Dejame solo, Soledad.

由 ovejeromiguel

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Me hizo sufrir, me hizo llorar, me hizo pensar, y hasta casi me enamoro... Me hizo pensar en quien fui, en co... 更多

Capítulo I: El Inicio
Capítulo II: El Contacto
Capítulo III: La Confrontación
Capítulo IV: La Aparición
Capítulo V: El Reconocimiento
Capítulo VI: El Despertar
Capítulo VII: El Convivir
Capítulo VIII: El auto-aislamiento
Capítulo IX: La Previa
Capítulo X: La Noche
Capítulo XI: El adelanto
Capítulo XII: La Teoría
Capítulo XIII: La Reconstrucción.
Capítulo XIV: La oportunidad
Capítulo XVI: El Intento
Capítulo XVII: La Introspección
Capítulo XVIII: El Reencuentro
Capítulo XIX: La Soledad
Capítulo XX: El Sentido
Capítulo XXI: El Final y la despedida (I)
El Final y la Despedida (II)
Capítulo XXII: La Confesión

Capítulo XV: La Empatía

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由 ovejeromiguel

Una vez que el enigma del paradero de mi celular se resuelva, le escribí a Julio para ir ese mismo día a su casa. Me puse lo primero que encontré, que fue una remera de color gris con varias palabras en inglés que parece fueron puestas al azar y mi jean gastado ya narrado anteriormente. Mi estimado, con tanta estima y reputación social como yo, no encontró alguna cita en la agenda que impida mi encuentro con él; lo que sí le sorprendió es que vaya. No lo culpo, hacía un buen rato que no iba a la casa de alguien que no sea... bueno, es obvio.

Mi discreto amigo, bastante delgado, con unos ojos negros con cierto brillo, pelo rizado al que nunca daba la oportunidad de crecer y una expresión facial casi siempre imperturbable, vivía a un viaje regular en colectivo, uno paciente. No te daba tiempo de acomodarte en el asiento y aguardar horas de travesía, ni era lo suficientemente corto para esperar parado junto a una de las puertas del bus. Era exactamente el punto medio.

El interno que pasa justo frente a mi casa me deja a un par de cuadras calle arriba, de ahí solo resta caminar. La casa es llamativamente reconocible por su diminuto portón de entrada, que si bien cubre de ancho todo el frente de la casa con sus barras verdes y oscuras en vertical, no llega a la altura de mi cintura.

- ¡Voy! -es la voz de Julio, informando que ya va y que deje de aplaudir fuerte como un verdadero pesado.

Mi amigo, que llevaba una remera GAP negra -sin ser malo, sera sel mercado, pero aun resulta vistosa- y un jean holgado azul que parece colgar en sus delgadas piernas ierra la puerta que se encuentra de costado en la fachada de la casa, atraviesa en línea recta su elegante caminero hecho de piedra con forma de onda con su paso cansado, sin mover los brazos al caminar y se inclina un poco para correr el cerrojo del portón que le queda aún más bajo que a mí.

-¿Ha upei? -me dice con su típica energía nula al abrir el portón.

-Ha upei. -cumpliendo el típico saludo "repite pregunta-respuesta" usado aquí- Tanto tiempo..

- Sí nos vimos hoy a la mañana... -responde con su tono casino, casi sin abrir la boca.

-Es una forma de decir nomas...

Buscando con la mirada otra cosa, afortunadamente encuentro a Soledad.

- ¿Y a él le vas a contar? -Pregunta Soledad recostada en el marco de la puerta.

- ¿Ahora estás en contra? ¿No que estaba bien contarle?

-Y bueno, jaha pué. -haciendo un gesto con la cabeza indicando la casa.

-Ok. -respondo levantando las manos levemente.

Ignoramos la "s" del caminero y seguimos nuestro camino a la puerta. Al pasar junto a Soledad ella continuaba con esa mueca enigmática que no daba el más leve indicio de alegría o tristeza, pero imitó el mismo gesto de Julio y me convenció de entrar.

Dentro ya de la casa, con un reluciente piso de granito y una sala de toda una pieza de longitud sobriamente adornada; unos apliques en las paredes que con su luz blanca da al lugar mucha más elegancia; un juego de living en forma de "u" en torno a una alfombra de pelos tupidos sobre una alfombra sobre la que se apoya una mesa de vidrio de dos niveles que cuenta con varias revistas y diarios en la parte baja y una "carpetita" de crochet, una especie de florero que curiosamente no tenía nada, en la parte de arriba; un televisor Philips de 29' con una parte trasera digna de formar parte de una computadora de la Segunda Guerra Mundial que se encuentra frente al juego de cuerina negra. Como es bastante atípico que un amigo hombre venga con intenciones serias a la casa de un amigo, sería extraño llegar y decirle "Tengo que hablar contigo". No todos poseen la fragilidas que tengo. Al menos en mi círculo, eso se vería bastante homosexual. No es como en estas historias románticas de los americanos, es bastante extraño (en todos los sentidos) hablar con otro hombre sobre la intimidad melancólica de uno. Era conveniente encontrar el momento.

-Jahugapué la play. -Le digo tomando asiento con toda libertad en uno de sus sillones negros de los costados.

- ¿Legal? Hace cuanto por ahí no jugás? -Me pregunta con su voz de tono gris.

- Y no sé... Creo que la última vez que vine acá por ahí.

- ¿Y hace cuánto no venís? -todo el interrogatorio frente a mí, a la distancia que se hallaba el sillón de la mesa.

-Y no sé... casi un año, supongo.

-Es raro que vengas. Ahora por lo visto tenes más tiempo...

Soledad, como buena camorrera, se quedó con la boca de pato y agitando como si el golpe fue demasiado fuerte. Quería ignorarlo pero...

- ¿Y después? -con los brazos abiertos al reclamo.

- Y cierto ko es, o ¿Por qué ya no venías?

Soledad ahora entendía mejor y su faz era seria. Sólo pude entenderlo ahí. No estaba siendo hiriente por serlo, solo se sentía un poco como yo.

En medio de esa leve apertura que hizo Julio pude ver justo detrás de él a una chica, un largo y lacio cabello castaño que llegaba hasta cerca de las cosillas, cubiertas estas por un profundo color negro de una remera de Iron Maiden y un ajustado y provocador jean negro de cuero que resaltaba sus voluptuosas piernas. Viendo perfectamente a una mujer imaginaria, no precisaba ver a otra, aunque Soledad me daba tranquilidad.

- ¿La ves? -pregunta Soledad suavemente en mi oído-

- Sí, por favor decime que no enloquecido más todavía. -mirándola de frente pero sin despegar la espalda del cómodo sillón.

-Claro que no, tonto. -dándome un leve akapete- Ella es Soledad.

- ¡Nderakore! ¡Qué tiene de novedoso ese nombre! -no me agradó nada saber eso.

-No vayas na a ser imbécil. -con un tono de reprimenda- Él está como vos, solo.

-Espera... me estás diciendo qué...

- ¿No me vas pio a contestar? -volvió a inquirir Julio, sin modificar su tono de cero emotividad.

- ¿Por qué no venía? pues... era un perfecto idiota. -Dejando caer mis brazos sobre los respaldos del sillón- Por eso.

Él seguía mirándome fijo; es en todo momento, un hombre sin palabras. Yo trataba de comprender el gesto rudo de la chica. Soledad tampoco le quitaba la vista de encima.

- ¿Te refieres a que está... solo? -Volviendo a la conversación interna.

-Así mismo, esa chica ahí es la prueba.

- ¿Y qué prueba? -como si de verdad no entendiera.

-Ella lo representa... así se siente.

- ¿Y le gustan ese tipo de chicas?

-Capaz no. Sólo se elige una forma cualquiera, lo que ella haga es la prueba.

Escuchaba atentamente lo que iba contando, dejaba que ella sola se describa.

-O sea... te refieres que es una... ¿reflexión?

-Más bien un reflejo... Ella es la forma en como el se ve.

- ¿Y se ve así? digo... Él es bastante delgado y ella...

- ¡No, no! ¿no entendés piko? -zarandeándome de los hombros- No él físicamente, sino de como se siente, su alma.

-¿Alma? -mirándole de pies a cabeza.

- ¡Sí! ¿Sos ateo o qué?

-No no es eso, sino que... ¿Él está así? No creí verlo así.. no sé, jamás.

-Cómo te dije, -tomándome del hombro- a todos nos pasa, y como también te dije, solo si te importa lo sabrás.

Lo veía a Julio, con su típico rostro inexpresivo, empero, aquella chica recostada en la pared, junto al umbral que llevaba aun mas dentro de la casa lo delataba. Era mi amigo y la verdad no deseará que por algo parecido atraviese alguno que yo llame amigo. En mucho tiempo, estaba pensando distinto a mí.

-Y perdón -volví a pronunciar en voz alta- Fui un perfecto idiota. Pensaba en cosas que solo me importaban a mí, y en eso no me preocupaba por otros, incluidos mis amigos.

- ¿Qué pio te pasa? -con una leve expresión de sorpresa-

El permanecía incrédulo, sin embargo, la chica metalera del fondo dejó su cómoda posición y sin despegarse de la pared, se inclinaba hacia delante con las manos contra la blanca pintura. Se veía expectante, esperando lo que iba a decir.

-Me equivoqué. -poniéndome de pie- Lo siento.

Y aunque puede ser raro, fui a darle un abrazo. Él, como era de esperarse, reaccionó bruscamente en contra de mi afecto.

- ¿Mba'épiko kape? -dice mientras alzas los brazos para evitar contacto- ¿Ahora metés en contra pio ya?

-Ni ahí, solo que... tuve mucho tiempo para pensar, eso es todo.

Su expresión era la típica suya, la de poker. La chica en el fondo, por el contrario, lucía una enorme sonrisa sin mostrar los dientes. Un movimiento de labios dejó sobre entendido que sin despegarse de aquel muro me decía "Gracias" y junto a mí, Soledad se mostraba como antes, con esa extraña forma de sonreír que no develaba si sentía felicidad o, como mi amigo Julio, ocultaba la tristeza detrás de un rostro de aparente calma.

-Y bueno. -prosegui mientras me frotaba las manos- Vamos pues a jugar. No te voy a abrir he'i.

-Hmm. -con una marcado tono de confianza- Dale, hijo.

Cuando al fin mostró convincentemente un sentimiento (al menos el de creerse mi "papá" en el juego) tomo rumbo a su pieza, donde de seguro estaba el play y al pasar por el umbral, siguiéndolo, la chica de negro iba justo detrás. Hizo un avergonzado saludo, y se marchó.

- ¿A dónde va? -le pregunte a Soledad.

-Ella creo que ya se va. -Responde, parándose justo a mi lado.

- ¿Se va?

-Sí, se dio cuenta que ya no tiene caso que se quede. Él confía en vos. Eso le basta

- ¿Confía en mí? ¿Para qué?

-Bueno, hablando se entiende la gente. -me da una pequeña palmada en la espalda y va a sentarse en el sofá del fondo- Eso te toca saberlo, Mate.

Quería hacer otra pregunta pero, ya asomaba Julio trayendo su interminable Play Station 2 justo con el cablerio que este conlleva. Efectivamente, la chica no había regresado. Tal vez se cumplió el pronóstico de la mía, tal vez se ocultó un momento -como descubrí que también me pasó eso- y volvería en otra ocasión cercana. Sea como sea, debía averiguarlo.

- ¿Nde, y que piko pasó de Laura? -mientras se hallaba arrodillado tratando de encontrar las entradas audio-video de la tele- ¿Siguen pio hablando?

-Más o menos. -respondió suave, ocultando su rostro tras la enorme retaguardia del televisor- ¿Por qué?

-Y ustedes siempre... hablaban, escribían...

- ¿Y? ¿No existe pio luego la amistad?

-Y sí pero... ¿tanta? ¿Con una mujer? eres justo lo contrario. -con una mirada bastante provocadora.

-Nde no hagas eso. -riendo un poco- No pasa nada. Bueno ahí ya está.

- ¿Seguro? ¿Nada de nada? No me podes mentir a mí, por lo menos no en esto.

- ¡Nderakore! -golpeando los puños a los costado- Bueno.

- ¿Bueno qué?

-Sabés ko, no sé por qué preguntás.

- ¿Qué lo que decís? -fingía para ver sí proseguía con la explicación-

-Sabés bien ko, no hace falta que diga... -con pequeño tono de vergüenza mientras él encendía el play y me pasaba el control.

Acercamos los sillones, y nos predispusimos a enfrascarnos en un simple juego como fútbol en el Pes, que es el único disco que le quedaba y francamente, a esta edad que teníamos, era el idóneo para seguir jugando. Eventualmente prosiguió su relato, me dio los detalles del cómo, cuándo y por qué, y obviamente profundizó el quién. Por delicadeza no lo diré, pero fue, además de una grata noticia saber que su corazón latía, que el confiara semejante confidencia en mi persona después de todo. Éramos amigos de varios años y jamás escuché algo parecido sobre él, me alegraba que Julio tuviera esa confianza. Me alegraba hablar con mi amigo después de tanto tiempo.

Jaha pué: Yaja pué: Vamos pues.
Ha upéi: Ja upéi: Y después (usado como saludo)
Akapete: akapeté: Un Golpe en la Cabeza.

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