Katie.

By Katsul_17

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Katie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro... More

Actualización.
1. - ¿Mike?
2. -Viaje.
3. -¿Amigos?
4. -Nueva casa.
5. -Chicos.
6. -Día uno.
7. -Gracias.
8. -Extraña pelirroja.
9. -Perdida.
10. -Charla paternal.
11. -¿La mala?
12. -Confianza.
13. -El mejor día de mi vida.
14. -Emoción.
15. -Instinto adolescente.
16. -Ataque.
17. -Historia.
18. -Recuerdos.
19. -Compras.
20. -Sin miedo.
21. -Vergüenza.
22. -Psicólogo.
23. -Nuevos sentimientos.
24. -Peligro.
25. -Fotografía.
27. -Inseguridades.
28. -Abigail.
29. -Ganas.
30. -Incomodidad.
31. -Excitación.
32. -Negación.
33. -Madrugada.
34. -Preguntas.
35. -Imposible.
36. -Pánico.
37. -¿Hematoma?
38. Cambio de mentalidad.
39. Clases.
40. -Ignorar.
41. -Confesión.
42. Querer, deber y poder.
43. Confianza.
44. -Desconfianza.
45. -Cambios.
46. -No más debilidad.
47. -La verdad.
48. -Futuro.
49. -Cumpleaños.
50. -Epílogo.

26. -Pesadilla.

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By Katsul_17

Salí del instituto la última, como siempre, para tardar más en llegar a casa y no sufrir desde tan temprano, aunque aún eran las cinco y media de la tarde.

Crucé unas cuantas calles con pasos tan lentos que parecía que no avanzaba y caminaba en el sitio, pero por desgracia lo hacía, avanzaba y no quería hacerlo.

Giré una de las tantas esquinas y miré el destrozado edificio frente a mí alzando la cabeza para poder recorrerlo con la mirada más fácilmente y sin mucha dificultad.

Suspiré y comencé a murmurar alguna oración religiosa que solo sabía porque en el colegio nos obligaban a aprendernos, una y otra vez mientras me acercaba al portal.

Saqué la llave del pantalón de chándal negro del uniforme escolar con la mano temblorosa y las lágrimas estaban a una exhalación de aire de salir por mis ojos.

Metí la llave en la cerradura, tiré de la puerta hacia mí mientras giraba la muñeca y se abrió despacio dejándome ver unas escaleras marrones, sucias y algo rotas.

Comencé a subir contando los escalones y esquivando huecos para que mi mente pensara otras cosas y no en lo que me esperaba al llegar al tercer piso, oyendo la puerta del portal chirriar hasta que hizo un sonido sordo al cerrarse.

No había encendido la luz, estábamos en horario invernal y ya casi estaba oscuro, así que me paré en un rellano para encender la bombilla, lo que hizo un chisporroteo en los contadores eléctricos debajo de las escaleras.

Seguí subiendo con las manos frente a mi cuerpo, jugando con las dos únicas llaves que tenía en el llavero junto a unas notas musicales que había hecho en un taller de arte en el colegio.

Llegué a la puerta del tercer piso, tragué saliva y las manos me temblaron cuando llevé una de ellas, con la llave correspondiente, a la cerradura y la metí.

Antes de poder girar la muñeca y abrir, se abrió desde dentro con la imagen de John sonriéndome con esa maliciosa sonrisa que ponía mis pelos de punta.

Se hizo a un lado invitándome a pasar, pero mis piernas no respondían y ya sentía las lágrimas corriendo por mis mejillas, así que él hizo un gesto de fastidio chasqueando la lengua, agarró mi brazo y me empujó dentro haciéndome caer al suelo.

Oí que cerró la puerta mientras yo lloraba boca abajo tirada en el piso, seguido del sonido de su risa al saber el pánico que provocaba en mí, y luego tiró de mi mochila en la espalda para darme la vuelta.

Se acercó a mí y yo retrocedí reptando por el suelo sin ser capaz de levantarme para huir, así que agarró mi pierna acercándome a él mientras se pasaba la asquerosa lengua por los labios.

Puso una pierna a cada lado de mi cuerpo y sus manos fueron hasta su cinturón sin quitarme la mirada de encima. Lo desabrochó y luego siguió con el botón y cremallera de su pantalón vaquero...

Cuando abrí los ojos con rapidez, mi respiración era agitada, las lágrimas mojaban mis mejillas y la almohada que abrazada estaba empapada, igual que mi ropa por el sudor frío que recorría mi cuerpo.

Sollocé abrazándola más fuerte y sentándome sobre el colchón con las piernas encogidas, intentando hacerme una bola y desaparecer, hasta que la puerta se abrió abruptamente y sin llamar, pero no me importó en absoluto.

Me levanté corriendo y abracé a Ian apoyando mi cabeza en su pecho mientras agarraba su camiseta en mis puños para aferrarme a él, para sentir que era real, que él estaba aquí conmigo y que no me iba a dejar.

Sentí sus caricias en mi cabeza para lograr calmarme del desgarrador llanto, pero no podía. Siseaba para intentar que dejara de llorar y, de un momento a otro, los pasos rápidos de los demás se oyeron acercarse a mi habitación hasta que los demás chicos estuvieron con nosotros.

—¿¡Qué le has hecho, Ian!? —Dijo Mike empujándolo lejos de mí, aunque yo no quería que lo alejara de mí.

—¡Hey! ¡Tranquilo, Michael! Iba a bajar a beber agua y la oí llorar. —Se excusó Ian con la verdad.

Yo me tiré de rodillas al suelo, abrazándome a mí misma, sintiendo asco de que las manos de aquel abusivo hombre hubieran estado sobre mí en algún momento, de que hubieran tocado los puntos sensibles que no se deberían tocar siendo un hombre que me doblaba la edad y, menos, siendo el novio de mi madre.

Miré mis manos mientras oía a Ian decirle a Mike que no fuera tan sobreprotector, que no me había hecho nada, Mike parecía molesto de que Ian me hubiera consolado durante unos escasos minutos que no llegaban a cinco y los demás chicos intentaban calmar la acalorada discusión porque yo no estaba en posición de presenciar esto ahora mismo.

Sentía asco de mi propio cuerpo al saber quién había robado toda mi inocencia y mi pubertad. Sentía repulsión y grima, así que no tardé en comenzar a quitarme la ropa hasta quedarme con la interior y correr al baño para meterme en la ducha.

Abrí el grifo del agua fría, dándome igual que la puerta estuviera abierta, que los chicos estuvieran en mi habitación o que me hayan visto en ropa interior. Necesitaba sentir otra cosa que no fuera miedo.

Otra vez.

Tenía que quitarme esta repugnante sensación de encima y lo estaba intentando restregando la seca esponja por todo mi cuerpo con vehemencia, con fuerza y rabia porque no se iba. Me estaba arañando la piel, pero eso era lo que quería, deshacerme de este efecto que aún sentía en mí.

Me tiré de rodillas en medio de la bañera llorando, aún desgarrándome la piel para limpiarla, hasta que dejó de salir agua del grifo y miré hacia arriba despacio, con temor.

—Vas a enfermar, Kay. —Mike tenía una toalla abierta en las manos. —Vamos, sal de ahí. —Me dio la mano y me ayudó a salir.

Temblé con los últimos espasmos del llanto y frío cuando Mike pasó la toalla por mis hombros, me llevó hasta la habitación donde ya no había nadie, y me sentó en la cama.

Se volvió a ir y a los segundos apareció con otra toalla que puso sobre mi cabeza para secar mi pelo, acción que hizo él mismo arrodillándose frente a mí, como si fuera una niña indefensa que no podía valerse por sí misma.

—¿Qué ha pasado? —Preguntó cauteloso revolviendo mi pelo con la toalla.

—He tenido... Una pesadilla. —Me calmé un poco.

—¿Solo eso? —Asentí.

—Ian es un buen hombre. —Él suspiró.

—Lo sé, ya me he disculpado con él. No tuve que haber desconfiado, pero en tu situación... —Le interrumpí.

—Nadie me va a hacer daño en casa. —Asintió.

—Tienes razón. Nadie te va a hacer daño en casa. —Sonrió un poco y terminó de secar mi pelo. —Te dejo para que te vistas, ¿vale? —Se levantó haciendo una bola la toalla con la que me secaba y llevándosela cuando salió sonriéndome.

Me levanté, fui hasta el armario sacando otra ropa y me metí en el baño para cambiarme la empapada ropa interior, ponerme una limpia y cambiarme también, el dichoso tampón.

Cuando estuve lista, me peiné un poco haciéndome una trenza mal hecha. No tenía ganas ni intenciones de salir de casa hoy, no tenía ánimos, por eso me había puesto algo cómodo de no salir; pantalón corto y una camiseta grande.

En la habitación, me volví a poner las pulseras y muñequeras. No me gustaba que los chicos miraran mis antebrazos y había decidido llevarlas en casa también, al menos hasta que las cicatrices fueran un poco menos visibles.

Mientras hacía la cama, recordé que me había dormido apoyada en el árbol y palpé todo mi cuerpo buscando la foto con desespero porque no podía perderla, hasta que miré sobre la mesita de noche viendo que estaba ahí.

Suspiré de alivio y la abracé con cariño sentándome hasta que unos golpes al otro lado de la puerta me hicieron reaccionar y guardarla debajo de la almohada, aunque no era ningún secreto que tenía esa foto, pero era la costumbre de esconderla de mi madre.

—¿Podemos pasar? —Habló Mike al otro lado, de nuevo.

—Claro, adelante. —Restregué mis ojos con los puños, pues me picaban de llorar nada más despertarme.

La puerta se abrió con la imagen de mi tío con una bandeja de desayuno y la dejó sobre la mesa de noche, sentándose a mi lado mientras palmeaba mi muslo, y los demás chicos también entraron sentándose por donde podían.

—Tómate las vitaminas también. —Mike señaló la pequeña pastilla al lado del zumo de naranja.

Asentí, la tomé y me la tragué seguida de un sorbo agridulce. Le había puesto azúcar al zumo de naranja y eso me pareció un dato curioso porque se acordó y solo lo mencioné una vez cuando habíamos ido de compras.

—¿Quieres hacer algo hoy? —Me preguntó Matt inclinándose hacia adelante y negué comiendo un trozo de tostada.

—¿En serio vas a volver a eso de no hablar? —Miré a Josh que había preguntado.

Sus preguntas siempre parecían fuera de lugar y de tono, incluso podían parecer bordes o groseras, igual que algunos comentarios, pero ahora sabía que solo era su apariencia.

—No, solo estoy desayunando. —Respondí con simpleza, ganando algunas pequeñas risas.

—¿Quieres que nos vayamos? —Me encogí de hombros ante la pregunta de Néstor.

—Siempre he desayunado sola, no me importa si quieren irse. —Volví a morder la tostada.

—¿Sabes, Kay? —Suspiró Mike. —Nos gustaría tanto saber todo sobre ti, sobre tu antigua vida, suprimiendo ciertos detalles. —Avisó. —Nos gustaría saber qué hacías, dónde vivías, el instituto al que ibas, la ciudad que... —Le interrumpí mirando la media tostada.

—No vivía en una ciudad, vivía en un barrio tan pobre que se caía a pedazos. —Di otro mordisco, mastiqué y tragué. —Vivía en el tercer piso de un edificio sin ascensor, que no tenía color porque se le había caído la pintura, estaba lleno de graffitis y las paredes estaban pintadas con dibujos que hacía cualquiera que quería. —Me encogí de hombros.

—¿Y tu instituto? —Volvió a preguntar.

—Era un poco religioso. Nos obligaban a rezar al entrar y teníamos que llevar un horrible uniforme; pantalón negro y camiseta blanca. La mayoría de profesores no se preocupaban por nosotros, aprobaban y suspendían según les parecía o si el alumno les caía bien. —Repetí el proceso acabando una tostada.

Los chicos se miraron entre ellos asombrados de las cosas que les estaba contando pero, al fin y al cabo, no eran mentiras. Las cosas habían pasado así.

—Y... —Miré a Néstor. —¿Qué solías hacer allí? —Suspiré pensando que me estaba preguntando por mi anterior vida escolar para no hablar de mi vida en casa.

—De todo. —Comencé a comerme la segunda tostada. —Hacía actividades extraescolares, talleres, proyectos, trabajos, ayudaba en las preparaciones de las fiestas cuando habían, me quedaba a hacer clases de apoyo, ayudaba a niños pequeños con las tareas, incluso me quedaba con ellos hasta que sus padres iban a buscarlos porque siempre había alguno que se retrasaba. —Enumeré.

—Tienes un corazón enorme... —Mike acarició mi cabeza.

—Sí, demasiado... Supongo... —Murmuré.

—¿Ibas con tus amigos cuando salías del colegio? —Miré a Matt.

—No tenía amigos. Cuando salía iba directamente a casa de Crystal y me quedaba ahí haciendo las cosas de la casa, iba a comprar, cocinaba... Esas cosas que tengo que hacer. —Me encogí de hombros.

—¿Por qué? —Preguntó Ian confuso.

—Porque es mi obligación como mujer. —Dije naturalmente.

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𝙻𝚎𝚝𝚛𝚊𝚜 𝚎𝚖𝚙𝚊𝚙𝚊𝚍𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚌𝚊𝚛𝚒ñ𝚘, 𝚙𝚊𝚕𝚊𝚋𝚛𝚊𝚜 𝚝𝚎ñ𝚒𝚍𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚊𝚗𝚜𝚒𝚎𝚍𝚊𝚍. ✧༝┉┉┉┉┉˚*❋ ❋ ❋*˚┉┉┉┉┉༝✧ 29/10/19 #𝟏 𝐞𝐧 𝐬�...