Katie.

By Katsul_17

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Katie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro... More

Actualización.
1. - ¿Mike?
2. -Viaje.
3. -¿Amigos?
4. -Nueva casa.
5. -Chicos.
6. -Día uno.
7. -Gracias.
8. -Extraña pelirroja.
9. -Perdida.
10. -Charla paternal.
11. -¿La mala?
12. -Confianza.
13. -El mejor día de mi vida.
14. -Emoción.
15. -Instinto adolescente.
16. -Ataque.
17. -Historia.
18. -Recuerdos.
19. -Compras.
20. -Sin miedo.
21. -Vergüenza.
22. -Psicólogo.
23. -Nuevos sentimientos.
24. -Peligro.
25. -Fotografía.
26. -Pesadilla.
27. -Inseguridades.
28. -Abigail.
29. -Ganas.
30. -Incomodidad.
31. -Excitación.
32. -Negación.
33. -Madrugada.
34. -Preguntas.
35. -Imposible.
36. -Pánico.
37. -¿Hematoma?
38. Cambio de mentalidad.
39. Clases.
40. -Ignorar.
41. -Confesión.
42. Querer, deber y poder.
43. Confianza.
45. -Cambios.
46. -No más debilidad.
47. -La verdad.
48. -Futuro.
49. -Cumpleaños.
50. -Epílogo.

44. -Desconfianza.

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By Katsul_17

Me metí en la ducha rápidamente para quitar el sudor s que recorría todo mi cuerpo y los fluidos que recorrían mis piernas, sintiendo mi entrepierna mucho más sensible cuando el agua de la ducha, propiamente dicha, me cayó directamente ahí.

Recordé lo que había sucedido.

Intenté reaccionar a lo que había hecho con Néstor, con el amigo de Mike, con un hombre al que tendría que ver todos los días durante, probablemente, unos meses más.

Se sentía muy diferente de cuando John me obligaba y a cómo me lo imaginaba, a lo agradable que podría ser si el hombre en cuestión sabía cómo tratarme.

Néstor fue atento, estuvo pendiente de mí todo el tiempo, preocupado de hacerme sentir cómoda y confiada, haciéndome estarlo durante todo el momento. Incluso sonrió abiertamente, se rió y me contó esa historia surrealista para hacerme sentir más tranquila.

Dolió lo que tenía que doler al principio, pero eso debería de ser normal, puesto que fue algo rápido a pesar de habernos tomado nuestro tiempo en sentirnos confiados, sobretodo yo.

No me importaría repetirlo con más tiempo a nuestro favor.

¿De verdad quería repetirlo?

Sí, definitivamente.

Quería que me enseñara lo que le gustaba, lo que me podría llegar a gustar a mí o diferentes formas de dar y recibir placer, pero lo más importante que me enseñara a disfrutar.

No solo que me enseñara a disfrutar con un hombre, también conmigo misma.

Pensándolo bien, y recordando lo que había hecho él, creía que ya me había hecho saber, de algún modo muy sutil, cómo hacerlo. Solo me quedaría explorarlo por mis propias manos, aunque iba a seguir preguntándole para que me enseñara.

Salí de la ducha, me miré en el espejo y me di cuenta de que no podía dejar de sonreír, y eso fue porque me veía diferente. Me veía bien, contenta, no como hacía una semana, cuando llegué siendo una niña asustadiza y apagada.

Mi vida había cambiado muchísimo en una semana en todos los sentidos:

Tenía una pequeña familia que también eran mis amigos, tenía una extraña y loca amiga llamada Abby, había retomado mis estudios en una buena escuela, sin mencionar que yo misma había cambiado demasiado mentalmente, pero también personal y físicamente.

Me veía con más brillo, tanto en la piel como en el pelo, los ojos y labios. Mi sonrisa se veía sincera y real. Mi cuerpo ya comenzaba a dejar atrás eso de estar en los huesos y, aunque seguía siendo muy delgada de complexión, no estaba rozando lo enfermizo.

Me gustaba esta nueva Katie, creciendo, haciéndose una mujer y siendo fuerte, confiada.

Estábamos casi a mediados de abril, en ocho meses iba a cumplir veintiún años y este cambio me venía demasiado bien.

Mordí mi labio aguantando una carcajada de felicidad y envolví mi cuerpo en una toalla sacada previamente del armario del baño para ir hasta la habitación, la cual estaba vacía, pero oía las voces de todos en el salón, identificándolas una a una.

Me vestí con ropa de estar por casa después de ponerme la ropa interior: pantalón largo de pijama acompañado de camiseta normal, y comencé a recoger la habitación; hice la cama y eché perfume por todos lados.

El ambiente se sentía cargado de sudor y sexo. No sabía si era yo, porque sabía lo que había pasado, o porque realmente en el aire estaba esa sensación de que en este dormitorio dos personas tuvieron relaciones íntimas.

No quería que nadie se diera cuenta, más que nada porque nadie tendría que darse cuenta de que me acosté con Néstor. Todo lo bueno que estaba construyendo se vendría abajo en cuestión de segundos y eso no podía pasar.

No podía permitir que eso pasara.

Cuando, por segunda vez, salí del baño después de haber puesto las sábanas usadas para lavar junto a mi ropa, oí pasos subiendo por las escaleras, así que me senté en el escritorio a terminar mis deberes.

O a fingir que los estaba haciendo.

La puerta se abrió, mi corazón comenzó a palpitar muy rápido y mi respiración comenzó a acelerarse pensando que todos lo sabían aunque fuera imposible porque nadie estaba en casa.

Nadie nos había oído ni visto, ¿verdad?

"Fuera, inseguridades", pensé.

Ese pensamiento de creer que todos lo sabían venía porque yo lo sabía, pero en verdad nadie podía saberlo porque él y yo estábamos solos en casa.

Me giré lentamente con algo de miedo y vi a ¿Néstor? Sí, a Néstor sonriendo con esa pícara sonrisa ladeada, agachándose en el suelo y recogiendo algo que se guardó en el bolsillo, pero antes de preguntarle qué había recogido, se acercó a mí, se inclinó en el escritorio y me besó la mejilla despacio.

—Lo siento por haberme ido así, cariño. ¿Cómo te encuentras? —Susurró poniendo algo de distancia por si alguien entraba.

—Bien. Perfecta, en realidad. —Asintió cuando vio mi sonrisa abierta.

—¿Te duele algo? —Negué.

—Será nuestro secreto, ¿verdad? —Sonrió de nuevo, con esa sonrisa.

—Por supuesto que lo será. —Yo seguía con esa sonrisa abierta en mis labios.

—¿Néstor? —Miramos a la puerta. —¿Qué haces en la habitación de Kay? —Mike, con el ceño fruncido, comenzó a caminar hacia nosotros.

—Me ayudaba con unas tareas. —Mentí.

—¿De qué? —Se cruzó de brazos.

—Mates. —Respondió Néstor.

—Sí... No soy buena con los números. Nunca se me dieron bien... —Intenté bromear cuando me reí, pero Mike ni siquiera sonrió.

—Bien, pues ya estoy aquí, así que puedo seguir ayudándote yo. —Mike sonaba molesto.

—Claro, por supuesto. Iré a ver qué están haciendo los chicos. —Se incorporó del escritorio. —Nos vemos abajo, pequeña. —Me guiñó un ojo revolviéndome el pelo y salió de la habitación.

Mike cerró la puerta y se sentó en el borde de la cama a mi lado, pero no podía mirarlo porque la culpa me quemaba por dentro.

Sentía que me dolía el pecho por las acciones silenciosas, aunque sonreí por lo que habíamos hecho y por lo mucho que me gustó.

—¿Por qué sonríes? —Me preguntó Mike desconfiado.

—Me siento bien. —Me encogí de hombros leyendo una pregunta de la tarea, aunque realmente no estaba prestando atención al libro.

—¿Te fue bien el primer día de vuelta a los estudios? —Asentí. —¿Quieres que te ayude en algo? —Se levantó, se puso detrás de mí apoyado en la silla y miró sobre mi hombro.

—Ya no hace falta. Néstor me ayudó con lo que no entendía. —Sonreí ocultando la cabeza, intentando que no se diera cuenta.

—Kay, te dije que mantuvieras lejos de... —Le interrumpí.

—Necesitaba ayuda y él era el único que estaba aquí. —Técnicamente, no era mentira, aunque no hablando de deberes.

—Pudiste haber esperado por mí, además ¿por qué no contestabas al teléfono? —Le dio la vuelta a la silla para mirarme. —Te estuve llamando desde el móvil de Matt, se me quedó el mío aquí. —Se cruzó de brazos.

—No lo oí. Estaba estudiando con los auriculares y tenía música puesta. —Ladeó la cabeza.

—¿No te estaba ayudando Néstor? —Asentí.

—Sí, estaba escuchando música mientras hacía la tarea, luego me fui a la ducha para tomar un descanso, le pedí ayuda y aquí estoy de nuevo. —En su rostro pude ver que no me creía.

—Vale... —Asintió despacio y me volví a dar la vuelta en la silla.

—¿Te importa cerrar la puerta cuando salgas? Ahora bajaré a hacer la cena. —Avisé y le oí hacer un sonido con la garganta, pero no supe si fue de afirmación, negación o duda por mis mentiras.

—Le toca a Ian hacerla hoy. —Asentí haciendo que leía otra pregunta.

—Entonces iré a ayudarle en cuanto acabe. Dile que me espere, por favor. —A los segundos, oí la puerta cerrarse y miré sobre mi hombro.

Dejé el bolígrafo en la mesa y me llevé las manos a la cabeza, echándome el pelo hacia atrás junto a mi cuerpo en la silla para quedar mirando al techo.

Suspiré aliviada aunque en realidad estaba tensa, y no quería ni pensar los nervios que me iban a recorrer cuando estuviera con Néstor y los demás chicos en los mismos espacios.

Si en unos minutos que estuvimos juntos con Mike en mi habitación, casi se me paraba el corazón pensando que mi tío sabía algo imposible, no quería imaginarme cuando estuviéramos con los demás.

Miré de nuevo el libro y me di cuenta de que no era el de matemáticas, como Néstor había dicho, y mi corazón se paró un poco más, pero luego me relajé al pensar que Mike no me había dicho nada, así que no se había dado cuenta.

Mi alivio salió a flote de nuevo y me dio curiosidad por saber qué era lo que Néstor había recogido del suelo cuando entró, pero luego caí en cuenta de que podría haber sido el preservativo y me puse nerviosa de nuevo.

¿Se me había quedado ahí sin recoger? ¡Mierda! ¿Y si no hubiera vuelto a entrar y Mike lo hubiera visto? Estábamos perdidos y muertos, sobretodo él, pues mi tutor seguía tratándome como si fuera una niña indefensa.

De algún modo tenía que demostrarle que ya no era así, que estaba empezando a saber cuidarme y a ser una mujer, pero tampoco tenía que enterarse de esta forma tan íntima y menos con sus sobreprotectores tratos.

Dejé de pensar y me concentré en terminar mis deberes a una velocidad bastante rápida, pues se suponía que me había pasado la tarde haciéndola y no me debería quedar tanta, aunque a penas había empezado.

A las nueve y media acabé en tiempo récord y me mentalicé de que tenía que bajar y hacer como si nada. Era un secreto, nuestro secreto, nadie podía saber lo que había pasado en mi cama hacía unas horas.

Me levanté de la silla, recogí los libros y libretas guardando en la mochila lo que necesitaría usar mañana, y estiré mi cuerpo haciendo tronar los huesos de mi espalda.

Me sentía cansada y me reí con un poco de travesura al pensar en el nombre del porqué me sentía así.

Salí de la habitación y, cuando estuve a punto de bajar las escaleras, un pensamiento de "¿y cómo se supone que me tengo que comportar ahora?" me golpeó haciéndome detener el paso en a penas dos peldaños bajados.

No quería enfrentarme a la situación a pesar de que fue algo que ambos elegimos, que yo elegí, que yo le pedí y mis manos comenzaron a temblar, pero las sacudí quitando esos nervios.

Ya no era una chica, era una mujer.

Sí, una mujer fuerte que se podía enfrentar a sus miedos, a sus temores y a las consecuencias de sus actos, así que acabé de bajar las escaleras y todas las miradas cayeron en mí.

Tal vez, y solo tal vez, no era tan mujer como me creía para afrontar las consecuencias.

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