Katie.

By Katsul_17

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Katie tiene veinte años, una vida de abusos demasiado difícil que cambia drásticamente de un día para el otro... More

Actualización.
1. - ¿Mike?
2. -Viaje.
3. -¿Amigos?
4. -Nueva casa.
5. -Chicos.
6. -Día uno.
7. -Gracias.
8. -Extraña pelirroja.
10. -Charla paternal.
11. -¿La mala?
12. -Confianza.
13. -El mejor día de mi vida.
14. -Emoción.
15. -Instinto adolescente.
16. -Ataque.
17. -Historia.
18. -Recuerdos.
19. -Compras.
20. -Sin miedo.
21. -Vergüenza.
22. -Psicólogo.
23. -Nuevos sentimientos.
24. -Peligro.
25. -Fotografía.
26. -Pesadilla.
27. -Inseguridades.
28. -Abigail.
29. -Ganas.
30. -Incomodidad.
31. -Excitación.
32. -Negación.
33. -Madrugada.
34. -Preguntas.
35. -Imposible.
36. -Pánico.
37. -¿Hematoma?
38. Cambio de mentalidad.
39. Clases.
40. -Ignorar.
41. -Confesión.
42. Querer, deber y poder.
43. Confianza.
44. -Desconfianza.
45. -Cambios.
46. -No más debilidad.
47. -La verdad.
48. -Futuro.
49. -Cumpleaños.
50. -Epílogo.

9. -Perdida.

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By Katsul_17

Abby iba caminando unos pasos delante de mí, pero como vio que yo iba más lenta pensando en mis demonios, me agarró del antebrazo y me hizo seguir su acelerado ritmo.

En quince minutos estábamos entrando a la ciudad, pues un enorme cartel nos dio la bienvenida, y ella no tardó en arrastrarme por todos los lugares que podía como si nos conociéramos de toda la vida.

Había descubierto que Abby era una persona carismática, alegre, divertida y risueña. Siempre estaba sonriendo y haciéndome olvidar mis temores, pues por momentos me olvidé de que tenía ese temor a que se me acercaran los hombres.

Claro, a cada sitio que íbamos habían personas de sexo opuesto al nuestro, como era algo lógico, pero estaba bien mientras no me miraran, me hablaran o se metieran en mi camino.

En apenas unas horas sentía que teníamos esa amistad que tanta envidia me solía dar, pero que ahora sabía lo que era. Reímos, hablamos, jugamos y me contaba cosas como si hubiéramos sido mejores amigas en alguna otra vida.

Abby me llevó desde unos recreativos hasta el cine pasando por un enorme centro comercial, donde estábamos actualmente porque nos paramos a comer algo en una cafetería, ya que faltaban quince minutos para las ocho de la tarde.

—¿Te gusta la ciudad? —Preguntó dando un sorbo a su batido.

—¡Mierda, me encanta! ¡Es todo muy grande! —Ella rió de mi emoción.

—Bienvenida a la ciudad de Los Ángeles. —Hizo una voz graciosa de anunciadora y me reí. —Ahora... ¿Me dirás de dónde eres tú? —Cuestionó.

Sí, también era una persona muy curiosa, puesto que no dejaba de preguntarme sobre mí y yo había estado evitando este tipo de preguntas desde que comenzó a hacerlas saliendo de la urbanización de la casa de los chicos.

—Vengo de un pequeño barrio de Nueva York. —Respondí sin indagar mucho. —¿Te puedo preguntar algo yo? —Ella asintió.

—Por supuesto. —Bebí yo de mi batido.

—¿Qué hacías en aquella urbanización fuera de la ciudad con una cámara de fotos? —Abby rió a carcajadas.

—Si te lo digo me tratarás de loca. —Negué.

—¿Por qué lo haría? —Dejó de reír un poco para hablar.

—Hay mucha gente famosa viviendo en esa zona residencial, así que me gusta allí y tomarles fotos. ¡Pero no las vendo! ¡No estoy tan loca! Los guardo para mí. Es mejor y más personal que sacarlas de Internet donde todos tienen las mismas. —No pude evitar reírme a carcajadas.

—Vale, sí, tienes razón. Pienso que estás loca. —Volvió a reír conmigo.

—¿Y qué hacías ahí? —Me preguntó con toda la curiosidad que podía.

Dejé de reír y consideré seriamente si decirle que ahora vivía allí con cinco de esos hombres famosos, más que nada por el pasatiempo de mi nueva amiga de tomar fotos de ese tipo de personas en el área.

—Buscaba la ciudad y me perdí. —Parecía satisfecha y yo pensé en que era mi oportunidad de saber de los chicos. —¿Qué famosos viven por ahí? —Intenté sonar neutral.

—¡Muchísimos! Mis favoritos son los cinco hombres que viven en la casa del oeste, cerca de la playa. —Nos levantamos después de haber terminado de merendar y haber pagado, aunque me invitó ella porque yo no llevaba nada de dinero encima. No pensé que esto estaría pasando.

—¿Quiénes son? —Retomamos el rumbo para salir del centro comercial.

—Pues verás, son Michael Ellison, Matthew Ford, Néstor Crowell, Ian Collins y mi favorito de todos, Josh Hale. —Los enumeró con los dedos mirando al cielo como si estuviera pensando en ellos y se entusiasmó cuando mencionó al último. —Los conoces, ¿verdad? —Me miró.

—No. —Mentí intentando memorizar sus apellidos, pues los había dicho muy rápido y no tenía buena memoria.

—¿¡Cómo que no los conoces!? ¡Tienes que hacerlo! ¡Hacen una de las mejores series de todos los tiempos! ¡Es tan interesante! Ya van por la temporada número cinco. ¡Cinco! ¡¡La gente quiere más y yo también!! —Me reí de su exageración.

—Donde vivía antes no tenía televisión. —Me excusé.

Parte de eso no era una mentira. Antes tenía TV, sí, pero tenía prohibido usarla o mirar nada a menos que estuviera limpiando y la miraba de reojo, así que era como si no la hubiera tenido.

—¿Y tus amigos no te hablaban de la serie? ¿Ni siquiera en el instituto? ¡La serie lleva años! —Me encogí de hombros.

—Nunca he tenido amigos. Eres la primera persona que podría considerar como una. —Se emocionó llevando las manos a su boca y me abrazó.

Le correspondí al abrazo y, luego de unos segundos, nos separamos. Ella seguía contándome sobre los chicos, más bien sobre la serie de misterio que tenían en conjunto, incluso me había dicho de ir a su casa para enseñármela.

No le dije que no, al revés, me ilusionó bastante comenzar una amistad con alguien de mi edad y que era una chica normal, a pesar de su extraña afición. Abby podría enseñarme a ser una joven normal.

Intercambiamos números de teléfono antes de despedirnos en un cruce, porque me dijo que su casa estaba en dirección al norte, muy cerca de la escuela de adultos a la que, por cierto, íbamos a asistir juntas porque sí, ella no terminó la escuela secundaria tampoco, pero por otras razones muy diferentes a las mías.

Simplemente había sido una chica fiestera que no se enfocaba en sus estudios, así que suspendió todo y dejó de estudiar para enfocarse en hacer algo con su vida, como trabajar en la revista de su padre, pero ahora quería seguir estudiando para sacarse un título en fotografía.

Tal vez esa fue una de las razones por las que también teníamos esta fuerte conexión, porque compartíamos algo.

Ella se despidió con la mano cuando ya estaba a una distancia considerable y yo comencé a ir hacia el suroeste buscando el camino de vuelta. No tenía ni idea de dónde estaba la casa ni de dónde me encontraba yo y comenzaba a anochecer.

Eran las ocho cuando me despedí de Abby, me había alejado de la ciudad, pero seguía sin ver la urbanización donde se suponía que tenía que volver. Comencé a ponerme nerviosa e intenté tranquilizarme.

Mi teléfono sonó con un número desconocido y atendí con la voz temblorosa, más que por no saber quién era, por la tan perdida situación en la que me encontraba.

—¿Di... Diga? —Mi pulso temblaba sosteniendo el teléfono en la oreja.

—Kay, ¿dónde estás? —Mike.

—No lo... No lo sé. Me perdí. —Confesé.

Lo que menos me importaba ahora era saber de dónde había sacado mi número de teléfono o estar hablando con él.

—¿Qué ves alrededor? —Levanté la vista poco a poco. Las tenues luces de las farolas poco me permitían ver.

—No sé... No veo nada... Unas casas individuales cerca de una montaña, un lago... No. ¿Una playa...? No lo sé... —Bajé la voz mientras hablaba. Suspiré.

—Ve hacia donde está el cartel que pone "comisaría" y espérame ahí. Estoy de camino. —Colgó.

Lentamente bajé el teléfono de mi oído y lo volví a guardar en el bolsillo de mi pantalón con cuidado. Miré alrededor buscando el cartel que Mike me había dicho, pero no lo encontraba así que comencé a caminar.

A los cinco minutos, ya eran las nueve y cuarto de la noche. Tenía hambre aunque la buena noticia era que había encontrado la comisaría y estaba esperando por fuera de la puerta.

No iba a entrar porque solo se oían voces de hombre dentro y, por muy policías, agentes de la ley o lo que fueran, no me iba a acercar a ellos.

Unos faros iluminaron la carretera frente a mí y me despegué de la pared colocándome la mochila. Al final, de nada había servido traerla conmigo porque no había usado nada de lo que había metido dentro.

Un coche negro, menos deportivo que el de Josh y más familiar estilo SUV, se estacionó frente a mí. Se bajó la ventana del copiloto y Mike abrió la puerta desde dentro por el lado del conductor. Me hizo una seña y dudé en si subir ahí.

—Vamos, Kay, sube. —Me alentó para nada molesto por haberme perdido.

Con una bocanada de aire, lo hice. Coloqué la mochila entre mis piernas, me puse el cinturón de seguridad y cerré la puerta pegándome a ella, alejándome todo lo posible de Mike.

Las preguntas que me había hecho yo misma antes de conocer a Abby, comenzaron a arremolinarse en mi cabeza de nuevo.

Vivíamos demasiado, pero demasiado, lejos de la ciudad, de la gente. Nadie se daría cuenta si ellos decidían hacerme algo malo.

Yo no quería volver a pasar por lo mismo y menos siendo cinco hombres en vez de uno, pues al menos con John podría soportarlo, técnicamente, pero siendo cinco era mucho más complicado.

Acabaría muriendo.

—¿Me estás escuchando, Kay? Ya llegamos, no estabas tan lejos. —Mike rió, llamó mi atención y le miré. —¿Por qué lloras? ¿Te asustaste?—Se quitó el cinturón y se giró hacia mí.

Me quité el cinturón también, abrí la puerta colgándome la mochila a un solo hombro y corrí hasta la puerta, pues ya habíamos pasado el jardín.

La abrí rápidamente y, al mismo paso rápido, subí a la habitación, donde podría desahogarme en soledad.

Como siempre.

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