Katie.

By Katsul_17

352K 28K 2.8K

Katie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro... More

Actualización.
1. - ¿Mike?
2. -Viaje.
3. -¿Amigos?
4. -Nueva casa.
5. -Chicos.
6. -Día uno.
7. -Gracias.
8. -Extraña pelirroja.
9. -Perdida.
10. -Charla paternal.
11. -¿La mala?
12. -Confianza.
13. -El mejor día de mi vida.
14. -Emoción.
15. -Instinto adolescente.
17. -Historia.
18. -Recuerdos.
19. -Compras.
20. -Sin miedo.
21. -Vergüenza.
22. -Psicólogo.
23. -Nuevos sentimientos.
24. -Peligro.
25. -Fotografía.
26. -Pesadilla.
27. -Inseguridades.
28. -Abigail.
29. -Ganas.
30. -Incomodidad.
31. -Excitación.
32. -Negación.
33. -Madrugada.
34. -Preguntas.
35. -Imposible.
36. -Pánico.
37. -¿Hematoma?
38. Cambio de mentalidad.
39. Clases.
40. -Ignorar.
41. -Confesión.
42. Querer, deber y poder.
43. Confianza.
44. -Desconfianza.
45. -Cambios.
46. -No más debilidad.
47. -La verdad.
48. -Futuro.
49. -Cumpleaños.
50. -Epílogo.

16. -Ataque.

7.6K 667 102
By Katsul_17

Había acabado de ayudar a Ian.

No habíamos hablado salvo lo esencial o muy pocas palabras y eso que intentaba ser divertido conmigo, como aquella vez que me dijo "no sé para que las cortamos, si el dicho dice que mala hierba nunca muere."

No lo había entendido y no me reí a pesar de que él sí lo había hecho con cierta vergüenza al haberse reído de su propia broma mientras seguíamos con nuestro laborioso y cansado trabajo por todo el jardín de atrás.

Yo misma era consciente de que estaba sonando cortante y borde con él, así que había optado por responderle con gestos o movimientos cuando me decía o preguntaba algo.

—¡Hora del descanso! —Exclamó Matt saliendo al jardín trasero junto a los demás.

Traían unas bandejas de bebidas refrescantes que pusieron sobre la mesa redonda del porche e Ian me sonrió levantándose del suelo. Se quitó un guante y me extendió la mano, aunque solo me quedé mirándola mientras pensaba.

Apesar de lo mal que le había estado respondiendo en las simples conversaciones que habíamos tenido, no dejaba de sonreírme y tratarme bien. Tenía muchísima paciencia conmigo.

Eso me hacía sentir bastante triste por mi actitud con él porque no tenía la culpa de mis pensamientos y creía que ese fue el motivo por el que dejé de hablarle de forma seca y solo le respondía con gestos. No era culpa suya en absoluto.

Aún así, me quité un guante y acepté su mano.

Me ayudó a levantar con un suave impulso y luego me soltó con delicadeza, como si estuviera acariciando mi mano, para irse con los demás en cuestión de segundos.

—¡Nos faltas tú, Kay! —Me llamó Mike cuando me quedé de pie ahí mirando la mano que Ian acababa de acariciar.

Reaccioné levantando la mirada para limpiar el sudor de mi frente, cara y cuello con las mangas de la chaqueta, eso sin contar el terrible sudor que no podía limpiarme porque recorría mis piernas, pecho, abdomen y espalda.

Por culpa de la calidez del ambiente y del casi fuego que expulsaban los rayos solares y chocaban contra mi ropa invernal-otoñal, mis mejillas estaban ardiendo y coloradas, al igual que casi toda mi cara.

Hoy era un día de abundante calor y yo no podía usar camisetas de mangas cortas o pantalones demasiado cortos aunque me encantaría poder hacerlo en estos momentos.

—¿Por qué no te quitas la chaqueta? —Me propuso Matt sirviendo los vasos con una jarra y negué quitándome los guantes para dejarlos en la mesa.

—Deberías hacerle caso a Matthew, hace mucho calor, nena. —Josh se burló de él con su hombre entero, sentó a mi lado y rodé la silla un poco lejos de él. —¡No te voy a hacer nada, joder! —Se indignó y yo seguí arrastrando la silla más lejos.

—Josh, deja que entre en confianza. —Dijo Mike sentándose entre nosotros.

—No me deja entrar en confianza. —Se defendió bebiendo de su vaso.

—Hay tiempo para todo. Estaremos juntos por un tempo. O eso espero. —Volvió a decir mi cuidador y la conversación acabó.

Al menos esa se acabó, pues comenzaron a hablar de otras cosas mientras yo miraba el líquido amarillento de mi vaso y le daba pequeños sorbos que refrescaban mi garganta.

Estaba un poco agrio y me di cuenta de lo que era incluso cuando nunca antes había probado la limonada, pero acababa de descubrir que me encantaba su sabor.

Saqué el teléfono móvil de mi bolsillo cuando lo sentí vibrar seguido de una corta melodía de mensaje y el nombre de Abby vino a mi mente, pues nadie más me iba a escribir porque no tenía a nadie más que lo hiciera, básicamente.

En efecto, era ella, y aproveché para ver la hora dándome cuenta que habían pasado las dos de la tarde y no había hecho la comida aún, así que me levanté corriendo sin leer el mensaje y fui hasta la cocina a paso rápido para preparar algo.

—¿Por qué tanta prisa, Kay? —Preguntó Mike por la ventana que separaba la cocina del jardín.

—Tengo... Tengo que hacer la comida. —Frunció el ceño extrañado por mis palabras y negó.

—No, tranquila, hemos pedido comida italiana. Estará al llegar. —Respondió con indiferencia. —¿No te gusta? —Me encogí de hombros.

—Nunca la he probado de un restaurante italiano como tal. —Confesé y él hizo un gesto de manos para que volviera con ellos.

—Te gustará. A nosotros nos encanta. —Afirmó Ian sonriente, como siempre, y yo volví a sentarme cuando ellos asintieron.

Justo cuando me senté, el timbre sonó. Ellos se levantaron para ir a abrirle al repartidor y, por lo que pude oír, para preparar la mesa del porche trasero y comer aquí.

El calor dentro de la casa era mortal aún con el aire acondicionado encendido y era peor que el que hacía por fuera porque era un sitio cerrado así que, al menos, en el jardín corría un mínimo de aire natural por la sombra de la casa.

Me levanté para ayudarles, pues era yo quien tenía que hacer estas cosas por ser la mujer, pero un mareo me hizo agarrarme de la mesa para no caer.

De repente, el estomago se me revolvió y creí que iba a vomitar aquí mismo, sin contar el fuerte dolor abdominal que me hizo doblarme y la pérdida de conciencia que me hizo caer al suelo.

(...)

Cuando abrí los ojos estaba todo borroso y difuminado, así que tuve que restregarlos con mis manos, cerrándolos y abriéndolos de nuevo, dándome cuenta de que me salía un cable de la muñeca izquierda y otro de mi dedo corazón.

El cable del dedo del medio estaba conectado a una máquina detrás de mí que emitía unos leves pitidos con mis pulsaciones y el otro, más parecido a una manguera, estaba conectado a un suero en una barra de metal.

Entonces, me di cuenta donde estaba.

Me miré de arriba a abajo y observé que estaba acostada en una camilla, llevando puesta una ligera bata blanca con lunares azules y de mangas cortas, propia de un hospital, lo que dejaba expuestos mi herido cuerpo con cicatrices.

Me senté rápidamente con la espalda contra la pared observando mis antebrazos y mis piernas también descubiertas a medio muslo, culpa de la sábana que se había bajado, y luego miré todo alrededor; era una habitación grande decorada en tonos blancos con azules pasteles.

Encima de una alargada mesa por los bajos de la cama, había una mochila bandolera, la misma que Mike el día que fue a buscarme y que siempre usaba, seguida de unas cuantas pertenencias más tales como teléfonos móviles, llaves o carteras, lo que me dejaba en claro que los chicos estaban por aquí.

De acuerdo a mis acertadas sospechas, la puerta se abrió con cuidado dejándome ver la imagen de una doctora entrada en edad, quien era seguida por los cinco hombres con expresiones bastante tristes, incluso Mike tenía los ojos rojos e hinchados, y eso me puso triste a mí.

—Ah, estás despierta. —Me habló la doctora llamando mi atención. —Has sufrido un golpe de calor, Katie, y podría haber sido mucho peor. —Se acercó a mi camilla. —Sobretodo por lo mal que estás de salud y por esas cosas que tienes en los brazos y muslos, así como en casi todo el cuerpo, cariño. —Agaché la cabeza sintiéndome regañada.

—Lo siento... —Susurré.

—Ya le he dicho a tu cuidador que si quieren podría recomendarte ir a un psicólogo de confianza para que te ayude en lo que necesites. Le puedes contar lo que quieras, cómo te sientes, lo que piensas, lo que quieres hacer con tu futuro, lo que te gusta hacer, lo que ha pasado en tu pasado, valga la redundancia... —Se rió un poco aligerando el ambiente, pero mi cabeza seguía agachada.

No quería ir a un psicólogo. Estaba empezando a sentirme bien, a ser una joven normal gracias a Abby y estaba empezando a dejar atrás mis temores y miedo gracias a mis hombres.

Ya no lo necesitaba.

—Irá. —Confirmó Mike desde la mesa con los demás y negué con la cabeza al mirarle. —Sí, Katie. No digas que no porque vas a ir. —Sentenció.

Mi impresión fue que estaba decepcionado, molesto, enfurecido.

Había dicho mi nombre y no ese paternal apodo al que me empezaba acostumbrar y el que empezaba a gustarme.

Mike estaba molesto y enfadado.

Cuando llegara a casa me iba a castigar y yo no quería eso, porque quizá le pediría ayuda a los demás para darme mi merecido.

De repente, todos los recuerdos de John entrando en mi habitación todas las noches, desvistiéndome a la fuerza, tocándome, tapándome la boca, inmovilizándome, atándome, destrozando mi cuerpo de preadolescente, destrozando mis años de adolescencia, me cegó por completo, así que comencé a llorar dolorosamente y agachando la cabeza.

—¿Qué te pasa, cariño? —Me preguntó la doctora con preocupación sentándose en la camilla cuando me agarré el pecho con unpuño.

—No quiero más. —Sollocé. —No quiero. —Me tapé los oídos con las manos para tapar el eco de la voz de ese hombre diciéndome cosas sucias, ordenándome que me pusiera en diferentes posiciones, ordenándome que le hiciera cosas que yo no quería.

—¿Qué? —La mujer se sentía confusa.

—¡Dígale que pare, por favor! ¡Dígale que pare, que me deje en paz! ¡No quiero que me toque! ¡No más, por favor! ¡Dígaselo! ¡¡Por favor!! —Lloré de forma desgarradora como nunca había hecho e inclinándome hacia adelante cerrando los ojos con fuerza.

—Tranquila, Katie, cálmate. —Me decía la doctora intentando que me incorporara de nuevo para mirarme, pero no podía hacer caso a sus palabras.

—¡No quiero que me toque ahí! ¡No quiero que siga haciéndome cosas malas! ¡No quiero que entre a mi habitación ni que me haga daño! ¡Por favor, haga que se vaya de mi habitación! —Grité dejándome la vida en ello sin darme cuenta que los chicos estaban preocupados a nuestro lado.

—¿Quién te hace cosas malas, cariño? —La doctora me abrazó y lloré sobre su hombro.

—El novio de Crystal... —Le respondí sintiendo que me dejaba dormir cuando clavó una jeringuilla en mi cuello.

Continue Reading

You'll Also Like

896K 30.2K 37
"No sabia lo que quería hasta que me volví adicto a ti." ------------------------- ELLA se acaba de mudar a Los Angeles dejando en su antiguo lugar u...
2.4M 124K 52
Sexo. Dinero. Drogas. Poder. Esas palabras definitivamente eran las más acertadas para definir su mundo. Un mundo del que él era dueño. Un mundo e...
Secuestrada #1 By Lokiia 29

Mystery / Thriller

2.2M 101K 33
Christian decía que me amaba, yo sabía que no era cierto. No se enamoró, se obsesionó. 10/Septiembre/2015....... #15 17/Septiembre/2015........#10 29...