Alterna y continua ©

By Brealorcan

2.2K 225 105

Historia ganadora del primer lugar del desafío RocknRolla organizado por @LJBernalS Madai es el cordero idóne... More

Alterna y continua
Integrantes
Dedicatoria
Nota de la autora
1. Cosas prohibidas (21:94)
2. Inesperado (19:62)
3. Mal augurio (13:27)
4. Reencuentros (18:86)
5. Dulce amargo (20:67)
6. La ruptura de un corazón (18:74)
7. Vida Nocturna (28:89)
8. Felicidad momentánea (25:97)
9. De bruces contra la realidad (21:29)
10. De continua a alterna (16:58)
11. El alternador correcto (25:23)
Epílogo

0.5 Introducción

252 23 10
By Brealorcan

Septiembre de 2008

El verano era el pretexto perfecto para mantener la ventana abierta en su totalidad. Desde su habitación observó el patio trasero, donde el follaje espeso de un solitario y viejo árbol, seguía cubriendo parte de su panorama. En la rama más gruesa aún colgaba el columpio que hizo su padre cuando era pequeña, la cuerda estaba desgastada a causa del tiempo, la madera descolorida y seca, era un banquete para las termitas.

Maddi no lo usaba desde hacía años, en aquel entonces era una chiquilla con la única intención de sentir el aire contra sus mejillas; ahora, que era toda una mujercita, temía sentarse y que se fuera a romper, no solo la cuerda. Sus intereses ya no consistían en alcanzar las hojas del olivo, se encontraba próxima a cumplir diecisiete años, así que sus pensamientos tomaron el mismo rumbo que los de su amiga: chicos, cine, ropa... y un placer oculto; disfrutar de la música que oía a lo lejos.

Desde su casa, donde moraba con su madre y su tía, escuchaba una serie de canciones que cada vez la enamoraban más, se deleitaba tanto con el ruido del vecino que cualquier persona que le echara una mirada podía deducir que vivía en un éxtasis total. A pesar de estar sentada sobre el marco de la ventana, su pie no dejó de moverse, era como si sufriera el síndrome de la pierna loca. Sin embargo, los sonidos de la batería, la guitarra y la voz peculiar de Bon Scott, producían una electricidad que prendía su esqueleto, cobrando vida propia.

No tardó en pegar un salto, cayó en medio del desastre que llamaba habitación y se sacudió como si estuviera poseída. Eso lograba AC/DC que se olvidara del resto y dedicara unos minutos para ella. La melodía —combinada con el baile— provocó una liberación de endorfinas, la transportaron a un estado de euforia y grata felicidad. Maddi gustaba, como ninguna otra persona, de la música «escandalosa» —en palabras de su madre y la vecina fisgona— del inquilino en la parte trasera de la manzana.

Vivía feliz de que alguien, con semejante gusto musical, se mudara por aquel barrio, a pesar de no conocer a la persona que reproducía las canciones, estaba agradecida con ella por animar sus tardes y sus mañanas los fines de semana. Las que más disfrutaba eran las primeras de la banda, tenían toques del rock&roll que tan famoso hizo a Elvis. Era cuestión de un poco más de tiempo antes de que se declara fan incondicional del rock ¡y todo gracias al enigmático ser!

 La música la indujo a sujetar la escoba y rockear como un guitarrista sobre el escenario. De seguro en el piso inferior su tía intuía que estaba matando cucarachas, ya que saltaba de un lado a otro. Los brincos cesaron y fueron reemplazados por la fricción de sus pies descalzos, su progenitor estaría orgulloso al ver como ejecutaba los pasos, aunque los mezclaba con un estilo similar al twist; sin duda, no tenía idea de cómo bailar, consentía que su cuerpo se moviera con total libertad.

Ya estaba animada y la canción iba por la mitad, en el momento cúspide, cuando decidió imitar los pasos de Angus, el guitarrista y corazón de la banda. No obstante, moverse por un terreno minado —como su madre llamaba a la cuarto— era una catástrofe asegurada. Al segundo paso se pinchó el pie con una chuchería, pegó un alarido de dolor y, sin medir el movimiento de su mano, estampó el palo de la escoba en su frente. Apenas estaba reaccionando al impacto cuando se estremeció el suelo a causa de las pisadas de su madre, Olivia.

— ¿¡Qué se supone que estás haciendo, Madai!? —Venía enfadada, no le quedó duda. ¡Y tenía razón! Desde las diez de la mañana le exigió limpiar el desastre.

Olivia dio una significativa mirada alrededor de aquellas cuatro paredes, resopló airada y se abrió camino como pudo. Levantó la ropa que estaba desparramada por el suelo, junto a una toalla que apestaba a humedad y la depositó encima de la cama.

—Tienes una hora para dejar esto como un lugar habitable y pobre de ti que enciendas el computador. Te voy a castigar si sigues perdiendo el tiempo—espetó. Apretó los dientes y resopló llena de frustración—. ¡Y lavas tu ropa! ¡Es el colmo contigo! Tienes dos horas y no has ni tendido la cama.

—Pero es domingo—objetó, sin obtener nada más que otra mirada airada—. Además, tengo tarea que hacer y la tía me solicitó que le hiciera un volante.

—Una vez que arregles tu habitación, hablaremos al respecto—masculló Olivia—. Johan llega en dos horas, te quiero bañada y presentable. —Miró en dirección al montón de zapatillas de la chica—. Nada de cosas que parecen sacadas de la basura, ¿estamos?

Johan era el novio de su madre, quien al mismo tiempo era el tío de su mejor amiga, Samira. Se podría decir que eran como "familia" y por más que Madai fingiese indiferencia, vivía aterrada con una posibilidad: que su madre rehiciera su vida al lado de ese hombre.

—Sí, mamá—coreó con monotonía.

Olivia clavó los ojos en la escoba, aquella que era usada por su hija como una guitarra, la alzó del suelo y se la llevó, si la dejaba, estaba segura que no iba a avanzar en nada. Le ordenó usar la aspiradora y dejó claro que tenía una hora antes de que regresara a revisar. Madai se derrumbó contra el colchón, bufó y maldijo por no haber limpiado un poco todos los días.

(...)

El resto de la tarde no fue tan mala su madre salió con Johan al cine e inclusive la invitaron, declinó la oferta para finalizar la tarea de química y elaborar el folleto para su tía. Livia era la hermana menor de su madre, quien hasta la fecha no se había casado y estaba dedicada a levantar el negocio de su difunta madre. Era quien consentía gran parte de las metidas de pata de Madai, por esa causa la susodicha no podía negarse ante cualquier petición.

La tarde la pasó ocupada en Word, puesto que no tenía los programas que usaba en el instituto, como para hacerlo de manera «profesional», a su tía, no obstante, solo le importaba que el número de teléfono estuviera escrito correctamente. Aprovechó el uso del Internet para iniciar sesión en Messenger, casi todos los días lo hacían de tres a seis, el horario que acordó con su mejor amiga. Quien la esperaba desde hacía una hora.

Comprobó al primer mensaje cuán molesta se hallaba por el retraso. Para Sami era vital que dialogaran durante ese lapso de tiempo, ya que aprovechaba cuando su padre salía y podía usar la computadora sin temor a ser reprendida. Sin embargo, ella tuvo que lidiar con su tío, comenzar el panfleto y buscar las malditas triadas de Döbereiner. Tenía exposición para el día jueves, necesitaba finalizar el informe lo antes posible, así que dividió su tiempo en las tres actividades.

Puesto que su atención se hallaba fragmentada, su amiga se quejó por la falta de interés a la hora de elegir qué color de esmalte quedaba mejor con la falda de su uniforme. A Maddi eso le daba igual, no asistían al mismo instituto y no entendía el afán de vestir como si se tratara de una pasarela. Olivia la acusaba de ir a la semejanza de una vagabunda y ella era feliz.

Su amiga habitualmente abandonaba la sesión diez minutos antes de la hora pactada, su padre ya debía estar cerca y si encontraba el ordenador encendido —o en su defecto, caliente—, castigaría a Samira la semana siguiente. Era un suplicio vivir con el señor Singer, ella que iba de visita un par de días a la semana, no entendía cómo su amiga no se había vuelto loca.

Concluyó cerca de las ocho de la noche, con tiempo suficiente para arreglar los artículos obligatorios para el día de mañana; como el uniforme del equipo de baloncesto, su entrenamiento era los lunes, miércoles y viernes. Dejó preparada la mochila y guardó el USB, ya que necesitaba sacar las fotocopias para su tía. Le esperaba una semana agotadora, los días de escuela no eran tan divertidos como llegó a imaginar. Pasadas de las nueve emitió un bostezo, escuchó la puerta principal y los tacones de su madre. Se lavó los dientes y se metió a la cama.

Olivia subió a darle las buenas noches, sonrió al ver las cosas en su lugar y, en cuanto oyó el bullicio, se acercó a cerrar la ventana; dejando fuera cualquier sonido.

—Al parecer, el vecino quiere seguir la fiesta—expresó cansada—. Si no apaga su escándalo antes de las diez, llamaré a la policía.

Viró los ojos a espaldas de su madre y en cuanto se fue, se arrimó para abrir una de las puertecillas. Dejó que la brisa de la noche penetrara la habitación.

Desde el exterior, el sonido inconfundible de School days se adentró en sus oídos, era una de sus canciones favoritas. Se aproximó a la ventana, apoyó ambos brazos en la base y canturreó la canción, sus caderas reaccionaron de inmediato y comenzó a menearse de nuevo, sin hacer el menor ruido.

Pensó en el vecino como un varón, tal vez un chico de su edad, quien compartiría sus gustos musicales y quizá, practicara algún instrumento. Y si no fuera de ese modo, mañana pondría a Queen e imaginaria que era una chica y tal vez, en el futuro, podrían ser amigas.

Continue Reading

You'll Also Like

19.7M 1.3M 122
Trilogía Bestia. {01} Fantasía y Romance. El amor lo ayudará a descubrir quién es en realidad y su pasado hará reales sus peores miedos. ¿Podrá ell...
133M 8.6M 65
Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiestas, los chismes, los ligues y sobre todo...
389K 16.3K 36
Elena ama leer tanto como ser animadora, su sueño más grande es ser escritora, para ella su vida era perfecta, pero todo eso cambia en su último año...
55.6K 3.1K 142
Valentina una chica con una vida normal hasta que el divorcio de sus padres cambiaría su vida por completo volvería los próximos años en los peores d...