulo VI: El Despertar
Capítulo VII: El Convivir
Capítulo VIII: El auto-aislamiento
Capítulo IX: La Previa
Capítulo X: La Noche
Capítulo XI: El adelanto
Capítulo XII: La Teoría
Capítulo XIII: La Reconstrucción.
Capítulo XIV: La oportunidad
Capítulo XV: La Empatía
Capítulo XVI: El Intento
Capítulo XVII: La Introspección
Capítulo XVIII: El Reencuentro
Capítulo XIX: La Soledad
Capítulo XXI: El Final y la despedida (I)
El Final y la Despedida (II)
Capítulo XXII: La Confesión

Capítulo XX: El Sentido

2.2K 130 5
By ovejeromiguel

Y ahí estaba ella, la tenía en frente. Julieta se encontraba justo delante de mí, pero no me estaba mirando. Era como si fuese solo un tonto fantasma que estorba con su hectoplasma a alguien que no puede verlo. Como había comprendido mi situación rápidamente, iba caminando justo detrás de ella,-como si eso no fuera menos terrorífico- y esperaba algún tipo de milagro para que pudiera verme. Cuando cruzó al otro lado de la calle me llamaron la atención dos cosas: Que al cruzar por el paso cebra, los autos que venían frenaron apenas puso un pie allí, cortesía vial aquí desconocida tanto por peatón como conductor, y que la calle no tenía baches o falla alguna, aunque rápidamente descubrí que sería imposible hallarle falla ya que se trataba de un adoquinado. La curiosidad me estaba ganando y empecé a observar con más detalle el entorno para descubrir que... esto no era Paraguay.

Sólo necesité unas cuadras más de vigilia para otear a lo lejos la Torre Eiffel... Estaba en París por si alguno de ustedes no lo ha notado. No me miren, yo también estaba sorprendido.

Lo que más me sorprendía era la cantidad de estereotipos que encontré en ese paso: Cafés, pudulfs, baguettes y boinas parecían yuxtaponerse en una sucesión ininterrumpida. Como si Francia no tuviera otras cosas. También encontré una galería donde se veía a la Mona Lisa, que debajo aclaraba que fue traída por Napoleón de Italia, eran las dos cosas no francesas que encontré en ese tramo: El cuadro, y la persona que lo trajo.

Se detuvo al fin en un pequeño restaurante -de los miles que había- con unas mesas en la vereda y el aire lleno del más fino perfume. Ella, para no rehuir al cliché, se sentó en una de estas mesas negras que están a la intemperie, pidió un café negro, y se dispuso a esperar. No sacó el teléfono, ni habló con alguien más o se entretuvo con uno de los cubiertos puestos ya en su mesa, simplemente se puso a esperar. Definitivamente estaba distraído aquel día, porque no me había fijado en ella. Cuando echó una mirada tras su hombro, como si quisiera que alguien viniese por aquel lado, note algo más tenebroso que... bueno, yo siendo un fantasma en París. Estaba mucho mayor.

Como podía acercarme sin que sospeche, la observé detenidamente; ahora podían verse unas arrugas ya un poco marcadas al costado de los ojos. Vestía de versage, era un atuendo del que me hablaba siempre, una pollera y saco color beige de una notoria sincronía, como uniforme de azafata o de secretaria ejecutiva que siempre supuso que le quedaría perfecto, y no se equivocaba, así era. Dijo que sería la primera ropa "de marca" que compraría con su primer sueldo. Como si toda la vida me destaqué en matemáticas, calculé que ha pasado más de diez años, como mínimo. Se había cortado el cabello, pero no era un cambio muy radical, solo unos dedos y aun se peinaba igual. Aquí confirmaba que lo que sentía no era cuestión de belleza o de simple atracción, en ese mismo momento, quería ser yo la persona que esté esperando y que al llegar, desprenda una enorme sonrisa. No era cuestión de momento, era notorio que aunque los años pasaran, querría estar junto a ella.

-Es hermosa, ¿verdad?-dijo Soledad, tomando mi espectral hombro.

-Definitivamente. -respondí sin desprender mi mirada de la señorita que no se hallaba a más de dos metros de mí.

-Tenés razón, solo qué es una lástima que de aquella vez no le volviste a hablar...

-¿Qué?

Y se respondió sola mi pregunta. Justo dobló la esquina un formidable sujeto. También de traje, varonilmente afeitado y con un peinado que probablemente en este lado del mundo esté de moda todavía pero que se parece mucho al de lanzar el cabello para atrás como una cresta y raparse a los lados que usa hoy día. Rubio y de ojos celestes. Diría que es feo pero es de simple envidia.

-¿Cómo que nunca le hable? -Pregunté violentamente a Soledad.

-Cuando debiste hacerlo, no tuviste el valor. Pasó el tiempo, se recibió. Consiguió una maestría en Francia... y bueno, lo conoció. El resto es historia. Todavía me pregunto por qué lo hiciste...

-Yo sí lo sé... ¡Por vos! -señalándola dramáticamente con el índice- ¡Por tu culpa!

-¿Por qué?

-¡Porque aquella noche decidí quedarme contigo! ¡Para qué no te sientas sola!

-Mate... ¿sos imbécil o te hacés? ¿Cómo pudiste decidir eso?

-Porque te vi tan triste aquella noche que... sentí qué tenía que ayudarte.

-¡No hacía falta! ¡Sabés bien qué no hacía falta! Ay Dios... Por favor no veas esto...

Obviamente volteo al lugar que Soledad pidió que no voltee. Creo que no debí hacerlo. El galán estaba con una rodilla en el piso y quitando una pequeña cajita gamuzada color negro, que al apenas abrirse dejaba relucir un lujoso diamante. Julieta no dudó en darle un beso al sujeto y dejar que aquel hombre colocara el anillo en el dedo clásico de los anillos, muy a pesar de mí.

-No entiendo... entonces..

-Sí. -respondió sin agregar nada más.

No soporté. Dí la espalda al asunto y caminé en sentido contrario, intentando alejarme; aunque ella, paradojicamente, ya estaba demasiado lejos.

Seguí mi camino, sin un rumbo certero -ya que estaba en una ciudad que solo conocía en las películas- y como por arte de magia, terminé frente al río Sena. ¿A quién no le gusta París? Lastimosamente ese día la aborrecía. No es fácil querer la ciudad donde pidieron matrimonio al amor de tu vida. Ignoraba totalmente los bulevares y los faroles que ya estaban encendidos a esa hora. Todo lo detestaba, aunque al ir junto a ese encantador río y pensar un breve lapso en que estaba en la ciudad luz, pues, mitigué un poco aquel odio. Vi un pequeño puente de piedra -que al acercarme confirmo aquello, se llama Petit Pont- y al no ver a nadie ni remotamente cerca, supuse que al menos el borde de ese puente sería un buen lugar para pasar un rato. Serviría para digerir el duro golpe.

Me senté justo en el medio de aquel estrecho puente, en el borde que va en contramano con la corriente del río. Soledad no tardó en estar a mi lado.

-¿Cómo te sentís? -fue su pregunta.

-¿En serio pio?

-Me gustaría que me dijeras qué tal estás. Eso es todo.

-Mirá, siento como si le bajé caracoles, y encima chocolatada.

-Oh, un chiste parisino. Te adaptás rápido.

-Dejame solo, ¿Si?

-Señor olmo, ¿me da peras por favor?

-¿Qué?

-Estas pidiéndome algo imposible mi amigo -dice mientras me rodea con el brazo-. Es una pena.

-Pues sí... Pero en serio, no puedo creerlo. Creí que estaba decidido y al final...

En ningún momento desprendí mi mirada del agua, estaba cabizbajo y si me agachaba solo un poco más, probablemente caía.

-Al final nada, ¿verdad? Debe de doler...

-¿No tenés experiencia ya sobre esto? Deberías.

-Pues sí, generalmente aparezco por eso, pero siempre es un caso nuevo. Una nueva soledad...

Ella levantó la mirada y solo quedó en silencio al dejar colgando esa frase. Podía ver como en sus insondables ojos se reflejaban las estrellas de la noche que ya estaba con nosotros en el petit-pont

-¿No querés ser libre? -preguntó, mirándome.

-No entiendo.

-¿No queda claro verdad?...

Dejó su filosofía en el aire nuevamente y miraba fijo, esta vez, al llano horizonte. Al río en contracorriente y el bello paisaje alrededor. También quedé cautivado por el paisaje hasta que continuó su discurso.

-¿Imaginás como es el alma?

-No. -me espanté al escuchar semejante pregunta, pero contesté rápidamente. Como queriendo desligarme de responsabilidad.

-Imaginá una simple pieza, si querés una casa. -sin desprender la mirada del horizonte- Y ahí vas poniendo todo lo que te gusta, tus sueños, tus creencias, todo lo que amas y aprecias... Todo lo que hace de vos lo que sos, sin más.

-¿Así es?

-Puede ser lo que vos querés. Demasiado metafísico es la onda y te explico así rápido... Supongamos que tenés esta casa, y está lleno de vos. De todo. Ahora, ¿Qué pasa si te obligás a quitar algo?

-¿Me obligo?

-Sí, algo qué ya no querés que esté ahí. Te obligás a quitarlo, por tu propio bien.

-Pues... Así... ¿Habrá un vacío?

-Exacto, un vacío -responde- Y queda un espacio libre... ¿Qué harías?

-Y... ¿trataría de llenarlo?

-Exacto... si te falta algo, lo intentamos llenar, es simple. Pero las cosas nos llenan bien, o nos llenan mal... Todo deja marca aunque ya no esté, aunque digamos que ya no nos afecta, aunque digamos que lo olvidamos... No es cierto. Queda aquí, en nosotros, y si encontramos algo mejor, pues, pasamos página, eso es todo. Sino, quedamos con esa nostalgia, esa duda de saber "Qué hubiera pasado si..." y todo eso, y Julieta...

-¿Julieta?

-Julieta ocupa un enorme espacio, Mate... Y en aquel momento, no quisiste quitarla. Ya no está, y aun no le quitaste de ahí...

-¿Y cómo sabés que no? -cruzándome de hombros y fingiendo seguridad.

-Se siente Mateo, y ya han pasado los años...

-Esperá, no ha pasado nada. Estoy igual.

-¿En serio?

Debajo de donde se sentaba sacó un pequeño espejo, lo puso frente a mí y la sorpresa fue enorme. Sí había pasado. Así como Julieta, me veía como de unos diez años más, con la diferencia que estaba visiblemente demacrado. Un rostro adusto, hosco y nada amigable, digno de un hombre amargado.

-No puede ser...

-Así es, Mate. Pasa rápido, y ahora mi pregunta es... ¿Querés olvidarla?

Con el espejo enfrente, podía verme; y así, es imposible mentirse. Quería decir sí, pasar de página, olvidar todo... pero no podía. Era inútil decir una mentira que ni con el más retorcido de los cambios será verdad. Había vuelto la tristeza.

-Sabés, ¿Te acordás de lo que te dije una vez? ¿Que no quería ser yo?

-Sí...

-Pues, no es tan malo ser yo después de todo... Hay algo que no puedo negar. Para existir, necesito de algo, en tu caso, de una profunda tristeza... no existo de por sí. Pero, una vez que me abrazas, y que me tenés... Soy yo, a plenitud. No tengo miedo. Soy quien soy, y eso solo puede ser dolor para vos, Mate.

-Qué pasó con que...

-Caíste... -esbozando una macabra sonrisa- Soy así, lo que ves, es lo que hay. Y veas lo que veas... no verás a nadie más. No podes con eso, ¿verdad?

-¿Pero qué lo que decís? No es cierto, no estoy solo, estará siempre...

-Siempre -me interrumpió-... asegurate de usar bien esa palabra -la mirada nuevamente en las estrellas.

-Estará siempre Julio -respondí triunfante.

-Hace cinco años que no hablan. Y se mudó a Buenos Aires.

-¿Qué? ... OK, eso... no está bien.

-¿Verdad que no?

-¿Y Dahiana?

-Oh, qué pena ella... Trabaja todo el santo día, la dejaste en bola aquel día que tenían que juntarse y desde ahí nunca más... Te odia.

-¿Pero y qué? La familia siempre está...

Soledad cambió totalmente el rostro. Puso uno de una reverenda tristeza y ahora volvía a mirar al río. Se pasaba la mano por el cabello. No era la expresión que esperaba.

-¿Qué pasó?

-Mate...

-¡Conta ya! ¿Qué pasó?

-Ese día que volvieron, decidieron ir a traer sus cosas de Encarnación. Un imprudente iba sin luces con una camioneta esa noche que estaban volviendo sobre Ruta 1... Lo siento Mate -mirandome con una mueca de tristeza-. Lo siento. Murieron.

-¡Dejate de Joder! -con una enorme seriedad- No quieroite que juegues con eso, ¡Me escuchaste!

-No es juego... es la verdad.

- ¡No, no, no! ¡Callate!

Me encogí totalmente. Mi cabeza tocaba el borde de piedra de aquel puente de mi pesar. Aquel río era solo una pequeña gota del dolor que estaba sintiendo. No entendí, y ahora si ya era demasiado tarde para cambiar. Llegué al punto que definitivamente, solo me quedaba Soledad.

-¿Sabés qué? Desde acá viene lo bueno. Cuando estás en este punto, en lo más hondo que creés qué podes llegar, llega ese momento que tanto anhelo...

-¿Cuál? -pregunté levantado pesarosamente la mirada.

-El de la libertad. Cuando no te queda nada, no podés aferrarte a algo y sentís, que no hay nada más... Ahí sos libre. No estás atado a nada. Sos del viento, sos de lo que decidas. El cielo es el límite.

-¿Pero de qué sirve el cielo si no te queda nada?

-¡Esa es la mejor parte! No le rendís cuentas a nadie. ¡Sos vos y solo vos! No importa nadie más.. ¿Por qué no lo intentás?

-¿Cómo?

-Salta.

-¿Salta?

-¿Sí! -dijo, mientras se ponía de pie y se acercaba a mí. Sólo salta. Sè libre. Ya estás libre.

-¿Pero por qué? No sé nadar. Me mato así.

-Pero a todo esto... ¿Qué es morir? ¿Qué diferencia hay entre vos ahora mismo y el que se hunde en el río? Ninguna. Llevás mucho tiempo muerto, Mateo.

-Lo siento pero. -Me puse de pie, como para dar un salto al camino, pero Soledad me detuvo estando de pie.

-Pero.. Vamos... ¿Qué te queda? Ella se casa, tus amigos viven bien... sin vos, vale aclarar. Tu familia... ya no está. Sólo te quedo yo. Yo, en cada parte que vayas, al parque, a tu casa, cualquier lugar de la ciudad donde te dejes pensar... ahí estaré, siempre. ¿Estás seguro de poder vivir con tanto de mí? ¿Tan cerca de vos? -Poniéndose junto a mí Soledad, susurrando a mi oido- Apretando, empujando, recordando... muriendo, amando lo pasado, deseando cambiar la miseria que tenés. ¿Preferís seguir muriendo, Mate? ¿Por qué no cambiar?, ahí tenes el río. Siempre cambia, siempre olvida, siempre es libre... sé como él. Sé el río. Toma su corriente y deja tanto dolor atrás. Esto que tenés ya no es vida

-Pero...

Me giré con cuidado, pero sin despegar la mirada de aquel río que estaba como a unos cuatro metros debajo de mis pies. Di una gigante exhalación. Quizá la más grande de mi vida, y pregunte a Soledad, sin mirarla.

-¿Y ya no dolerá? -con una inesperada vos trémula-

-Ya no -respondió fríamente, como en los viejos tiempos.

-¿Ya... no estarás?

-Serás libre, Mateo.

-Ya no quiero esto.

Y así dando otra enorme exhalación, extendí los brazos a los costados, di un paso al frente, a sabiendas de la falta de piso, y la gravedad prosiguió con mi trayecto. Iba de cabeza contra el río, pero ella estaba llena de ese raro deseo, de ese sentimiento inedito: Era libre, libre al fin.

-¡Ah! -grité, levantádome de mi cama de un sobresalto- Jesús, ¿Qué fue eso?

-Pesadillas. -Respondió, Soledad en la misma postura que recordaba de ella- Les pasa a los mejores.

-¿Pero qué? o sea qué...

-Sí, todo fue un sueño. uno muy feo pero sueño al final.

-Pero todo lo que...

-Nunca creas en los sueños, al menos totalmente. Es mitad verdad y mitad falso. Te muestra a medias lo que querés y lo que no. Las pesadillas peor, solo lo malo...

-¿Todavía no paso el día?

-Mate, es de madrugada todavía -sin perder su pose, es más, sin voltearse.

-Ah... o sea que...

-No pasó nada de lo que podés arrepentirte -dijo al fin viéndome, y soltando una pequeña sonrisa.

-Ok... voy a creer en vos... pero en el...

-Se lo que pasó ahí -dijo nuevamente con la voz fría. No me creas.

-¿Pero cómo? Si...

-Nunca sucederá si no querés...

Hubo un pequeño y eterno silencio. Quedamos sin decir nada, y la noche con unos sonidos casi imperceptibles a unos paso más de distancia, eran la única interferencia al enorme vacío sonoro que dejamos.

-Amo a Julieta. -respondí sin dudar- Y a Julio y a Dahiana. Y no dudo en que amo a mi familia.

-Genial. -dijo.

-Eso sí era cierto en mi sueño. Por eso me dolió tanto no tenerlos, a pesar de haberlo entendido.

-Entonces entendiste lo importante. lo cierto -respondió.

-¿Y que era falso?

-Qué yo era libre -bajando triste la cabeza. Qué pena, ¿verdad?

-Pues sí -respondí torpemente.

Sólo existo gracias a vos Mateo. No olvides eso. Ahora ya dormí.

-Pero...

-Creo qué no tenés nada más que preguntar... Tenés todo claro. ¿O no?

-Pues...

Rió un breve instante, y dijo con hasta algo de cariño:

-Descansa Mateo... Hoy ya es un nuevo día -mirando fijamente mi ventana, que revelaba algunas estrellas, a pesar de la gran cantidad de luces.

-Descansa Soledad. -respondí tímidamente. Hasta más tarde.

-Hasta más tarde.

Continue Reading

You'll Also Like

1.1M 97.8K 45
¿Y si por accidente te ganas el odio del cantante más famoso del país? *♫* Kale es el cantante juvenil más amado de la década, pero está cansado de s...
1.2K 137 58
Intento de poesía, algunas experiencias mías, unos cuantos delirios de lo que alguna vez desee, también confesiones de lo que alguna vez sentí y solo...
270K 13.2K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
104K 2.8K 36
Respuestas en los comentarios. Si respondes de 1 a 3 preguntas eres estúpido, pero sin ofender (obvio) Si respondes de 4 a 7 preguntas son normales. ...