Alterna y continua ©

By Brealorcan

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Historia ganadora del primer lugar del desafío RocknRolla organizado por @LJBernalS Madai es el cordero idóne... More

Alterna y continua
Integrantes
Dedicatoria
Nota de la autora
0.5 Introducción
2. Inesperado (19:62)
3. Mal augurio (13:27)
4. Reencuentros (18:86)
5. Dulce amargo (20:67)
6. La ruptura de un corazón (18:74)
7. Vida Nocturna (28:89)
8. Felicidad momentánea (25:97)
9. De bruces contra la realidad (21:29)
10. De continua a alterna (16:58)
11. El alternador correcto (25:23)
Epílogo

1. Cosas prohibidas (21:94)

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By Brealorcan

¡Dios! El simple hecho de pensar en cómo amanecería hacía que las pestañas le dolieran. Cada vez parecía más tentadora la idea de un tractor aplastándola con tal de no volver a entrenar como lo hicieron ese día. ¡Y para rematar! la parada de bus más cercana a su casa quedaba a ¡cuatro manzanas! ¡Joder! Iba a llegar arrastrándose si es que no se desarmaba antes.

Se interrogó, por enésima vez ¿en qué diablos pensaba cuándo decidió unirse al equipo? ¡Ni siquiera le gustaba el baloncesto! Lo peor fue que el entrenador las vio en tan mala condición que decidió aplazar los juegos, les ordenó estimular los músculos, los de Maddi sacaron bandera blanca a la primera vuelta. Puesto que las mandó a trotar por todo el campus escolar. Realizaron series de veinte saltos, de mariposa, extendidos y otros con nombres que no recordaba; hicieron desplantes, subieron y bajaron las gradas durante diez minutos sin parar y ya no se quería acordar.

Con todo el ejercicio de ese día esperaba haber quemado las calorías de al menos tres kilos. A pesar de no sufrir obesidad, tenía unos cuantos de más, trece para ser precisos. Los cuales, para su altura, la hacían lucir "bien". Su tía le recomendó no perder mucho peso, ya que eliminaría la grasa de sus senos y esas caderas que se dibujaban cuando usaba un vestido. En cambio su madre, se quejaba de que no fuera una talla más pequeña, le parecía inconcebible comprar ropa más grande para su hija que para ella. Estaba cansada de esa cantaleta, de los reproches por su peso, como si eso determinará su valor como persona. Jadeó y continuó su camino.

Lloriqueó al ver la última calle antes de llegar a su casa, era una pendiente que odiaba con todas sus fuerzas. Días como hoy, se preguntaba si existía la posibilidad de mudarse cerca de la estación de transportes o si le brotarían alas un día de estos. Lo más probable es que primero le nacieran una cola y cuernos, ya que era una perezosa la mayor parte del tiempo.

(...)

Su tía Livia era sucesora de la pequeña sastrería de su difunta abuela Loida, el negocio formaba parte de la casa, pasó de largo al llegar, a diferencia de otros días, dejando claro que apenas podía con su alma. Caminó directo al baño, le urgía una ducha con agua caliente.

El resultado fue agradable, sus recién descubiertos músculos se relajaron, mañana iban a doler como los mil infiernos. Subió a su habitación, en busca de un encuentro cariñoso con la cama, abrió la ventana, buscando que el calor se disipará y logró captar la voz de Brian Johnson a lo lejos. Cerró los ojos antes de identificar el nombre de la canción.

Sin embargo, la paz no duró mucho, el timbre del teléfono en el pasillo repicó varias veces. No tenía fuerzas —ni intenciones— para ir a atender, quien fuera, debía rendirse y dejar un mensaje en la contestadora. El crujir de la madera le informó que su tía venía directo al cuarto. De seguro era su madre, llamando para saber si ya estaba en casa; se le habia olvidado por completo informarle que llegó con bien.

Livia golpeó a su puerta, las bisagras chillaron y se limitó exhalar.

—Está dormida, ¿no puedes marcar más tarde? —la escuchó decir. A los segundos sintió el roce de unos dedos contra su mejilla—. Hoy tuvo entrenamiento, llegó tan agotada como el lunes. Me da pena despertarla.

— ¿Quién es? —balbuceó.

—Samira—susurró, cubriendo la bocina del teléfono—. Se buena amiga y un poquito condescendiente, entrenó cerca de dos horas y regresó caminando, ni siquiera se ha acercado a la cocina para ingerir...

Abrió los ojos, observó cómo su tía contenía las ganas de mandar al diablo a la muchacha que exigía del otro lado de la bocina. Nadie conocía mejor que Madai a Sami: era bastante necia y caprichosa. Le iba a sacar canas a su tía en tres minutos, antes de ceder a su demanda, además, no deseaba reclamos para el fin de semana, cuando fuera de visita a su casa. Sin mucho entusiasmo, extendió la mano y tras una mirada de desaprobación de su tía, sujetó el teléfono y esperó a que abandonara la estancia. Inhaló con lentitud y acercó la bocina al oído.

— ¿Por qué no me llamaste? —interrogó la voz aguda de Sami. La quería como una hermana y la detestaba de un modo parecido cada vez que reclamaba antes de saludar.

—A mí también me da gusto saber de ti—dijo con ironía y un bostezo de por medio—; No me hablaste el lunes y ayer en el Messenger ni siquiera me hiciste caso. Pero da igual.—No tenía ganas de discutir, menos por detalles tan insignificantes, si lo hacía, las cosas se tornarían incómodas y era su única amiga, debía cuidarla y no hacerla enojar—. Me hicieron correr peor a que a tu hermano cuando se alistó al ejército, el entrenador ha estado insoportable y apenas puedo con...

—Sí, como sea—respondió de mal humor—. ¿Adivina quien habló conmigo hace unos momentos? Mientras te esperaba en MySpace y nunca diste señales de vida. —Maddi se levantó, frotó uno de sus ojos y presionó el botón para encender la torre. En lo que su computador viejo cargaba, descendió hasta la primera planta y se dirigió a la cocina, en busca de algo que saciará su apetito—. ¡Lucas! —Gritó la chica—. Tenía dos días sin conectarse, hoy lo hizo y él fue quien me habló. Me dio su correo, ahora tengo que rogarle a mi padre que aumente el margen de tiempo. ¡Cómo te envidio! Olivia nunca está en casa y puedes usar Internet cuando quieras.

Maddi estaba a punto de soltar una carcajada. Trajo a su mente la imagen del cacharro amarillento que usaba para conectarse, era una computadora COMPAQ que, gracias a un cliente de su tía, ahora gozaba de Windows XP. En el hospital donde trabaja su madre cambiaron de máquinas y el encargado del área de sistemas le regaló la que ahora adorna su habitación: el museo de las antigüedades del siglo XXI. Su amiga se llevaría una enorme decepción el día que viniera a conocer la casa. La construcción se hallaba en buenas condiciones, pero su habitación era patética, se encontraba llena de todo aquello que a los demás no quería ni les funcionaba. Lo llamaba vintage para no decir que residía entre basura.

—A mí me gustaría pasar más tiempo con ella—musitó. Samira resopló, se compadeció por unos segundos. Era de conocimiento público que la enfermera Olivia Torres vivía para su trabajo, no era sencillo ser viuda y hacerse cargo de una adolescente a punto de ingresar a la universidad—. ¿Lucas es el chico de la banda "Big Gun" o lo estoy confundiendo?

—Tú sabes quién—habló bajito—. El del arete en la nariz, rastas, tatuajes...

—Sí, el que tu padre y abuelo van a exorcizar el día que lo conozcan. —Samira siseó del otro lado, temiendo que alguien pudiera oír—. Eres un imán para esos chicos, es justo todo lo contrario a lo que espera tu padre y lo peor es que te encaprichas con esas personas, soy una prueba de eso.

—Ya sé—expresó burlona. La escuchó mascar algo y ella hizo lo mismo—. Y es más grande, tiene veintiuno. Mi padre no tiene que saber, ni mi abuelo, ya me tiene amenazada con lo del convento de monjas en la calle diez, ¡ni loca!

—Pero si no eres católica—pronunció Maddi entre risas.

—Lo sé, pero mi abuelo lo usa como una amenaza, bastante intimidante cabe señalar.—Samira era nieta de un reverendo, ambas lo creían capaz de cumplir cualquier ultimátum—. Y no quiero comprobar de primera mano sus advertencias, el hábito marrón no combina con el color de mis ojos. — Maddi se carcajeó con ella, a la vez que regresaba a la habitación con un par de manzanas y un emparedado de jamón sobre un plato—. Bueno, ya. El tema que es nuestra prioridad se llama Lucas.

—Al menos tú tienes con quien perder el tiempo, a mí ni las moscas se me acercan.

—No digas eso, con este calor y la peste a sudor después del entrenamiento han de caer rendidas a tus pies—bromeó. Madai volteó los ojos y se sentó frente al escritorio—. Deberías arreglarte un poco. El viernes que vengas a casa, te sacaré la ceja y le diré a mi mamá que nos depile el bigote, con eso serás niña de nuevo.

— ¡Eres una tonta! —Exclamó junto a una sonrisa y una pizca de malestar en su interior—. ¿Qué necesitas? No creo que me hayas hablado para saber si continuaba viva. Todo va de Lucas ¿verdad? Me hubieras dejado un mensaje, estoy agotada.

— ¡Lo hice! Te envié las "capturas". —Inició sesión en Messenger y esperó que el navegador abriera para ingresar a su página de MySpace—. Mire que te acepto, no debes tener problema para ver sus comentarios y fotos. Husmeé un poco y vi que hay una zorra que lo ronda.

— ¿De casualidad no es Samira Singer? —inquirió jugando—. Ya sabes, bajita, de ojos verdes y cabello al más estilo de Jazmín.

— ¡Ay, no! Mi cabello es castaño claro—chilló del otro lado—. Ayúdame a revisar los comentarios, yo no sé hacerlo cuando están ocultos. Además, papá no debe de tardar y odio que se ponga a mi espalda para ver lo que hago.

—Tienen la computadora en la sala. ¿Qué esperabas?

—Que me compre un portátil para mis dulces dieciséis, pero lo dudo mucho. Aunque no pierdo nada en intentarlo. —La escucho vagar,  de seguro se escondió en su habitación para hablar con comodidad—. ¿Y tú? ¿Sabes que vas a pedirle a tu madre? Faltan dos meses para el tuyo.

—No, no he pensado en eso. Necesito dinero para la universidad, no voy a pedir nada, tal vez le diga que deposite a mi fondo el dinero que iba a gastar...

— ¡Madai! —objetó—. Habíamos quedado que esperarías un año para ingresar juntas, ¿no me digas que te lo replanteas?

—No, ni al caso. Bien sabes que no tenemos dinero suficiente para pagar los gastos de la carrera que quiero y dudo que me den una beca por el baloncesto y mucho menos por mi desempeño académico. Voy a trabajar con mi tía todo el año, para obtener suficiente para el primer semestre y después—anheló—. Voy a solicitar un préstamo, aunque deba trabajar como cinco años para pagarlo. Iremos juntas a la universidad, tal como quedamos.

—Bien. No quiero entrar sola y de ese modo podremos graduarnos juntas. Tú, como una diseñadora y yo, como futura traductora. ¿Puedes ver los comentarios? Quiero corroborar mis sospechas, creo que un tal Romina es la zorra que me lo quiere bajar...

—Pero si no es nada tuyo, tienes ¿qué? Un mes y medio desde que lo miraste fuera del colegio—le recordó. Buscó entre los contactos, dio clic, sonrió al ver que seguía en el puesto número uno del top de su amiga—. Ya lo encontré. Te envió las capturas al correo si veo algo sospechoso.

—Mamá me ha dado permiso de una hora, te veo en el chat—informó, emocionada.

Desde hacía dos semanas su amiga tenía una —nada— ligera obsesión por el chico, como le daba vergüenza enviar una solicitud desde su perfil, lo hizo desde el de Madai. Lucas, era el guitarrista de una banda amateur, bastante guapo a pesar del excéntrico modo de vestir que tenía, sin embargo, también era muy atento, puesto que le dejó un comentario agradeciendo el add. Ya podía husmear entre sus cosas ahora que eran amigos virtuales.

¿Cuándo será el día que Samira deje de ver moros con tranchetes? se preguntó. 

Así era ella, un tanto paranoica, una versión pésima de Sherlock Holmes, y a pesar de todo eso, la más divertida, la mayoría de sus risas se las debía a las locuras que hacían juntas. Madai retribuía un poco de toda aquella atención, haciendo lo que ella no podía.

Durante cincuenta minutos se dio a la tarea de localizar posibles adversarias entre los comentarios, cualquier chica hablando bonito y reiterando lo guapo que era, se convertía en sospechosa. Encontró a cinco principales y hubo una más, a la cual no supo cómo catalogar si de posible amiga o enemiga; el comentario estaba fechado tres años atrás, le envió una postal con mucho brillo felicitándolo por su cumpleaños. Dudó durante un minuto, a diferencia de las otras no había nada que se pudiera catalogar como flirteo, pero conocía a Samira.

Para su amiga todas eran posibles rivales, en cuanto viera las capturas se dedicaría a husmear en sus perfiles y se burlaría de ellas en el chat. ¿Valía la pena que le diera el nombre de alguien que quizá fuese un familiar de Lucas?

Su lealtad para con Sami gritaba que lo enviara, no obstante, a pesar de que el orden natural en su amistad era que los enemigos de ella también eran suyos, por primera vez en mucho tiempo, decidió hacer algo pensando en si misma: no involucrar a quien no le daba mala espina.

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